LUJURIA - (Ya en librerías)

By EvaMuozBenitez

182M 8.6M 57.4M

El mundo ardió volviendo cenizas a una mujer hecha para pecar. Ahora la lascivia le ha dado paso a una latent... More

YA EN LIBRERÍAS
ADVERTENCIA
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CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPITULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPITULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPITULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
EL LEGADO PREVALECE.
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 37 II
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPITULO 41
CAPITULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
CAPÍTULO 53
CAPÍTULO 54
CAPÍTULO 55
CAPÍTULO 57
CAPÍTULO 58
CAPÍTULO 59
CAPÍTULO 60
CAPÍTULO 61
CAPITULO 62
JAQUE MATE
CAPÍTULO 63
CAPÍTULO 64
CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 66
CAPÍTULO 67
QUERIDA RACHEL.
CAPÍTULO 68
MINISTRO
CAPITULO 69
CAPITULO 70
CAPITULO 71
CAPITULO 72
CAPITULO 73
CAPITULO 74
CAPÍTULO 75
EN OTRO LADO
CAPITULO 76
CAPITULO 77
CAPITULO 78
CAPITULO 79
CAPITULO 80
OPERACION RESCATE
CAPÍTULO 81
CAPÍTULO 82
GOODBYE.
CAPÍTULO 83
CAPÍTULO 84
CAPÍTULO 85
CAPITULO 86
CAPITULO 87
KARMA PARTE 2
KARMA PARTE 3
Extra: Felices fiestas.
CAPITULO 88
CAPITULO 89
¡NO ES UN CAPITULO, ES UN EXTRA!
CAPITULO 90
CAPITULO 91
CAPITULO 92
EPILOGO

CAPÍTULO 56

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By EvaMuozBenitez



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Game Over.

Christopher.

La ansiedad me carcome, siento que todo me estorba. El ambiente, el trabajo, la gente. La falta de sueño me está cobrando factura tanto como las ganas de coger.

Los candidatos y equipos políticos están reunidos en la sala de juntas. Hay que presentarle propuestas al concejo y todo el mundo trata de verse como la mejor opción.

El traje me pica al igual que las ordenes de Alex y Regina que no paran de exigir pendejadas. No los soporto y con disimulo me levanto yéndome a la ventana, yo necesito ponerle punto final a esto matando dos pájaros de un solo tiro.

Saco el móvil, busco su número y me llevo el IPhone a la oreja. La otra línea repica cuatro antes de:

—¿Qué demanda mi coronel? —contesta Rachel.

Tomo una bocanada de aire, me tiene tan cabreado y cachondo.

—¿Dónde estás? —ordene dos veces que se presentara en mi oficina y no me dan respuesta de nada.

—Trabajando —capto el sonido del tráfico— Parker me mando a investigar con Angela.

Como me jode que se pierdan cuando los necesito. Cristal me llama pidiéndome que me acerque y Regina se cruza de brazos al notar que no estoy tan concentrado como se debe.

—Termina rápido y vente para acá —demando— Te necesito en mi alcoba antes del atardecer.

—Lo siento, pero no —rompe con el formalismo— Tengo cosas que hacer y hoy no me apetece interpretar el papel de juguete.

—¿Disculpa?

—Como lo oíste, ambos sabemos que esta llamada no es con fines laborales —me dice— Y si no tienes ordenes coherentes, te agradecería que me dejes trabajar.

—¿Qué diablos te pasa? —me molesta que se ande con terquedades.

—Sabes lo que me pasa.

Pongo los ojos en blanco, no voy a soportar sus pataletas de frustrada, ayer tuvimos tiempo y salió con niñerías.

—Haz lo que te plazca —me harta.

—Lo haré...

—Bueno, suerte con ello...

—No la necesito.

Abro la boca para hablar y el pitido de la llamada me obliga a mirar la pantalla que muere en mi mano ¿Se atrevió a colgarme?

—¡Christopher! —me llama Regina.

Sacudo la cabeza volviendo a la mesa tragándome la rabia. Si quiere jugar así está bien, al igual ambos sabemos quién terminará buscando a quien.

La reunión acaba y Gauna me ataca con todos los pendientes del comando. Alex y Regina se van mientras yo solo tengo tiempo para cambiarme ya que debo encerrarme en mi oficina con Gema y Cristal.

Espero que todo este esfuerzo valga la pena; Que las trasnochadas, tratos hipócritas, cenas y obras benéficas me den el puto cargo de Alex. 

Sigo agotado y creo que se me estallara la cabeza junto con los testículos. Tengo a Rachel en la cabeza con la imagen erótica de su cuerpo desnudo frente a mi espejo tocándose las tetas con fascinación, mordiéndose los labios reluciendo el garbo lujurioso que me pone como un tren.

La polla se me hincha provocando que me incomode la tela del pantalón y mando la mano a ella acomodándola para que no duela. Necesito la jodida suplica al igual que sus labios sobre mi miembro, gimiendo y rogando que la penetre.

Basta de jueguecillos «Pienso cachondo» Voy hundir la polla en su coño y de paso me librare del pordiosero.

—Las encuestas nos favorecen —Cristal me acerca el periódico— El apoyo de Alex, Gema y Regina nos está dando ventaja.

No contesto, quiero que me dejen descansar, aunque sea un rato. Anoche creí que caería rendido en mi cama, pero no. Tenía la verga como una piedra y pese a que me descargue no fue suficiente.

—Mañana tenemos un desayuno con tres magistrados londinenses —continua Cristal— Regina ofrecerá una cena para el director general de la prensa ya que muere por conocer de cerca los lazos familiares de los Morgan. Tu abuela se lo concedió con una estrategia estupenda, ya que quiere acabar con el rumor de familia "Disfuncional" Demostrara que son más unidos de lo que creen y lo mejor es que Sara la apoya.

—Excelente idea —secunda Gema— Es bueno que conozcan el sitio donde se crio Chris.

—Leonel y Kazuki también están invitados, queremos que todos te conozcan de cerca.

—¿Para que? A nadie le incumbe mi vida personal—esta cosa de estar fingiendo es como si me apretaran las bolas.

—Es necesario, ellos harán lo mismo cuando tu viajes a su ciudad.

—Acaba con lo pendiente —se levanta Cristal— Mañana te tendré ocupado todo el día.

Gema se queda poniéndome al tanto de la misión de las nórdicas, ayudándome con todo el trabajo que tengo atrasado, cosa que sirve ya que el cansancio y el flujo de sangre a mi miembro me tiene desconcentrado.

Parker me informa que Rachel sigue con Angela rastreando a Drew y a Maricarmen y el resto del equipo está haciendo trabajo de inteligencia en los bares de expendio de HACOC, con Milla y el oficial Keller.

Me habla del próximo papel de Rachel, Angela y Meredith. Estará recluidas en un exentico club codeándose con criminales del bajo mundo con el fin de investigar quien, como y con qué están clonando la droga de los Mascherano.

—El plan implica mucho tiempo.

—Pero servirá para obtener buena información. Las nórdicas exigen trato de reinas, así que no tienes nada de qué preocuparte —le resta importancia— A la mafia no le gusta meterse con las nórdicas por el mero hecho de saber que tienen pretendientes por todo el mundo dispuestos a vengarlas si les pasa algo.

En eso tiene razón.

—Al igual Bratt estará al pendiente, supongo que tomará medidas para que no le pase nada a su novia y a su ex.

Reviso que el plan no tenga falencias.

—El trato de las nórdicas prohíbe cualquier tipo de droga contra su voluntad —aclara— Al igual les están pagando y ellos solo usan el HACOC en las víctimas del negocio de trata de blancas.

—No le daré el visto bueno todavía.

Continuamos con las órdenes de captura, aprovecho para redoblar las medidas de seguridad que resguardan a Antoni, me ocupo de las misiones pendientes, de las tropas secundarias mientras Gema se encarga de los resúmenes investigativos.

Reviso el móvil de vez en vez, Rachel no da señales por ningún lado y prefiero guardar el IPhone evitando atentar contra mis reglas. El trabajo me deja más agotado que nunca y Gema luce peor que yo bostezando cada cinco segundos.

—Estamos al día —recoge el material— Creo que quede con miopía, pero se cumplió con lo requerido.

—Vamos a comer —me levanto— No he probado nada desde el mediodía.

—¿Me estas invitando a cenar? —finge sorpresa—El cansancio te pone misericordioso, que emoción.

Empieza con los chistes mientras salimos y nos enrumbamos a la cafetería. Tomamos asiento uno frente al otro mientras la encargada nos ofrece el menú.

Rachel no se reporta, de hecho, Parker no habló de su llegada en el mensaje que me envió al IPhone resumiendo las labores que se hicieron hoy.

Aíslo la rabia, necesito comer y por lo menos cinco minutos de paz.

Gema no es mala compañía, no para de darme ánimos con la campaña hablando de números y ventajas que podemos usar.

Los soldados nos miran con la misma pregunta que ronda en la cabeza de todos ¿Qué somos y qué papel juega? La que más me harta con eso es Regina que después del enfrentamiento con Rachel no deja de asediarme con preguntas que me niego a responder y hasta Alex esta contra la espada y la pared con tanta jodedera ya que mi abuela no olvida el tema.

No tengo porque dar explicaciones de nada los hechos definirán el cauce de todo y para mí eso es suficiente.

Angela y Alan entran a la cafetería «Sin Rachel»

Como lo que me traen pensando en qué diablos está haciendo esa maldita tramposa como para no estar aquí. Sabe que me iré en pocos días y me huele a que quiere evitar las cosas para sobre guardar a Stefan.

A todo le huye. Acabo con la bebida justo cuando mi IPhone se ilumina con el nombre de Patrick.

—No contestes —me pide Gema— Se supone que ya acabaste con la jornada laboral y lo correcto es que vayas a dormir por lo menos siete horas seguidas.

Dejo que se vaya al buzón, pero Patrick insiste tres veces más y prefiero deslizar el dedo en el táctil a que me venga a joder.

—¿Qué pasa? —contesto.

—Necesito que vengas a la sala de interrogatorios, hay asuntos que requieren de tu cargo.

—¿Ahora?

—Es importante, te espero en la torre 14, en la sala ocho del pasillo número cuatro —cuelga.

La sien me palpita, esta gente no sabe hacer nada solos.

—Vas a enfermarte si sigues así — Gema sacude la cabeza, no le pongo mucha atención a la hora de levantarme dejándole dinero en la mesa.

El área está desolada, de hecho, no me avisaron que este edificio ya estaba en función. Se supone que lo están acondicionando con equipos de primera.

No hay guardias cuando entro, los pasillos están vacíos y la sala en tinieblas. Retrocedo asegurándome de estar en la correcta, pero me empujan dentro estrellando la puerta a mi espalda.

«Pero que...» No veo un carajo y mis reflejos responden cuando se me lanzan encima, el atacante trata de inmovilizarme, pero soy más ágil y me adelanto lanzándolo al piso. Se me abalanzan en la espalda e identificó que son tres y uno intenta echarle mano a mi arma mientras el segundo me toma del cuello tratando de inmovilizarme en tanto el tercero me sujeta los brazos.

Me veo en apuros cuando trato de girar sobre mi propio eje quitándome a las mujeres de encima, no es difícil deducirlo con la contextura y la fuerza que ejercen.

Un cuarto aparece mandándome dos rodillazos al estómago que me arquea, las mujeres aprovechan para empujarme a una silla mientras el cuarto aparecido me entierra la mano en la clavícula usando maniobra de inmovilización. El dolor se extiende de tal manera que mi entorno da vueltas haciéndome perder el conocimiento.

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆  

Abro los ojos de golpe, la pequeña sala ya no esta tan oscura. Hay una bombilla con luz tenue, una mesa a pocos metros y Dirty Mind suena no sé de adonde. Hace calor, estoy sudando y sin playera, trato de mover las manos, pero las tengo atadas a los barrotes de la silla.

—Buenas noches, coronel —hablan a mi espalda.

«Rachel» Su voz y el tacto de su lengua alrededor de mi oreja me engorda la polla en cuestión de segundos.

—Es obvio...Pero permítame reiterarle que ha sido secuestrado con el fin de ser sometido.

—Voy a encerrarte por...

Corto las palabras cuando me rodea. ¡Maldita sea! Se me tensa hasta al último musculo con el atuendo que trae; Viene de cuero con sostén, arnés y bragas luciendo collar y muñequeras como una autentica dominatrix. Solo está cubriendo lo necesario con detalles extravagantes. Las botas altas le llegan más arriba de la rodilla y dos trenzas negras le caen bajo los hombros.

Los ojos azules no se ven tan inocentes delineados y con sombras oscuras que resaltan la malicia que se carga. Alarga la mano tomando una fusta de la mesa «Le voy a azotar el culo con ella» Por loca y desquiciada.

El mero hecho de verla así me retuerce las muñecas ansioso por tomarla del collar y darle un buen escarmiento.

—Juega limpio y suéltame las manos... —agito las esposas.

—¡Calla! —estrella la fusta dos veces en mis pectorales— Solo hablarás cuando te lo ordene.

—¡Suéltame! —vuelvo a exigir. No me gusta sentirme vulnerable, ni que me den ordenes en asuntos fuera de lo laboral.

Da un paso adelante tomándome del mentón con fiereza, la ira le tiñe los ojos empeorándolo todo ya que su ira solo me la termina de poner dura.

—Vas a lamentar esto —la distracción no deja que logre desatarme.

—¡Joder, cierra la puta boca! —me toma del nacimiento del cabello abriéndose de piernas sobre mí. Me le burlo, tira con más fuerza y logro zafarme sin contener el impulso de estamparle un beso en la boca ganándome la bofetada del siglo.

No me importa, estoy tan cachondo que alzo la pelvis por inercia tratando de que sienta la verga que muere por taladrarle el coño.

—¿Los golpes te prenden? —vuelve a tirar de mi cabello— Que masoquista me saliste putico.

No me besa, me muerde los labios deleitándome con la electrizante sensación que desencadena sus uñas arañandome el torso.

—Para que quede claro quién es la única dueña de todo esto —balancea la cadera sobre mi erección.

Toxica me gusta más, ¡Dios! No se puede ser más bipolar con esta mujer. El ardor desaparece cuando baja a mi cuello y luego a mis bíceps chupeteando y lameteando las zonas donde estrello el cuero.

—Rachel, suéltame... —procuro mantener la compostura, no va acabar bien porque no soy el tipo de hombre que se deje quitar el control.

Sus manos viajan a la pretina del pantalón soltando el falo duro y doloroso. La temperatura parece subir más y más mientras nuestras miradas se cruzan logrando que me pierda en los ojos lascivos que me miran como loba en celo.

Toma el tallo arremolinando la lengua en el glande resbaladizo soltando gemidos suaves. Le gusta, la conozco tanto como para saber que le encanta prenderse y mamarla. Lame el falo, aparta la boca y empieza a masturbarme con destreza sin perder contacto visual, el ir y venir, el subir y bajar me envuelve en un frenesí que envía pálpitos a mi miembro... Echo la cabeza atrás avecinando el derrame justo cuando me suelta la verga dejando que el falo se estrelle contra mí abdomen.

Me siento usado y ridículo porque en resumen me está manoseando como si fuera quien sabe qué. Se pone en pie con la fusta en la mano mezclando la ira con el incontrolable deseo de hacerla pagar.

—¿Frustrado? —recuesta el culo en el borde de la mesa relamiéndose los labios mientras pasea la punta de la fusta a lo largo de mi clavícula.

Sacudo las manos en un nuevo intento de soltarme, pero la tarea queda a medias cuando el cuero recae tres veces en mi piel con azotes duros y sonoros. La furia me prende la sangre preso del ardor, pero no se amedranta, por el contrario, vuelve azotar.

—¡Basta! —exijo y me clava la punta debajo del mentón obligándome a mantener la cabeza erguida.

—¡Implora! —demanda y aparto la cara.

—¡No! ¡Y ya deja tu puta locura!

Tuerce la boca en una sonrisa coqueta.

—Eres un pésimo sumiso —sigue acariciándome la piel con el cuero— Y un pésimo amante también cohibiéndome de las arremetidas de tu polla sabiendo lo caliente que estoy.

La distancia es mínima cosa que me permite detallarla.

—Ruega tú y acabemos con esto de una vez —espeto.

Sacude la cabeza.

—Tengo rabia todavía.

Paso saliva cuando suelta las tiras de las bragas deshaciéndose de ellas, las veo caer al suelo y... ¡Joder! La puta imagen que ofrece amenaza con desbordarme la leche de la polla.

Se sube a la mesa abriéndose de piernas mientras se acaricia la cara interna de los muslos dejando a la vista el coño húmedo y rosado, a este punto ya ni sé qué cabeza me duele más. Se pasa la lengua por los dedos antes de bajar abrirse los pliegues estimulándose con premura. Todo se dispara con el sonido encharcado que emerge cuando introduce los dedos a su canal empapado.

—Estoy empapada...

Se me secan los labios, la erección me duele demasiado y las muñecas me arden de tanto forcejear con las esposas.

—Como quisiera que fueras tú —vuelve a introducirlos echando la cabeza hacia atrás. Su clítoris es una perla roja e hinchada... Un leve toque, sé que un leve toque desencadenaría el orgasmo.

Bajo la cara apretando los ojos, no me creo capaz de lidiar con esto y siento que estoy cayendo a un pozo de profundo desespero. Miro mi miembro que no hace más que palpitar, la temperatura no me ayuda, sus gemidos tampoco y ya todo está rayando a tortura sexual.

La punta del pie enfundado en las botas se posa en mi mentón alzándome la cabeza.

—¡Mírame! —jadea y vuelvo apartar la cara.

Demasiado tensión, demasiado voltaje. Las venas se me remarcan en el miembro que no deja de destilar fluidos.

—¡Ven! —las ganas me traicionan perpetuando mi vista en los jugos que suelta. Ya estamos a otro nivel, esta tan empapada y yo tan cachondo que estoy a nada de traspasar los barrotes de la maldita silla que me ata.

—Quiero correrme —jadea sin dejar de tocarse.

—¡Deja de hacer eso! —exijo molesto. Está desperdiciando todo lo que debería estar lamiendo justo ahora.

Yergue la espalda y baja de un salto abriéndose de piernas sobre mí no sin antes meterme los dedos en la boca.

—Pruébame.

Su coño baña mi verga mientras mi lengua relame hasta el último rastro de su néctar, estamos piel a piel, sin barreras, pero al mismo tiempo tan cerca, pero tan lejos.

—Puedo tocarme frente a ti toda la noche.

Hunde las manos en mi cabello besándome como posesa llevando las caderas de adelante hacia atrás rosando el clítoris en mi falo ¡Demonios! El éxtasis me abarca, parece que me estuviera fundiendo en las calderas del infierno mientras los arañazos, besos y chupetones van derribando el plan de defensa.

—Se avecina —gimotea reafirmando las caderas.

—Móntame —la corto. Ya no lo soporto.

—No te oí.

—¡Que me montes! —me va a dar un paro.

Sonríe alargando el momento con un beso feroz y pasional.

—No es así como debes pedirlo—jadea sudorosa.

No estoy para tonterías, tengo que eyacular, algo está amenazando con explotar y las muñecas ya no me dan más.

—¡Súbete! —vuelvo a pedir y sacude la cabeza.

—Suplícalo primero —me entierra las uñas en el cuello.

Por primera vez me siento entre la espada y la pared cautivo en esos ojos celeste. Medio se levanta paseándose el glande entre los pliegues y no resisto más, la angustia es demasiada y...

—¡Joder, basta ya! —suelto derrotado— Dime que quieres de una puta vez y deja que folle ese coño, que estas apunto de matarme...

Toma el tallo de mi verga acercándolo al borde de su entrada y la mera presión en la cabeza me atasca todo el paso del aire.

—El McLaren —el descenso es lento y tortuoso—Es lo que quiero y es lo que me vas a dar.

—No —ya no sé ni dónde diablos estoy.

—Si— Se aferra a mis hombros antes de cabalgarme—Imagínate lo sexy que me veré saliendo de esa maravilla y tú vas a darme ese gusto mi amor...

Su jodido mi amor es una maniobra de ataque contra mi razonamiento, me aturde porque me hechiza y normalmente no sé qué hacer con las cosas que me gustan. Todo se funde y se mezcla es una neblina de espesa adrenalina. La música, el éxtasis, el calor, el sexo, la angustia, ella... La suma es una bomba que explota en mis células acabando todo.

Arremete contra mi miembro, pero siento que no es suficiente. Me trago el dolor y no me importa malograrme las muñecas cuando forcejeo con el acero soltando las esposas, solo percibo el miedo en su cara cuando me aferro a su cintura levantándome de golpe.

La silla cae y no le doy tiempo de inmutar palabra, la pongo de espaldas contra la mesa, me aferro al collar que carga en el cuello y acto seguido le entierro la polla que se desliza sin problema debido a la humedad.

Tengo tanta rabia y estoy tan envenenado que por primera vez me siento incapaz de controlar la furia que me posee. Soy macho dominante en todo el sentido de la palabra y siento que me abofeteo hundiéndome en el abismo de la derrota y lo peor es que me prendió demostrando ser la única capaz de acabar con mi autocontrol.

Estrello la palma contra sus glúteos de solo recordarlo, jadea y lo repito cinco veces más.

—Muy ruda ¿Eh? —aferro los dedos al collar trayéndola una y otra vez contra mi verga, estrellando los testículos contra su coño mientras le doy una demostración de verdadero sexo duro.

—¡Otra vez! —pide como ninfómana desquiciada.

— ¡Maldita no sabes cuánto te odio!

La embato y contonea las caderas gustosa y desafiante.

—¡Ódiame más! —exige.

Entierro los dedos en su piel, acabo con las tiras de su sostén en tanto la lameteo, muerdo, marco y chupo y ella solo gime y jadea ansiosa y necesitada, y es esto lo que me... Pone al borde, ese incontrolable delirio de ninfómana insaciable que surge cada vez que colisionamos uno con el otro.

La volteo aferrándome a su cuello mientras sus piernas me abrazan y los tacones se me entierran en la piel. Quiero dejarla sin el orgasmo, pero no me creo capaz de sacarla en este punto de extremo desespero. Trato de disminuir el ritmo y me gano otra bofetada que me voltea el rostro cabreandome más de lo que ya estoy.

—¡Cógeme duro! —demanda rabiosa antes de chupetearme el cuello.

Ya no tengo plan B, ni siquiera tengo idea de lo que me espera, pero ya las cartas se pusieron en la mesa y haga lo que haga no podré luchar con todo lo que se avecina.

Gime para mí encaramada en mi verga, recibiendo embates precisos, violentos y salvajes mientras se arquea mordiéndose los labios y la escena me gusta. Ella aferrada a mis caderas con los pechos pegados a mi torso besándome de vez en vez mientras nuestras se exhalaciones se mezclan al igual que el sudor que nos recorre el cuerpo. El orgasmo la toma de una forma arrolladora llevándome con ella cuando siento como aprieta y succiona mi polla dejándose ir entre jadeos desesperados.

La dejo en la mesa apartándome en busca de aire y apoyo el brazo en la pared dándole la espalda lidiando con todas las sensaciones que me abarcan y me niego admitir «Va a acabar con mi cordura» Pienso un sinfín de cosas, en el sinfín de consecuencias...

—Ten —su mano recae sobre mi hombro entregándome la playera del uniforme.

Volteo a verla, se cubrió con un abrigo y apagó la música.

—Vete a descansar —ya no se ve tan dominante— Lo necesitas.

Me coloco la playera y salgo sin hablar. Estoy cabreado, pero a la vez no y no llevo la prisa que debería porque sé que viene atrás. Me peino el cabello con las manos cuando volteo a verla caminando despacio con las manos metidas en el abrigo.

—¡Anda rápido que no tengo toda la noche! —la detesto, en verdad que si. 

Detesto su belleza, sus juegos infantiles y que mientras yo estoy apunto del colapso ella sonría.

Me alcanza y dejo que camine a mi lado mientras atravesamos las pistas de entrenamiento

Llegamos a las dos torres y tiro de su muñeca para que tenga claro a donde tiene que ir. Siempre tenemos momentos de furia desmedida y luego no sabemos cómo actuar ni que decir.

—¿Qué tanto piensas? —pregunta en un susurro cuando pasamos el umbral de la torre.

—En lo que dirán tus amigas a modo de explicación.

—No eran mis amigas —refuta tratando de evadirme— Contrate a soldados cualquiera que por discreción no diré el nombre.

—Brenda, Laila, Alexandra y Patrick. Llevo años peleando su lado y al último no le basto con tomarme a traición, sino que también me dio un rodillazo e hizo perder el conocimiento.

—Asumo la responsabilidad de todo —espera a que abre la puerta.

—Déjalo estar —de Patrick ya me encargare.

Entro primero, estoy tan agotado y confundido que no tengo cabeza para nada. Solo me saco las botas, me quito la ropa y me meto en la cama mientras ella se quita el abrigo.

—¿Puedo tomar una playera? —señala el armario.

—No —levanto la sabana para que venga tal como está.

Rueda los ojos desprendiéndose de lo poco que le queda. Se acuesta y tiro de su cintura estrechándola contra mí, sus piernas se enredan con las mías, recuesta la cabeza en mi pecho y le levanto la cara fundiendo nuestras bocas en el último beso de la noche.

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆

Rachel.

La trompeta me taladra los oídos, pero mi cerebro no la capta de la manera correcta, las manos y el miembro de Christopher me tienen demasiado distraída.

Ondulo las caderas contra el gimoteando desesperada, me tiene de espaldas en una pose donde le siento cada puto centímetro. Me eriza hasta el último vello con la mera sensación de sentirme llena y saciada.

La trompeta vuelve a sonar y muy en el fondo empiezo a temer el regaño de Parker.

—Tengo que irme —jadeo y me aprieta con más fuerza.

Aumenta las embestidas mordisqueándome el lóbulo de la oreja apretujándome la carne de los muslos soltando gruñidos viriles que hacen estragos en mis neuronas.

—Christopher...

Con este hombre no se puede dormir, cerré los ojos y me despertó a las dos de la mañana e hizo que me le subiera encima y como yo nunca puedo decirle que no cuando de sexo se trata accedí complacida. Medio volví a dormir y ahora estamos en lo mismo ya que su erección fue el despertador matutino.

—Me fascina tu coño —susurra logrando que me corra y me sigue embistiendo llenándome con su derrame.

Se levanta mientras yo me quedo saboreando las sensaciones que se me perpetúan en el centro del estómago ¿Mariposas endemoniadas? No sé qué carajos, pero me estampa una sonrisa en el rostro.

Capto el sonido de la ducha cuando se encierra en el baño mientras yo entierro la cabeza en la almohada impregnándome con su aroma. La trompeta resuena por tercera vez en preaviso y yo solo quiero cerrar los ojos y dormir hasta mediodía.

—Ya sé porque llegas tarde a todo lado —Christopher vuelve a salir con una toalla envuelta en la cintura. Las marcas de anoche son notorias todavía.

—Es inhumano levantarse a las cinco de la mañana —me echo la almohada en la cara— En especial cuando no duermes más de cuatro horas.

Asimilo que debo levantarme cuando abre el armario. Pongo los pies en el suelo y mis ojos captan las llaves del McLaren que yacen en la mesita de noche.

Ahora es mío ¿No? Me pone en duda el que no haya dado una respuesta concreta, pero si es un hombre de palabra lo lógico es que ceda ante la derrota.

Cierro la puerta del baño pensado como lo reclamare. Me lavo los dientes, pasada la faena estoy en la obligación de pedir mi premio. Entro a la ducha y se me bajan los ánimos de solo pensar en la magnitud del auto que se carga.

«¡Pídeselo y ya!» Exige mi subconsciente, pero no quiero hacer el ridículo cuando se me burle a la cara recalcándome que no me va a dar nada. Empezando porque el resultado final fue algo confuso.

Salgo, frustrada y enojada, el numerito me salió sensacional, pero me dejé engatusar ¡Debí pedirlo cuando terminamos!

Se está terminando de vestir, luce ropa de civil lo que me da a entender que no estará en la central y automáticamente mi cerebro lo asocia con Gema encendiendo los celos que no hacen más que empeorar los ácidos gástricos de mi estómago.

Me coloco el abrigo, las bragas no están donde las dejé así que solo recojo las pocas cosas que traía.

Me siento a ponerme las botas y es inevitable no admirar el adonis que se acicala frente al espejo. Termina vestido con pantalón oscuro, camisa negra y un saco caoba que le resalta el look dejándolo como modelo de portada.

Me idiotiza, esa jodida belleza que irradia seguridad por donde se le miren.

Vuelvo a mirar las llaves. Quiero ser la puta ama en todo el sentido de la palabra, pero hay veces en las que Christopher me acojona demasiado.

—¿Pasa algo? —pregunta abrochándose el reloj.

—No —me levanto percatándome de que no se me haya quedado nada.

No hay nada a la vista así que me enrumbo a la puerta.

—¿Por qué actúas como una bipolar? —pregunta molesto.

«¡Deja de hacer el ridículo, Rachel!» Me vuelvo hacia él como si no pasara nada.

—No es bipolaridad —me acerco y quedo embobada en sus ojos— Es que no quiero que Parker me regañe.

Le meto las manos por debajo del abrigo rodeándole la cintura «Huele delicioso» Me empino a darle un beso corto que él convierte en largo. Tengo que controlar los cambios de ánimo o me veré como una inmadura.

—Te veo luego —me despido.

Salgo antes de que diga algo, creo que estoy cabreada conmigo misma. Me apresuro a mi alcoba, me cambio rápido y corro a verme con la tropa antes de que llegue Parker, pero fallo. Mi superior ya está liderando el entrenamiento.

—Mi capitán —me presento con el debido saludo.

—Diecinueve minutos tarde —mira el reloj antes de encararme— Cero y van dos —me clava el índice en la sien — Así que actívate, que conmigo no funciona el mi amor.

«Restregando las vergüenzas» Golpe bajo capitán Parker.

—¡La teniente James queda a cargo! —le grita a la tropa antes de irse.

Me pongo al frente, superviso el entrenamiento, refuerzo debilidades, reparto tareas y pongo a todo el mundo en línea.

Ocupo el tiempo del desayuno para visitar a Scott y reviso las novedades de Elliot que tiene un equipo especial trabajando en el expediente del coronel.

Al parecer lo quieren señalar por tener nexos con mafias obteniendo medallas con operativos falsos. También quieren culparlo de enriquecimiento ilícito y hay sospechas de que varios de sus negocios son usados para delinquir. Hay partes donde acusan a Alex de complot y conspiración.

Casos internos es el brazo opositor que siempre ha querido regir en la FEMF, pero nunca ha tenido el suficiente poder. Ya no tengo duda de que tiene lazos con la mafia y eso es como el cáncer. Sabes que hará metástasis ante el más mínimo descuido.

Leo los adelantos de mi escolta en mi puesto de trabajo, Eliot consigue muy buena información en tiempo récord. Guardo todo cuando entra Paúl. 

—Buenos días mi teniente —me dedica el debido saludo— Quería preguntarle si sabe algo de las investigaciones de Carter. No ha adelantado trabajo con nosotros y el director me informó que le presentó pruebas.

—No sabía que trabajabas directamente para Carter.

—No lo hago, sólo obedezco órdenes y su régimen tiene poder sobre nosotros.

Aquí no se puede mover un dedo sin desconfiar de nadie y Paúl me da mala espina desde que se metió a husmear en mi habitación en París.

—Entiendo —me concentro en mi laptop— Tuve un poco de tiempo extra y personalmente me encargué de solucionar las señalaciones de Simón.

—¿Quiere decir que ya no necesita mi ayuda?

—Tal vez si, tal vez no. Te llamare de ser necesario.

—Como ordene.

Se marcha dejándome con los engranajes funcionando. Sacando cuentas con el perfil del árbol genealógico Phillippe que no pasa de los veinticinco años y Paul está en ese margen de edad «De veinte a veinticinco»

Lo anoto como el primero de mi lista, el que no me diera información verídica del vídeo lo pone en la cuerda floja. Tampoco es muy sociable, Stefan me comento que salía con Tatiana, pero como que no le dedica tiempo ya que siempre está trabajando.

Continuo con las labores del día e investigo un rato con Milla que habla de los dueños del club al que entraremos armando un plan que me ayude a socializar con las víctimas. La portuguesa es inteligente y solo trata de ganarse un lugar contribuyendo en todo lo que se pueda. Terminamos y se va a darle indicaciones a Angela que está trabajando con Bratt.

Me quedo sola y empiezo a lamentarme lo del McLaren cuando recuerdo lo estúpida que fui. Últimamente mis emociones son un ir y venir, ya ni sé que es lo que me pasa.

Estará un par de semanas por fuera y aunque me vea ridícula ya estoy extrañando lo que no se ha ido «¡Deja la idiotez!» Me regaño, pase tres años lejos de él, de hecho, era feliz cuando no lo conocía, un par de semanas no pueden desestabilizarme.

Respiro hondo «¡Jesús!» Este enamoramiento no raya a lo sano. Recuesto la espalda en la silla recopilando mi noche anterior y esos momentos que envían pálpitos acelerados a mi pecho.

—Su almuerzo mi teniente —Edgar el secretario llega con una charola.

—¿Y eso? —no recuerdo haber pedido nada.

—El oficial Gelcem se lo envió.

Lo recibo. Stefan es un sol y por cosas como estas es que se merece todo mi apoyo.

Almuerzo en mi escritorio viendo un vídeo instructivo sobre como desarmar explosivos mientras mí subconsciente sigue reprochando mi lenta forma de pensar.

—¡Holi! —saluda Laila dejándose caer en la silla frente a mí— Vengo por los detalles sucios, así que no omitas nada por favor.

No quiero recordar lo atolondrada que fui.

—Tu puesto está a salvo si es lo que te preocupa.

—El puesto está a salvo ¿Y?

Aparto la charola avergonzada por mi estupidez, se supone que todo lo planeado era por el auto.

—¿Dónde están las llaves?

Me tapo la cara diciéndolo todo.

—¡Ay por favor! —me regaña— ¡No me digas que no le quitaste las llaves primero! —se molesta— Es imposible que haya ganado él con semejante plan.

—Nadie me explico lo de las llaves —la verdad estaba tan urgida que solo me concentre en el momento.

—Dime que al menos conservaste el papel hasta el final.

—Pues... —dudo—... Más o menos.

Christopher es un maldito posesivo que no se deja quitar el papel de macho.

—Rachel, pasamos doce horas viendo videos para nada. Caray, estabas más que preparada —espeta— Tenías que patearle las bolas...

—No lo digas —clavo la cabeza en la mesa— Créeme que estoy más decepcionada que tú.

—Por lo menos dime que no termino mal.

El rubor se me sube a la cara.

—Dormimos juntos y creo que mi corazón lo tiene en un pedestal.

—Sin palabras —sacude la cabeza— Levanta el culo de esa silla y acompáñame a la ciudad, necesito tomar una copa con alguien.

Le hago caso, no tengo pendientes, mañana es sábado y salir no está mal teniendo en cuenta que pasare un montón de días encerrada.

—¿Por qué ahogaremos penas en alcohol? —pregunto mientras me cambio.

—Alex me invito a salir ayer, de tonta fui a comprarme un atuendo bonito y de un momento a otro me dijo que no podía —toma aire— Solo diré eso, no quiero recordar lo ilusa que me sentí.

—¿Por qué no lo cortas y ya?

—Lo haré —afirma convencida— Ya tomé la decisión.

Busco una cazadora, salimos y nos encaminamos al estacionamiento retomando el tema del coronel ya que Laila no quiere hablar de Alex.

—Echaste por la borda las buenas vibras de Lulú.

—Ni se lo menciones, me va a mandar a la verga —la imito entrando al estacionamiento techado— ¡Es que soy una estúpida! Me las doy de badgirl en unas cosas y en otras soy la tonta a la que le roban los crayones en kínder.

—¡Teniente James! —volteo cuando me llaman.

El cadete encargado se acerca corriendo y jadea tomando aire mientras se mete las manos en el bolsillo.

—El coronel le dejo esto —el llavero plateado del McLaren reluce en su mano y mi cerebro desencadena tres mil paros cardiacos— Me dijo que...

Se lo arrebato sin darle tiempo de hablar y miro a Laila que está peor de anonada que yo.

—¡Me inclino ante usted su majestad! —mofa una reverencia.

—¡Hazlo bien! —chillo— ¡¿Quién es la puta ama?!

—¡Tú, tú, tú! —empieza a mover el culo como si estuviera bailando rap señalándome para que haga lo mismo.

—¡Repítelo, repítelo! —la sigo.

—¡Tú, tú, tú!
El soldado nos mira raro, pero es lo que menos me importa.

—Gracias —le estampo un beso en la frente y corro al auto encendiéndolo con el mando a distancia, entro seguida de mi amiga e inhalo el delicioso olor a cuero.

—¡Dios! —chillo pasando las manos por el volante— Bebé tiene nueva mamá.

Laila enciende el estéreo mientras el soldado avisa de mi salida por la radio. No hay palabras que describan lo asombroso de este vehículo. El rugido del motor me pone a vibrar el corazón y me siento la mejor cosa de la central cuando lo saco del comando.

—Dime que se puede descapotar —Laila mueve los controles.

—Supongo que sí.

Le ayudo con la tarea y nos mordemos los labios como dos idiotas cuando logramos que el techo descienda.

—¡Si esto es un sueño no me despierten por favor! —hundo el acelerador cuando salgo a la carretera.

El viento me agita el cabello mientras God is a Woman suena en el estéreo y mi amiga alza los brazos celebrando conmigo.

—¡Llámalo! —me pasa el móvil— Se lo merece, no es fácil desprenderse de una maravilla tan lujosa.

Me dejo llevar de la adrenalina y marco el numero llevándome el móvil a la oreja, a decir verdad, no sé ni que siento en estos momentos. Creo que soy más amor que persona.

Me llevo el aparato a la oreja y timbra tres veces antes de que contesten.

—¿Otra vez estás babeando sobre mi foto?

Habla y el vómito verbal no se contiene.

—¡Te... amo! —no contengo la sonrisa— ¡Estoy tan emocionada! —me es imposible no contener los gritos de emoción! — ¡Gracias, gracias, gracias!

—Es temporal...

—¡Olvídalo, ya lo bauticé y es solo mío! —no quepo de la dicha— ¡Pensaras lo mismo cuando veas lo sexy que me veo y lo mucho que me luce!

Escucho la exhalación que suelta al otro lado de la línea.

—Procura no matarte de aquí a que anochezca y por tu bien no quiero que tenga un solo rayón.

—Me vale, ahora es mío —celebro y respiro hondo procurando no actuar como loca— Creo que ya retomé la compostura, así que no siendo más me despido ya que quiero disfrutar a mi bebé...

—¡Hey! —me corta con aire serio— Te necesito a las 8pm en la dirección que te enviare más tarde.

—Como ordene mi coronel.

—Repite lo primero que dijiste —pide antes de colgar y me sonroja decirlo en un tono más serio con Laila al lado.

—Te quiero —cuelgo antes de que refute.

Laila le sube el volumen al estéreo y somos el foco de atención cuando entramos a la ciudad sacudiendo los hombros disfrutando de la música mientras nos enrumbamos a Belgravia.

—¡Lulú! —la llama Laila cuando nos estacionamos frente a la peluquería— ¡Lulú, sal que tenemos código azul!

Sale apartando a la señora Felicia que salió primero con el pelo enjabonado.

—¡Caray! —chilla mi amiga— ¡Pero que pinche auto bonito!

—Ándate arriba que vamos a dar un paseo.

—Tenemos la agenda ocupada —se opone Abel, pero la mexicana no le pone atención.

—La tendrás tú porque yo voy a tomarme fotos en el cochecito—se sube en el asiento trasero y vuelvo a pisar el acelerador dejando a mi vecina con la boca abierta.

Cada nalgada lo valió, pase de tener un auto de gama media alta a un vehículo último modelo que vale más que mi edificio.

Damos una vuelta, bebemos una cerveza y le enviamos un video a Alexandra, Brenda y Luisa que se terminan más emocionadas que yo.

Pasamos dos horas de paseo ensayando el montón de maravillas que ofrece el vehículo que no es solo un medio de transporte. Es una coraza a prueba de balas, con tecnología de primera que está listo para cualquier tipo de amenaza.

Christopher me envía la dirección donde nos encontraremos y ni siquiera me tomo el tiempo de ver donde es. Obviamente voy a ir a arrancarle la ropa y me da igual si quiere que nos veamos en el mismísimo infierno.

Dejo a Laila en su edificio y a Lulú en la peluquería antes de irme a casa. Stefan está cocinando con Tatiana cuando llego. Lucas, Derek, Laurens y Paul le hacen compañía mientras charlan sobre el nuevo negocio de Stefan.

Yo entro feliz, tenía meses sin sentirme así y siento que nada ni nadie borrara la sonrisa que me cargo. Saludo antes de encerrarme en mi alcoba a tomar un baño de espuma y por primera vez solo pienso en él y yo.

Aunque todo este vuelto mierda solo me concentro en lo bien que me siento ahora. No sé a qué va la invitación, pero trato de lucir bien con lo que más le gusta y a mí me encanta lucir: Vestidos.

Los que tengo resaltan mis atributos y termino con uno color coral de escote y manga media. Opto por el cabello recogido y me coloco el brazalete de mi cumpleaños.

El maquillaje es suave, creo que mi felicidad es el mejor accesorio de esta noche.

—Teniente ¿Puedo seguir? — Laurens toca a la puerta.

—Adelante.

—Waoo —dice antes correr ayudarme con el abrigo— Se ve hermosa como siempre.

—Tú no te quedas atrás —últimamente tiene una belleza innata que parece mejorar estando con Derek.

—Quería avisarle que con Stefan surtimos la despensa, no es mucho con todo lo que nos corresponde, pero...

—No te preocupes por eso, en tu caso Maggie es prioridad en todo —me apresuro a la puerta el ver que se me está haciendo tarde.

Dejo la alcoba bajo llave, la mayoría me mira cuando salgo y yo procuro encaminarme a la salida para no dar explicaciones.

—El auto esta recién tanqueado, con aceite y disponible —me dice Stefan siendo amable como siempre— Los taxis en la noche no son muy seguros.

—No será necesario —no me gusta alardear nada así que — Los veo luego ¿Vale?

Abordo el McLaren y automáticamente se encienden los paneles de control, prefiero trazar la ruta de la dirección en mi móvil para no darme largas con los mandos que todavía no manejo muy bien.

Me pongo en marcha, el tráfico esta suave y la emoción va aumentando cada que el GPS me indica que estoy llegando, pero los ánimos empiezan a decaer cuando noto por dónde va la cosa. No es una ruta comercial, voy para el vecindario más lujoso de Londres y no es la primera vez que lo visito.

Las rejas de hierro reforzado se ciernen sobre mí, pase por esta misma entrada cuando los Lewis me invitaban a cenar y la ruta no señala dicha mansión lo que me lleva a una sola opción; High Garden.

Una linterna alumbra las placas del McLaren y acto seguido se abren las puertas dándome paso. Conduzco despacio entre mansiones pijas y voy asimilando lo que me espera «Regina» Que Dios se apiade de mi alma. No tengo idea de a que va esto.

«Debí revisar la dirección antes de partir»

Ubico la mansión con Gema, Regina y Sara en la entrada, Leonel se está estacionando acompañado de su guardia y yo espero metros atrás hasta que capto la atención de Gema.

Si yo soy de vestidos, Gema es de trajes. Trajes que sabe combinar y le lucen de maravilla, como ahora que tiene un Cortefiel gris sobrio que resalta el test de su piel morena.

Frunce el ceño acercándose. Lo rodea y me asombro con mi nivel de cinismo cuando río para mis adentros imaginando la cara que pondrá.

—¿Como te zafaste a Tyler y a Make? —habla— Sabes que no puedes salir sin los escoltas.

—Tyler y Make no son mis escoltas —bajo la ventanilla— Y siendo realistas con esta coraza la guardia está de más.

Endereza la espalda sin saber qué decir y no lo hace, solo me da la espalda volviendo a la acera. Avanzo un poco más y dejo que uno de los empleados me reciba el auto.

Momentos incómodos y este cuando debo salir acomodándome el abrigo «¡Christopher no está por ningún puto lado!» Los ojos de Regina recaen sobre mí dedicándome una mirada cargada de superioridad, pero no me amedranta, ya yo lidié con esto y no lo voy a volver a repetir por mucho miedo que le tenga al apellido.

—Buenas noches —saludo apretando mi cartera y Sara me sonríe dándome un beso en la mejilla

—Regina —habla la madre de Christopher— Ella es Rachel James...

—La drogadicta presa de caza de los Mascherano —la interrumpe y no niego que es un pésimo termino— ¿Dónde está la jadeíta con la que eres leyenda?

—Esa solo la uso en planes de rescate, como cuando salve a su ex nuera y a la nana de su nieto —contesto con calma— Cuando quiera se la muestro...

Abre la boca para hablar, pero Sara interviene señalándome la puerta.

—La cena es en el jardín.

—Con permiso —me retiro.

Mala manera de empezar, no veo a ningún conocido cercano, solo a la empleada que se acerca por mi cartera y mi abrigo.

—¿Qué haces aquí? —me encuentro con Cristal en el vestíbulo.

—Christopher me invitó —me siento como la colada de la fiesta.

—Ok, él y el ministro no llegan todavía —me saca al jardín— Acompaña a los invitados y por favor no olvides resaltar los fuertes de la campaña.

Se devuelve y desde mi punto vislumbro la gran mesa que se esconde bajo el quiosco. Saludo a los candidatos y me presento con el director de la prensa que vino con su esposa quien también es reportera.

Lo raro e incómodo radica en los Ferrec. El novio de Sara vino con sus dos hijos y siendo sincera es un poco confuso. Marie también esta, pero por suerte no me determina.

Tomo asiento, no sé qué hago aquí si se supone que Gema es la cara amable de la campaña.

Todo está elegantemente decorado con velas, vino y servilletas bordadas con la letra M. Reparo mi entorno, la mansión deslumbra y con ellos la familia que se acerca a lo lejos «Los anfitriones» Entre esos Christopher.

Respiro un poco más tranquila, pero no menos impactada. No trae el mismo atuendo de esta mañana, parece que se volvió a bañar y luce un esmoquin a la medida.

—¡Bienvenidos todos...! —intenta decir Sara, pero Alex se adelanta fusilando a los Ferrec con la mirada.

—¿Qué hace este señor en mi casa? —inquiere sin disimular el enfado.

—Yo lo invite —irrumpe Regina con su mayordomo atrás— Quería conocer la pareja de mi ex nuera.

Se baten en un duelo de miradas que pone en duda la compostura del ministro.

—Tomemos asiento y demos paso a la velada —invita Gema como un miembro más de la familia.

Las mujeres se acomodan y es un tanto diabólico que los dos hombres del mismo porte y estatura adopten la misma actitud tomando asiento de mala gana.

Por mi parte miro el vino cuando Christopher se posa a mi lado, la esposa del director le susurra algo en el oído y solo sigo preguntándome qué diablos hago aquí.

Los asistentes agradecen y no sé quién tiene más mala cara si el ministro o el coronel.

Sara presenta a los hijos de Alexander que se muestran amables y se refieren a nosotros como agentes federales. Todos le siguen la corriente, según entiendo Alexander y Sara no ahondaron en el tema de la FEMF.

El señor Ferrec tiene dos hijos uno que raya a los 18 y el otro a los 30. Reparten una ronda de vino dando inicio a todo y Kazuki hace empatía con Alexander hablando de comida y buenos restaurantes.

El hombre a mi lado no se ve cómodo y al igual que Alex solo contestan cuando se requiere mientras Sara, Alexander y sus hijos le sacan sonrisas a todo el mundo.

Regina no ayuda con la tensión del momento pregunta y pregunta cosas que parecen estar ideadas para joder a Alex.

¿Como se conocieron? ¿Como se la llevan los hijos con Sara? ¿Qué hacen en sus tiempos libres? ¿Qué idean en fechas especiales?

—Tuvimos unas vacaciones sensacionales en Canadá —comenta Alexander cuando acabamos la cena— Sara y yo éramos amigos y fuimos a curarle la locura por la cocina.

—Eso no es cierto —se ríe ella— Solo estaba un tanto estresada por las próximas inauguraciones.

—Fueron mis vacaciones favoritas —responde Mikael, el menor de los Ferrec — Nunca olvidare el festín de fin de año.

La cosa no está tomando buenos rumbos. Alex quiere matar al novio de su ex y la cara del coronel es furia total. O sea, su madre está contando la vida perfecta que tiene con la otra familia y supongo que eso duele así se tenga 100 años.

El director se va con su esposa, pero los candidatos se quedan ahondando el tema con Alexander alargando la velada mientras Christopher no parece tolerar a ninguno.

Con disimulo me atrevo a posarle la mano en la rodilla. No la aparta, la deja en el sitio enredando los dedos el brazalete que tengo en la muñeca.

Intento quitar la mano después de cierto tiempo, pero la atrapa y aprovecho para entrelazar nuestros dedos bajo la mesa. Maniobra de distracción para que vaya bajando los humos. Lástima que no funcione.

Siento la ira que denota cada que está furioso, Gema cambia el tema de la familia feliz, pero la cosa vuelve y se empeora cuando Sara habla de las fortalezas de los hijos de su novio destacando lo amoroso que son.

—Hay veces que a los huérfanos se les compensan con padres extraordinarios —comenta Leonel— Pasa tal cual, con los padres que crean escorias y luego son compensados con hijos maravillosos—se inclina la copa de vino— Hijos de otros...Pero familia, en fin.

Una indirecta sucia y certera que solo ratifica mis sospechas.

—Eso es muy cierto —confirma Sara y no soy la única que pasa saliva—Siempre somos compensados con...

—Si son tan felices ¿Por qué joden en propiedades ajenas? —espeta el coronel— No somos críos como para andar con integraciones.

—Ya dije que yo los invite —habla su abuela, pero Christopher ni se inmuta.

—¡Ándate a ser feliz con tu hermosa familia y deja de estorbar aquí! —le suelta a su madre antes de levantarse.

Abandona la mesa y Marie sienta a Sara cuando intenta irse detrás.

—Parece que la familia no es tan perfecta.

—Cierra la boca —Alex calla a Leonel.

—No era mi intención ofenderlo —Sara insiste en seguirlo.

—Déjalo —Alex se opone y se levanta a buscar a su hijo.

Sara duda y en ultimas termina yéndose detrás de su hijo y su ex.

—Te respeto Regina —habla Leonel— Pero este tipo de actos no le conviene a la campaña de tu nieto.

—Da igual si no lo ve el público —la mujer se encoge de hombros.

—Lo estoy viendo yo.

—Tu no vas a votar por él y él tampoco va a votar por ti y ninguno de estos peleles sabe de lo que hablas —señala a los Ferrec.

Se sirve vino como si no pasara nada.

—Regina... —intenta alegar Cristal.

—Impresionamos al que quería impresionar —le refuta a la rubia— Estos dos vinieron de adorno, porque a decir verdad me da igual lo que piensen o crean sobre mi familia —espeta— Somos mierda sincera que se da el lujo de estar donde esta con méritos sin necesidad de acudir a nexos con la mafia.

A quien le haya caído la sátira sabe que es mejor salir con la cabeza gacha.

—Los acompaño a la salida —se ofrece Cristal y ambos candidatos la siguen en silencio.

—Doy por terminada la velada —Regina despide a los pocos que quedan.

Me levanto y cruzo el jardín seguida de los Ferrec, trato de buscar a la empleada para que me entregue mi abrigo, pero esta me pide que aguarde justo cuando empieza la disputa arriba «Alex, Christopher y Sara»

—Llevaré a Sara conmigo esta noche —comenta Alexander un poco preocupado.

—Es lo mejor —Gema entra detrás de Regina y Marie.

La empleada aparece con mis cosas y dudo en irme o no. No quiero que Christopher piense que volví a huir.

—Normalmente nos quedamos cada que venimos —me dice Gema e inmediatamente coacciono volviéndome hacia ella— Hablo de todos, hasta mamá se queda, así que no lo tomes en mal sentido.

—Deja que la adicta mal educada se quede —se mete Regina— A lo mejor Christopher la necesita.

«Adicta» Esa palabra me da tanto asco y más cuando la gente me mira tratando de descubrir si lo soy o no, como los Ferrec que están atentos a todo.

—No vuelva a llamarme así —respondo.

—En mi casa me refiero a la gente como se me antoja —se acerca— Y te lo saco en cara porque es lo que eres o fuiste... Da lo mismo...

—Si se va a referir a mi como lo que soy o fui entonces llámeme teniente —me defiendo— También soy poliglota, francotiradora, criminóloga, rescatista —continuo— Y por muy mal que le caiga no acepto el termino simplemente porque tengo muchos títulos que lucir como para quedarme con ese.

Gema se mueve incomoda cuando me mira de arriba abajo.

—¿Qué pretendes con mi nieto?

—No lo sé, diría que quererlo, pero con mal nacidos como él nunca se sabe.

Tuerce la boca fijando los ojos en el collar que cargo en el cuello.

— Ты мне нравишься —susurra en ruso dándome la espalda. Gema me mira y me quedo con un signo de interrogación entre ceja y ceja.

«¿En verdad me dijo eso?»

Pasos retumban en la escalera cuando baja Sara con la cara empapada de lágrimas.

—¿Que te pasó? —se preocupa Marie.

—¡Me echo! —se limpia la cara indicándole a sus invitados que se levanten.

—¿Alex? —pregunta Gema.

—¡Christopher! —solloza— ¡Mi propio hijo me echo!

—Ese troglodita no puede echar a nadie —se interpone Marie— Esta no es su casa.

—Técnicamente si —interviene Regina— Es el único heredero de Alex así que...

—¡Eres una maldita! —trona Sara— ¡Metete tu puto ego por el culo y deja de meterte en asuntos que no te incumben!

—Peores cosas me han dicho querida y heme aquí, dándome el lugar que no te das tú por cobarde y reprimida.

Los Ferrec rodean a Sara queriendo que sienta su respaldo.

—No te merecen —dice uno de ellos y Regina rueda los ojos señalando la puerta.

—¡Lárguense! —les exige.

—Los acompaño —espeta Marie— Ya no soporto tantas injusticias.

Su hija la ayuda a levantar guiándola a la salida seguida de Sara y los Ferrec. Entiendo el por qué la angustia de mi papá al señalar a los Morgan como una familia conflictiva.

Christopher baja sin Alex cuando se cierra la puerta y cruza el umbral que lleva al jardín sin hablarle a nadie.

Reparo el panorama y es seguirlo, irme o quedarme de brazos cruzados lidiando con las sátiras de su abuela. Me siento entre la espada y la pared «Joder» Tuvo que invitarme con algún fin y ni siquiera hemos cruzado palabra.

Dejo mis pertenencias en el brazo del sofá, avanzo en su dirección y me detengo en la puerta observándolo desde lejos.

Esta sin saco y sin corbata, con él nunca se sabe que decir ni cómo actuar. Los minutos se me hacen eternos mientras el mantiene la vista fija en un mismo punto. Respira hondo y me atrevo a cortar el espacio que nos separa abrazándolo por detrás.

A veces solo se necesita eso; Un toque, un abrazo o un beso que te haga saber que te quieren y eres importante en la vida de otro.

—Enséñame la mansión —tomo su mano y tiro de ella adentrándolo en el jardín.

Caminamos en silencio, la propiedad es inmensa, tiene cancha de tenis, sauna y cabellerizas. Pero mientras yo miro todo, él sigue igual y me es tan difícil entenderlo.

—Ya deja esa actitud —rompo el silencio— Siento que pase de andar con un adonis a arrastrar una momia.

—No estoy de genio —nos detenemos frente la piscina.

—Tu nunca estas de genio para nada —le suelto la mano.

—No es que este de genio, es que a diferencia de otros no estoy para bancarme hipocresías con gente que detesto.

—¿Tanto la odias? —pregunto.

—No voy a discutir eso contigo.

Acaba con el espacio que nos separa rodeándome con el brazo listo para besarme.

— ¿Vas a estar con esa actitud de mierda toda la noche?

—Si —contesta antes de atrapar mi boca con la suya.

Se lo devuelvo, correspondo el beso candente que me deleita con su fragancia cada que me estrecha contra él, como siempre un momento épico que me atrevo a romper empujándolo conmigo a la piscina y la cosa no resulta tan divertida cuando el impacto del agua me golpea las costillas cortándome el paso del aire.

Emerjo fuera de sus brazos y mientras el reniega yo vuelvo a hundirme disfrutando del agua tibia.

—Perdón —me acerco— Esta científicamente comprobado que el hielo se derrite con agua y yo pues... Tenía que intentarlo contigo.

—¿Cuántos años tienes?

—Ocho —me le burlo rodeándole el cuello con los brazos.

Trata de apartarme, pero lo estrecho con fuerza apoderándome de su boca mientras me deleito con el tacto de su lengua deslizándose contra la mía. No hay oración, párrafo o fragmento que detalle lo que siento por este hombre.

Me condena a tantas cosas, pero me hace tan feliz en otras sacando a relucir el viejo dicho de; Que a veces el pecado es la entrada al paraíso. Suelta mi boca girando nuestros cuerpos antes de estrellarme contra la orilla y lo abrazo con las piernas dejando que reparta besos por mi cuello.

—¿Sabes qué otra cosa oí? —inquiero en medio de caricias urgidas— Que en la edad media intentaban ahogar a la gente cuando estaban poseídas.

—Eso es absurdo.

—No para mí que quiero curarte —me le burlo haciendo fuerza sobre sus hombros para hundirlo.

Logro dejarlo sin aire dos veces mientras intenta invertir los papeles apartándome de la orilla.

—El sacerdote soy yo, no tú —me hunde— Así que ora conmigo ninfómana.

—Oye... —medio logro salir.

—No emerges hasta que no te cures —sigue ejerciendo fuerza poniéndome en apuros.

—¡Vas a matarme, idiota!

Logro soltarme y empiezo a despotricar furiosa. No es divertido cuando quieren enviarte al más allá.

—Nunca aguantas nada —se me burla y el enojo no me dura nada ya que me derrito con el cabello pegado a la frente y los ojos sonrientes.

Tal cosa es como un desequilibrio a mi cordura que me arroja a sus brazos lista para besarlo, corresponde clavándome las manos en los omoplatos, pero el momento no dura lo que debería ya que aparto la cara sintiéndome ridícula cuando veo la sombra de Alex sobre nosotros. Serio y con las manos en la espalda.

—No vamos a coger si es lo que estas esperando —le dice Christopher— A menos no frente a ti.

—No necesito presenciar tu porno —espeta su padre— Solo vengo avisar que mañana tienes el día libre el cual espero que uses para descansar y luego no andes con la quejadera a la hora de partir.

Christopher no contesta, el ministro se marcha sin decir más y yo salgo temblando de frío.

—¿Puedes pedir una toalla? —le pregunto al hombre que sale detrás de mí.

—Cuando acabemos el tour por la mansión —tira de mi mano.

—Así no, me va a dar una hipotermia...

—Lo pediste, así que ahora te aguantas.

Los dientes me castañean mientras el maldito cavernícola me obliga a caminar con la ropa empapada alegando que con Gauna había castigos peores. Habla y habla burlándoseme en la cara mientras, me abrazo a mí misma.

Me adentra en un montón de arbustos sacándome a una pequeña colina y reconozco la mansión que limita con la de los Morgan.

—¿La reconoces?

—La propiedad Lewis.

—Exacto —empieza a soltarse la camisa— La ventana que está arriba a la izquierda es la de Joset y Martha.

Se suelta el pantalón y doy un paso atrás al percatarme de sus intenciones.

—¿Qué? Te da miedo coger frente a la casa de tu ex.

—Ándate con tus delirios a otro lado —trato de irme y gira mi cintura provocando que choque contra su pecho y acto seguido me sujeta del cuello obligándome a que lo bese.

—¡No! —me rehuso, pero como siempre su fuerza sobrepasa la mía y termina dejándome en el, césped. 

Me da rabia, rabia que su instinto bruto me prenda y mi entrepierna se empape. Me atrapa los brazos por encima de la cabeza comiéndome la boca mientras me clava la erección en el ombligo.

Me es difícil controlar la respiración agitada y termino gimoteando como gata cuando inicia el descenso con besos húmedos. Ya no tengo frio, ardo y lo demuestro inclinando la pelvis para que me saque las bragas. Menuda puta que deja que le abran los pliegues y le laman el coño frente a la casa de los ex suegros.

No me queda duda del espíritu lascivo que ahora habita en mí y disfruta de los lametones en mis tetas las cuales estruja aferrándose a ellas mientras me abre de piernas clavándomela toda.

—Conmigo toda la noche y mañana todo el día —gruñe con el cabello pegado en la frente.

Intento hablar y me tapa la boca cortando la oración.

—No lo estoy preguntando. —le manoteo la mano para que la quite.

—No iba a decir que no.

Nos fundimos uno con el otro en sexo salvaje bajo el cielo estrellado de Londres. Quiero el día, la semana, el mes el año. Lo quiero a él, conmigo por tiempo indefinido. Quiero conservar la alegría que tuve a lo largo de la tarde estando ilusionada con verlo.

—Dilo —pide en medio de jadeos y me aferro a la carne de sus hombros.

Callo y me embiste con fuerza.

—Que lo digas.

—Te quiero —lo molesto.

—¿Quieres? —atrapa mis labios con la punta de sus dientes— Quieres a la rata que vive en tu casa... —me apremia con empellones fuertes y profundos— A mí... A mí... me amas, Rachel James —asegura— Me amaste antes, me amas ahora y me amaras siempre.

Me dejo ir con su monologo posesivo que me deja en el limbo. Lo sabe, está seguro y aun no entiendo porque diablos me lo pregunta.

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