CAPÍTULO 63

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Imposiciones.

Christopher.

Los tiros zumban a mi alrededor mientras la FEMF le dispara a todo el mundo, sencillamente no me importan las órdenes del ministro. Lo que piensen el concejo o lo que dirá medio mundo, a mí nadie me va a menospreciar ni dejar de último.

Le entrego a Lucían a uno de los cadetes y entre balas me dirijo al hipnosis, el helicóptero de la FEMF sobrevuela la zona lanzando redes que atrapan a los que quieren huir. Los del club intentan retrasar el proceso, pero Parker y Brenda arrojan una granada que acaba con la entrada.

Los únicos que dan la pelea son los que están en el bar, entro sin medir el perímetro, alza la ametralladora y ...

—¡Coronel a su derecha...! —grita uno de los cadetes y Bratt me empuja cuando lanzan la bala que por poco me perfora el oído. Se aferra a su arma derribando a los que están arriba.

Gema me cubre la espalda junto con Liz, subo y empiezo a patear todas las puertas que encuentro. Hay jaulas con animales salvajes, mujeres encadenadas, cuerpos en llamas. La FEMF se toma el lugar y yo corro a la segunda planta abriendo todas las alcobas que me encuentro.

Empiezo a frustrarme cuando no hallo lo que busco.

—¡Despliéguense y abarquen hasta el último milímetro del área! —ordeno antes de seguir pateando— ¡El escuadrón de búsqueda a la zona norte y este! ¡Los demás distribúyanse como puedan!

—¡Christopher por acá! —Gema me señala uno de los pasillos.

El corazón me sigue latiendo rápido y se me acelera más cuando veo el enfrentamiento que se libra en la jaula de Cristal que esta al final. Alzo la ametralladora soltando una tanda de disparos, pero las balas rebotan.

Vidrio blindado Angela esta convaleciente en el suelo y a Rachel le están arrancando la ropa. La golpean y cada impacto es como si me arrancaran un pedazo de piel. Empiezo a patear la puerta tratando de volar el seguro, pero no cede.

Los cerdos asquerosos de adentro siguen tocándola y debo cerrar los ojos para mantenerme cuerdo. Gema intenta ayudarme, trayendo una barra de metal que estrello y estrello, pero tampoco funciona. Uno de los hombres cae y otro tira a Rachel contra la mesa.

—¡Suéltala! —sé que no puede escucharme, que no le importan mis gritos, pero mi garganta tiene la necesidad de soltarlo. Los brazos me duelen, el pecho me salta y la angustia me envuelve al verla sangrar.

—¡Quítate! —Gauna me empuja estrellando su hacha contra el cristal y lo hace con tanta fuerza que el vidrio se quiebra. Repite la maniobra y le ayudo con la barra, Gema con un extintor, y Liz se une con un tubo hasta que el vidrio cede.

Sus gritos me ensordecen y la imagen me calcina los sentidos. Todo se oscurece. Mi compostura se evapora y de la nada siento el pecho como una bóveda de acero. Gauna trata de auxiliar a Angela y yo no sé quien soy. 

«Falle» Es lo único que repite mi cerebro al momento de irme contra el hombre que Rachel tiene encima. Lo estrello contra el piso y me le subo encima lanzando mis puños contra su cara.

Meredith, Antoni, Bratt. Todos pasan por mi mente mientras mis brazos se contraen una y otra vez con cada puñetazo, con cada golpe, la sangre caliente salta aquí y allá y nadie me aparta, nadie me detiene. Estrello su cabeza contra el piso, está cruje, pero no se revienta así que levanto al sujeto rompiéndole el cuello en un abrir y cerrar de ojos.

Las extremidades me tiemblan cuando me levanto con el tórax sintiéndolo pesado. No puedo contener la decepción, la ira y el asco que siento de mí mismo al dejar que esto llegara tan lejos. Ella yace en esa mugrosa cama, golpeada, desnuda y llorando.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora