31 - DISIDENCIA

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—Nuestra madre fue al bosque hace como dos semanas y ya no volvió —contestó la pelirroja mayor

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—Nuestra madre fue al bosque hace como dos semanas y ya no volvió —contestó la pelirroja mayor.

—Lo siento mucho —Lu había regresado sobre sus pasos para tenerlas más cerca—. ¿Y saben para qué salió al bosque ese día?

—Solo dijo que saldría con sus amigas a dar un paseo.

—¿Y Antina era una de ellas?

—¡Claro que no! ¡Ella salió a buscarla luego! La Alfa siempre nos ha ayudado ¡¿Por qué la cuestionas tanto?!

—¿Y a tí por qué te molesta que lo haga?

—Mi hermana siempre fue así —habló la pequeña—. Nunca paraba de discutir con mamá por objetar las actitudes de Antina.

—¡Oye, enana, no debes andar contando esas cosas!

—¡¿Qué?! ¡Es la verdad!

—¿Entonces tu mamá estaba descontenta con Antina?

—¡ALFA! ¡SE LE DEBE LLAMAR ALFA! —explotó la adolescente y se marchó al interior de su casa furiosa. La pequeña siguió a su hermana dejando la pregunta sin contestar.

—¿En qué piensas, bruja oscura? —quiso saber Ramiya ante el dedo reflexivo de Lu sobre el mentón.

—Muchas cosas... —contestó al conectar las miradas— ¿Qué tanto te cuenta el viento, bruja hortaliza?

—Muchas cosas... —de los cabellos ramificados asomó una tarántula que caminó hasta el hombro.

—Tal vez el bosque pueda aclarar la muerte de esa mujer...

—Ya escuchaste que la mataron los cazadores. ¿Acaso no les crees?

—¿Y tú?

—Debes tener cuidado —Ramiya dio unos pasos para alejarse esparciendo hojas en su andar—. He visto lo que muestra tu mirada muchas veces, bruja oscura. La mayoría de estas mujeres no pueden ver lo mismo que tú—el arácnido se acomodó para no dar la espalda a Lu—. Sí... ya he visto esa llama en los ojos... extinta en una cabeza cortada...

—¡Ramiya! —tensó los dedos, la sombra del árbol frente al jardín onduló unos segundos antes desprenderse del suelo y adherirse a la mano de Lu en forma de niebla negra—. ¡Si sabes algo será mejor que me lo digas ahora mismo!

—¿Qué vas a hacer con eso? —preguntó tranquila la anciana mirando el conjuro.

La mujer de la serpiente contestó apretando los dientes con enojo y agitando el brazo, la niebla en su mano se estiró como un látigo y atacó a la piernas de la otra. Esta última esquivó dando unos pasos hasta atrás, la araña se puso nerviosa y levantó las patas delanteras.

Con la otra mano atrajo las sombras de las vallas con las que se hizo el mismo tipo de arma. Sacudió los dos brazos y los azotes caían sobre la tierra repetidamente, los golpes eran tan poderosos que retumbaban junto con el polvo esparcido. Ramiya tenía movimientos cortos, pero precisos, simplemente iba hacia atrás manteniendo la distancia justa para evitar los impactos.

UN SECRETO EN EL BOSQUEWhere stories live. Discover now