33 - LUJURIA INSACIABLE

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El gigante hombre lobo era muy rápido, con poderosas piernas para saltar grandes distancias y al usar sus cuatro extremidades la velocidad de su carrera se vuelve una sentencia de muerte para sus presas

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El gigante hombre lobo era muy rápido, con poderosas piernas para saltar grandes distancias y al usar sus cuatro extremidades la velocidad de su carrera se vuelve una sentencia de muerte para sus presas. Pero los tres jóvenes se escabulleron entre los lugares estrechos de las ramas y arbustos por donde la bestia no podía seguirlos sin retrasarse tumbando un árbol o cortando vegetación con sus filosas garras. De cualquier manera era cuestión de tiempo para el enfrentamiento.

El retumbe de la tierra le advirtió al cazador la cercanía de su adversario. Se deslizó entre unas raíces y echó la vista hacia atrás sin detenerse. El tamaño del monstruo era imponente, mientras corría arrancaba tajadas de tierra con sus patas delanteras. Los ojos negros y unas enormes fauces llena de afilados colmillos, desprendiendo una saliva densa que disparaba con los ensodecedores rugidos.

Justo en ese pequeño vistazo el lobo se contrajo un poco para lanzarse contra el muchacho. Jol se detuvo en seco para tirarse cuerpo a tierra, esquivando el ataque y haciendo que la bestia cayera frente a él causando un poco de destrozo al rodar por el suelo tras fallar.

El descomunal pelaje se sacudió un poco tras levantarse y luego fijó la atención sobre el muchacho. Estaban frente a frente.

Te he encontrado... —dijo el lobo antropomorfo con voz profunda y gruesa.

La presencia de lenguaje descolocó a Jol, pero no tuvo tiempo de sorprenderse, de inmediato movió su lanza al frente con las dos manos para interponerla entre su cara y los dientes puntiagudos del otro, que mordieron el mango. Al bloquear esa embestida comprobó el peligro de un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, la fuerza del animal era muy superior. Este levantó la cabeza sin dejar de morder el arma, el chico tampoco la soltó por lo que fue alzado junto a ella. Con un movimiento de cabeza lanzó al cazador contra las copas de los árboles, las ramas más pequeñas punzaron en las piernas antes de romperse y la cabeza impactó con una más robusta frenando la inercia y haciéndolo caer con una voltereta. Tambaleó unos segundos al ponerse de pie, la lanza que había soltado en el aire regresó a su mano. Ante su posición de pelea recibió un fuerte rugido.

Usaré tus huesos de escarbadientes... —amenazó la bestia mientras rodeaba al cazador de manera acechante.

—No te han entrenado bien al parecer...

Un ronquido profundo indicó el acierto de la provocación, no tuvo posibilidad de responder, recibió en algunas partes del cuello y del hocico unos pinchazos sin causarle daño significativo, pero sí una gran molestia. Con el rostro cubierto de agujas rojas se volteó para encontrarse a Diadema con una bola de sangre flotando en su palma y las piernitas que le temblaban. El monstruo bramó con violencia y se impulsó con sus cuatro patas para quitarse de encima a ese fastidio.

El rostro de la chica se desfiguró de terror y disparó algunas agujas más, de las que impactaron la minoría y ni siquiera retrasaron la arremetida del enemigo. El aspecto feroz y descomunal del hombre lobo infundió aún más horror al verlo aventado contra ella, la esfera perdió estabilidad y se deshizo en chorros rojos. Las piernas flaquearon y Diadema cayó al pasto tiritando.

UN SECRETO EN EL BOSQUEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora