CAPÍTULO 65

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Tú siendo tú.

Stefan.

Con tanta luz corres el riesgo de entrar en cortocircuito, de tener uno de esos apagones donde la oscuridad se cuela en tu alma y por más que quieras hallar la bombilla simplemente no la hay, no está. Esa bombilla ya se fundió.

Le doy un sorbo a mi café observando la rutina matutina de la ciudad. Meto los dedos en la oreja de la taza lamentando los hechos. La humanidad esta tan dañada que ya temo a que los medio buenos se vayan al bando de los malos. Frente al ventanal contesto el mensaje de Rick quien me confirma que Alex vendrá por Rachel en la noche con el fin de llevarla a Phoenix.

Me devuelvo a la cocina, dejo la taza y busco la cajetilla de fósforo encendiéndole una vela a los ángeles por su pronta recuperación. También enciendo una por Ángela y por el dolor que ahora la acompaña. 

 Vuelvo a revisar que no haya objetos cortopunzantes a la vista y que las ventanas estén aseguradas. Los impulsos son comunes en esta fase. Llamo a Parker a preguntarle por Angela enterándome de que todavía sigue hospitalizada.

—Rachel despertó —me avisa la enfermera—. Hay que darle alimentos sólidos.

—Enseguida.

Me planto frente a la estufa calentando lo que prepare a lo largo de la mañana. Esta situación me tiene angustiado, no tengo idea de todo lo que se viene. No tenemos el dinero que se requiere para una buena recuperación y la única esperanza está en que su papá se haga cargo (El HACOC no se trata en un centro cualquiera) Organizo todo en la charola antes de apresurarme a la alcoba.

Rachel esta recostada en el espaldar de su cama aniquilando a la enfermera con los ojos. Mirada asesina que pasa a mi cuando cruzo el umbral.

—Hola ángel —la saludo dejando todo en la mesita— ¿Como te sientes?

Una pregunta estúpida teniendo en cuenta que su apariencia lo dice todo. Pálida, con los labios secos, ojeras marcadas, el cabello opaco y los brazos repletos de puntos rojos por donde entro la aguja.

—Necesito más morfina —le habla a la enfermera—. Tengo mucho dolor.

—No puedo suministrarle más —contesta la mujer.

Aprieta las sabanas, está sudando y su pecho es un ir y bajar. Es asmática y el que esté en abstinencia lo empeora.

—Lárguese —le espeta a la enfermera que sale sin refutar.

—Trata de comer algo —me siento con la bandeja—. A lo mejor los dolores son por falta de alimentos.

—No tengo hambre.

—Inténtalo.

—¡No puedo comer con todos los huesos doliéndome!

Se abraza a sí misma con la piel erizada.

—¿Christopher estuvo aquí? —indaga.

—Se fue esta mañana temprano —contesto.

Toca el collar que le cuelga. Anoche no lo tenía y oí que Meredith lo vendió en el mercado negro en busca de dinero adicional, Laurens me dijo que el coronel lanzó una advertencia el mismo día que se perdió por ende llegó a sus manos en tiempo récord ya que ningún criminal quiere le respiren en la nuca por una joya que está a nombre de Christopher Morgan.

El coronel es el tipo de persona que pasa por encima de lo que sea con tal de conseguir lo que quiere. No levanta los pies, pisa y destruye el obstáculo. Gente que son ellos, ellos y ellos. Altivos, arrogantes, egocéntricos. Me sentí estúpido al ofrecer una pequeña recompensa por algo que él consiguió con una mera advertencia.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora