LUJURIA - (Ya en librerías)

By EvaMuozBenitez

182M 8.6M 57.4M

El mundo ardió volviendo cenizas a una mujer hecha para pecar. Ahora la lascivia le ha dado paso a una latent... More

YA EN LIBRERÍAS
ADVERTENCIA
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CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPITULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPITULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPITULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
EL LEGADO PREVALECE.
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 37 II
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPITULO 41
CAPITULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
CAPÍTULO 53
CAPÍTULO 54
CAPÍTULO 55
CAPÍTULO 56
CAPÍTULO 57
CAPÍTULO 58
CAPÍTULO 59
CAPÍTULO 60
CAPÍTULO 61
CAPITULO 62
JAQUE MATE
CAPÍTULO 63
CAPÍTULO 64
CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 66
QUERIDA RACHEL.
CAPÍTULO 68
MINISTRO
CAPITULO 69
CAPITULO 70
CAPITULO 71
CAPITULO 72
CAPITULO 73
CAPITULO 74
CAPÍTULO 75
EN OTRO LADO
CAPITULO 76
CAPITULO 77
CAPITULO 78
CAPITULO 79
CAPITULO 80
OPERACION RESCATE
CAPÍTULO 81
CAPÍTULO 82
GOODBYE.
CAPÍTULO 83
CAPÍTULO 84
CAPÍTULO 85
CAPITULO 86
CAPITULO 87
KARMA PARTE 2
KARMA PARTE 3
Extra: Felices fiestas.
CAPITULO 88
CAPITULO 89
¡NO ES UN CAPITULO, ES UN EXTRA!
CAPITULO 90
CAPITULO 91
CAPITULO 92
EPILOGO

CAPÍTULO 67

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By EvaMuozBenitez

════ ⋆★⋆ ════

Un gramo de cliché. 

Rachel.

Estoy más enferma que antes al atreverme a profundizar mi enamoramiento por este hombre, es insano idolatrar a la bestia, desearla y amarla como yo lo amo a él, me ha marcado de una forma tan brutal, estaba tan decidida a algo y ahora... Ahora, su confesión marca la diferencia empeorando las reglas del juego.

Duerme a mi lado con las sábanas sobre la cintura y el torso descubierto, perdí la noción del tiempo y solo sé que llevo un buen rato en la misma posición, observando lo que mis ojos no se cansan de ver.

Respiro hondo evocando los momentos cruciales de un amor que forjó cimientos en la selva amazónica, iniciando con algo a la fuerza. Engañando y lastimando. Una llama que empezó con chispas y poco a poco se fue convirtiendo en una hoguera. El sol empieza asomarse y saco los pies tratando de levantarme, pero el intento queda a medias cuando él aferra la mano a mi muñeca.

—Voy al baño —aprieto las sábanas contra mi pecho.

—No cierres la puerta —advierte y asiento con la cabeza.

Evito el espejo, me lavo los dientes y entro a la ducha dejando que el agua alivie la aflicción que provoca la abstinencia. No sé si estoy muy débil o él fue muy fuerte, pero el cuerpo me duele, los senos me arden, tengo marcas de sus agarrones en los brazos y lo malo es que no me molesta.

¡Joder! No me molesta su lado posesivo ni que me tome como lo hace, por el contrario, quiero que sea así siempre. No quiero que deje de desearme, de quererme, quiero que cumpla sus malditas promesas y me saque de esta jaula llena de barro. Para mí ya es como un órgano vital.

Apoyo los brazos en la pared cuando presiento el episodio que se avecina, los jodidos ataques de ansiedad y extrema desesperación. «Puedo controlarlo» Me digo «Soy fuerte y capaz» El miedo me corroe, las paredes me acorralan y las lágrimas amenazan con salir. Oigo el sonido de la cortina, pero no me muevo me quedo quieta dejando que apoye los labios en el inicio de mi espalda, me abraza, volteo y me aprisiona contra la pared mientras abro las piernas dejando que me alce y me haga suya.

Sus labios son el analgésico que dispersa mis traumas y sus gruñidos me adentran a un estado hipnótico el cual me hacen creer que sigo sirviendo para algo, no me veo como un desastre, no siento asco de mí misma porque su mirada hambrienta me demuestra que le gusto, que me desea.

Ya no sé si follamos, si hacemos el amor o si es la mejor manera de demostrar lo que sentimos, le lleno la cara de besos cuando me deleita con estocadas certeras y me aferro a su boca hasta que los labios me duelen dejando que se derrame en mi interior cuando a mí me avasalla el orgasmo.

—Hay que irnos —me besa el hombro antes de bajarme y darme la espalda terminándose de bañar.

—Salgo en un momento —digo adolorida.

—Tienes tres minutos —ordena.

Me apresuro a terminar, se está vistiendo cuando salgo y por mi parte me coloco un vestido azul suelto, con tiras y escote en V. Desisto del sostén ya que la prenda no lo requiere. Me recojo el cabello en una coleta y calzo las bailarinas que me empaco Stefan.

Trato de buscar un bálsamo para los labios y me topo con el diamante azul en uno de los bolsillos. Esta prenda esta predestinada a volver a mí. Me causó cierta impresión el palpito que se alojó en mi pecho cuando la sentí colgada en mi cuello. Sabía que algo había pasado y que ese algo tenía que ver con Meredith ya que en medio de la morfina escuche los comentarios de Laurens avisando que la habían matado. No es difícil sumar dos más dos sabiendo los alcances del hombre que me acompaña.

Arreglo el broche que se abrió cuando lo tire y me lo vuelvo a colgar mientras Christopher hace un cheque en la mesita, me corroe la vergüenza recordando lo de ayer, estaba tan hundida que lo robe.

—Lamento lo del móvil, el dinero y el reloj —le digo—. Prometo pagarlo cuando se dé la oportunidad.

—Ya me cobraré como me gusta —se levanta a recoger lo que falta, guarda el arma y salimos juntos.

La sala está vacía, el coronel deja el cheque en una de las mesas y nos apresuramos a la puerta que no tiene seguro. Estoy tratando de no caer en la desesperación, de no dejarme llevar por la abstinencia, pero temo a que el impulso dure poco.

Abordamos la camioneta, inician las órdenes y me veo obligada a empinarme media botella del líquido que cargamos en el asiento trasero.

Procuro no joder mucho con los síntomas. La abstinencia en parte es un estado mental que suele empeorar cuando se le da protagonismo. El agua calma las náuseas y cuando la tomo seguido aísla un poco el dolor. Logro dormir en lapsos de tiempo, pero descansar no quita el peso, las ganas de salir corriendo y la sensación de asfixia.

Son episodios donde todo empeora, de diez a quince minutos donde sientes que eres una reverenda anomalía, tu mente busca paz apegándose a una sola cosa y...

—¡Detén el auto! —no hallo como ponerme, suelto el cinturón y me quito el vestido sucumbiendo al impulso repentino.

Saca el auto de la carretera y arrojo la prenda a la guantera.

—Supongo que no vas a vomitar así —dice y me le voy encima obligándolo a correr el asiento.

—Cojamos otra vez —empiezo a besarlo y no se rehúsa.

Deja que le quite la playera y le abra el pantalón mientras corre la tela de mis bragas, hunde los dedos comprobando mi humedad y me voy acomodando sobre el glande mientras se sujeta el tallo. Es algo rápido, besos largos y poco juego previo, sexo con esmero femenino ya que el espacio lo limita, pero no impide que sea el amortiguador de abstinencia en el camino. Un mismo patrón el cual busca un solo resultado apegándose a una secuencia.

Manoseo, sexo, orgasmo. Duermo.

Despierto, me toca, me corro. Duermo.

—Tócame —le suplico una y otra vez sobre sus piernas, no me importa que tenga que parar un sinfín de veces. No quiero abrumarme, quiero fantasear, correrme con caricias salvajes.

Su boca se convierte en HACOC, sus dedos en éxtasis y mi necesidad empeora con una droga más fuerte. Orgasmos, alternativa que me permite calmar el desespero.

A cada parada lo beso, lo provoco, me le subo encima y le ofrezco mis senos. Me excita que se prenda como un animal hambriento y me gusta el morbo que desprende su mirada oscura. Solo quiero que piense en mí y que no tenga cabida para nada más, me torno tan posesiva, tan ninfómana e insaciable.

—Ponme un límite —le pido.

—Luego —me chupetea el cuello.

—¡Jesús! —exclamo cuando aumenta el movimiento de sus dedos dentro de mi canal, no puedo contener los gemidos y tenso la espalda cuando empiezo a ver estrellas.

—Anda... mírame y córrete en mis dedos —se relame los labios cuando mis ojos se centran en los suyos estimulándome con premura, tomo uno de mis pechos y me muerdo los labios apaciguando las ganas de echar la cabeza atrás. Estallo.

¡Joder! No sé cuántos orgasmos van, pero este me deja atontada.

—¿Mejor? —pregunta y me prendo de su boca.

Su problema está chocando con el mío y no me importa, no pienso en nada y lo único que quiero es que no se aleje y que sea solo mío.

Vuelvo a mi puesto, enciende el motor y abro un poco la ventana tratando de dormir un rato. No es mucho lo que reposo ya que se detiene en un lugar de descanso con habitaciones, duchas y restaurantes. Hace calor y paso vergüenza pidiéndole dinero para una ducha. (No cargo ni una libra)

Ducha que debo tomar con él clavado en la puerta del establecimiento sin importarle la intimidad de las mujeres que entran y salen. El dueño le pide discreción y le saca la placa alegando que es un asunto judicial.

—Mi turno —dice cuando salgo.

—No me voy a plantar a ver hombres con el culo peludo —como es un inseguro me mete a la cabina con él.

—Obvio no —saca un par de esposas de la maleta y me pregunto si también empaco dardos tranquilizantes—. La mano.

—¿Bromeas?

—No —contesta y me toma la muñeca ubicándome en una de las ventanas con rejilla.

—Puedo soltarlas —inquiero.

—Estas no son como las que usaste el día que te volviste loca —me ata—. De hecho, ya las conoces. Estuvieron en tu cama cuando te hice entrar en razón.

«¿Entrar en razón?»

—Trepar un edificio, romper un vidrio con la silla, atacarme y esposarme ¿Se le llama hacerme entrar en razón?

—Bien que te gusto, así que ahórrate la queja.

—Me siento como una perra atada a esta mierda —refuto.

—Pues eres una perra candente y me gusta tu raza —me da un beso en la boca—. Ya vuelvo.

Me las apaño para verme casual, como la chica que espera a su novio mientras se baña.

La gente entra y sale y la palabra novio se queda en mi cabeza ¿Qué diablos somos ese animal y yo? ¿Amigos con derechos?

No. Seremos enemigos, pero amigos jamás.

Vuelve con el cabello húmedo, lentes oscuros y la chaqueta en la mano. Suelta las esposas metiéndoselas en el bolsillo, se engancha la mochila y posa el brazo sobre mi cuello llevándome con él.

Me percato de las miradas que se lleva, sé que existen mujeres lesbianas y personas con parejas, pero Christopher es imposible de persuadir primeramente por la altura que se carga. Ese metro noventa con vaqueros ceñidos, botas y playera negra. Carga las placas que se usan en el ejército dando a entender que es un militar. No se sabe de qué ejército, ni con que rango, pero militar al fin, con placas que dudo que sean de acero.

El restaurante es un establecimiento estilo rancho con un gran número de mesas. Hay que pedir en la barra y como si fuera una niña me manda a sentar advirtiendo que no me ande con jugarretas.

Busco una mesa y la del grupo de amigas que está a mi derecha empieza a cuchichear cuando me siento. Surgen las inseguridades y procuro que no me afecte, (Soy consciente de que no me veo bien) No hay mucha gente haciendo fila y no disimulan a la hora de mirar a Christopher.

Empiezan las risitas, el coqueteo animándose entre sí y una de ellas se levanta haciendo la fila detrás del coronel mientras sus amigas levantan los pulgares. Los celos no se hacen esperar y respiro hondo fingiendo que no pasa nada.

La chica le pregunta no sé qué y él contesta sin mirarla ¡Puta! Ordena, toma asiento a mi lado y se concentra en el periódico que tomo de la barra mientras el grupo de mujeres no deja de mirarlo. Me dan ganas de plantarle un beso en la boca, pero no quiero avergonzarlo viéndome tan descompuesta. Como ya lo dije luzco como si me acabaran de desenterrar.

Traen la comida, no tengo hambre, pero la escena de ayer me obliga a comer, aunque no quiera.

—La sopa esta deliciosa —comento— ¿Quieres probar?

Asiente y tomo la cuchara acercándola a su boca, pero la acción queda a medias cuando mi brazo niega la orden de mi cerebro, de un momento a otro la mano me tiembla botando la comida y suelto la cuchara empeorando todo, escucho como se ríen y es Christopher quien me baja la mano dejándola en mi regazo.

—Lo siento yo...

—No importa —toma la cuchara bebiendo de mi sopa—. Sabe bien.

Lo dice como si no hubiese pasado nada, pero yo no lo veo así. Mi sistema nervioso se deterioró y es inevitable que se me encharquen los ojos «Este veneno está acabando conmigo» Se me duerme el brazo y la mano sigue templando.

—¿Puedes seguir? —pregunta serio y sacudo la cabeza tapando una mano con la otra.

No quiero alzar la cara y vean el rostro de alguien que estando tan joven no puede comer solo.

—Abre —aparta su plato y toma el mío dándome la comida.

—No tienes que hacerlo —entiendo como son las cosas con él— . Creerán que somos... —prefiero callar.

—¿Qué somos qué? ¿Extraterrestres? —inquiere—. A mi da igual lo que crea la gente y abre la boca que no tengo todo el día.

Recibo la comida acabando con el plato mientras mi extremidad vuelve a la normalidad.

—Gracias —agradezco cuando termina y me toma la cara plantándome un beso en la boca.

Se levanta a pagar, alzo la barbilla y frunzo los labios dando a entender que quiero otro beso, soy feliz cuando se inclina captando el mensaje y alargo el momento sintiéndome como la niñata que quiere marcar territorio.

¡Me lo estoy tirando yo perras desgraciadas!

—No tardes —dejo que se vaya.

Volvemos al auto retomando la misma rutina de esta mañana, el manoseo, los toques y apretones. Sabe lo que quiero y me lo da cada que se lo pido, apañándoselas para que me corra y tampoco es que le resulte difícil ya que usa todo lo que tiene. No sé quién está más enfermo si él o yo, pero es una escapatoria mutua y supongo que prefiere esto a lo de ayer. Cuatro horas de camino y una ruta que no olvidaré nunca.

A las cinco de la tarde nos desviamos y nos adentramos en una base militar. Seguimos el debido protocolo y le dan paso a la camioneta. No es un comando de la FEMF, los uniformes son azules y cargan armamento en aviones de combate.

—¿A dónde desea ser trasladado mi coronel? —pregunta un sargento cuando bajamos dejando que dos alférez se encarguen del equipaje.

—Al CCT —ordena—. Dos puestos, la teniente Rachel James viaja conmigo.

Me dedica el debido saludo parándose firme.

—Bienvenida al comando aéreo mi teniente —saludan los pocos hombres que hay.

¿CCT? Nos guían a través del comando y un helicóptero nos espera en la pista. Suben lo que trajimos, abordo de la aeronave y Christopher me sigue. Las aspas se mueven, el chaleco de seguridad recae sobre mi pecho cuando el artefacto se eleva en el aire. Sé que debería preguntar...Pero no quiero, si estará conmigo me vale mierda todo.

Cuarenta minutos entre montañas, es como si el destino quedará en la nada, las colinas desaparecen y el agua brilla mostrando una serie de islas. La vista se asemeja a un paraíso perdido y el helicóptero planea el aterrizaje. Bajamos, nos entregan todo y nos encaminamos a la playa sin hablar.

Llegamos a la orilla y nos quedamos mirando a la nada por más de veinte minutos, la cosa empieza a tornarse mal primeramente porque no puedo mantenerme mucho de pie, el agua se acabó y me está doliendo la cabeza. Una serie de botes aparece en el campo visual y a pocos metros un hombre se levanta con las manos metidas en los bolsillos ensanchando la sonrisa a medida que se acerca.

—¡Muñequito! —exclama saltando del bote.

Miro a Christopher asegurándome de que se refiere a él y se mantiene serio cuando el hombre se acerca. Es alto, maduro y con canas, abre los brazos echándose sobre el sujeto que tengo al lado y este ni se inmuta.

—¡Me llegó la barbie que pedí! —lo abraza llenándolo de besos ¿Es gay?

—¡Basta! —se aparta Christopher.

—¡No seas marica y dale un beso a tu tío! —lo sigue molestando— ¡A ver unos puñitos!

—Necesito que...

—¡No hablas hasta que no me des un jodido puño!

Se pone en guardia lanzándole golpes en los brazos y Christopher lo ignora.

—¡No jodas! —se molesta y el hombre se ríe— Es Reece Morgan, el hermano mayor de Alex.

Me lo presenta y noto el parecido cuando me mira, misma altura y color de ojos. Guapo con cuerpo atlético, atractivo que impresiona pese a la edad y un exquisito bronceado caribeño ¿De donde salen estos hombres?  

—¿Esta guapura es...? —toma mi mano mirándome con auténtica coquetería.

—Rachel James, señor.

—Soltera, casada ¿En una relación complicada?

—¡Qué te importa! —se mete Christopher obligándolo a que me suelte.

—Deja los celos y muéstrame lo que tienes —atropella a su sobrino derribándolo en la arena— ¡Anda dame unos puñitos! ¡Estas comportándote como un marica, muñequito!

Me sigue causando gracia.

—¡Reece tengo hambre! —reclama una mujer con rasgos coreanos. Sostiene dos maletines y deja uno en el suelo extendiendo la mano a modo de saludo—. Kyung Cho, pero todos me llaman Cho.

—Rachel —me presento.

Christopher se levanta más furioso que antes y su tío lo abraza llevándolo con él. El coronel se aparta y Reece lo sigue molestando preguntando por Alex y Regina.

Llegamos a una cabaña, soltamos el equipaje y Cho nos invita al comedor ordenándole a la empleada que ponga dos platos más.

El sitio es cómodo y grande y mientras ellos hablan le echo un ojo a los títulos que hay en la pared. Reece Morgan toxicólogo con maestría en las universidades de Cambridge y Harvard, especializaciones en Katholieke Universiteit, Oxford y Stanford. Hay medallas, galardones y fotos en conferencias.

Me da cierto pavor el rumbo de esto cuando veo las ciclas CCT (Centro Científico de Toxicología) El estómago me arde de solo pensar en el tratamiento, entrar a ese calvario otra vez... Las medicinas, terapias, incomodidades.

—Rachel ven a la mesa —me invita Cho.

Empiezo a descomponerme a abrumarme con la ansiedad. Los hombres hablan, se sirve la comida y sin sexo La desesperación me atrapa poniéndome a sudar. No quiero estar aquí ni quedar en ridículo pareciendo un fenómeno, me asfixio, llegan las náuseas ¡Joder, quiero ser una persona normal!

«¡No arruines la cena!» Me repito; Pero todo ataca al mismo tiempo, la desesperación, la ansiedad, la depresión, alucinaciones, náuseas y los dolores. Un episodio horroroso que me hace mirar a todos lados. Trato de tomar agua y el vaso se me cae encima ¡No llores maldita sea!

—Respira hondo —el coronel me pone la mano en la espalda y niego con la cabeza.

—Sácame de aquí.

—Tranquila —Cho me toma la mano por encima de la mesa — . Deja que te muestre la isla y hablamos un rato.

Sacudo la cabeza.

—No me siento bien.

—La pasaras bien confía en mí —me es difícil levantarme con el dolor atacándome los huesos. Quiero parecer fuerte, pero no lo soy y Christopher es quien me ayuda a levantar mientras su tío no deja de ver cómo me aferro a la playera de su sobrino.

—Vámonos —le insisto ignorando a la mujer y trata de sacarme, pero el tío no lo deja.

—Confía en mí—Cho me ofrece su brazo encaminandome a la puerta y accedo en busca de aire.

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆

Christopher.

Vuelvo a sentarme cuando la puerta se cierra. Desisto de seguirla, porque aquí es imposible conseguir alucinógenos.

—HACOC en su peor fase —habla Reece— ¿Por cuánto tiempo se lo suministraron?

—Trece días —respondo.

—Es como un radiador de Chernóbil —sacude la cabeza— ¿Hace cuánto no consume?

—Anoche tuvo una sobredosis de Heroína o cocaína... No estoy muy seguro —se me quita el hambre.

—Llevo años estudiando esta droga y desde ya te aseguro que es una tortura salir de esa mierda con una primera vez... Con una recaída... —toma aire— ¿Qué te digo? Mis respetos si sale, solo he tratado dos pacientes con recaídas, uno murió y el otro...

—¿El otro qué?

—Da clases de inglés en chicago —me da una palmada en el hombro—. Claro está que su recaída solo fue de dos días y cuando el HACOC se suministra por más de tres, causa estragos en todo el sistema.

Me explica lo que no sé, ahondando en los casos más graves que ha tenido. El vino se acaba y pone otra botella. Reece es muy diferente a Alex. En vez de guerra se fue por el lado científico y ahora es el director del CCT.

Sara compartía con él en las reuniones familiares ya que Alex era un fantasma en la familia. El ministro me llenaba de juguetes y con Reece los disfrutaba de vez en cuando, con él soplaba la vela de mala gana en mi cumpleaños. A diferencia de Alex Reece si tenía tiempo y lo compartía conmigo cada vez que podía. No sé si le agradaba o era uno de los que quería cobijar al joven sin "Mamá" Ya que Alex no permitió que me llevaran a Rusia con Regina.

—Agradezco el voto de confianza al traerla aquí—habla Reece— Pero ya hablaste con ella sobre lo que conlleva estar aquí, le hablaste a su familia, del dinero, los gastos... El CCT no se compara con Hong Kong y...

—¿Quién te está pidiendo detalles? —me levanto— Si estoy aquí es porque necesito que la dejes como antes y tienes que ser tú el que la trate... Nada de terceros, ni de mediocres, así que dime si puedes o no o me voy a otro lado.

—A mi no me hables como si fuera tu sirviente —advierte.

La puerta se abre de golpe cuando un Isleño entra con Rachel en brazos, me apresuro a tomarla y Cho no deja que me acerque.

—Se desmayó en la orilla de la playa —explica—. Es normal en su estado.

—Le pondré un sedante, para que no despierte hasta mañana —Reece se pone de pie.

Subo a quitarle la ropa y me quedo a su lado en lo que queda de la noche con la mirada perdida en el techo. Tantas cosas que hacer, planes que idear, estrategias que planear y necesito que Reece me saque de esto rápido, otros centros tardaran como mínimo un año y yo no puedo ausentarme tanto tiempo.

Si no tomo control de la FEMF tendré otra plaga encima, estoy harto de que todo el mundo meta la cucharada en mis decisiones, mi ambición no cesa y no voy a dejar de lado la candidatura sabiendo que puedo ganar. Es que tengo que hacerlo cueste lo que cueste, tengo que tomar el puesto.

Me quedo dormido y para cuando el sol ya me está pegando y ella ya no está a mi lado. Tomo las cosas con calma cuando lo escucho vomitando en el baño y me trago una bocanada de aire cuando la veo aferrada al retrete sacando todo.

—Tomaré una ducha y saldré en un par de minutos ¿Vale? —me dice y asiento alejándome de la puerta.

Me quedo en el balcón y a los pocos minutos sale con el cabello mojado, entro a bañarme y para cuando salgo ella está en la cama con el albornoz puesto todavía, me quito la toalla que traigo en la cintura y la desnudo acostándola conmigo.

Sé lo que quiere y yo también lo quiero, tanto estrés está siendo compensado con algo bueno. Me le subo encima abriéndole las piernas y juega con la placa que me cuelga dejando que la penetre, un polvo rápido y uno lento que terminan en besos humedos con ella sobre mi negándose a dejar la cama. Me prende la imagen de ella entre sábanas blancas, besándome mientras le recorro la espalda con los dedos.

—¡Buenos días! —Reece abre la puerta con una llave. Esta gente tiene serios problemas con la discreción—. Es obvio que llegue en mal momento, pero el desayuno está servido y quiero desayunar con mi sobrino. ¿Te importa, Rachel?

—Pues...

—Sabía que no —Reece la interrumpe posándose en el piecero— Aparte de sexy soy sabio, así que baja muñequito.

—Que la empleada nos suba el desayuno —ordeno abrazando a Rachel, mi mañana está bien tal como está—. Estoy ocupado, así que vete.

—Anotare eso en la lista de cosas que no me interesan —sigue jodiendo— .Tienen cinco minutos para bajar o tío Reece se pondrá gruñón y nadie quiere eso, porque a tío Reece le encanta usar la manguera cuando se enoja.

Se encamina a la puerta.

—No tarden —se va.

Me visto y bajo con Rachel al comedor. Los Morgan entre más años más joden. Tomo los cubiertos y repudio a Reece por sus idioteces cuando veo que mi desayuno tiene forma de carita feliz con dos huevos y tocino. Esconde la risa inclinándose el café y las mujeres hacen lo mismo descomponiéndome la mañana.

—Rachel ¿Sabías que Christopher se la pasaba corriendo desnudo por la mansión cuando era pequeño? —empieza Reece—. Le encantaba mostrar su chrisconda.

—¿Qué? —Rachel se ahoga con el jugo— ¿Como que Chrisconda?

—¡Guárdate los chistes baratos! —le increpo.

—La Chrisconda —me ignora—. Ya sabes... Aleconda, Reececonda, Thoconda.

—Ok ya entendimos —responde Cho—. Son una familia muy animalista...

Sueltan a reír y me mantengo serio, no es algo que cause gracia

—Si que si —Reece le da otro sorbo a su café viendo como desbarato el desayuno—. No te enojes muñequito.

«Me cae como una patada en el estómago» Partimos a la hora, el CCT abarca una isla completa con edificaciones. Acoge a personas con un nivel extremo de adicción. Es siete veces más caro que Hong Kong y se puede ver una que otra figura pública recluida.

Nos dan un tour aclarando que está dividido por secciones según lo que puedas pagar, hay salas con habitaciones comunales, para cuatro, para dos o para uno. La billetera define todo y tu presupuesto decide si quieres hospedarte en un hospital de sanación mental o en un hotel cinco estrellas.

Los pacientes se pasean con manillas según el grado de intoxicación. Cho se lleva a Rachel mientras Reece me muestra la otra cara de la moneda. Los laboratorios, los pacientes que el grado de desesperación es tanto que deben mantenerse encerrados, las terapias de shock, los tratamientos que rayan a tortura donde la gente se retuerce en el piso.

—¿Asustado? —indaga Reece — .Ella es dependiente del HACOC —me clava la cara en el vidrio que muestra los métodos dolorosos de desintoxicación— .Va a pasar por esto y por más.

—Haz lo que tengas que hacer, pero necesito buenos resultados.

Me lleva a su oficina y extiende una tarjeta con la cifra.

—Primer mes de tratamiento—aclara (Con el monto parece que estuviera pagando una década)— La estadía, comida, gustos y lujos tienen un costo aparte, así que dime dónde la pongo. ¿Sala compartida? ¿De cuatro? ¿Dos? ¿Suits?

Lo miro, es una pregunta estúpida.

—Suits —se contesta solo— . Perdona, a veces olvido que mi sobrino nada en dinero.

Firmo el cheque y recibe el papel poniéndose de pie.

—Esto comienza ya —dice— . Y la primera medida es que tomes tus cosas y te largues de aquí.

—No estoy para bromas.

—No bromeo, ella debe hacer esto sola —aclara—. Esto no es un campamento de pareja, es una lucha contra el veneno que le corre por las venas y el sexo que le das no es un analgésico.

—No te incumben mis asuntos...

—No puedes curar una adicción contra adicción —asegura—. Ella necesita, quererse, concentrarse y superarse. El dependiente recae con la más mínima cosa, se deprimen, atentan contra sus vidas y lo que viviste en el camino no es nada comparado con lo que se viene.

Niego, cada vez que me voy se desencadena un centenar de mierda.

—Tienes que dejarme hacer mi trabajo, Alex ya hablo conmigo y tú tienes que concentrarte en otras cosas —me encara—. No quiero ser el tío malo. Simplemente tiene que ser así y si te das cuenta aquí todos están solos sencillamente porque es una lucha de uno.

Abre la puerta del despacho.

—Te daré tiempo para que te despidas y juro que pondré de mi parte para que no se enamore de mí.

Esto no estaba en los planes y tampoco es lo que quiero ¡Quedaré otra vez como un mentiroso!

—Confías en mí por eso la trajiste y tomo ese mínimo gesto con total compromiso, conmigo no será una paciente cualquiera —asegura—. Solo dame meses y la tendrás totalmente transformada.

Puedo ser terco, pero sé que tiene razón. Que ella necesita aislarse, aunque no quiera.

—Te daré tiempo para que te despidas, pero estaré presente. Eso del sexo a modo de analgésico se acabó —se encamina a la puerta y se pega al teléfono avisando que trasladen a Rachel a una habitación—. Empezare el tratamiento ya mismo, es peligroso que siga con tantas toxinas.

La espero en la alcoba asignada, un segundo piso con balcón, tele, cama tipo doce y lámparas de lujo. Ella llega con Cho y Reece saca a la chica.

—Estaré en el pasillo —deja la puerta abierta.

—No creo que mi salario alcance a cubrir todo esto —Comenta Rachel—. No es que gane mal, pero...

—Yo cubriré todo, solo necesito que te concentres en esto.

—¿Cuánto tiempo estaré aquí?

—Lo que se requiera, no puedo darte un número exacto.

Se me acerca.

—No quiero quedarme —me toma la cara—. Mejor llévame contigo y ya luego vemos qué hacemos.

—No.

—¿No?

—Yo me voy y tú te quedas —lo suelto sin tanta arandela—. El tratamiento inicia ya.

—La última palabra es mía, no tuya —se opone—. Y yo no quiero quedarme, si accedí a seguirte es porque quiero estar contigo.

—Para eso tienes que recuperarte primero...

—Te la pasas tachándome de cobarde y tú eres un mentiroso embaucador —espeta—. Me engañas con palabrerías y me traes al culo del mundo ¿Para qué? ¿Para qué no dañe tú perfecta pantalla? Y puedas seguir encamándote con Gema.

—Esto no tiene discusión. Desintoxícate y luego vemos como hablamos...

—¡No ordenes ni dispongas de mí! —me grita—. No tienes derecho a eso después de engañarme con palabrerías baratas. Dices que no me dejaras y mírate ya me estas abandonando —se aleja—. No han pasado ni 48 horas y ya volvemos a lo mismo, ¡Eres un maldito fraude!

—Grita todo lo que quieras, pero manipularme no puedes.

—Lo mejor es que te vayas —dice Reece desde la puerta—. Yo me encargo.

—¡No voy hacer una puta mierda! —espeta ella—. Tal cual me dejas, tal cual me voy a quedar. 

—¡Problema tuyo! —enfurezco—. Allá tú si quieres ser una maldita drogadicta, yo estoy haciendo lo que me corresponde.

—Estás dándome la espalda —se pone a llorar—. Yo te di lo que querías y de ti solo estoy recibiendo lastima disfrazada con billetes.

Acorto el espacio que nos separa, pero no deja que la toque.

—Vuelve con Gema, relúcela como siempre lo haces mientras yo me quedo con las migajas como en años pasados—se limpia las lágrimas—. Ya estoy harta de poner todo en la mesa ¿Y que recibo? Tu ausencia, inseguridades e imposiciones.

—Christopher tienes que irte —insiste Reece.

—Tardas en recuperarme y te esfuerzas en vano porque siempre me pierdes en un santiamén —inquiere Rachel—. Eres importante para mí, pero tu actitud me demuestra que contigo nunca tendré lo que necesito. Así que no esperes a que vuelva a mover un dedo por ti.

Una discusión absurda que me niego a continuar, me da la espalda y me encamino a la puerta no entiendo qué más quiere si las cosas están claras hace semanas. Que es lo que necesita si ya lo estoy dando todo.

Los botes salen y Cho me lleva a la oficina de Reece para que espere, estoy inconforme con este resultado, peleas otra vez, dudas atravesadas que estarán maquinándome la cabeza en los próximos meses. Las horas transcurren y me la paso caminando de aquí para allá, inquieto, frustrado y enojado.

Reece entra a su despacho quitándose el tapabocas.

—¿Cómo estuvo? —pregunto.

—¿Qué crees? —responde— ¿Tenia pinta de bipolar con cambio de decisión repentino? Todo tuvo que ser a la fuerza.

Me paso las manos por el cabello. Otra vez ando inconcluso.

—¿Afecta en algo? No va a bancarse un año aquí.

—Mete la polla en otro lado si estas muy urgido —espeta—. Obviamente su actitud retrasa las cosas porque la fuerza de voluntad abarca un 60% del tratamiento.

Vuelvo a la silla, siento que estoy perdiendo el tiempo.

—Tengo que ver dos pacientes más —avisa Reece—. Termino y nos vamos.

Vuelve a dejarme solo, trato de mantenerme quieto, pero termino peor y en ultimas me dejo llevar del impulso. Mate a esas perras desgraciadas, dejé el trabajo tirado, volé una noche entera, conduci por horas, me cortaron con vidrio todo un centenar de problemas y ahora ¿Dejo las cosas inconclusas? Volviendo más inquieto de lo que estaba.

Rodeo el escritorio rebuscando entre papeles, en alguna parte debe haber un listado con el teléfono de servicio de las habitaciones independientes. Muevo todo hallando el listado, marco la extensión y el teléfono, pero no contestan. Insisto tres veces más y nada ¡El maldito defecto! 

Insisto cinco veces másy me veo obligado a tomar la bata que Reece tiene colgada en el perchero, meto el teléfono en el bolsillo y me apresuro afuera que la cobertura me alcance para lo que necesito con la bata paso desapercibido entre el personal y logro darle la vuelta al edificio adentrándome en el jardín que se aprecia desde los balcones.

Ubico el balcón y me pego al teléfono, sigue sin contestar e insisto hasta que se me cansa el dedo.

—¿Sí? —contesta e inmediatamente se enciende la luz de la alcoba.

Me quedo sin palabras sintiéndome como un idiota ¿Qué se supone que diga?

—¡¿Sí?!

—¡Mueve el culo al balcón! —ordeno, se queda en silencio y a los pocos segundos veo su figura asomada en la puerta corrediza.

Tiene el teléfono en la oreja, pero no habla. Trato de decir algo y noto lo idiota que me estoy viendo con bata en el jardín haciendo el ridículo. Suelto el teléfono quitandome la bata y con un salto me aferro a las barandas del balcón aterrizando frente a su puerta. Corre el cristal y recuesta la cabeza en el metal. Tiene los ojos rojos de tanto llorar, viste una pijama de satén blanco y el cabello le cae suelto por los hombros.

—¿Qué quieres? —pregunta.

—No lo sé —no miento—. Estoy tratando de entenderte, pero no haces más que ponerme trabas actuando como una niña caprichosa y las cosas conmigo no van así ¡Parala ya que estoy hastiado! 

—Me estas quitando lo único a lo que quiero aferrarme ¿Cómo quieres que actúe? Si no me das la seguridad que necesito ahora.

—Todo está claro. Yo no me ando por los bordes. Si es blanco, es blanco. Si es negro, es negro. Pero gris no.

—Pero nunca lo dices y yo me quedo con las dudas —contesta—. Todo tengo que suponerlo, todo pasa cuando tocamos fondo y entiendo que no seas una persona sentimental, pero yo la única definición que tengo contigo es la de amantes y eso ya no me gusta —continua—. Ahora nos separamos otra vez, tú siendo libre y yo aquí con dudas con ganas llamarte, escribirte, pero con la jodida barrera de no querer, porque no somos nada y es patético.

—Puedes hacer lo que te plazca —contesto—. Eres tú la que te limitas.

—Me limito, porque no sé si lo nuestro es o no especial para ti. Tus acciones me dicen que sí, pero tu frialdad me dice que no y en pocas palabras yo quiero una pareja por tonto que se oiga, apegarme a algo que no sea acostones. —sacude la cabeza— . Estoy harta de ser la amante de la que estás enamorado. Quiero algo especial, un maldito momento cliché que no esté lleno de gritos, que en un futuro pueda decir que tuve una definición bonita con el hombre que he adorado como a nadie.

Toma aire y si antes no sabía qué decir ahora menos. Yo nunca he hecho esto y cuando quise hacerlo terminó mal. Me mira a la espera de una respuesta, pero las palabras no salen.

—Que tenga un buen viaje, coronel —trata de cerrar la puerta y pongo la mano dando un paso de adelante.

No se mueve y tomo su cintura mirándola a los ojos. 

—Nos ligamos ¿O qué? —pregunto y se ríe.

—¿Cómo que nos ligamos?

Me humecto los labios con la lengua.

— Es que quiero una novia ninfómana —la beso—. Una de esas relaciones pervertidas con llamadas calientes, chat hot —le acaricio los labios—. Ella durmiendo en mi casa y yo en la de ella.

—Entiendo —me sigue la corriente.

—Que se ponga atuendos especiales de esos que incluyen bragas sexys  —vuelvo a besarla—. Y que me modele desnuda.

—¿Hay salidas? ¿Se puede consentir al perro?

—A mi puedes consentirme cuando quieras —bromeo. 

—¡No seas idiota! —suelta a reír pegándome en el brazo— Me refiero a Zeus.

—Si a ese también lo puedes acariciar, pero yo tengo que ser el centro de atención.

Pasas la mano por mi cuello y se empina a rozarme la nariz.

—¿Quieres? —vuelvo a preguntar.

Acerca su boca, nuestros labios se tocan y nos fundimos en un beso largo que me obliga a estamparla contra el vidrio.

—Si quiero ser su novia ninfómana, coronel.

—Me gusta enviar fotos desnudo y con la polla erecta. Necesito que la saliva se te vuelva agua cada vez que me veas —añado— Muchos atuendos rojos, las bragas que sean pequeñas y fáciles de correr.

—Eres tan romántico —se burla— El Romeo de la nueva era.

—Lo sé y este Romeo quiere lamer los pechos de Julieta —meto la mano bajo la pijama, toco los pezones y...

—¡Christopher saca tu feo culo de ahí! —exige Reece en el jardín.

Vuelvo a besarla alargando el momento mientras ella se aferra a mi playera, me detengo, respiro y repito. La suelto y vuelve a tomarme con la misma intensidad.

—Dilo —le pido en medio de besos desesperados.

—Te amo mucho —dice, le lleno la cara de besos y le planto el último en la boca.

—Te estaré vigilando.

Advierto antes de bajar. Reece no se traga el regaño y jode con lo mismo a lo largo del camino. Cho viene con nosotros, agradezco que no opine y se mantenga callada. Visualizo la isla y la noche se vuelve una montaña de estiércol cuando veo Alex con Gema y la guardia esperándome en la orilla.

—¿Están repartiendo milagros? —espeta Reece cuando bajamos— Ayer me llega Barbie y hoy me llega Kent.

Alex lo abraza y Reece se le va encima tirándolo a la arena.

—Te crujió un hueso no me digas que ya andas con osteoporosis —se burla el médico—. Vámonos a los puños y el que gane se lleva un calcio

—Madura de una puta vez —se enfurece Alex.

—No le hables así a tu hermano mayor.

La guardia alza a Alex y este se alisa el traje mientras Gema se parte de la risa.

—Reece no sé si te acuerdes de mí —saluda—. Soy Gema la hija de Marie.

—¿Soltera, casada en una relación complicada? —deja que le bese la mejilla.

—Ante la prensa la novia de tu sobrino —se ríe a carcajadas— . Vinimos a buscar a Chris, porque está siendo un pésimo candidato.

Reece presenta a Cho yo no me molesto en saludar a nadie y es Gema quien que me da un beso en la mejilla pegándose a mi brazo. En la cabaña se sirve y la cena y por mi parte me mantengo en silencio. Alex no es que se encuentre muy amable que digamos y hoy no quiero altercados.

Me bebo cuatro tragos y subo a cambiarme.

—Toc, toc —Gema se asoma en la puerta— Supongo que estas cansado, pero tienes que ver esto.

Muestra el periódico de la FEMF y abro las páginas buscando lo que me interesa.

—Tu ausencia te tiene de último en las encuestas —explica—. Regina está dando la cara, yo estoy en lo de las obras, pero pues nada de eso compensa el que la cámara no te vea.

No me detengo a leer el que Leonel vaya de primeras empeora todo ahora de seguro tengo que apegarme a un centenar de idioteces para mejorar los números.

—No te estreses —Gema me abraza por detrás—. Faltan varios meses todavía y con la estrategia correcta estaremos de primera en menos de nada. Yo he tomado ventaja, hablando con varias embajadas, la ONU resaltó la ayuda económica que conseguí para Nigeria y las víctimas de la guerra me aplaudieron en el último foro internacional.

Me vuelve abrazar dándome un beso en la barbilla.

—Deja esa cara y metete en la cabeza que esto lo ganamos porque lo ganamos —. Ya me acostumbré a los lujos —se ríe— . Ahora dime qué lado de la cama quieres ¿El izquierdo o el derecho? 

Me voy al balcón y me echo en la tumbona ideando como carajos voy arreglar las cifras ¡No puedo perder el jodido puesto!  


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