MINISTRO

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Alex.

El despacho de mi hermano es como él; Excéntrico, las paredes son de madera como toda la cabaña, el escritorio es de roble y en vez de biblioteca tiene un estante lleno de títulos y galardones. No tenemos una mala relación, de hecho, tengo mejor conexión con él, que, con Thomas.

Reece es maleable si se la sabe tratar, testarudo como todos los Morgan, pero de los tres es él más abierto cuando de gente se trata. Thomas es más presuntuoso, solitario y alejado, a él no le interesa integrarse ni tener lazos con nadie y a Regina le da igual ya que no le ruega a nadie y de los tres hijos que tuvo, a mí es al que más le exige.

—¿Me mandó a llamar señor ministro? —Rachel se posa en la puerta del despacho.

La conocí cuando tenía siete meses de nacida, la primogénita del único buen amigo que he tenido y la mayor alegría de una de las mejores científicas de la NASA. Lo primero que note fue la mirada intensa que poseía y no me sorprendió, su madre era tal cual, de ojos grandes, pestañas, largas y espesas las cuales adornan un azul deslumbrante.

Luciana Michels era una sabionda, inmune a mi coqueteo. Todavía me duele el guantazo que me gane el día que le propuse sexo esporadico en su laboratorio, un bofetón que me dió torticolis, pero ese suceso le abrió paso a mi amigo; Porque allí estaba Rick, disculpándose con la excusa de que no se me daba bien el coqueteo.

Irónico porque a él si le aceptó la salida a cenar (Dejé de joder cuando lo supe) Por primera vez no fui el centro de atención ya que esa fiera solo respondía las llamadas de mi amigo, los estudios y pedidos que yo hacía tardaban semanas y los de Rick llegaban en cuestión de días «Luciana es una obstinada orgullosa que odia mi apellido» Se emparejó con mi colega y tres años después se casaron en Texas.

—Tu solicitud será tomada en cuenta —le aviso mirando la hoja que me dio Olimpia— Claro está que como todo soldado debes demostrar que estás preparada para ascender.

Leo por encima su discurso.

—Harás las pruebas de resistencia, inteligencia, estado físico y emocional.

—Como ordene señor —se endereza acopiando el protocolo que se usa a la hora de hablarle a un superior.

Paseo los ojos por su cuerpo, el cambio es notable y no hay nada de la mujer moribunda que sacaron del club.

—Eres un buen agente James, pero tú sabes cómo funciona mi gobierno.

—Lo sé, señor —contesta—. Por lo tanto, me preparare como se debe y le juro que no defraudaré el voto de confianza al aceptar mi postulación pese a estar en un estado tan crítico en mi carrera.

«No se me da bien encubrir las cosas.»

—No regalo nada —aclaro—. Así como tampoco doy cosas sin recibir nada a cambio y tu ascenso tiene un fin, Rachel.

Alza el mentón esperando que continúe.

—El entrenamiento, lo aprendido y la escalera de ascenso será en pro de mi hijo.

—Sea más explícito, por favor.

—¿Quién más que tú para cuidarlo? —confieso— El ya dio todo por ti, ahora da tú todo por él.

—Eso no tiene que pedirlo.

—No estoy hablando de amoríos, teniente —le digo—. Estoy hablando de colocarse el uniforme y asumir el liderazgo de un escuadrón conformado solo por hombres. Es asegurarme que llegará a las elecciones y si gana tendrás que jurarme que no le pasara absolutamente nada porque la guardia del ministro nunca descuida al que tiene el puesto.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora