CAPÍTULO 29

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La espía.

Rachel.

Un escalofrío me recorre la columna vertebral. Wolfgang Cibulková, no me agrada ni me da buena espina.

Su acompañante se voltea y me repara de pies a cabeza. Es delgado, con canas y tiene el tipo de bronceado que se adquiere cuando se vive en la costa. 

—Señorita James —extiende la mano a modo de saludo— Es un honor conocerla.

Reparo la mano e ignoro el saludo.

—¿Qué hacen aquí?

—¿Podemos hablar en un sitio más privado? —propone Wolfgang.

—Lo que tengan que decirme me lo dicen aquí y ahora.

—Lo que diremos no se puede divulgar en sitios como estos —aclara. 

—¿El ministro saben que están aquí? —indago— Porque si no es así, les voy a rogar que se largue por donde vinieron.

—Su negativa agrava el caso —contesta el extraño.

—¿Caso?

—Venga con nosotros y la pondremos al tanto de todo.

Niego.

—Le interesa —asegura Wolfgang— Trata de su ejército.

«¿Mi ejercito?»

—No la demorare más de treinta minutos, teniente.

Avanzan a la salida.

Me quedo en blanco. ¿Caso?, ¿Ejercito? ¿Qué nuevo problema me gane?

Sea lo que sea no puedo quedarme con la duda.

Los sigo a la puerta y dejo que avancen calle arriba. No veo escoltas ni autos extraños, y es raros que no carguen ningún tipo de guardia. Se detienen y entran al café donde hable hace unos años con Sabrina.

—Siéntese —me invita el más viejo.

Obedezco, tengo un mal presentimiento. Asuntos internos no se lleva bien con la FEMF y son buenos a la hora de dar malas noticias.

—¿Y? —tomo la iniciativa.

—Permítame presentarme —saca una placa— Soy Carter Bass. Presidente general de casos internos.

«¡Mierda!» El nombre me suena a problemas.

—No traemos buenas noticias —abren el maletín sacando una carpeta— Murió otro general y supongo que sabe lo que eso significa.

No miro la carpeta, no veré nada sin saber a qué viene todo esto.

—¿Que tengo que ver con eso?

Wolfgang se acomoda el traje. 

—Tú no tienes nada que ver —me dice— Pero hay serios indicios de que tus compañeros están involucrados.

—Cuéntame una de vaqueros —intento levantarme.

—Tenemos serias sospechas de que el coronel está confabulando para quedarse con el puesto de ministro.

Vuelvo a caer de culo en la silla, eso no es cierto. 

—¿Tiene idea de lo absurdo que se oye? —le recrimino— Christopher no tiene necesidad de matar a nadie para llegar al poder.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora