CAPÍTULO 24

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Tentaciones divinas. 

Rachel.

La iglesia Our Lourd tiene un aire gótico y vintage . Las puntas metálicas se pierden en las nubes, la estructura es de ladrillo rústico y abarca toda la cuadra.

Hay un montón de feligreses esperando a que se abran las puertas. La multitud es impresionante, parece que estuviéramos en el Vaticano.

Sigo a Meredith quien rodea el centro. El ambiente cambia cuando nos adentramos en un frondoso jardín con camino de piedra. Sigue sin hablarme y por mi parte tampoco pienso hacerlo. Como lo dije no me desagrada, pero tampoco está en mi lista de personas favoritas y no me interesa forzar amistades.

Ingresamos a una torre llena de monjas en busca del despacho de la madre superiora.

—Madre buenos días —la saluda Meredith cuando entramos. 

La mujer se levanta. 

—Mariane qué alegría verte —corresponde el saludo.

—También me alegra saludarla, madre—Meredith se aparta para presentarme—Ella es Alina, la chica que le había comentado.

—Oh, si —se coloca los lentes—¿Cómo estás hija?

—Bien madre, gracias por recibirme.

—Las puertas de Dios siempre están abierta para los necesitados.

Me repara por completo. 

—Ven conmigo, te mostraré donde dormirás y te comentare de tus quehaceres.

—Sí señora.

Nos devolvemos a otro torre. 

—Al centro acoge a los que le sirven —explica la madre cuando entramos al edificio de lleno habitaciones—Por eso tenemos tres torres que le brindan alojamiento al personal que trabaja por comida. 

Me guía a una alcoba con cuatro camas.

—Ella son Beth y María —las presenta— Tus compañeras de tareas.

Ambas inclinan la cabeza a modo de saludo. 

—Se dividirán la lista de quehaceres —dice la monja— Debes levantarte a las 4 AM para que no se retrase el desayuno, ni las tareas del día. 

—Sí señora.

—No sé si Mariane te lo aclaro, pero no recibirás pago monetario. En la casa de Dios no se trabaja, por dinero se hace para alcanzar el reino de los cielos.

—Lo sé, madre.

—Los sábados es su día de descanso, pueden salir siempre y cuando vuelvan en la noche o estén el domingo a primera hora.

—Sí señora.

—María te explicará lo que haga falta.

Se marcha con Meredith y dejo la maleta en una de las camas. 

—Esa es la cama de Beth —me dice María.

—Lo siento —la retiro inmediatamente—¿Cuál puedo tomar?

Señala la última. Beth se peina frente al espejo.

—¿Cuánto tiempo llevan aquí? —pregunto queriendo empatizar.

—Un año y medio —responde María.

—¿Y tú Beth?

No recibo respuesta.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora