CAPITULO 90

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Estrategias, obras y apellidos.

Rachel.

Dos semanas después del parto.

Siento que mi sistema empieza a reposar con el pasar de los días. El parto me dejó en cama, sin embargo, las energías se van recuperando, el dolor de cabeza se ha ido, la tensión se me está regularizando, el sangrado nasal cesó y llevo más de setenta y dos horas sin oxígeno.

Por mi tranquilidad y para una recuperación más rápida no he tenido contacto con el exterior, solo he estado recibiendo los masajes post parto que van dejando mi cuerpo igual que antes y a la semana empecé débilmente con los ejercicios enfocada en salir de esta habitación. Muero de ganas por ver a mis bebés y hoy es ese día.

Christopher está recostado en el umbral tenso y más estresado que nunca, no duerme, no descansa; sólo trabaja día y noche.

—Vamos —pide.

Me limpio las manos en la sudadera siguiéndolo a alcoba acompañada de Pucki que también los verá por primera vez. Debo respirar varias veces de lo ansiosa que estoy. Saludo a Make, el coronel abre la puerta y el olor a bebé se percibe de inmediato.

La pequeña caja de cristal yace en el fondo, la luz es tenue y...

—Ambos están bien, ¿Cierto? —lo freno antes de avanzar— Es que llevo días pensando en...

Sacudo la cabeza y sigo avanzando al convencerme de que pase lo que pase los adoraré igual.

El corazón me martillea enloquecido, sé que uno de ellos no está bien por haber absorbido el 50% del veneno dándole más posibilidades al otro mellizo. Por otro lado, el haber sido dependiente del HACOC era una clara advertencia de que perfectos no serían.

Los miedos de madre no se hacen esperar con cada paso, Christopher no me ha hablado de nada y yo tampoco quería malas respuestas de su parte. El perro ladra, me acerco despacio preparada para lo que sea y los dos aparecen en mi campo de visión metidos en la incubadora.

La punzada en el pecho duele, las lágrimas empiezan a nublarme los ojos y las aparto paseando la vista del uno al otro mientras que vuelvo a sentir las raíces que saca mi corazón albergando la imagen de ambos. Es como si a mi cuerpo se le sumarán dos órganos vitales más y estos latieran al mismo tiempo.

Meto la mano tomándome el tiempo de tocar al primero que nació y ya conocía, «Sigue estando perfecto».

Su hermano me hace moverme cuando se despierta y se me vuelve a nublar la vista con mi pequeño valiente que ha sabido subsistir todo lo que le ha pasado salvandonos a los tres. Tengo tantas ganas de tomarlo que no me aguanto las ganas de abrir la incubadora quitando los cables para tomarlo, dándole el recibimiento que no pude darle cuando nació.

Solo le dejo el oxígeno puesto detallando cada parte de él; el cabello negro, su cara, su piel, sus extremidades... deteniendome cuando su anomalía me hace mirar al coronel que está frente a mí sin decir nada y debo tomarme una pausa para hablar.

—Creo que se va a parecer a ti —le digo reparandolo otra vez—. Mi amor, es...

Se me acerca besándome la sien detallándolo conmigo y lo llevo contra mi pecho feliz de tenerlo.

—Es muy hermoso... Ambos son hermosos.

—¿Que Morgan no lo es? —contesta airoso— ¿Y desde cuando lloras por lo obvio? Ya no estás embarazada, así que déjate de tonterías.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora