87 - CAZA DE BRUJAS

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El terreno del infierno se expande más lejos que la tierra explorada

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El terreno del infierno se expande más lejos que la tierra explorada. La creencia de que se ubica en el subterráneo es falaz, acertado es decir que se trata de un lugar más allá de la imaginación, con una extensión indescriptible y lleno de horrores inexpresables. Zonas donde la tierra parece estar hecha de carne colorada, con árboles blancos de hojas bulbosas y raíces que se extienden como venas palpitantes por el suelo; ríos de magma donde los pecadores caen y pierden la inteligencia para poder escapar; montañas negras como el carbón con el hedor más repugnante de la existencia; mazmorras ocultas para que los demonios viles desplieguen todo su ingenio de tortura; entre muchos horrores más bajo un profundo cielo negro sin estrellas.

En aquel paisaje de pesadillas caminaban las dos brujas tomadas de las manos. Lu mantenía su herencia desatada para poder sostener el contacto con Demetra, aunque incluso con la ayuda de su oscuridad había momentos en que la segunda perdía consistencia y las manos se atravesaban como humo. No era una falla en los poderes de la oscura, sino el proceso natural de reencarnación. El alma de la bruja del viento se estaba preparando para transmutar, había memorias que ya no estaban, recuerdos que se perdieron para siempre en los páramos inertes de la nada, seres queridos que ya no conocía, gustos que olvidó como si nunca hubiera experimentado. Ese era el principal motivo de su prisa, deseaba enseñarle a Lu lo que había descubierto antes de que fuera demasiado tarde.

Treparon por una pendiente carnosa donde había un condenado que estaba siendo consumido lentamente por un ejército de hormigas. Más adelante se cruzaron con una mujer que deambulaba buscando su rostro, "Mi cara, ¿Dónde está mi cara?", decía con la calavera expuesta entre tendones, como si no supiera que la cara iba colgando de su cuello. El sendero las llevó también hasta una anciana que se arrancaba la piel con sus propias uñas, "Tengo calor, mucho calor", admitía mientras cortaba retales de carne en sus piernas que luego volvían a crecer, obligando a repetir el proceso. Y así andaron un rato. En un punto del viaje les sobrevoló un demonio extraño, con alas de plumas y dos cabezas, una en el pecho y la otra en la espalda. Ambas gritaban.

—¡Satanás ha muerto! ¡Satanás ha muerto! —anunciaban.

—¿El diablo murió? —se extrañó Lu—. ¿Será verdad?

—Quién sabe... —respondió Demetra observando al mensajero alejarse por los aires—. No creo que sea cierto —admitió y sin darle mayor importancia se concentró en sus asuntos—. Mira, mi amor. Creo que es por aquí... —dijo finalmente analizando la zona.

—¿Este es el lugar que querías mostrarme? No entiendo qué es lo que debería ver...

—Me preguntaste cómo supe lo de la varita...

—Así es.

—Pues... —los ojos de Demetra buscaron los oscuros de Lu—. He visto a Antina deambulando por aquí...

—¡¿A Antina?!

—Así es, la he visto un par de veces utilizando su varita para entrar y salir del infierno justo en este punto. Es por eso que cuando me invocaste con la tuya supe que quizás, tú también podrías descender.

UN SECRETO EN EL BOSQUEWhere stories live. Discover now