LUJURIA - (Ya en librerías)

By EvaMuozBenitez

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El mundo ardió volviendo cenizas a una mujer hecha para pecar. Ahora la lascivia le ha dado paso a una latent... More

YA EN LIBRERÍAS
ADVERTENCIA
***
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPITULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPITULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPITULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
EL LEGADO PREVALECE.
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 37 II
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPITULO 41
CAPITULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
CAPÍTULO 53
CAPÍTULO 54
CAPÍTULO 55
CAPÍTULO 56
CAPÍTULO 57
CAPÍTULO 59
CAPÍTULO 60
CAPÍTULO 61
CAPITULO 62
JAQUE MATE
CAPÍTULO 63
CAPÍTULO 64
CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 66
CAPÍTULO 67
QUERIDA RACHEL.
CAPÍTULO 68
MINISTRO
CAPITULO 69
CAPITULO 70
CAPITULO 71
CAPITULO 72
CAPITULO 73
CAPITULO 74
CAPÍTULO 75
EN OTRO LADO
CAPITULO 76
CAPITULO 77
CAPITULO 78
CAPITULO 79
CAPITULO 80
OPERACION RESCATE
CAPÍTULO 81
CAPÍTULO 82
GOODBYE.
CAPÍTULO 83
CAPÍTULO 84
CAPÍTULO 85
CAPITULO 86
CAPITULO 87
KARMA PARTE 2
KARMA PARTE 3
Extra: Felices fiestas.
CAPITULO 88
CAPITULO 89
¡NO ES UN CAPITULO, ES UN EXTRA!
CAPITULO 90
CAPITULO 91
CAPITULO 92
EPILOGO

CAPÍTULO 58

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By EvaMuozBenitez

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1...2...3 ¡Respira!

Rachel.

El sonido del televisor se oye a lo lejos mientras yo me esfuerzo por dormir un poco más, no es que haya descansado mucho con Luisa endemoniada. Me odió, rechazó, discutimos, como siempre tomo el papel del juez y según ella no hay excusa que valga y logré explicar lo que estoy haciendo.

La conozco, está desviando el tema de Simón con el problema de la investigación y no sabe por dónde pelearme ya que cada que trato de hacerla caer en cuenta de lo que acaba de pasar, me acusa de loca valiéndose de que me ocupe de mis problemas y la deje solucionar los suyos a su modo.

Respiro hondo y el olor a gasolina llega a mis fosas nasales. Abro los ojos buscando a mi amiga al otro lado de la cama, pero no está. Son casi las diez y hay humo entrando por la ventana.

Me apresuro abajo, Luisa es un demasiado impulsiva y temo a que en un arranque de demencia quiera prender la casa. Cruzo la sala corriendo encontrándome con Milla de espaldas en la puerta que da al jardín.

—Le advertí dos veces que el humo le hace daño al bebé —habla la portuguesa con una carpeta bajo el brazo— Se supone que estudiaríamos los perfiles psicológicos que conseguí y mira.

Señala a la embarazada que arma una fogata en pleno jardín.

—Hoy no, por favor —le pido— Luisa necesita descansar.

Tomo el extintor de la cocina y me acerco a mi amiga que esparce gasolina avivando las llamas que consumen; fotos, postales, cartas y portarretratos.

—¿Qué necesidad hay de hacer esto? —procuro tomarlo con calma.

—No quiero nada de Miller aquí.

—Entiendo tu ira, pero esta no es la manera de arreglar las cosas.

—No me interesa tener nada que me recuerde a ese individuo y verle la cara en las fotos de la casa solo aviva situaciones pasadas.

—Ese individuo es el padre de tu hijo, tu marido y no puedes sacarlo de tu vida así porque sí.

—Nadie lo necesita.

Me arrebata el extintor antes de devolverse a la casa.

—¡Dorotea sirve el desayuno! —le pide a la empleada.

Luisa es terca de nacimiento y cuando se le mete una cosa en la cabeza no hay santo bendito que se la arranque. Invita a la rubia al comedor mientras busco la manguera de las plantas tratando de apagar el fuego.

Con las llamas extintas vuelvo a la casa y Milla está mostrándole un montón de documentos a Luisa. No entiendo cómo puede estar tan cerrada y absorta en otras cosas. O sea, yo no paro de pensar en Simón, adoro a mi amiga, pero es que la falta de comunicación hará que esto termine en tragedia.

Subo por el móvil a lo mejor si le doy un poco de espacio logro que calme el genio. El IPhone tiene mensajes de Laila, Brenda y Alexandra avisando que vendrán en la tarde.

También hay dos llamadas de Lulú, cuatro de Gema y tres mensajes que no me molesto en abrir. Francamente me resbala lo que me quiera decir.

Entre abrir y contestar chats veo un mensaje de Christopher que me ensancha la sonrisa. Corto, el coronel es hombre de pocas palabras.

"Canjeo: Tres bonus, tarde de sexo y foto hot X McLaren último modelo"

Me rio sola tendida en la cama. No sabe perder y ¿Que son esos canjes tan mediocres? Estamos hablando de un vehículo de millones de libras.

Todavia estoy suspirando con él y con el auto, es que mi día de ayer no se compara con el de hoy. Ayer a esta misma hora estaba en su cama desayunando juntos, no complete las veinticuatro horas, pero si que disfrute montarlo todo el dia sin afanes e interrupciones. Solo él y yo como debe ser.

«Es que no han pasado más de doce horas y ya lo estoy echando de menos» 

Mi pantalla se ilumina con su nombre desencadenando la sonrisa de tarada que surge cada que lidio con él, atrapo mi labio inferior evitando sonar como una retrasada.

—Coronel —contesto.

—Coronel no, teniente —la emoción se esfuma con tres míseras palabras— Te estoy llamando de mi móvil y no me contestas.

Es Gema provocando que la deteste más de lo que la detesto ya.

—¿Qué pasa? —inquiero.

—Gauna le dio el visto bueno a la misión en el Hipnosis, falta la firma de Christopher, pero el ministro se encargará de acordar lo que falta —explica— Te llamo para recordarte que debes prepararte. El martes temprano hay que partir al club.

Miro el teléfono, no sé si ya se cree la primera dama o mi odio da para que todo suene como si me diera órdenes.

—Bien —respondo seria.

—Sincronízate con las chicas, den su mejor esfuerzo para llegar al fondo de esto. Si Capturamos a uno de los grandes tendremos un triunfo más en la campaña de Christopher.

Es sencillo decirlo, hacerlo es otra cosa y soy netamente consciente de la importancia de los triunfos en inicio de campaña. Entiendo que ella colabore en algo que a mí me conviene, pero es molesto que le toque lo fácil.

Sonreír, posar, colaborar ¿Y yo? Debo soportar guarradas, manoseos, puños, tiros y peleas poniendo el pecho mientras otros ponen cara.

—¿Algo más? —pregunto por si de pronto tiene demandas pendientes.

—Pásale la información a Angela. Con Meredith ya hablé —dice antes de colgar.

Ese vínculo de "Hermanos" Me hastía primeramente porque de no haber llegado ya estuvieran en el altar si es que no lo estarán pronto y como ella dice no soy quién para reclamar ya que no es que tenga una "Relación" Y me vería ridícula reclamando tonterías.

Si me pongo a buscar pelea, Stefan es lo primero que me va a sacar en cara.

Vuelvo abajo y mis intestinos se vuelven nudos cuando Dick entra al comedor con la cara amoratada.

Se presenta con Milla, saluda a Luisa y el rostro de la pobre empleada es más de decepción que de otra cosa.

—Váyase —le digo. Me vale que esta no sea mi casa— Si Luisa no está en sus putos cabales yo sí.

—No empieces trifulcas otra vez que pelear no le hace bien a mi embarazo.

—¿Y la verga de este sí?

—Vete a tu casa y cuando se calmen las cosas hablamos, ahora estoy trabajando ¿Vale?

Me siento como si no tuviera manos.

—Deja tu maldito teatro —recojo todos los documentos que yacen en la mesa— ¡Tienes que descansar al lado de tu esposo y no estar fingiendo que todo está bien, porque nada lo está, Luisa!

—¡Simón se fue! —me grita cuando se levanta.

Prefiero salir del comedor para no discutir y se me viene detrás alcanzándome en la sala.

— ¡No voy a tardar años pasando página! Así que si no te gusta sal por esa puerta y déjame lidiar con esto a mi modo.

Quiero abrirle la cabeza y estrujarle el cerebro para que entienda.

—Él no es Scott —replico— Lou, No hay nada de malo en querer hablar.

—¿A qué viene la mención de ese cojonudo?

—Tienes miedo de que se burlen de ti como lo hizo, Scott sabiendo que Simón es diferente.

—Sea o no diferente no lo necesito, como tampoco necesito los consejos de ti que te la pasas de problema en problema.

—Si solo se tomaran el tiempo de hablar —le ruego.

—No, no y no —impone—¡No voy a vivir con un imbécil que no me sirve como hombre y no me juzgues por ser una mujer con cojones como tampoco pretendas que me convierta en una llorona inestable como tú...!

Calla de golpe, pero ya es tarde. Ya las palabras cortaron y me arde que vengan de una las personas que más quiero y como bien lo dijo. Si, soy una llorona inestable a la que se le encharcan los ojos con las palabras hirientes de su mejor amiga.

—Perdón. Es que... —se lleva las manos al vientre— ¡Mierda, lo estoy jodiendo todo!

—Déjalo.

—Raichil, no quise decir eso.

Lo mejor es que me vaya a casa, quito las lágrimas antes de encaminarme a la puerta, se me viene detrás, pero queda a mitad de camino soltando un aullido de dolor el cual evapora cualquier intento de huida.

—¡Demonios! —palidece, corro a tomarla y en cinco pasos estoy frente a ella.

—¿Qué pasa? ¿Dónde te duele?

Hiperventila llevándose las manos a la cadera y no sé qué hacer.

—¡Dorotea! —llamo a la empleada, pero Milla y Dick llegan primero.

—Contracción —mi amiga respira por la boca— ¡Necesito la bolsa del bebé!

La empleada sale corriendo mientras Luisa deja que el moreno y la portuguesa la lleven al sofá.

—¿Que hago mientras tanto? —inquiero desesperada— ¿Tienes algún analgésico? ¿Preparo té, agua?

—No puede tomar nada —advierte Milla.

—¡Voy a llamar a la ambulancia! —propone Dick.

—¡No! —se opone mi amiga— Me llevaran al primer hospital que se les atraviese y yo tengo todo preparado con mi obstetra,

Poco a poco va regulando la respiración.

—Enciende el auto y llévame al hospital militar —pide un poco más calmada.

Le arrebato la pañalera a Dorotea y corro afuera mientras Dick y Milla sacan a Luisa de la casa.

La rubia dice algo sobre medir el tiempo, pero yo estoy demasiado nerviosa para entenderlo y en vez de dar soluciones me pongo a discutir con Dick que insiste en acompañarnos.

—¡No se le ocurra subirse! —trono mientras Milla acomoda a Luisa y Dorotea se encarga de los papeles que debo llevar.

—Necesitas una mano masculina —insiste y me mantengo en mi punto. Solo rodeo el vehículo poniéndome al volante recibiéndole la carpeta a la empleada.

—¡No se le ocurra seguirnos! —advierto.

Milla acompaña a Luisa atrás y hundo el pie en el acelerador enrumbándome al hospital.

—¿Cómo te sientes? —trato de distraerla, esta pálida y con la frente perlada por el sudor.

—¡Duele como la mierda!

Busco el móvil y marco el número de Simón. Su mujer está gritando atrás y tengo que esquivar a cuanto vehículo se me atraviesa.

«Contesta, contesta, contesta» Ruego llevándome el móvil a la oreja.

—Ho...

—¡Luisa va a tener el bebé! —exclamo. 

—¡¿Que? ¿Ya?! —de la nada habla como si empezara a correr— Pero todavía no se cumplen las semanas.

Acelero cuando tomo la avenida.

—Se adelanto o no sé qué demonios, pero pasó y voy rumbo al hospital militar.

—¡Te veo allá!

Suelto el teléfono enfocándome en la carretera y en menos de media hora estoy en el centro médico.

Salgo disparada por una silla de ruedas, Milla me ayuda con las cosas, un camillero trata de calmarnos, pero yo solo quiero que el médico pare las exclamaciones de Luisa.

—¡Haz algo, joder! —me reclama— ¡Siento que se me va a partir el culo!

Aparto al camillero tomando el mando de la silla de ruedas, me jode que la gente se torne lenta en este tipo de momentos.

—¡Señorita es mi trabajo! —me quita otra vez la silla.

—Si es su trabajo hágalo bien.

Luisa vuelve a gritar y esta vez la contracción desata el llanto.

—¡No hagas eso que me pones nerviosa! —le grito a mi amiga y definitivamente no sé cuál de las dos está más estresada.

—¡Me voy a morir!

Se aferra a mi mano de camino al ascensor y Milla es quien trata de calmarla repitiendo una y otra vez que lo tomemos con calma.

—¡Soy una maldita perra! —Luisa sigue llorando— No quería decirte lo que dije, Raichil lo siento muchísimo.

—Basta con eso, el bebé es lo que importa ahora— me agacho frente a ella— Solo respira y...

Intenta hacerlo y la abarca otra contracción, las puertas se abren y el camillero se apresura a la sala de maternas.

—Lo siento, pero no puede pasar...

—Si no es con mi amiga no entro —se opone Luisa.

—Señorita...

—¡Que no entro! —planta los pies en el suelo.

—Luisa —Milla trata de hacerla razonar.

—¡No entro, joder! —exclama— ¡Pago miles de libras por el puto seguro médico!

El camillero la entra a la fuerza cerrándome las puertas en la cara.

—Va a estar bien —me tranquiliza la portuguesa.

Los minutos siguientes son angustia total. Aprovecho para avisarle a las chicas, Simón no tiene cobertura y no hago más que pasearme de aquí para allá con el móvil en la oreja suplicando al cielo que el soldado griego no me falle ahora.

—Rachel James —me llaman a la media hora.

—¡Yo! —corro a la entrada de la sala de maternas.

—Su amiga requiere su presencia —me indica la obstetra— Está en cinco de dilatación con riesgo de entrar en tensión arterial alta y si no logramos calmarla se complicará el parto.

—¿Qué hago?¿Que traigo? —inquiero desesperada— ¿A quién llamo?

—Entre o no dejará de gritarle al personal —me entrega un gorro y una bata azul— Despréndase de cualquier tipo de accesorio.

Me voy al baño que me indican a quitarme la chaqueta, el brazalete y los aretes. Echo todo en la caja que me dan y lo dejo en el estante que guarda las cosas personales de los visitantes.

—El collar también —me indica la enfermera que espera en la entrada de la sala.

Llevo la mano a la cadena que me cuelga. No puedo dejar un diamante en una caja en un estante a la deriva, así que me devuelvo a donde Milla para que me lo guarde.

—¿Podrías asegurarme esto mientras salgo? —suelto el broche.

—Claro —lo recibe metiéndoselo en el bolsillo.

—Ten cuidado ¿Vale? —me acomodo la bata y el gorro antes de entrar.

Me lavo las manos y la enfermera me guía a la camilla donde yace mi amiga, hay otras tres mujeres en trabajo de parto.

—¡Mátenme! —es lo primero que exclama cuando me ve.

—Trate de calmarla —se va la enfermera.

—Pensemos en los ejercicios prenatales.

—¡Eso no sirve para una mierda! —llora.

—Recuéstate, respira...

Los labios le tiemblan y trato de poner un tema de charla, pero me corta a cada nada con llanto y exclamaciones.

—Llevas meses preparándote para esto, es imposible que olvides todo de la noche a la mañana.

La obstetra llega a tomarle el tacto y está en siete, pero la tensión se la está subiendo a niveles alarmantes.

—No eres hipertensa, no entiendo de adonde viene este cambio repentino —se preocupa la obstetra— Debe haber algo que te está disparando la tensión.

No sé si tenga algo que ver, pero para mí que son las preocupaciones de los últimos días. El montón de cosas que tiene acumulada y está reprimiendo a las malas. La doctora vuelve a irse y compruebo mi teoría cuando a mi amiga se le salen las lágrimas mirando a la pareja de al lado.

—Tengo tanta rabia —me dice— Así no tenía que pasar, mis planes eran totalmente diferentes.

—No hay que pensar en eso ahora.

—Simón es un hijo de puta, me dejo sola en todo el embarazo y ahora también.

Rompe a llorar y esta vez son sollozos tan profundos que me quiebran por dentro.

—Voy por él, solo aguarda un par de minutos más.

Me apresuro afuera y las chicas se levantan cuando me ven. Están con Patrick y Milla

—¿Ya nació? —pregunta Brenda.

—No, está muy alterada y puede tonarse peligroso —le entrego la bata a Alexa— ¿Alguien tiene idea de dónde esta Simón?

—Le estoy llamando y no me contesta —comenta Patrick.

—Hay que rastrearlo —corro afuera— Dime donde esta y vamos por él.

Nos encaminamos juntos al ascensor con móvil en mano. A Patrick el cargo le da para rastrear a cualquier soldado en cuestión de minutos.

—Está a un minuto —Patrick frunce el cejo cuando estamos a fuera.

Busco el Jeep en la avenida que tenemos enfrente, pero no lo veo por ningún lado.

—¿Un minuto? Debe estar fallando el rastreador porque...

Una bicicleta se estrella con el puesto de periódicos que tenemos enfrente provocando que las hojas salgan a volar.

—¡Ya llegué! —se levanta el ciclista; Es Simon— ¿Dónde está Luisa? ¿Ya nació el bebé?

Cojea hacia nosotros.

—¿Por qué vienes en una bicicleta? —inquiere Patrick ofreciéndole el hombro para que se apoye.

—Me incautaron el auto porque atropelle a mis propios escoltas —se apresura adentro.

Este hombre es un desastre por donde se le mire.

—Señor, debe pagar los daños... —reclama el de los periódicos.

—Amigo luego lo solucionamos —lo aparta Patrick mientras arrastro a Simón al ascensor.

Por suerte la enfermera deja seguir a Simón sin problema, vuelvo a colocarme la bata y entramos juntos a la sala de Luisa, pero mi amiga ya no está sola. Está rodeada de un médico, la obstetra y una enfermera.

—Está en 9 avisa la obstetra —entran camilleros sacándola a una sala aparte.

—¡Al fin! —se emociona Simón yéndose al cabezal de la cama y hago lo mismo dándole ánimos a mi amiga que no deja de retorcerse de dolor.

—Viniste —Luisa deja que su esposo le tome la mano.

—Puja cuando te lo indique —pide la obstetra.

El primer pujo no sirve para nada.

—¡Vamos otra vez!

—Puedes hacerlo —la animo Simón emocionado.

—¡Puje!

Se aferra a mi mano y nada.

—¡Con más fuerza! ¡Vamos otra vez!

—¡No puedo! —llora.

—No está pujando bien, señora Miller.

—¿Como que no? —se enfurece Simón— Algo anda mal, ella ensayó esto miles de veces.

—¡Me duele mucho!

Simón intenta acercarse.

—Manténganse en su puesto... —advierte la obstetra.

El pendejo no acata la advertencia.

—¡Simón, no! —trato de detenerlo y...

—Eso es... —se desploma en el piso arrasando con la bandeja que sostenía el material quirúrgico.

—¡Joder, ni para esto sirve! —exclama Luisa.

—¡Puje! —ordena la obstetra.

Me dan ganas de ahogar a Simón con el suero cuando dos enfermeros deben sacarlo a rastras mientras yo soy el pilar de apoyo de mi amiga.

—¡Una vez más! —pide la doctora.

—¡Vamos que eres una mujer con cojones!

Puja con todo lo que tiene y el corazón me da un brinco cuando escucho el llanto del bebé.

—Muy bien señora Miller —celebran todos.

—¿Qué es? —pregunta Luisa agitada mientras cortan aquí y allá.

Los doctores están tan concentrados en la tarea que no dan respuesta de nada y el bebé no para de llorar.

—¿Qué es? —insiste Luisa.

La obstetra sigue con lo suyo y me voy al lado de la enfermera que tiene a la nueva criatura.

—Que pulmones tiene esta señorita —dice.

—¡Es una niña! —grito emocionada y Luisa rompe a llorar otra vez.

Nunca se me va a olvidar la cara de Luisa Banner al momento que le entregan a su hija.

Esos ojos cargados de lágrimas y la sonrisa más hermosa que le he visto.

—Harry tiene una prima —dice y asiento llorando también.

La abrazo besándole la coronilla agradeciéndole a Dios por permitirme vivir este tipo de momentos.

Trasladan a mi amiga a una habitación, por suerte logro persuadir a todo el mundo acompañándola en el proceso.

En los masajes previos al parto, cuando la bebé come por primera vez. Estoy atenta todas las indicaciones del médico y llega un punto donde Luisa cae rendida en la cama y me quedo al lado de la bebé vigilándole el sueño.

Acaricio la punta de la pequeña nariz pasando los dedos por las manitas empuñadas y la piel rosadita. Es como una muñeca de carne y hueso.

Mi amiga siempre me lleva la delantera cuando de sueños se trata.

Se casó primero, fue feliz primero y ahora es madre primero que yo. Irónico teniendo en cuenta que en cierta etapa de su vida (Cuando terminó con Scott) Dijo que no quería ni hijos ni hombres.

Por mi parte siempre tuve un plan trazado con un buen esposo y un lindo matrimonio con hijos. Es que cuando creces en una familia llena de amor tiendes a soñar con lo mismo.

Lástima que todo se fuera a la mierda gracias a la aleación de cinco drogas letales. Por la bella maravilla creada por Antoni Mascherano la cual me condeno a ser una mula estéril incapaz de procrear ya que si se me ocurre tendría más contras que pro.

Por esto y más lo odio como lo odio. No solo me arrincono, sino que también me quito una de mis ilusiones ya que, aunque me niegue aceptarlo ni en mil años estaré los suficientemente sana para concebir.

—¿Esta dormida? —Simón asoma la cabeza en la puerta.

Afirmo.

—¿Cómo te sientes?

—Genial —entra con una sonrisa de oreja a oreja— Tengo que conocerla ya o me matara la emoción.

Desde su punto no ve a la criatura que está en la pequeña cuna. La saco con cuidado mientras se acerca limpiándose las manos en el pantalón.

—Es muy pequeña —deja que la coloque en sus brazos.

—Roguemos que no sea como tú.

La arrulla y los ojos se le llenan de lágrimas.

—Parezco una nenaza llorando a cada nada —me da la espalda para que no lo vea.

—Efecto secundario de la paternidad.

Se sienta con ella al lado de la ventana por largo rato. Luisa se despierta a comer y solo lo mira de vez en cuando, medio cruzan palabras cuando él le pregunta cómo se siente y ella responde que bien.

Quiero tomarlos del cuello y pegarlos para que se besen como en aquellos tiempos donde sus muestras de amor me asqueaban.

Dos horas después hacen pasar a las visitas, Luisa está en una habitación doble donde hay cabida para todos, hasta para Bratt que llega con un detalle para la bebé.

Laila toma las fotos, Alexa y Brenda dan consejos de maternidad, Patrick está burlándose del Simón por el desmayo mientras Bratt se hace a mi lado preguntándome como fue todo.

No es que estemos muy bien que digamos, pero este tipo de momentos suele unir a la gente y por mi parte no es que quiera tener conflictos con mi ex.

¿Para qué? Compartimos demasiado como para terminar siendo enemigos, tenemos un montón de amigos en común y es obvio que tendré que verlo seguido.

Le tengo cariño y no puedo desmentir que me gusta tenerlo más de amigo que de enemigo.

Simón se va atender una llamada afuera, Luisa no disimula el enojo cuando tarda y se pone peor cuando vuelve.

—Por aquí —la mayoría se queda en silencio cuando entra guiando a sus hermanos adentro.

Me molesta que los observen como si fueran extraterrestres.

—¡Sobrina! —aplaude el niño especial emocionado y su hermana lo toma de los hombros para que no se acerque demasiado a la camilla.

—¿Me la prestas un segundo? —le pregunta Simón a mi amiga y está a duras penas asiente.

Levanta la bebé en brazos acercándola a su hermana.

—¿Como se llama? —pregunta Corinna.

—Peyton —responde airoso.

—A mamá le hubiese encantado.

—Es muy lindo —trato de romper el silencio sepulcral que gira entre ellos— Completo es: Peyton Miller Banner.

La chica me mira y le extiendo la mano a modo de saludo.

—Me llamo Rachel James y ellos son Patrick, Laila, Alexandra, Brenda, Luisa y Bratt —los señalo a todos— Somos amigos de la familia.

—Entiendo, me atreví a traer esto —le entrega la bolsa que carga a Simón— Es el peluche que te dieron de pequeño y nunca soltabas.

Lo saca del empaque.

—Cielo santo —a Simón se le encharcan los ojos— Fue mi primer regalo de navidad —pierde los ojos en el elefante de peluche— La única cosa que pudo comprar mamá estando sobria.

—No se lo acerques —habla Luisa— No esta esterilizado y no es bueno que los niños carguen con las represiones del pasado.

—Yo lo guardo —tomo el muñeco— Se vera bonito en el estante hasta que pueda jugar con él.

—No —me contradice mi amiga— Es de Simón no de ella y ya denme a la bebé que debo alimentarla, ya luego la vuelven a cargar.

—Vamos Mateo —Corinna percibe la tensión.

—Pero no tomamos fotos con sobrina —alega el niño.

—Para eso habrá tiempo de sobra —lo animo y el pequeño me sonríe.

—¿Prometes?

—Por supuesto.

—¿Puedes prestarme tu auto? —le pregunta Simón a Patrick— Los llevo y vuelvo enseguida.

—No te molestes —sigue Luisa— Eres libre de quedarte, Rachel se quedará conmigo hoy.

—Si Simón quiere acompañarte yo no tengo problema —digo.

—Déjalo que se vaya —insiste— Si no quieres quedarte tú tampoco pues me quedo sola, eso es lo de menos.

Simón acaricia la cabecita de la bebé antes de irse seguido de sus hermanos, Patrick y Bratt.

«¡Qué cosa más frustrante»

—No quiero echarle leña al fuego —habla Brenda— Pero te estas pasando ¿Represiones del pasado?

—Es lo que es. Ellos tienen traumas que tratar y no van a contaminar a mi hija con eso.

—No seas exagerada —alega Alexa desde el sofá— Ella no sabe qué padecen eso.

—Yo sí.

—Es la tía, te guste o no —secunda Brenda.

—Yo estoy con Luisa —se opone Laila tendida en el sofá— Esa mujer tiene cara de reprimida y Luisa no está en el deber de ser amable con desconocidos, Simón es un mentiroso que los prefirió a ellos y se me hace una falta de respeto que los traiga a un momento tan privado y familiar.

—No me parece —alega Alexa— Si de familias se trata ella tiene más derecho que nosotras empezando porque es la hermana de Simón y es el único lazo biológico que tiene.

—No vayan a empezar con debates, que me resbala si es o no la tía primeramente porque no la conozco y tampoco la necesito —refuta Luisa— Simón ya eligió con quien se quedaría así que no joda ahora dándoselas de padre ejemplar.

—Tu no jodas con lo de mamá empoderada. Simón es el papá...

—Es un abusivo, mentiroso que se gastó mi dinero en algo que no se inmuto en consultarme.

—Lo entiendo, de hecho, lo entendemos todas —dice Brenda— Pero el dinero es para calamidades y no sabemos si lo del niño era peligroso.

—No quita que siga siendo mi dinero.

—Ay seamos realistas, Simón gana mucho más que tú en caso de separación todo se va mitad y mitad, aunque el haya invertido más en el patrimonio y no lo justifico, pero lo que tomo no es nada comparado con todo lo que tienen ahorrado —le suelto— Ya deja de actuar como zorra celosa, madura y haz un esfuerzo por recuperar tu hogar.

—Oye esto no va al caso —se levanta Laila— Pero Gema está inundando las redes con fotos de ella y el coronel.

—¡Esa perra me tiene harta! —la rabia se empeora.

—Y dices que la inmadura celosa soy yo —se burla Luisa— Tu que no eres capaz de exigirle al coronel que definan la relación de una vez por todas.

—Sabes que no me hagas caso, deja que todo se vaya a la mierda como mis putas relaciones.

Me llevo la mano al pecho recordando que Milla aún tiene el collar, estuvo aquí y no me lo entrego, ni comento «¡Joder!» Salgo disparada afuera como alma que lleva el diablo.

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆ 

Bratt.

Hago fila en la máquina de café mientras saco el móvil para llamar a Meredith. No le hable en toda la mañana y con el afán del asunto de Simón no tuve tiempo de responderle los mensajes.

—Hola cielo —contesta al segundo pitido.

—Hola linda —me meto las manos en el bolsillo de la chaqueta— ¿Cómo va tu día?

—Extrañándote...

—Momento... —la interrumpo cuando capto el sonido del tráfico— ¿Estás hablando conmigo mientras conduces?

—Tengo manos libres, así que no te preocupes. Voy a verme con Frey. Quiere ultimar detalles con la práctica para que todo quede perfecto.

No me agrada el papel de las nórdicas sencillamente porque se presta para muchas faltas de respeto «Todavía tengo presente lo que paso con Christopher» Sin embargo es justo y necesario, ya Gauna lo estipulo y no hay vuelta atrás.

—¿Cuánto tiempo tardarás? —indago— ¿Tendrás un poco de tiempo para mí?

—Siempre tengo tiempo para ti, termino y me voy para allá a eso de las 8 me tienes contigo.

—Ok. Me pondré en la búsqueda de un repertorio de buenas películas, tú pon la comida.

La escucho reír al otro lado de la línea.

—Vale, te dejo. Pensaré en ti en los movimientos sexys.

—Eso espero, ten mucho cuidado y recuerda que te adoro —le digo antes de colgar.

El término no tiene mentiras en dos años aprendí a quererla, puedo decir que mi "Te adoro" Es un "Te amo" Solo hay ciertas heridas y resentimientos por sanar. Dudas que me abarcan, pero tengo fe en dejar a un lado dedicándole el tiempo adecuado.

Ya no pienso en Rachel como antes, ahora es una cicatriz que solo duele de vez en vez. 

Cuando el instinto posesivo me gana y termino pensando en lo idiota que fui al no notar que se acostaba con Christopher y lo peor es que aún tengo la esperanza de que reaccione y termine con Stefan y no con ese hijo de puta.

Ya hay rumores, murmullos y cuchicheos sobre los dos. Ya hay soldados que me miran codeándose entre sí cuando entro a ciertos lugares.

¿Por qué? Sigo siendo el capitán que se vio envuelto en el escándalo amoroso más grande de la FEMF dejándose bajar la novia del mejor amigo.

Ya paso, pero a la gente no se le olvida y me enerva imaginar lo ridículo que me veré si esos dos llegan anunciar algo «Aunque dudo que la candidatura lo permita» Gema me agrada, pero mi hombría quiere y aclama que gobierne al lado del mastodonte.

—Capitán —me saluda Milla— ¿Cómo esta?

—¿Bien y tú? —me inclino a darle un beso en la mejilla. La rubia me sigue rondando en la cabeza por más que intento apartarla, es como una tortuosa fantasía.

—Bien, gracias por preguntar. Supongo que está feliz por lo de la bebé.

—Por supuesto, seré el padrino de una hermosa niña llamada Peyton.

—Genial, los niños siempre traen alegría —se esconde un mechón de cabello tras la oreja— Lamento incomodarlo tanto, pero es que no sé si recuerde el formato que le di hace unos días. La declaración de lo sucedido en el centro. Sé que no es su deber, pero mi corporación la necesita para asegurarse de que ninguno de los sacerdotes vuelva a salir.

—La FEMF puede encargarse de eso.

—Si, pero no está de más quitarles privilegios. Ese tipo de gente hace lo que quiere estando encarcelado, para la muestra el caso de Antoni que vive como rey en prisión.

Me aparto de la fila que no parece avanzar nada. Tiene mucha razón, el que los sacerdotes sean delincuentes no quita que se den sus privilegios estando en prisión.

—Es poco lo que me falta, la terminare hoy y te la llevaré mañana a la central.

—Es que el último plazo de envió es a media noche —sonríe nerviosa— No es por sonar odiosa, pero se lo pedí hace días... Entiendo que tenga mucho trabajo con lo de la campaña y las investigaciones.

—No me trates de usted, se escucha un poco raro.

—Vale, pero ¿Podríamos ir a tu casa por el informe? El capitán Miller ya se fue y no creo que a Luisa le importe.

A Luisa le da igual mi presencia.

—Si es tan importante para ti, adelante.

—Gracias.

Bajamos abordar el Audi y ella se concentra en las carpetas que carga y me resulta incómodo no reparar lo bonita que es.

Dicho atractivo me llevo hacer lo que hice y ya lo hablamos, de hecho, me disculpé, la FEMF nos colocó en un cara a casa psicológico y ella demostró que lo vio como algo netamente laboral.

Después de eso hemos tomado café, almorzado y compartido varias veces. Esta de lleno en la investigación del HACOC y como capitán me veo obligado a trabajar con ella más de lo que me gustaría.

—¿Como esta tu hijo? — trato de mermar el silencio.

—Con los abuelos, hace poco me enviaron una foto de los exámenes finales y saco un excelente promedio.

—¿Entrara a la FEMF o la OMDH?

—A ninguno, los abuelos no lo permiten, perdieron a su hijo y no desean repetir la historia. Al niño tampoco le interesa, está enfocado en la música.

Habla y yo procuro disimular lo sexy que se oye su acento. Estando en el convento se veía tan recatada y ahora es algo totalmente diferente; Inteligente, abierta y extrovertida.

Entro a las calles de Kensington y aparco en la torre residencial donde vivo.

—¿Subes? —pregunto por educación— Me tomara un par de minutos terminar la declaración.

—Sí —responde sin problema— Hace frio aquí.

No me gusta la tensión que surge de la nada cuando subimos. «No quiero que me surja la misma locura que me invadió en el centro» Abro la puerta dándole paso y se queda anonadada reparando todo.

—Impresionante —da una vuelta en el vestíbulo— Por cosas como estas es que reitero que los soldados de la FEMF nadan en dinero.

—El pago es muy bueno, pero este apartamento fue un regalo de mis padres el día que me gradué.

—Tus padres tienen muy buen gusto.

—Gracias ¿Quieres beber o comer algo?

—Estoy bien así, gracias.

—Si quieres conoce el sitio mientras termino todo—me encamino al despacho— Estas en tu casa.

La dejo en la sala y me pongo en la tarea de terminar los solicitado, todavía tengo cargos de conciencia y me repudio por lo que paso, pero estoy tratando de ser un profesional enfocándome en lo que realmente importa.

Procuro no desviar la atención cuando la portuguesa entra reparando la pared que sostiene mis títulos y reconocimientos.

—Cuánto mérito —comenta— Supongo que eres uno de los opcionados para el cargo de coronel si Christopher asciende a ministro

—Estaría entre Parker y yo ya que contamos con el mismo número de medallas.

Repara los títulos por largo rato y empieza a pasearse por el despacho. Sigo con lo mío hasta que mi jarrón hebreo cae al piso reventándose en un montón de fragmentos.

—¡Perdona solo quería ver la inscripción! —se disculpa alarmada— ¡Lo arruine!

Se agacha a recoger y me levanto de inmediato.

—No importa, la empleada lo recogerá mañana.

—No puedo dejarte este desastre.

—Te vas a cortar las manos —advierto y así pasa.

—Milla no es necesario —la levanto.

Se cortó la palma y está sangrando.

—Perdona, yo solo...

—Voy por el botiquín.

Vuelvo con la caja y tomo su mano para limpiar la cortada.

—No puedes manipular algo tan cortopunzante sin guantes.

—Apuesto a que vale un montón de libras y a ti solo te importa la cortada.

—Lo material siempre se recupera.

Me tomo el tiempo de curarla y colocarle una bandita, la cercanía tensa un poco el ambiente y tal cosa empeora cuando levanto el rostro encontrándome con las esmeraldas que carga como ojos.

De la nada el corazón me late más rápido y mis extremidades se van tornando temblorosas, los labios se resecan al igual que mi garganta cuando ella sostiene la mirada pese a la cercanía de mi boca.

Quiero evitarlo, detenerme, pero en vez de dar un paso atrás me impulso hacia delante atrapando sus labios en un beso desesperado.

«¡No!» Me regaño.

—Lo siento, disculpa... —razono apartándome con la misma velocidad que llegue— Es que tú...

Soy yo el que calla ahora cuando su boca vuelve acercarse besándome con maestría ahogando el gemido que surge de su garganta y me gusta.

Me gusta que su lengua toque la mía y sus manos se aferren a mi cabello llevándome contra ella.

Ella me atrae y aunque no sea del tipo de hombre al que le guste engañar me siento impotente ante la rubia portuguesa.

El beso se alarga y trato de pensar en Meredith en valerme de lo nuestro para evitar esto, pero no. Me duele, pero no hallo la fuerza capaz de aniquilar las ganas que surgen.

Alzo a Milla luchando con su ropa en el camino y la desnudo por completo cuando llegamos al pie de mi cama, yo la beso ella me desviste liberando el miembro erecto que se levantó mil veces pensando en lo sucedido en el centro.

Me coloca el preservativo que cargo en la billetera antes de abrirse de piernas en las sábanas blancas, dejo caer las rodillas frente a ella y antes de entrar le doy un lameton a su sexo perpetuando su sabor en mi lengua.

Le sujeto los brazos por encima de la cabeza hurgando en su canal mientras ella contonea las caderas de una forma sutil y deliciosa «Milla» Tengo claro que es ella y aunque quiera a Meredith, las primeras veces pensé en Rachel mientras se lo hacía.

Pero con la portuguesa es diferente, sé que es ella. No tengo que pensar en el cabello negro azabache que ame por años y hasta ahora parecía destronable.

Estoy excitado con los mechones color oro que se le han escapado del moño, con la piel pálida que se torna roja bajo mi agarre y las piernas que me aprietan los glúteos incitándome a que me siga moviendo.

Ella no es Meredith, no es la pelirroja que quiero y me quiere, pero se siente bien saciar las ganas, liberar la tensión frotar mi miembro contra su sexo mientras la beso soltando el gusto culposo que tanto me carcomía.

Desahogo todo en látex del preservativo que me cubre la polla y no la monto solo una vez, son dos veces seguidas donde recalco y me convenzo de que me acabo de convertí en lo que tanto quise destruir.

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