CAPITULO 88

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Mascara y veneno. 

Christopher.

«Mentón en alto, espalda recta, mirada altiva y máscara de hielo. Si no saben lo que sientes, nunca hallarán la manera de como joderte».

Regina repetía eso a cada nada, sin embargo, nunca explicó qué pasa cuando el que sabe todo soy yo y tal cosa me está incinerando apegado a esta mierda que va de mal en peor.

Apoyo las manos en la mesa. He sido testigo de lo que hace Antoni, de lo que es capaz de lograr, pero ese hijo de puta no es mejor que yo y por ello me niego a elegir nada.

Me encamino a la alcoba rabioso y el ver a Rachel durmiendo otra vez es una cuchilla que me corta el tórax.

—Rachel —quito las sábanas queriendo que se despierte, pero parece que llevara una década sin descansar.

La muevo, pero no reacciona y debo insistir moviendole la cara.

—¡Despierta! —alzo la voz y abre los ojos— Levántate.

Le saco los pies de la cama dejándola en la orilla de la misma mientras saco las maletas y llamo a Miranda poniéndola a empacar.

—¿Qué pasa? —pregunta ella somnolienta y no contesto, solo me enfoco en hacer las llamadas que se requieren, entre esos a Alex.

Mi odio hacia Antoni aumenta en cantidades exageradas y los nudillos se me revientan con el puño que le lanzo a la puerta.

—Eh, ¿Qué pasa? —ella me sujeta el brazo y termino colgando la llamada del ministro.

Le miro el vientre y luego la cara. Interrumpir esta mierda es la solución más fácil, sin problemas, sin dolores de cabeza, ya que tengo lo que quiero y es a ella.

—Es más fácil explicarme lo que pasa que romperte la mano contra la pared.

Busca mis ojos los cuales se conectan con los suyos y ese es el puto problema... Que ella no es lo único que me satisface ahora...

—Antoni lo jodió otra vez —confieso— ¡La maldita obsesión que tiene contigo nunca

me va a dejar vivir en paz!

Me termino alejando al no poder callar lo que tengo dentro.

—Maldigo la hora en la que no me escuchaste y quisiste ir a verle la cara en ese operativo de Moscú —espeto—. Esa es una de las tantas cosas que nunca voy a dejar pasar y es el que nunca me escuchas cuando te hablo.

—No tiene sentido relucir eso ahora.

—¡Si lo tiene! —enfurezco más— Aunque lo niegues no has hecho más que alimentar lo que siente por ti y a veces actúas como si eso fuera importante para ti. Por eso es que se cree con tantos derechos.

Se da la vuelta como si no creyera lo que acabo de decir.

—Solo actúo, ¿Cómo no puedes entenderlo? —me recrimina y la ira no me deja pensar— Es mi jodido trabajo.

—¡Pues tu jodido trabajo tiene a mis hijos en riesgo!

Afano a Miranda para que termine mientras Alex, como ministro, se encarga de los permisos que se requieren para llegar directamente al CCT. No puedo hablar, no puedo razonar y solo puedo concentrarme en pilotear sobrepasando los estándares protocolarios.

Ella se mantiene atrás con los escoltas en tanto yo maniobro el Jet con el afán de llegar rápido. Entraré en contienda si hablo, si me muevo de aquí y lo único que necesito es saber qué fue lo que hizo ese maldito demente.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora