CAPITULO 74

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MM.

Rachel.

Recuesto la espalda en la columna de concreto mirando al hombre que yace frente a mí «Wolfgang» Esa hiena sabía todo lo que iba a pasar porque él, Ilenko y Philippe tienen todo calculado y lo del evento no fue más que una distracción.

Explotan la bomba de estiércol para que todo el mundo pierda la atención en distintas direcciones.

Los tres candidatos fueron atacados el mismo día, uno se hizo un auto atentado y la pregunta es cuál de los dos ¿Leonel o Kazuki? Ya no confió ni en mi sombra.

Las personas de negro se pasean a lo largo del espacio dándole las condolencias al coronel. Estamos en la sala que se presta después del sepelio, Sara se llevó a Alex a la mansión y por protocolo Christopher se quedó recibiendo las condolencias junto a Gema y Marie.

—Ángel —me habla Stefan— Recuerda quién eres ¡Venga! Dejarse consumir por la ira no es bueno.

Echo andar ignorando los consejos, sin afanes, sin prisa camino en línea recta llegando al puesto de Wolfgang. Se inclina el trago que tiene en la mano y tomo asiento a su lado mientras mantiene la vista al frente como si no existiera.

—¿Vienes a suplicar piedad? —susurra y río con disimulo— Esa sonrisa no dudara mucho Rachel James.

—Amenaza, ese ya es mi segundo nombre, Wolfgang —contesto— Desde años atrás, han sido amenaza tras amenaza y con cada una voy mermando el miedo.

Me acerco más.

—No eres nadie, por mucho la puta de un mafioso —dice despacio.

—Pues por joder a la puta que no es nadie terminó muerto el gran amor de tu vida —increpo enderezándolo en el puesto— ¿Cuántos tiros le enterraron, Wolfgang?

Aprieta el vaso hasta que se le marcan las venas de la mano.

—Tú crees que tus estúpidas estrategias me van hacer flaquear después de haber pasado por tanto y no es así —le suelto — Lo único que has hecho es firmar un pacto de muerte porque cuando surja el momento la primera cabeza que voy pediré será la tuya... Oh bueno, pueda que me aburra y lo haga yo misma.

Me levanto con sus pasos siguiéndome de cerca, me encamino al pasillo desolado que lleva a los baños y su agarre me pone contra la pared gruñéndome en la cara.

—Lo reconoces, puta —reclama— Reconoces haber matado a una mujer embarazada...

—Si. Ella jugó con fuego, se quemó y me da igual si te dolió o no porque a mí me alegró el mes —le aparto las manos— Lo único que me pesa es que no le arrancaran los ojos.

Lo acorralo obligándolo a retroceder.

— Los mismos ojos que me vieron suplicar en el piso clamando piedad, los mismos ojos que vieron y dejaron a Angela abandonada y todo, ¿Por qué? —inquiero— Porque nunca supero el que Bratt la viera como la sombra del amor que nos tuvimos...

Lo encuello.

—A mí nadie me va amedrentar porque ahora más que nunca soy consciente de las armas que me cargo...

—Ella estaba arrepentida.

—¿Y qué? Su puto arrepentimiento no iba a componer todo el daño que me hizo...

—¿Es en serio Rachel? —Gema aparece apoyando la mano en la pared.

Tomo distancia llenándome de aire y paciencia.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora