CAPITULO 62

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10 días, 240 horas, 14400 minutos con HACOC.

Anulación: En ajedrez es cuando una pieza es clavada impidiéndole ejercer su acción.

Rachel.

Estoy mareada, desorientada y aturdida. La música truena en mis oídos y lo único que capto es el sudor que me recorre la espalda mientras mis sentidos absorben todo con mayor intensidad. El sonido, los olores, las voces que hablan a mi alrededor.

No me siento mal, estoy en medio de la euforia que vive el dependiente. Ese nivel donde el mundo se vuelve un lugar celestial convirtiéndote en una pluma que flota en el aire. Eres liviana, grandiosa y poderosa.

No captas el lado malo, pero esto solo es una fase; El edén que extrañas cuando intentas dejar el alucinógeno. La paz que te brinda la droga antes de que la tierra se abra expulsándote al calvario.

Me vuelvo hacia la persona que me estira el brazo y reconozco a Daniel sonriendo con sorna clavando una aguja en mi brazo, vaciando la jeringa que me acelera el pulso.

—HACOC de primera para la reina más grande de todas —me dice.

Asiento absorbiendo los efectos, no es que sea débil es que la misma droga te torna vulnerable y lo único que tu cerebro aclama es la sensación que deriva del alucinógeno. Repite y repite lo mismo porque no asimila el daño que le está haciendo a tu sistema.

Botellas ruedan en la mesa empapándome las piernas de un líquido espumoso y es irónico que una sensación tan vana se sienta única. Me quedo concentrada en como mis poros absorben el licor mientras gritan, patalean, aclaman sin embargo yo estoy en otra cosa.

—¡Rachel! —levanto la cara encontrándome con Angela de frente, con su rostro a centímetros del mío viéndose totalmente diferente.

Tiene un ojo cerrado, la nariz le chorrea y exige mi ayuda una y otra vez. Llevo las manos al liquido rojo que le emana de la nariz y al labio partido que tampoco para de sangrar. Su cuerpo se mueve y es ahí cuando noto lo que pasa «La están violando» Hombres se ciernen sobre ella y uno de ellos le clava la verga en la boca obligándola a que se la mame.

—Rachel —mi nombre se oye tan disperso.

No tengo la fuerza para ayudarla, para librarla, mi subconsciente solo quiere disfrutar de esta paz porque sabe que cuando el efecto pase caeremos en picada y la única solución será el suicidio.

La sacuden en la mesa mientras Daniel me recuesta la espalda en el sofá de la discoteca, Angela llora, forcejea, pero son demasiados hombres los que la rodean y el público parece estar absorto en el espectáculo que se da en medio de burlas.

1, 2, 3, 4 cuento los hombres que la poseen y se me salen las lágrimas ante el instinto animal que reluce en cada uno. La abofetean y clavan sus asquerosas vergas en su boca mientras alardean sobre lo bien que se siente penetrarla entre dos. Extiendo la mano para alcanzarla, pero no llego...

Todo pasa demasiado rápido, quiero más y más. Necesito que mi corazón esté al cien bombeando sangre a mi organismo. No sé a dónde se llevaron a Angela, solo veo un montón de drogadictos a mi alrededor, entre esos Daniel que Inhala coca a mi lado.

Hay pastillas, alcohol, cuchillas. Armas, putas y dinero.

—Abre —me dice Daniel y mecánicamente abro la boca. Pone una píldora en mi lengua y vuelvo a cerrarla logrando que se desvanezca— PCB, mejor conocido como polvo de ángel, mi reina.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora