LUJURIA - (Ya en librerías)

By EvaMuozBenitez

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El mundo ardió volviendo cenizas a una mujer hecha para pecar. Ahora la lascivia le ha dado paso a una latent... More

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ADVERTENCIA
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CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPITULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPITULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPITULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
EL LEGADO PREVALECE.
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 37 II
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPITULO 41
CAPITULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
CAPÍTULO 53
CAPÍTULO 54
CAPÍTULO 55
CAPÍTULO 56
CAPÍTULO 57
CAPÍTULO 58
CAPÍTULO 59
CAPÍTULO 60
CAPÍTULO 61
CAPITULO 62
JAQUE MATE
CAPÍTULO 63
CAPÍTULO 64
CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 66
CAPÍTULO 67
QUERIDA RACHEL.
CAPÍTULO 68
CAPITULO 69
CAPITULO 70
CAPITULO 71
CAPITULO 72
CAPITULO 73
CAPITULO 74
CAPÍTULO 75
EN OTRO LADO
CAPITULO 76
CAPITULO 77
CAPITULO 78
CAPITULO 79
CAPITULO 80
OPERACION RESCATE
CAPÍTULO 81
CAPÍTULO 82
GOODBYE.
CAPÍTULO 83
CAPÍTULO 84
CAPÍTULO 85
CAPITULO 86
CAPITULO 87
KARMA PARTE 2
KARMA PARTE 3
Extra: Felices fiestas.
CAPITULO 88
CAPITULO 89
¡NO ES UN CAPITULO, ES UN EXTRA!
CAPITULO 90
CAPITULO 91
CAPITULO 92
EPILOGO

MINISTRO

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By EvaMuozBenitez

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Alex.

El despacho de mi hermano es como él; Excéntrico, las paredes son de madera como toda la cabaña, el escritorio es de roble y en vez de biblioteca tiene un estante lleno de títulos y galardones. No tenemos una mala relación, de hecho, tengo mejor conexión con él, que, con Thomas.

Reece es maleable si se la sabe tratar, testarudo como todos los Morgan, pero de los tres es él más abierto cuando de gente se trata. Thomas es más presuntuoso, solitario y alejado, a él no le interesa integrarse ni tener lazos con nadie y a Regina le da igual ya que no le ruega a nadie y de los tres hijos que tuvo, a mí es al que más le exige.

—¿Me mandó a llamar señor ministro? —Rachel se posa en la puerta del despacho.

La conocí cuando tenía siete meses de nacida, la primogénita del único buen amigo que he tenido y la mayor alegría de una de las mejores científicas de la NASA. Lo primero que note fue la mirada intensa que poseía y no me sorprendió, su madre era tal cual, de ojos grandes, pestañas, largas y espesas las cuales adornan un azul deslumbrante.

Luciana Michels era una sabionda, inmune a mi coqueteo. Todavía me duele el guantazo que me gane el día que le propuse sexo esporadico en su laboratorio, un bofetón que me dió torticolis, pero ese suceso le abrió paso a mi amigo; Porque allí estaba Rick, disculpándose con la excusa de que no se me daba bien el coqueteo.

Irónico porque a él si le aceptó la salida a cenar (Dejé de joder cuando lo supe) Por primera vez no fui el centro de atención ya que esa fiera solo respondía las llamadas de mi amigo, los estudios y pedidos que yo hacía tardaban semanas y los de Rick llegaban en cuestión de días «Luciana es una obstinada orgullosa que odia mi apellido» Se emparejó con mi colega y tres años después se casaron en Texas.

—Tu solicitud será tomada en cuenta —le aviso mirando la hoja que me dio Olimpia— Claro está que como todo soldado debes demostrar que estás preparada para ascender.

Leo por encima su discurso.

—Harás las pruebas de resistencia, inteligencia, estado físico y emocional.

—Como ordene señor —se endereza acopiando el protocolo que se usa a la hora de hablarle a un superior.

Paseo los ojos por su cuerpo, el cambio es notable y no hay nada de la mujer moribunda que sacaron del club.

—Eres un buen agente James, pero tú sabes cómo funciona mi gobierno.

—Lo sé, señor —contesta—. Por lo tanto, me preparare como se debe y le juro que no defraudaré el voto de confianza al aceptar mi postulación pese a estar en un estado tan crítico en mi carrera.

«No se me da bien encubrir las cosas.»

—No regalo nada —aclaro—. Así como tampoco doy cosas sin recibir nada a cambio y tu ascenso tiene un fin, Rachel.

Alza el mentón esperando que continúe.

—El entrenamiento, lo aprendido y la escalera de ascenso será en pro de mi hijo.

—Sea más explícito, por favor.

—¿Quién más que tú para cuidarlo? —confieso— El ya dio todo por ti, ahora da tú todo por él.

—Eso no tiene que pedirlo.

—No estoy hablando de amoríos, teniente —le digo—. Estoy hablando de colocarse el uniforme y asumir el liderazgo de un escuadrón conformado solo por hombres. Es asegurarme que llegará a las elecciones y si gana tendrás que jurarme que no le pasara absolutamente nada porque la guardia del ministro nunca descuida al que tiene el puesto.

Si él da la vida por ella. Ella tiene que corresponderle con lo mismo, a Christopher lo odia medio mundo y con el maldito genio que se manda cualquiera puede darle la espalda, pero la mujer que lo ama no lo hará. La mujer que lo adora velara por su bienestar todos los días y cuando yo no este para cuidarlo, será ella quien me asegure su bienestar.

—Si asciendes ocuparas el puesto de capitán del bloque de defensa y protección, porque en otro no me sirves —soy sincero—. Así que dime si puedes o de lo contrario es mejor que sigas siendo teniente.

No es una decisión fácil, una sola mujer controlando a hombres de casi dos metros preparados con entrenamientos que sacan sudor y lágrimas, hombres con instintos machistas que desde pequeños se mentalizan a poner el pecho por otro. Dirigirá a Tyler a Make a mis hombres y a toda la guardia de alto nivel.

—¿Eres o no eres capaz?

No baja la mirada al piso.

—Sí señor.

Me pongo de pie y rodeo el escritorio posándome frente a ella, la diferencia de altura es bastante notable y ella debe alzar la cara a la hora de verme a los ojos.

—Tu y yo sabemos lo que pasa con Christopher como también sabes que debe ganar, cueste lo que cueste.

Asiente.

—¿Lo apoyas? ¿Estás dispuesta a darme tu palabra y jurarme que pase lo que pase estarás ahí para respaldarlo? —hablo— ¿Tienes la madurez que se requiere para asumir los pro y los contras que vendrán?

Me acerco y se mantiene firme.

—Gema estará de por medio, estrategias y pasos que pueden no gustarte...

Se encoge de hombros sin bajar la mirada.

—A Christopher solo le importan dos cosas en la vida —contesta—. Yo y el control total de la FEMF, a mí me conviene que llegue a la cima, si eso me asegura que Antoni se mantendrá en la cárcel, que haga lo que tenga que hacer.

—Son solo hombres —reitero lo que ya sabes— Hombres a los que debes mentalizar y mover para que me aseguren la supervivencia del coronel, tú no puedes permitir que nada le pase.

—Puedo con ello —contesta convencida.

Sus ojos me demuestran la templanza que necesito.

—En los próximos días vendrá el capitán de la guardia a entrenarte —aviso—. Te preparará para que pases los debidos exámenes, estarás en periodo de prueba como lo establece el reglamento y deberás demostrar con uñas y dientes que eres apta para volver. 

Respira hondo antes de afirmar. 

—Retírate y déjame solo —ordeno.

—Sí señor.

La veo salir acordándome de mi colega, Rick sabia donde quería a su hija y supo guiarla, a él no le salieron los genes dañados mientras yo soy el padre de un asesino inescrupuloso.

Luciana y Rick tienen el orgullo de ser los padres de Rachel. Me sirvo un trago mientras pienso que ellos tienen el honor de tener una hija que los ama y no lidian con el odio de un hijo rencoroso, al cual debo ponerle un centenar de protección para que no me lo maten. La lista de enemigos es grande y en cuanto más avanza la candidatura más corrupta se va volviendo.

Ya no es una carrera por saber quién es el mejor gobernante, es una competencia entre la mafia y la FEMF y así como Christopher no quiere perder ellos tampoco. Va llegar un punto, un instante y un momento donde ambos lados empezaran atacar a muerte. No sé si el enemigo es Leonel o Kazuki y si la mafia sube lo primero que harán será aplastarme y la única manera de evitarlo es logrando que mi hijo gane.

Un hijo que es mi razón de vivir, pero a él le vale un reverendo rábano y me gustaría que me diera igual, pero no.

Mi mente evoca sus oraciones llenas de veneno «uno de mis deseos siempre será verte en las tablas de un ataúd.» Se me arma un nudo en la garganta cada vez que lo recuerdo, porque es la única descendencia que tengo y tendré. Siendo o no asesino es mi hijo, lo cargue de pequeño, le amarre los zapatos y aunque fui un padre ausente lo tuve presente cada maldito segundo. Sufrí cuando se descarrió y casi me muero la vez que estuvo a punto de morir.

Pero él no lo entiende, para él soy su enemigo, se cree invencible e intocable... ¡Cree que no me necesita! Estrello el trago «Y tal vez sea así» Tiene un carácter tan fuerte y un caparazón tan duro que haga lo que haga nunca podre entrar ahí.

Dirijo la organización judicial más importante del mundo, tengo dinero, lujos y poder, pero todo eso pasa a segundo plano estando solo.

—¿Está todo bien? —Sara se asoma en la puerta— oí que se rompió algo.

La madre de mi hijo es una de las tantas cosas que dañe.

—Se me cayó el vaso —entra a recoger los fragmentos de vidrio que quedaron al borde de la pared.

—¿Has hablado con Chris? —pregunta— ¿Le dijiste que Rachel está bien?

Niego, por eso está aquí, Christopher nos detesta a los dos, ella quiere recuperarlo y cree que Rachel le dirá cómo entenderlo.

—Alex... —insiste.

—Reece le informa todo —aclaro. Hasta mi hermano tiene una mejor relación con mi hijo—. No es necesario que andemos de mensajeros, mejor metete en la cabeza que viajar aquí en busca de una solución para que te quiera es tiempo perdido.

Repara los trozos de vidrio que sostiene en la mano, a veces me pregunto si el haber vivido juntos hubiese tenido un factor diferencial en la vida del coronel.

—Nos odia, Sara y si algo sé de él es que es extremadamente rencoroso —le suelto—. Es orgulloso, nunca nos perdonara el desastre que fuimos como padres y aunque te pese tienes que aprender a vivir con ello —callo al notar el brillo en sus ojos. Nunca me ha gustado verla llorar—. A mí también me duele, pero no puedo hacer nada.

—Porque eres demasiado duro —contesta—. Siempre lo fuiste, con él, conmigo y contigo mismo.

—Sí y para tu consuelo te confieso que ya lo estoy pagando —le digo— El destino me está cobrando las malditas pendejadas que hice, así que regocíjate y aplaude el que esté recibiendo mi merecido.

Salgo y me mantengo en mi alcoba el resto de la tarde, pienso y pienso y las palabras se siguen repitiendo «Asimila que el amor de hijo a padre está a tres mil capas por debajo del subsuelo» Es tonto que después de tanto algo así me afecte, que, siendo un hombre con temple de acero, un veterano de guerra, un piloto lleno de medallas «A mí me vales mierda, Alex» Cuando un hijo le pierde el cariño a su padre no hay nada que hacer, es como perder el mejor regalo de la vida sin derecho a recuperarlo.

Me baño cuando se esconde el sol, me visto para la cena, bajo y Sara está en la cocina con la empleada. La madre de mi hijo siempre ha tenido una obsesión con la cocina, recuerdo que en nuestros meses de noviazgo se ponía a hornear pasteles cada vez que peleábamos. La cocina es como un refugio para ella.

Sara Harts, ella tan llena de amor, tan llena de energía y yo tan tosco y frío, diría que lo nuestro fue amor a primera vista. Por mi parte lo fue porque me bastó verla una sola vez para pensarla día y noche, me gustó tanto que alargué la estadía solo para seguir observándola y no me conformé con dos semanas, volví a los tres días.

Estábamos jóvenes, pero me empeciné de tal manera que para mí no había otra como ella, la quería solo para mí y a ella no le fui indiferente a la hora de conquistarla.

Le pedí la mano a sus padres. A mí papá le daba igual si me casaba o no, pero Regina si se opuso, insistía e insistía que no tenía el carácter suficiente para durar, pero a mí eso no me importo porque mientras Regina cree que los Morgan deben liarse con titanes yo prefiero un refugio de guerra y Sara era eso.

La calma que necesita un entorno rodeado de bombas y balas. Nos casamos en Londres y un año después llegó Christopher.

Dañé todo de una forma estúpida cayendo en tentaciones, tal cosa me jugó una mala pasada con Sara embarazada, cuando llegaron los buitres, las mujeres esbeltas y hermosas (Mi mujer lo era también, pero yo era un imbécil) Sara estaba a kilómetros y yo me la pasaba rodeado de personas que se me insinuaban todo el tiempo y aunque por momentos quise ser fuerte el instinto me ganaba cuando insistían.

Con cada falla había una disculpa, un ramo de flores, un viaje, un auto nuevo, un "Perdóname cariño" Hasta que se cansó, se fue y la odié en un tiempo, pero luego entendí que tenía derecho a ser feliz, pese a que yo, moría por tenerla «No me la merecía y por eso la deje volar alto»

Regina dice que una relación necesita golpes que prueben la coraza y nuestro romance inicial fue tan perfecto, que Sara no forjo carácter y yo no la respete, porque la tenía y creía que no sería capaz de dejarme.

"Si no te cuesta nada conseguirlo, no te cuesta nada perderlo"

Eso lo comprobé con mis padres, ellos sí que tuvieron una batalla campal, Regina era general y mi padre era un marino capitán ruso machista que se negaba a recibir órdenes de una mujer mucho más joven que él, y cuando Regina se presentó en el barco tuvo que enfrentarse a un montón de marinos con el mismo carácter del capitán.

Elijat le ponía trabas a toda hora, fueron meses donde mi padre se negaba aceptar que amaba a una mujer más capaz e inteligente que él, meses donde prefirió odiarla que aceptar que estaba enamorado y meses en los que tuvo otras mujeres mientras Regina se burlaba en su cara alegando que ninguna de sus mujerzuelas seria como ella.

—¡Huele delicioso! —la voz de Reece me devuelve a la realidad— ¡No hay nada como un chef en casa!

—Pasen a la mesa —nos invita Sara.

—Primero me daré unos puños con Alex —se pone en guardia—. Pégame con lo mejor que tengas, Kent.

—No estoy de genio...

Tocan a la puerta y la empleada se apresura abrir.

—Lo buscan, doctor —avisa la empleada dándole paso a cuatro despampanantes morenas.

—¡Buenas noches! —saludan todas y Cho baja la escalera.

Las mujeres se adelantan al comedor guiadas por la empleada.

—Te presento a las flores más bellas de la isla —anuncia Reece llevándome con él—: Kailiani, Meli, Inoa y Nohemy.

Se levantan a saludarme con un beso en la mejilla.

—Él es mi hermano menor; Alex Morgan —concluye Reece—. Trátenlo bien, porque este semental puede con todas...

Todas sueltan la carcajada cuando les guiña un ojo.

—¿Podemos comer ya? —se queja Cho— Tengo hambre.

Rachel baja con un top, un short corto y el cabello trenzado. No me quiero imaginar lo que pasara cuando Christopher la tenga frente a frente estando tan... Por respeto a mi amigo no puedo decir ni sopesar la palabra.

Se sienta en la silla que está a mi derecha.

—Esta ocasión hay que acompañarla con un buen vino —Reece saca una botella de las gavetas y la empleada pone las copas repartiendo el contenido—. Dale a todos menos a Rachel, tiene prohibido beber alcohol.

—No me hace falta —contesta ella y él le da un beso en la coronilla— Beberé soda.

—Así me gusta, mi ardiente sirena del fogoso mar —le planta otro beso en la mejilla—. Obediente y recursiva.

—Pero qué adulador estas hoy —comenta Cho sirviendo la ensalada.

—Estas mujeres me ponen como un tren —se va a donde Sara tomándola de la cintura—. En estas dos bellezas se puede ver que no somos hombres de malos gustos.

Planta los labios en el cuello de Sara e inmediatamente siento la descarga de calor que detona mi pecho.

—¡¿Por qué no te sientas y dejas que sirvan la jodida comida?! —la copa recae con demasiada fuerza.

Me desafía con la mirada ocultando la risa, Reece es de manos largas y suele ser meloso con las mujeres.

—Ya te andas pareciendo al a nenaza que tienes como hijo —se sienta al lado de Rachel.

—Yo diría que él hijo se parece a él —añade Cho— El parecido físico es increíble.

—¿Cierto? —la apoya mi hermano— Son como un asqueroso clon.

—A mí se me hace muy apuesto —dice una de las morenas—. Y si así es el padre muero por saber cómo es el hijo.

—Stop exótica flor —se burla Reece—. Que esta belleza de ojos azules es la nuera de mi hermano.

—¡Lo siento! —la morena se tapa la boca.

—No lo sientas que es la novia del hijo, más no de él, así que el padre es todo tuyo si quieres.

Sara me pone el plato de mala gana, Reece no para de alardear a las mujeres y mi ex no se muestra para nada empática. Por mi parte guardo silencio y en repetidas ocasiones trato de buscar la mirada de la chef, pero evade mis ojos. Preparo mi menú favorito y me cuesta verlo como simple casualidad sabiendo que no estamos bien después de la cena en la mansión.

La cena avanza y Reece sigue parloteando, presumiendo sus logros y sus viajes, hasta menciona a Thomas soltando anécdotas que hacen reír a todo el mundo menos a Sara. Las mujeres me coquetean, tratan de llamar mi atención mientras ella no para de jugar con los alimentos de su plato.

Mi móvil vibra a un lado de la mesa iluminando la pantalla con la foto de Laila, contesto. Aunque no tengamos nada, está siguiéndole la pista Ali y le dije que me llamara si se veía en apuros.

—Hola —digo, la línea se queda en silencio y dejo la servilleta en la mesa— ¿Laila?

Me levanto en busca de privacidad.

—Perdona —contesta—, mi señal es un asco. Solo quería comentarle que voy rumbo a Londres y usted me dijo que le avisara...

Me resume su estadía, avances y detalles de la misión. Capturó a varios cabecillas, pero Ali sigue suelto. Decidí cortar las cosas entre nosotros porque me estaba gustando demasiado y ella es demasiado joven para mí, lidio con cosas del pasado, presente y futuro. Merece un hombre completo, un amor que sea cien por ciento para ella.

Durante diez minutos mantiene un aire profesional contándome todo.

—Buen trabajo, teniente —no se me da ser duro con ella— En Londres espero un resumen más detallado.

—Sí, señor —contesta—... Que tenga buena noche.

Percibo el leve quiebre a lo último, esa última oración cargada de añoranza. Es tan joven y tan alegre que se me hace incomodo apagar parte de eso.

—Descansa...

—Ministro... —dice y le oigo respirar hondo— Cuídese mucho.

—Tú también —cuelgo y me quedo mirando la pantalla.

—Rachel tiene torneo —anuncia Cho cuando Rachel se apresura a la segunda planta— Así que todos afuera.

Aquí la gente habla y se comporta como si yo no fuera el ministro de la FEMF.

—Sara, deja que la empleada recoja eso —se molesta Reece.

—Se me ocurren recetas cuando organizo la cocina —dice seria—. Adelántense y ya los alcanzo.

—Alex te espero en el quiosco de la playa —me avisa mi hermano antes de marcharse con las mujeres que trajo.

El comedor queda vacío y mi ex echa los platos en el agua de mala gana ¿Sara molesta? ¿Por qué? Si todo estaba bien. La casa se desocupa y lo único audible es la voz de Sara indicándole a la empleada que la deje, que ella se encargará de todo.

Procuro no hacer ruido a la hora de posarme en el umbral con las manos en los bolsillos la señora del servicio se va y ella está de espalda frente al lavaplatos. No tiene necesidad de hacerlo, ha tenido todo siempre, sin embargo, ama todo de la jodida cocina. Es como si fuera su estudio de arte y ella fuera ese pintor que no le causa gracia ver los pinceles sucios.

—Gracias por el plato —hablo y no se voltea—.Tenía tiempo de no probar mi comida favorita.

—Era el menú más fácil de preparar —contesta sin mirarme.

Avanzo recostando la espalda en el borde de la barra del centro, Sara no saca las manos del agua, la tengo al frente y estamos a menos de un metro.

Ella no es una mujer de reclamos, ni de las que te va armar un escándalo alegando por lo que le molesta, pocas veces la he visto perder los estribos y es de las que prefiere darse tiempo a solas a tener que hablar y ofender.

—¿Qué es lo que te molesta? —indago— ¿Por qué no me miras cuándo te hablo?

—Eres tú el que llevas semanas siendo indiferente —sigue en lo suyo—. He tratado de recuperar nuestro acuerdo y es usted quien pone barreras ministro.

Alzo la mirada al techo tratando de comprimir el recuerdo de nuestra última discusión, estaba tan enojado, tan frustrado con el numerito de la familia que explote y decidí sacarla de mi vida para siempre, pero heme aquí accediendo a que viajara conmigo.

—¿Te duele mi barrera? —pregunto— ¿Mi indiferencia?

Detiene la tarea, pero no habla y solo endereza la espalda sin apartar la vista de los platos.

—Dime que tienes... —reitero que no me gusta verla mal—. Sara...

Voltea a verme y pese a los años el color de sus ojos logra dejarme sin palabras, ese café intenso que se conecta con su cabello. Es una castaña alta, de nariz respingada y facciones suaves. No es el tipo de belleza que comparas con la de una diosa. Es la hermosura de un Hada, ese encanto y esa sutileza mezclado con la esencia única de su ser,

—Tengo miedo —confiesa—. Me preocupa que después de tanto vuelvas a sentir algo diferente... Que seas humano otra vez.

—¿Humano?

Aparta la cara cuando intento tomarle el rostro.

—Siempre he sido humano, caramelo...

Vuelve a darme la espalda y contengo las ganas de voltearla para que me encare.

—No vuelvas a llamarme así.

—Años atrás era tu término favorito —me defiendo.

—Pero ya no.

En cierta parte la entiendo, yo me sentía como ella cuando supe que encontró alguien más y todavía lo siento. Todavía tengo la sensación y la intriga de lo que hubiese podido pasar, es como si nuestra historia estuviera escrita a medias.

—Mírame por un momento, por favor —pido en un susurro y me hace caso.

—Sabes para donde va esto, así que no lo hagas —me pide—. Guárdate la sinceridad y no me digas que te has enamorado y quieres darte una oportunidad porque...

Poso las manos en su cuello conectando mi mirada con la suya, no veo a la Sara madura y capaz dueña de una cadena de restaurantes. Veo a la Sara que se refugió en mis brazos el día del tiroteo en la cocina del hotel de su padre.

—He estado con muchas mujeres y sin duda alguna, Laila marcó una diferencia —le suelto—. Me emocionó cuando creí que nunca nadie más lo haría, porque ella esta, tan llena de alegría que es imposible no quererla.

Baja la cara y alzo su mentón para que me mire. Tiene rabia, está temblando y sus ojos están a nada de desbordar las lágrimas.

—Es una mujer maravillosa, pero no se comparará contigo, caramelo —aclaro—. Nunca nadie llenará tu lugar porque para mí eres extraordinaria, Sara Harts —respiro—. Eres la madre de mi hijo, la que conoció mi peor faceta y aun así sigue aquí, preparando el menú que me gusta, demostrándome que al menos le importo a alguien.

Llora.

—Los Morgan nos enamoramos una vez en la vida y si no funciona trataremos de buscar a alguien que asemeje dicho sentimiento —confieso—. Y yo ya me enamoré de ti, por ende, no podre enamorarme de nadie más y tampoco quiero amar a nadie más.

Bajo las manos a su cintura apoyando mi frente contra la suya, la estrecho contra mí y...

—No lo hagas, por favor —trata de quitarme las manos—. No me beses...

Vuelvo acunar su cara entre mis manos negándome a su petición, sé que dije que la dejaría ir, pero necesito probar sus labios una vez más.

Me voy contra ella atrapándola contra el lavaplatos, hiperventila y mi boca invade la suya cuando la beso dejando que mi lengua toque la suya con pequeños lametones, mis manos viajan a la curva de sus caderas. Al sitio donde posaba las manos cada vez que la embestía y de la nada me veo con ella en años pasados. Me recuerdo siendo feliz y me surge la necesidad de no soltarla cuando mi miembro se alza ansiándola en el acto, su calor me envuelve y la estrecho más aferrándome a su boca como un poseso.

—Alex, para —niego, trata de poner distancia y vuelvo apoderarme de su boca.

Corresponde, pero vuelve a rehusarse y esta vez el empujón me da para soltarla.

—Quiero que olvides esto...

Sacudo la cabeza.

—¡No pasó! —se desespera—. Así que bórralo de tu cabeza que yo haré lo mismo y ya está.

Le corto el paso cuando trata de huir.

—¡Seguimos siendo los mismos amigos de siempre ¿Vale?! —vuelve a empujarme—; Las personas que por el bien de su hijo decidieron tener una buena relación, así que no dañemos lo que tanto nos costó.

—¡Déjame hablar! —se asusta cuando me impongo.

—¡Solo olvídalo!

Me atropella a la hora de abrirse paso y termina dejándome solo. 

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆

Sara

Paso saliva abrazándome a mí misma mientras la arena se cuela en mis sandalias, tengo el olor de Alex en la nariz y no sé si llorar, huir o experimentar la descarga de adrenalina de décadas pasadas. Me lastimará si vuelvo a caer y el tiempo que me tome con Alexander no es excusa para volver a los labios de mi ex.

Camino con la cabeza gacha y a lo lejos Reece sacude los brazos invitándome al quiosco que tiene reservado, las morenas siguen con él y trato de ignorarlas abrazando a mi ex cuñado. De todos los Morgan fue al que mejor le caí y era quien me ayudaba con Christopher cuando se ponía rebelde, es el tipo de cuñado que te defiende ante tu marido y tu suegra, el que le gusta pasar tiempo con sus sobrinos y con el que te la pasas bien en las reuniones familiares.

—Esta mujer es la chef más sexy que he podido conocer —menciona en voz alta—. Cuñadas que inducen candentes fantasías...

—¿Qué? —el comentario me toma desprevenida.

—No me pongas atención preciosa —me guiña un ojo.

Sigo abrumada con lo que acaba de pasar, no me cabe en la cabeza que una mujer de mi edad tenga la capacidad de volverse a sentir como una adolescente.

—¡Hermanito!

Alex entra al quiosco más serio que nunca, con la típica pose autoritaria de espalda recta y mentón en alto. El padre de mi hijo es como un dios celta, la definición de dioses griegos no abarca a los Morgan, los griegos fueron poca cosa ante los celtas que fueron seres mitológicos y  sobrepasaron la definición de belleza.

Pese a la edad se mantiene erguido, apuesto y elegante. Christopher denota, soberbia y rebeldía es como ese guerrero mitológico que arranca cabezas mientras que Alex es ese rey que espera en su trono gobernando a su antojo.

Toma asiento sin quitarme los ojos de encima y bajo la cara al sentir las mejillas encendida ¡Dios, Sara! eres una mujer mayor, es absurdo que te pongas así con alguien que ya fue tu pareja.

Me atrevo a mirarlo enfrentando el miedo y evoco mi loco enamoramiento por Alex, esos años donde veía y suspiraba por él. Las veces que me hizo el amor entre sábanas blancas. Fuimos cómplices, amantes y esposos y pese al tiempo sigo teniendo presente los momentos donde nos fundimos en la ardiente pasión que nos envolvía.

En el ámbito sexual me lleno de todas las maneras posibles, cuando terminamos quise buscar alguien que se le comparara, pero no lo hallé, así que decidí perpetuar su recuerdo como una fantasía, Lo guarde en mi mente como un sueño cumplido como cuando se te cumple la ilusión de acostarte con el hombre famoso que te gusta.

Inoa se le sienta al lado en busca de un acercamiento y prefiero levantarme para no incomodarlo por lo qué pasó, no tenemos por que pasar por este tipo de tensión.

Busco a Cho que está viendo como preparan a Rachel que se está dejando untar el cuerpo de una mezclilla azul quedando como una nativa más con el cabello trenzado y poca ropa.

Las mujeres de la FEMF son dignas de admirar primeramente porque aunque mantenga una rutina de ejercicios por salud no soy capaz de imitarlas, de arrojarme de helicópteros, sobrevivir en la selva, enfrentarme a mafiosos teniendo la osadía de una princesa guerrera.

La coreana me habla, sin embargo, mi mente parece estar flotando en otro lado como si mi razonamiento hubiese quedado en la cocina, pegada a la boca de Alex y envuelta en el aroma de su fragancia, el pecho me galopa de solo recordarlo. Llevo años evitando esto y ahora me alcanzó, como si no pudiera huir de mi destino.

Siempre tan vehemente, tan pasional... Tan... Tan... Hay hombres que se perpetúan de una forma extraordinaria, como una maldición que en vez de comerte la piel acaba con tu razonamiento.

Un gordo de dos metros llega alzando los brazos mientras la gente grita y tiemblo cuando Rachel entra a su mismo circulo.

—Ella no va a pelear con ese...—me aterra que la aplaste.

—Ella sabe lo que hace —se rie Cho— Pero por tu salud mental es mejor que no lo veas, así que vamos por un cóctel.

Le hago caso a la coreana yéndome a un quiosco aparte, me pide una margarita y desde mi punto veo a Alex con Reece y las cuatro mujeres que le presentó. Procuro centrarme en mi objetivo, vine aquí en busca de algo que me haga hacer las paces con mi hijo y es lo que haré.

Se acaban las peleas y con Cho volvemos a buscar a Rachel. La encontramos practicando tiro con cuatro nativos, entre ellos le ayudan a perfeccionar el tiro con arco y ballesta y ella les enseña a disparar con armas de fuego.

—Son caciques de la isla —me dice Cho— Son muy tradicionales y pese a que compran armas no dejan de lado las suyas... Reece dice que son orgullosos y no les gusta admitir que no las saben usar.

Observo cómo la miran atentos mientras ella les da instrucciones. Las horas pasan, los nativos practican y hasta pongo atención por si en algún momento llegó a tomar un arma «¡Dios quiera que no!» La dejan sola y me acerco cuando la veo tomar un arco con una flecha.

—Yo nunca sería buena para lo que tú haces —tensa el arco apuntando al blanco—. Este tipo de actividades siempre me dieron miedo.

Suelta la flecha que impacta en el punto señalado.

—Tenemos dones diferentes —toma otra flecha—. Yo no podría preparar platos tan exquisitos como tú y Stefan. Hasta el agua se me quema.

Sonrió, es muy amable.

—¿Te acuerdas de Stefan?

—Por supuesto, a mi menú agregue varias de sus recetas.

— Le alegrará saber eso, eres como su ídolo —se ríe—. Él es un excelente ser humano.

—Se le nota.

Sonrio nerviosa y me siento un poco tonta al no saber de qué hablar con alguien como ella. Nos movemos en mundos diferentes y mientras yo puedo dialogar por horas sobre recetas ella haría lo mismo hablando de armamento.

—Me estoy imaginando la cara de Chris cuando te vea así después de tanto tiempo —comento— El antes y el después suele sorprendernos.

—Ya me vio y no terminó muy bien que digamos —toma aire—. Estaba ebrio y todavía no sé porque diablos tenía el ojo morado.

Me guardo las manos en el bolsillo del vaquero, no es fácil querer a Christopher.

—¿Lo extrañas?

—Todos los días, cada hora y cada minuto —me sonríe—. Cuento con la mala suerte de haberme enamorado de un cavernícola.

Admiro su seguridad y me aferro aún más mi esperanza a ella.

—Sé que no hemos hablado mucho, pero quiero que sepas que en mi tienes una amiga o una madre si la necesitas —me da cierta vergüenza decir esto porque sé que me oigo ridícula —. No es fácil pasar por todo lo que has vivido sola, estar en Londres lejos de tus padres... Yo también estuve sola cuando me mudé a vivir ahí.

—Gracias.

—Lo único que pido es que... —cierro los ojos cuando se me asoman las lágrimas—. Me ayudes a arreglar la relación con mi hijo, a lo mejor si le hablas de mí y si él ve que vine hasta acá...

—Sara, la persona que menos habla con Christopher soy yo... Pese a tener lo que tenemos la comunicación no es nuestro fuerte...

—¿Entonces que hacen cada que...?

—Digamos que tenemos una forma particular de entendernos —explica— Christopher es complicado y soy sincera al decirte que su orgullo no me dejara tocar fibras tan sensibles... Déjalo y sigue siendo tú, el que hayas cometido un error no te condena a tener que rogarle toda la vida.

Aquí muere mi última esperanza y no puedo contener las lágrimas que surgen.

—Yo creí que, hacia lo mejor, necesitaba alejarme de Alex y Christopher era como su papá, tan duro y difícil de tratar que tuve miedo —me limpio las lágrimas—. Tuve miedo de que se me saliera de las manos y por eso lo deje con Alex, sabía que a él no se le iba a burlar en la cara tan fácil, pero falle y...

Me pongo a llorar como una tonta.

—Perdón, esto no te incumbe y yo estoy siendo patética por el hijo que me va a odiar toda la vida.

—Querer a los hijos no es patético —me palmea el hombro—. Así que no llores y deja que te cambie una práctica de tiro por unas clases de cocina.

Me hace reír.

—Nunca he disparado un arma.

—Deja que te enseñe —suelta el arco yéndose por una pistola.

La carga y sin titubear suelta una tanda de tiros.

—Esto se va a poner interesante —Cho vuelve con dos Margaritas y una soda—. Yo también quiero aprender —dice.

La noche se me va entre tiros y margaritas, Cho es la primera que intenta aprender, pero es pésima alumna y del quiosco no dejan de mandarnos cocteles. Me mareo un poco y para cuando llega mi turno me cuesta mantener el equilibrio.

Trato de hacerle caso a Rachel, tomo el arma que se ve enorme en mis manos, apunto, aprieto el gatillo y caigo como un saco de papas en la arena muerta de la risa.

—¡Eres más mala que yo! —se rie Cho, sigo muerta de risa en la arena y para cuando alzo la vista tengo a Alex frente a mí.

—¿Estas bebiendo? —Reece regaña a Rachel.

—Obvio no —se defiende ella—. Solo me bebí tres coca colas.

—Que mi boca sea el alcoholímetro —la abraza llevándosela con él y Alex me ayuda a levantar—. Es tu noche de suerte así que aprovecha.

—Cho déjanos solos —ordena y la coreana hace apresurándose a alcanzar a Reece.

—Quiero irme con ella —me corta el paso cuando intento irme.

—Hablemos ¿Si?

—No hay nada de qué hablar, Alex —pongo distancia entre los dos— Sabes lo que sufrí por ti y sería egoísta de tu parte intentar atraparme otra vez, así que no me busques, no me ruegues y finge que el beso nunca paso.

Lo dejo en la playa, no es del tipo de hombre que le guste rogar y por ello no me sigue. Ni tampoco me busca cuando llegó a la casa. Cada quien se encierra en su alcoba y Reece me avisa que mañana daremos un paseo en el yate. No hablo con Alexander, está respetando el espacio que le pedí y está siendo comprensivo al entender que quiero arreglar las cosas con mi hijo.

A la mañana siguiente preparo el desayuno y arreglo mis cosas para el dichoso paseo. Alex va, pero no me determina, Cho se dedica a pescar y Rachel se echa en la cubierta en bikini. Por mi parte me dedico hablar con Reece, tenía años sin verlo y juntos acabamos con una botella de champagne.

Cho se me acerca más que Rachel, es lo opuesto a Gema porque mientras la hija de Marie se empeña en hacerme sentir bien, la teniente James hace lo contrario, solo se acerca cuando se lo pido, de ella no recibo copas de champagne y preguntas como: "¿Qué necesitas o que te traigo?"

Es entendible, Gema me ve como una segunda madre y a Alex como el padre que nunca tuvo, es humilde de corazón porque no lo ha tenido todo y ese no es el caso de Rachel que viene de una familia rodeada de amor.

El ministro se encierra en el despacho de su hermano por el resto de la tarde y yo me acuesto a dormir con jaqueca, despierto a media noche exaltada y un poco decepcionada de que nadie haya venido a buscarme.

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆

Bajo lista para partir, me hubiese gustado tomar un vuelo comercial, pero en esta isla no se puede. Tenía la opción de que Alexander me viniera a recoger, pero eso no sería sensato con Alex ya que le rogué para que me trajera.

— Robb ¿Me ayudas a bajar la maleta por favor? — le pido al líder de la guardia.

— Claro que sí señora Hars.

Alex siempre ha manejado el mismo equipo y están tan familiarizados conmigo que me obedecen como si fuera la esposa del ministro todavía. Espero que Alex termine de hablar con Rachel para despedirme e invito a Cho a que me visite cuando quiera.

Partimos al mediodía y ninguno de los dos habla en el trayecto del helicóptero, como es ministro una puede volar como y cuando quiera. Así que se nos permite abordar el jet Morgan en la base militar. este tipo de lujos no me deslumbra ya que Alexander también tiene su propio Jet y cuando ando de gira me la paso en este tipo de aeronave.

Alex se pega a su laptop cuando se cierran las puertas y por mi parte me poso a leer al lado de la ventana, la azafata me sirve té helado y bebo dos sin saber por qué de la nada estoy molesta.

Oscurece y me aburro de tanto estar sentada, opto por quitarme los tacones y deshacerme de la chaqueta de lino, el ministro sigue trabajando y no se ha inmutado en mirarme desde que subimos. Hiere un poco las expectativas femeninas ya que nunca me voy a dar el lujo de decir que me busco, rogo o intento arreglar las cosas con un poco de esmero.

Cuando me fui por primera vez se ofendió tanto que el orgullo no le dio para decirme que estaba arrepentido y que no debió haberme fallado, de él tuve el "No lo vuelvo a hacer" . Cuando me fui no vi el hombre derrotado y arrepentido que ven la mayoría de las mujeres que se van.

Me encamino al baño arreglarme el cabello, me echo agua en el cuello acalorado y reviso que mi maquillaje este bien. No me gusta tener tensiones con este hombre y no me gusta remover sensaciones de vacío que ya creía enterradas. Abro la puerta, salgo y choco de frente con el torso que espera afuera.

—Oh, perdona —me disculpo— No te vi...

Trato de apartarme y él no se mueve acorralándome entre la puerta y su pecho, intento voltearme y vuelvo a quedar aprisionada con la pared. Hago un nuevo intento por moverme y clava el brazo en la madera terminándome de limitar los movimientos.

¡Calma Sara! Me grito, el que no tenga donde huir no quiere decir que vaya a vencerme.

—¿Puedes moverte, por favor?

Levanta mi mentón obligándome a mirarlo, la seriedad que denota es excitante, estamos respirando el mismo aire y puedo sentir los galopes que le retumban en el pecho, así como percibo la férrea erección que se le levanta detrás del pantalón logrando que se me suba el calor a las mejillas. Se acerca a mi boca dejándome sin señales de inteligencia

—No....

Su lengua invade mi boca cuando me besa y no es un beso suave como ayer, es un beso que me estampa contra la madera mientras sus manos viajan a mis glúteos apretándolos con fuerza.

—Alex...

—Quiero tenerte, caramelo...

—Sabes que...

Vuelve a besarme con la misma vehemencia, estrechándome contra él mientras reparte besos por mi barbilla avivando las llamas que creía extintas.

—Alex... lo nuestro termino.

—Puede volver a empezar...

Me hago un montón de preguntas, pero no puedo responderme con lo abrumada que estoy, él se supone que esta con otra, sin embargo, siento que lo necesito, que hay algo pendiente entre los dos y ese es el motivo por el cual no tomo la debida distancia; Besándolo siento que nuestra amistad no ha sido más que una mera excusa para estar juntos.

Él está para mi cada vez que lo necesito, él siempre ha creído en todo lo que hago, el deja que lo llame y le cuente mi día y él deja que me siente a su lado a hablarle por horas de mis restaurantes. Por muy serio que sea, por muy cansado que este nunca me ha dicho que no cada vez que necesito de su presencia.

Sube las manos a mi cintura levantándome y llevándome con él sin dejar de besarme, entra a la alcoba dejándome en el suelo y con urgencia lo libero del traje dándole rienda suelta para que me quite la ropa. Deja que le acaricie el torso y que pegue la oreja a su pecho percatándome de los latidos de su corazón.

Hacia esto cuando éramos novios, me decía que le subía el ritmo y yo no le creía así que lo comprobaba, se volvió una costumbre mía, ame tanto hacerlo sentir así. A él, que se ve tan fuerte y de escasos sentimientos.

Termina de quitarme la ropa y caemos juntos en la cama, los besos cambian de ritmo, su pecho me cubre y se toma el tiempo de llenarme de besos bajando por mi cuello y clavícula. Desciende por mi abdomen llegando a mi intimidad, la lametea aferrándose a mis caderas mientras yo jadeo enterrando las manos en su cabello. Se deleita con ella diciéndome lo deliciosa que es y vuelve a subir devorándome la boca.

Separa mis piernas buscando mi entrada con urgencia mientras le acaricio la espalda dejando que la polla erecta me llene con una sola embestida, acorrala mis muñecas en las sabanas iniciando una serie de empellones que me sacan factura por la falta de costumbre hacia este tipo de sexo, tenía pareja y me daba buen sexo, pero Alex es brusco e imponente, te enrojece la piel con los agarrones y toma el control total ordenándote que lo montes y te muevas como él quiere.

La polla resbaladiza entra y sale un sinfín de veces mientras me besa, lo beso y cambiamos de pose poniéndome de espaldas contra él, vuelve a llenarme de caricias marcándome de vez en vez, me muerde los glúteos y levanta mi pelvis tomándome por atrás, no se puede hacer acopio a la sencillez y al sexo casual cuando ya se experimentó tanto. El dedo corazón hurga en mi canal mientras mi sexo empapa la cama, mis entradas se expanden y chillo cuando siento que se avecina el orgasmo.

Entra tomándome de los hombros e iniciando una tanda de embestidas que me debilitan los brazos, pero me ponen a jadear al sentirme tan llena con mi pose favorita. Me corro dos veces con pocos segundos de diferencia.


◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆

Yacemos abrazados como en los viejos tiempos, aquellos donde pasábamos todo el día en la cama haciendo el amor como dos tortolos enamorados.

—¿En qué piensas? —pregunto mirando al techo.

—En mi caramelo favorito.

Poso el mentón en su pecho observándole las facciones de la cara, a mí no me atrajo su atractivo, me atrajo su osadía. Un encuentro de película ya que pateo la puerta de la cocina entrando con una ametralladora. Los tiros empezaron y se fue contra mi cuando me vio llorando bajo la mesa.

—Vuelve a mi lado —me pide y me quedo en silencio.

Me abraza con fuerza tratando de que lo entienda.

—No es fácil para mí.

—¿No me quieres? —busca mis ojos— ¿No sientes nada por mí?

—Necesito tiempo, Alex.

Recuesto la cabeza en su pecho dejando que me abrace y no me le despego el resto de la noche hacemos el amor en la madrugada y en la mañana antes de levantarnos. Tomo una ducha antes de que el avión aterrice y desayunamos juntos en la cama. Tiene una sonrisa que no se le borra y me besa a cada nada reiterándome lo bien que me veo.

Aterrizándome en el comando de la FEMF y me preparo para bajar colocándome los tacones y guantes para el frio.

—¿Cuánto tiempo necesitas? —Pregunta arreglándose la corbata.

—El necesario —le ayudo con el nudo

—High Garden es tu casa puedes volver cuando quieras —me besa y lo abrazo grabando su aroma.

—Lo esperan abajo ministro —avisa Robb.

Abren la puerta y desde arriba veo a los soldados que esperan, he visto a varios, pero solo reconozco a uno «Laila»

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