3 - ANTE LOS OJOS DE TODOS

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Cuando el alba abrió el horizonte el joven cazador ya estaba de pie, incluso antes de que los gallos cantaran. Dejó un beso sobre la frente de Azalea y salió al jardín. Con los pulmones llenos del aire de la mañana se sentó sobre el tronco de la leña. Echó un vistazo sobre el huerto descuidado, con apenas cinco o seis verduras, no dio más importancia a la decadencia. Humedecio la piedra de afilar y puso a punto sus dos lanzas.

Sobre el metal de la coraza, en la parte de los hombros, se reflejaron los primeros rayos de sol. En ese instante el primer cantar del gallo resonó a través del pueblo. Se abrieron los ojos de los aldeanos, se interrumpieron los sueños y algunos otros fueron rescatados de entre las pesadillas. La gente comenzaba el día.

Jol partió en medio de ese despabilar, con las lanzas atadas en la cintura, sus botas reforzadas y el peto que su padre usaba cuando era joven bien ajustado.

En las calles principales se montaba el mercado, aunque a esa hora había unos pocos comerciantes que ni siquiera vendían, solo montaban sus puestos. Cuando el sol alcanzaba su punto más alto las calles principales de Orhin se llenaban con aventureros y viajeros debido a que la aldea se encontraba en una de las principales rutas que iban hasta la capital del reino.

—¡Eh, hoy te has levantado muy temprano, Jol! —gritó emocionado el viejo Eduar al ver al muchacho.

—Es que hoy estoy decidido a conseguir un gran botín —contestó el cazador novato al acercarse a la panadería.

—¡Ese es el espíritu, muchachote! —el viejo acomodó algunos bollos de pan sobre el mostrador, y le pasó uno disimuladamente al morral del chico— Este no es gratis, cuando seas un cazador prestigioso te lo cobraré, ¿eh?

—¡Muchas gracias, Eduar!

El joven salió jubiloso del encuentro y su andar fue más enérgico. Los otros madrugadores también lo saludaron, gozaba de cierto reconocimiento en el lugar, pero por ser un cazador incompetente.

No tenían nada en contra de él, hasta caía bien, sin embargo era difícil que lo tomen en serio. Salvo para pequeños encargos.

—¡Jol, si vas al bosque traeme unas raíces de aralaunas, por favor! —gritó la chica de la perfumería.

—¡Yo necesito alas de escarabajos! —anunció un hombre entre las tiendas del frente.

Jol confirmó los pedidos con un movimiento de cabeza y una sonrisa. Normalmente se habría detenido para anotarlos, pero esta vez tenía un objetivo muy claro. En las cercanías de la mansión del terrateniente había una casa muy pintoresca. Levantada con ladrillos cuidadosamente pulidos y de piedra maciza, muy diferente de los ladrillos de barro con los que se construyen la mayoría de los edificios en la aldea. Las puertas de esta vivienda también eran de las más costosas, madera negra con bisagras de hierro pulido con saliva de lobo espectral.

Una risueña mujer atendió el llamado.

—Hola, señora. ¿Se encuentra Igor?

—Hola, Jol. Él está descansando, ven, pasa —contestó la anfitriona amablemente.

El suelo por completo estaba cubierto con una piel escamosa que le daba un aspecto pulcro. Encontró al cazador echado sobre un sillón felpudo, bebiendo desde una enorme jarra de madera. El hombre era enorme, tanto que algunos osos erguidos tendrían que mirarle hacía arriba.

—¡Buenos días, muchacho! —se alegró Igor con la visita de Jol— ¿Qué te trae a mi morada tan temprano?

—Buenos días, señor. He oído que tuvieron algunos problemas con una bestia y necesitan hombres nuevos para las jornadas.

—Tú lo has dicho, hombres. No debiluchos —interrumpió el hijo mayor de Igor, con la misma edad que Jol, pero con la diferencia de que él era un cazador reconocido por la mano del rey.

—¡Randi! ¡Yo no te he enseñado esos modales!

—Es la verdad, padre. Este renacuajo no sirve para nada.

—¡Ya basta! ¡Vete ahora mismo! —enfureció Igor. Su hijo obedeció la orden, no sin antes darle una mirada de desprecio al visitante— Escucha, Jol, ya hemos intentado alistarte en mi grupo y fue muy desafortunado, ¿recuerdas?

—Pero ahora estoy mejorando, sé que puedo ser de ayuda.

—"Estar mejorando" no es suficiente para mi grupo. Nos enfrentamos a monstruos muy peligrosos y necesito a los mejores. De hecho, esa es la razón por la que estemos descansando esta semana, la última cacería fue muy dura y murieron cuatro.

—La Latrodectus...

—Así que has escuchado los rumores. Sí, esa cosa es muy poderosa.

—Señor, por favor, necesito la experiencia —el muchacho se arrodilló—. No será necesario ningún trato especial está vez, si me veo acorralado solo dejenme morir.

—Chico, levanta.

—Necesito el trabajo. Mi familia está en una situación muy difícil y no quiero que vendan a mi hermana...

—Estoy consciente de la situación en tu familia. Yo le he ofrecido ayuda monetaria a tu madre muchas veces, pero ella no hace más que rechazarme. Sin embargo, no puedo aceptarte, Jol. Debes demostrar tu valía y tendrás un lugar en mis filas asegurado, pero con tu nivel actual no es posible. Lo siento mucho.

—Está bien. Yo... —el joven se puso de pie, las lanzas resonaron con el movimiento y sus ojos se llenaron de furia, no con el hombre que tenía enfrente, sino consigo mismo por nunca llegar a ser suficiente— Yo traeré el cadáver de esa bestia.

—¿Estás bromeando? —lo sorpresivo del comentario puso de pie a Igor— No puedes hacer eso, chico. ¡Es un suicidio!

Ignorando las advertencias Jol se retiró agradeciendo el tiempo. El otro lo persiguió hasta la calle y comenzó a gritarle en medio de ella intentando persuadir al muchacho de que desista, todos los avisos fueron ignorados.

La situación capturó la atención de todos los transeúntes y mercaderes, que no intentaron detener al muchacho, solo observaron, algo extrañados, como se perdía de vista en el camino hacía el bosque.

Cuando los árboles empezaron a rodearlo se sintió más acogido, esa era una sensación que nunca desaparecía. Ese momento al adentrarse en la naturaleza profunda, cuando los sonidos de la lejana muchedumbre ya desaparecen y sus oídos se agudizan ante los pequeños sonidos del ambiente salvaje.

No había llovido, el terreno se hallaba con la humedad cotidiana. Buscar huellas no era ni más fácil ni más difícil. Empezó observando alguna irregularidad sobre la tierra y solo obtuvo excremento de conejo, y el rastro hasta la madriguera era muy obvio. Eso los conocía bien.

Lo que le costaba era identificar otro tipo de señales. La posición de las ramas, o la dirección de los arbustos, eran cosas que no sabía leer del todo bien. Y ahí es donde está la información de las presas más grandes. Eso si no quería depender de la suerte de toparse con una pista muy evidente.

Deambuló un buen rato pretendiendo saber lo que hacía. Pero sólo perseguía indicios sin ningún tipo de análisis concreto. Un poco resignado se dispuso a comer el bollo de pan que le había obsequiado Eduar. Los bocados no eran medidos y los labios se cubrían con miga en cada uno de ellos.

En ese pequeño instante de reflexión, indagando sobre sus errores, entendió un hecho crucial. Si fueron los cazadores de Igor los que encontraron a la Latrodectus significa que el nido de la misma debe encontrarse en las zonas que ellos frecuentan. Por lo que debía adentrarse aún más. Donde viven los animales más grandes y los monstruos. Algo muy peligroso para él.

Pero con la sonrisa de su hermana grabada en la mente desenvainó una de sus lanzas y avanzó, temblando de miedo, en las profundidades del bosque. 

UN SECRETO EN EL BOSQUEWhere stories live. Discover now