LUJURIA - (Ya en librerías)

By EvaMuozBenitez

183M 8.7M 57.4M

El mundo ardió volviendo cenizas a una mujer hecha para pecar. Ahora la lascivia le ha dado paso a una latent... More

YA EN LIBRERÍAS
ADVERTENCIA
***
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPITULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPITULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPITULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
EL LEGADO PREVALECE.
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 37 II
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPITULO 41
CAPITULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
CAPÍTULO 53
CAPÍTULO 54
CAPÍTULO 55
CAPÍTULO 56
CAPÍTULO 57
CAPÍTULO 58
CAPÍTULO 59
CAPÍTULO 60
CAPÍTULO 61
CAPITULO 62
JAQUE MATE
CAPÍTULO 63
CAPÍTULO 64
CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 66
CAPÍTULO 67
QUERIDA RACHEL.
CAPÍTULO 68
MINISTRO
CAPITULO 69
CAPITULO 70
CAPITULO 71
CAPITULO 72
CAPITULO 73
CAPITULO 74
CAPÍTULO 75
EN OTRO LADO
CAPITULO 76
CAPITULO 77
CAPITULO 78
CAPITULO 79
CAPITULO 80
OPERACION RESCATE
CAPÍTULO 81
CAPÍTULO 82
GOODBYE.
CAPÍTULO 83
CAPÍTULO 84
CAPÍTULO 85
CAPITULO 86
CAPITULO 87
KARMA PARTE 2
KARMA PARTE 3
Extra: Felices fiestas.
CAPITULO 88
CAPITULO 89
¡NO ES UN CAPITULO, ES UN EXTRA!
CAPITULO 90
CAPITULO 91
CAPITULO 92
EPILOGO

CAPÍTULO 27

1.5M 83.2K 563K
By EvaMuozBenitez

Las nórdicas. 

Christopher.

El sonido de las campanas retumban en mi oído obligandome a maldecir. 

La polla me duele cuando me levanto y no me queda de otra que optar por lo mismo de siempre: Meterme en el chorro de agua fría «¡Mastúrbate y ya!» Pide mi cerebro, pero me niego, como ya lo dije eso solo le da importancia.

Me quedo media hora bajo la ducha e ideó como deshacerme de las ganas, he estado tan ocupado que no he tenido de tiempo de llamar ligues que acaben con la presión. Ya descarté el coño de Angela y no quiero meterme con la sensibilidad de Gema.

Me ha llamados los días que he estado por fuera recordandome lo muy enamorada que esta y me incomoda follarla y desquitarme la ganas que siento por otra.

Quise sacarle el cuerpo, pero llamó en son de amigos y me contó lo que había hablado con Angela. La teniente Klein le dijo que me la lleve para charla y "Desahogarme" Le pidió que no sintiera celos ya que éramos amigos y lo que tuvimos es parte del pasado.

Gema se comió el cuento, reconozco que me apena su inocencia y el que crea que me conoce sin ser así. Cree que hay algo bueno en mí y está muy equivocada «Lo único que tengo son las jodidas ganas de arrancarle la ropa a Rachel James»

Me preparo para la procesión. Llevo tres días predicando sermones en la iglesia sede del centro religioso con el obispo Pablo.

Hoy es la procesión final, el obispo se despide del pueblo y volvemos al centro religioso. No he tenido mucho contacto con la central, lo último que supe fue que iban a secuestrar a las nórdicas.

Patrick y Bratt están buscando formas de ganar confianza y entrar al club Óculus ya que hoy el plazo máximo para conseguir las entradas.

El día transcurre entre rezos, regalos y oraciones. La procesión es una mierda, no sé qué tipo de trauma tiene la gente que le da por caminar descalza en asfalto caliente.

Me salen ampollas en los pies y no sé qué es peor. Si caminar con un montón de dementes o fingir que me agradan.

La cosa y me banco dos horas en el confesionario escuchando pendejadas. 

«¿Qué tipo de demencia tienen?» Llegaría a la cima de si de pecados se trata, he cometido los más graves ante los ojos de Dios: Mate, robe, mentí, engañe. Tengo deseos y pensamientos impuros, deseo a la mujer del prójimo.

El día que muera Lucifer me recibirá con pase VIP, porque el acto de la confesión no va conmigo ¿De qué me sirve confesarme si no me arrepiento de absolutamente nada? De hecho, creo que repetiría todo sin ningún tipo de remordimiento. En especial la parte de desear a la mujer del prójimo.

Las confesiones acaban y me largo a empacar mis cosas.

El hotel es pequeño, la dueña sale del mostrador dándome un abrazo. 

—Estuvo sensacional, padre. Es una bendición tenerlo aquí.

—Gracias, hija —subo a cambiarme.

—Procure no hacer ruido —me pide la mujer— El padre Humberto está durmiendo la siesta.

«¿La siesta?» ¿No que iba a dar consuelo a los enfermos?

Subo con cuidado y pego la oreja a la puerta. Alguien jadea.

Miro a todos lado e intento abrir, la cerradura tiene pestillo. Soy un coronel y una cerradura común no es problema para mí, así que me las apaño con la navaja para abrirla con disimulo. 

Como lo supuse. Una mujer gime desesperada mientras el padre del convento la embiste en la cama. Eso no es lo peor, el obispo Pablo los observa sentado en un rincón de la alcoba.

«Ese viejo tiene serios problemas»

Toso para que noten mi presencia, el padre Humberto salta de la cama asustado y el obispo Pablo no sabe qué cara poner.

Cierro la puerta yéndome a mi habitación y el obispo no tarda en llegar. 

—Muy buen trabajo, padre —me felicita como si no pasara nada— Su oratoria es una maravilla al igual que su capacidad de atraer a la multitud.

—Gracias, señor —cierro la maleta.

Se acerca y se sienta en la cama con los dedos cruzados sobre el abdomen.

—¿Viste todo?

—Parte —respondo tranquilo.

—Muchas devotas creen que nuestro cuerpo lava el pecado y esa pobre sierva quería que Dios se apiadara de ella.

Evito torcer los ojos.

—Se sentía culpable por desear la muerte de su hermana.

—Entiendo ¿Y mi cuerpo también lava el pecado? O solo aplica para sus preferidos.

—No tengo preferidos, hijo. No comparto los métodos del padre Alberto se lo dije y será castigado.

«¡Está loco!»

—¿Con la expulsión?

Toma aire sacudiendo la cabeza.

—Es un ser humano, solo necesita autocontrol —respira hondo—Por eso lo miraba, supervisaba que el que no se saliera de control.

Loco o no tengo que convencerlo de que me lleve al club.

—Todos lo necesitamos y no juzgo porque me he sentido igual o peor que él.

No miento, mis últimos días han sido una jodida tortura.

—Ora y resiste lo más que puedas.

—La oración no quita el deseo de mi cuerpo —le doy la espalda— Y sé que Dios no me perdonará lo que diré, pero si no hallo la salida al deseo de la carne terminare crucificado como el peor de los pecadores.

—¿Qué quieres decir?

—Que el tiempo se me agota —apoyo el brazo en la ventana— El demonio se está apoderando de mí y temo a cometer una locura.

Se pasea por la habitación con las manos en la espalda.

—Quiero ayudarte, Santiago.

—No parece, señor —no lo miro— Ve como estoy y no me da soluciones.

—Las cosas no son tan fácil como crees.

—He callado y lo seguiré haciendo si acaba con esta tortura.

Se posa a mi espalda «¡Habla, ya joder!» Esta mierda me tiene las pelotas hinchadas. 

—Si sigo así, no llegaré tan lejos.

Toma una bocanada de aire. 

—Si lo harás. Solo debes liberar la presión que tanto te atormenta.

—¿Como?

—No preguntes, confía —se encamina a la puerta— Cuando lleguemos a Londres desempaca y vete a mi despacho.

Voltea a mirarme.

—Si señor.

—Nada de ropa sacerdotal, debes ir con mente abierta y dispuesto a dejar el voto de celibato.

Se marcha.

«Tengo la entrada»

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆

Abordamos una camioneta rumbo a la ciudad.

Le aviso a Patrick y me confirma que irá con el padre Juan, Bratt es el único que falta por invitación.

"Que la consiga si no quiere que lo saque del caso"

Me vale que sea uno de mis mejores capitanes, el régimen es para todos y si no puede cumplir con lo que le corresponde tiene que empacar y largarse.

La presión ayuda, Bratt no es de los que se deja ver las fallas así porque sí. Sabe que si lo saco, pierde dinero, puntos y reconocimiento.

Le escribo a Parker para que me informe el progreso de las agentes.

Responde con un:

"Todo en orden coronel"

Reviso la lista que me dio el lunes por la noche.

Liz
Meredith.
Ángela.
Gema.
Alexandra.

"Stefan está adentro" Me avisa Simón

Guardo el móvil, espero que no sea un fiasco porque si falla se larga con Bratt.

Llegamos al centro religioso, los feligreses salen de la misa de las cuatro, la mayoría se acerca a saludar cuando me ve salir de la camioneta.

—Gracias, señor —me despido del obispo. 

—A ti por compartir tus miedos conmigo —sube los escalones de la iglesia— Siete en punto, no llegues tarde, por favor.

La madre superiora me recibe en la entrada con las típicas adulaciones llenas de zalamerías acompañándome como si necesitara de su maldita presencia. 

—Padre ¿Cómo está? —nos saluda Bratt cuando vamos de camino a la casa sacerdotal—¿Puedo hablar un segundo con usted? Tengo dudas con mi proceso formación.

—Los dejo solo —se larga la monja fastidiosa. 

—Necesito que firmes esto —me pasa una hoja cuando la madre se va— Es la autorización que deja a Gelcem estar en la misión de hoy.

No lo dice con buenos ánimos, supongo lo difícil que debe ser tragarse los celos y la ira con tal de ver a Rachel feliz.

Saco mi bolígrafo personal y estampó la firma en el papel.

—¿Ya tienes la invitación?

—No.

—Sabes que si no...

—Ya Patrick me lo dijo —me quita la hoja.

—¿Y?

—Dije que la conseguiría y eso haré —me da la espalda para marcharse— Estás loco si crees que te dejare sabotear mi carrera. 


A las siete en punto estoy listo para el encuentro vestido como un civil cualquiera. El obispo me espera con el padre Humberto  (El que lava los pecados con sexo) Ninguno parece sacerdote a la hora abordar el BMW nos lleva a MayFair. Lo mínimo que espero es que mi equipo ya este allá. 

—Repasemos las reglas —habla el obispo Pablo— Nada de contarle a nadie, evitemos los problemas y disfrutemos del libertinaje que se nos en noches como estas. 

Asiento.

—Pueden beber y follar hasta que se sacien. Mañana no laboramos, así que pueden tomarse el día para recuperarse.

Me lleno de paciencia. 

—Colóquense esto —el obispo nos entrega dos antifaces— Nadie debe saber quiénes somos, no se lo pueden quitar hasta que volvamos a salir.

El auto se detiene frente a un edificio de vidrios destruidos. Hay una mujer vestida de blanco esperando en la entrada, me coloco el antifaz y sigo al obispo al interior de la torre. Nos hacen seguir a un ascensor de carga. 

Bajamos dos pisos y el panorama cambia cuando las puertas se abren.

La música retumba poniendo vibrar los pasillo con cristales azules. Lámparas cuelgan por todos lados dando un aire fino y sofisticado.

—Bienvenidos —dice una mujer señalando la entrada del club. Las letras "Óculos" parpadean sobre una puerta doble.

Avanzo, el lugar es un enorme salón entapetado, rodeado con vitrinas que muestran escenarios de mujeres desnudas, animales exóticos y acuarios gigantes.

Voyerismo en su máximo esplendor, cuatro cristales muestran escenas de parejas teniendo sexo en vivo. Las mesas están rodeadas con muebles rojos y cada una cuenta con un tubo de pole dance.

Una enorme pasarela destaca en el centro, tras ella hay una pantalla gigante que abarca hasta el último centímetro de la pared y cambia de colores según el ritmo de la música. La barra va de extremo a extremo. 

Las meseras lucen faldas colegialas y tienen el dorso descubierto cubriéndose las areola de los pechos. Nadie sabe quién es quién ya que  todos lucen los mismos antifaces.

—Tenemos una mesa especial —avisa Pablo— Frente a la pasarela para ver todo con mayor claridad.

La mesa tiene capacidad para catorce personas. Patrick y el obispo Juan ya están ahí.

Los puestos tienen números.

—El tuyo es el siete —me dice el obispo Juan sin dejar de mirar a Patrick.

Reparten una ronda de vodka.

—Creo que llegamos temprano —comenta Pablo mirando el reloj.

—¡Caballeros! —saluda el cardenal que llega con Bratt. 

Intercambiamos saludos, los pontífices celebran como si fuera el mega evento.

Bratt queda en el extremo del sofá y Patrick a mi lado. Cuatro hombres más llegan vestidos con trajes.

—Buenas noches, señores —saludan.

—Drew —el cardenal se pone de pie— Es un placer saludarte.

—El gusto es mío —repara las personas nuevas— El grupo se creció.

—Lo mismo digo —el cardenal posa los ojos en uno de los hombres que lo acompaña.

Nadie se presenta, supongo que es parte de la ley de anonimato. Drew, o como se llame toma asiento a lado de Pablo y ubica al "nuevo" a mi lado.

—Señor —murmura y reconozco su voz "Gelcem"

El escenario se enciende.

—Bienvenidos al Óculos —habla un hombre al micrófono— El club que satisface sus anheladas fantasías.

El público aplaude.

—No hay sueño que el Óculos no cumpla.

«Lo dudo» Me inclino el vodka que reparten. 

—Hoy es un día especial, tenemos al grupo de celebridades más famosos del mercado negro.

El público enloquece.

—Si señores, la euforia es justa —continúa el presentador— Las nórdicas están aquí y merecen todos sus gritos.

La pantalla se ilumina con imágenes y videos de las mujeres. Bailes y poses porque no se les detalla la cara.

—Freya, Frey, Skadi, Nanna y Hela llegaron dispuestas hacerlos eyacular con cada uno de sus pasos.

—Quiero una de esas —pide el padre del convento.

—Todos queremos una —se burla Drew— Por eso preparé mi billetera.

—Tenemos buenos contrincantes —El cardenal mira su alrededor—Mientras unos traen billeteras otros traen maletines.

—Calentemos la noche con un abre bocas —avisa el animador.

Le da paso a un grupo de bailarinas disfrazadas de los años ochenta.
Se mueven entre las mesas desnudándose y besando a todo el que se encuentran.

Cuatro se suben a la mesa, bailan cinco minutos y vuelven a bajar. En mí no causan ni un mal pensamiento. Pese a que me concentro e intento sentir algo que remplace los sueños eróticos, no pasa nada y por lo que veo tampoco pasará.

Cuatro shows más y nada. Colegialas, profesoras y enfermeras bailan en el escenario y no siento más que fastidio, sigo estando tan frío como el Vodka. Me relajo en la silla y finjo que me agrada lo que veo.

La noche de hoy no es para apresurarse. Más que conseguir pruebas es saber cómo se mueve el club ¿Que mujeres tienes? ¿Por dónde podemos atacar? Y qué tipo de personas lo visitan.

—¡Señores! —vuelve aparecer el animador— Basta de preámbulos. De aquí en adelante se viene la verdadera diversión.

El público se acomoda.

—El Óculos trae para ustedes el espectáculo más apetecido en el mercado—suenan los tambores— Tiene a las cinco diosas nórdicas de la lujuria, mujeres de otro mundo dispuestas a convertirse en lo que deseen.

El público estalla en aplausos.

—¡Disfruten! —el animador baja de la tarima en forma de pasarela.

Las luces se apagan y un enorme reflector se concentra en el escenario, la pasarela parpadea y la pantalla gigante vuelve a encenderse.

—Las diosas nórdicas son conocidas en la mitología germánica —habla un narrador invisible— En la historia son vistas como diosas comunes, pero en nuestro cuento son emblemas de belleza, sensualidad y lujuria.

El escenario se llena de humo, la música nórdica retumba en los parlantes. Voces múltiples en idiomas desconocidos se entonan en una sola canción, el violín la flauta y el tambor se vuelven protagonistas.

Una mujer sale contoneando las caderas, la falda de velo le cae por la cintura «Angela» Las tetas son inconfundibles. Tiene los senos cubiertos con un top de pedrería que le cubre parte de la garganta, prendas le adornan los brazos y tintinean mientras mueve los brazos al ritmo de la música.

—Público inclínate ante la diosa más grande de todas —habla el narrador—¡Freya!

Da una pasarela sin dejar de bailar, mira al público y lanza una tanda de pasos provocadores.

—La grande, la madre, la líder. Domina dispuesta a demostrar quién es la que manda. Pesadilla de Dioses que daban fortunas por someterla.

Los hombres enloquecen, se posa en el centro de la pista haciendo vibrar las prendas del traje. Tiene la cara cubierta con un maquillaje en forma de antifaz, la música cambia y sale otra mujer «Liz»

—¡Skadi! —anuncia el narrador—¡La favorita, la picara, la juguetona! ¡La que hizo pecar a medio imperio con sus armas de seducción!

Las luces se apagan y vuelven a encenderse, Angela y Liz invitan a una nueva integrante. «Gema»

—¡Nanna! —grita el narrador— ¡La pura, la benevolente e inocente! ¡La que logró el poder siendo la mansa paloma que todos querían enjaular!

Lucen atuendos de distinto color. Liz va de amarillo, Angela de gris y Gema de azul. Parece que tuvieran el cuerpo untando de arena y lucen coronas prehistóricas. Los vestidos tienen todo tipo de joyas y gemas.

Sincroniza de forma perfecta cuando se mueven de un lado a otro.

—¡Quiero la de la mitad! —pide el padre Humberto. 

La pantalla gigante muestra hasta el último detalle del acto, enfoca las caderas de las mujeres que se mueven como verdaderas diosas.

—Ya sé por qué andas con Gema  —murmura Patrick— Es atractiva. 

No lo hace mal, de hecho, lo hace muy bien. Gema carece curvas, pero tiene cierta sensualidad que atrae la atención de cualquiera. Es la que más disfruta el show, la sonrisa que muestra la hacen destacar por encima de la demás.

Siguen con el acto, se detienen por un momento fijando la mirada en el techo.

Una plataforma baja de la nada sosteniendo una chica con traje rojo. Sale de la base y se une al baile haciendo la debida presentación, «Meredith»

—¡Frey! —continúa el narrador— ¡La sumisa, la enigmática, la bella! ¡Diosa líder en el arte sumisión! ¡sueño de dioses que ansiaban tenerla como esclava!

Paran la música. Las cuatro caminan al tiempo y vuelven a fijar la vista en un solo punto. No arriba. Adelante.

Les falta una «Alexandra»

El reflector se va a la parte de atrás del club e ilumina a una mujer vestida con traje blanco. Todos voltean a mirar, esta de espaldas contra la pared en una sexy pose que resalta todas sus curvas.

Dejo el trago pasando saliva. No es Alexandra, es el cuerpo de la pesadilla que atormenta mi cabeza «Rachel» Sigue de espaldas, pero reconocería su cuerpo en cualquier lado.

—¡Hela! —grita el anunciador. Medio gira la cara mirando por encima de su hombro, el tambor entona un solo ritmo y empieza a mover la cadera al compás de la música mientras se da la vuelta riendo con descaro. 

—La irreverente, la inalcanzable, la única —continúa el narrador—¡La que atrapa, seduce y mata con su belleza! ¡La que se llevó a un sin fin de Dioses que prefirieron morir antes de salir de las redes de su encanto!

«¡El diablo me quiere llevar!» El mundo desaparece y mis ojos quedan atrapados en la sensualidad que emana. 

Hace su pasarela siguiendo el ritmo de la danza, tiene el mismo maquillaje de Angela; Un antifaz blanco y los labios pintado de rojo. Trae una peluca con flequillo que le cae sobre las cejas. Prendas en forma cadenas delgadas le adornan la cabeza y tiene los brazos llenos de brazalete que brillan cuando alza y mueve los brazos.

Sudo, siento como la sangre viaja por mi cuerpo concentrándose en un solo punto.

El público aplaude y varios hombres ofrecen sus manos guiándola al escenario.

—¡Con ustedes las nórdicas, señores! —dice el narrador cuando termina de subir a la tarima.

Me dejo caer en la silla con la ira en máxima potencia «¿¡Por que carajos no me avisan de este tipo de cosas!» «¿¡Y por que diablos me afectan tanto!?»

Detesto que me haga sentir así: Furioso y cachondo.

La música acaba y el público estalla en gritos y silbidos cuando se van. 

—Amo mi trabajo —Patrick se deja caer a mi lado.

Gelcem sigue aplaudiendo como un idiota, le falta poco para sentarse en mis piernas

—¡¿Oye quieres sentarte?! —lo regaño— ¡Me estas poniendo el culo en la cara!

Patrick me codea, no le pongo atención la música es alta y los obispos están en su propio mundo magreando a las meseras.

—En diez minutos tendremos el próximo acto —anuncian en los altavoces.

Me sirvo más vodka. Traen a un chico con mascara sentandolo en las piernas del padre Juan.

—Tócalo José —le pide a Patrick.

Bratt arruga las cejas y el cardenal observa la escena curioso mientras Patrick palidece. 

—Tócalo —secunda el Pablo— A todos nos gusta mirar.

Mi colega me mira y no sé qué cara poner, esta gente es asquerosa. El chico se levanta y se le planta al frente con la verga erguida moviendome de inmediato. 

No quiero que esa cosa me toque.

—Saboréala —se masturba— Estoy limpio.

El obispo Juan acaricia la espalda de Patrick mientras todos los miran.

—No me siento cómodo —dice débil— Tal vez luego.

El stripper le estampa un beso en la boca. 

—Estaré arriba.

Los de la mesa aplauden y se ríen, Patrick se queda congelado en su puesto.

—Aquí puedes mostrarte como eres —lo consuela el obispo.

—¡Miembros del Óculos, prepárense para el segundo acto!

Todo el mundo se acomoda.

—Preparen billeteras, porque las diosas se van con el mejor postor.

Dólares y euros vuelan por los cielos.

—¡Las nórdicas son camaleones especialistas en transformación! —anima el presentador— ¡Y en el siguiente acto los harán fantasear con los héroes y servidores de nuestra vida cotidiana!

Poker Face hace eco en todos los altavoces.

—¡Con ustedes Freya y Skadi!

Ambas salen por los extremos del escenario disfrazadas de policías. Lucen enterizos de cuero y antifaz del mismo material.

—¡Vienen por los que se portaron mal! —muestran esposas— ¡Pero creo que están mostrando poca piel, Diosas!

El público apoya al animador.

Liz se acerca a Angela jugueteando con el cierre del enterizo, ambas se miran con morbo mientras se desnudan una a la otra quedando en tangas.

Codeo a Patrick para que ponga atención y se olvide del incomodo momento, medio se espabila cuando Angela besa a Liz.

Joyas y billetes caen en el escenario, las mujeres bajan e interactúan con el público haciendo bailes de tubo y besando a todo el que le ofrece una buena cantidad de billetes. Las ofertas llueven y los apostadores ofrecen sumas exorbitantes.

—¡Hay mucho desorden! —grita el animador. 

Aparta los billetes con el pie.

—¡Pongamos orden y llamemos a la sirvienta! —voltea—¡Nanna ven y muéstranos cómo se limpia!

Gema sale con un disfraz de mucama francesa y con unos tacones de casi quince centímetros, Earned y The Weekend se vuelven protagonistas.

El público empieza apostar y a ofrecer dinero para que se saque el vestido. Lo hace pieza por pieza y baila en el tubo de pole dance en tangas y tacones.

—¡Ven aquí putica! —le ofrecen una bolsa de dinero.

—¡Acá! —Humberto se levanta cuatro fajos de euros— ¡Ven!

La llama desesperada trayendola a la mesa y es el padre Humberto quien la manosea. 

—No mueras de celos —me advierte Patrick— No tengo fuerza ni ánimos para controlar tu yo de toro embravecido.

Humberto invita a Bratt quien me mira y se levanta sonriente mientras Gelcem y Patrick miran a otro lado. No los imito, le clavo los ojos para ver si tiene la gallardía de caer tan bajo.

Y lo hace, Don niño bueno toma a mi supuesta novia y la besa mientras le pellizca los pezones sin dejar de mirarme.

Gema se aparta y no alarga el momento. Sé lo que pretende lograr.

—¡Oh! —vuelve a salir en presentador— Ya no hace calor —se afloja el nudo de la corbata— Ya estamos ardiendo.

—¡Más, más! —aclama el público.

—¡Les tengo justo lo que quieren! —se ríe al micrófono—¡Un par de bomberas que se vienen con un acto doble para bajar la temperatura!

Los gritos son ensordecedores.

—Con ustedes: ¡Hela y Frey!

El escenario se torna de rojo, me recuesto en la silla cuando mi cuerpo presiente lo que se viene.

Rachel y Meredith salen disfrazadas de bomberos. Con casco, lentes, vestidos y ligueros rojos. Las botas le cubren las piernas. Traen chaquetas grandes que no dejan detallar los atributos de la parte de arriba.

—¿Quien tiene calor? —pregunta el anunciador y todos alzan billetes.

—¡Mucha ropa, mucha ropa! —exclama la multitud.

Empiezan a moverse al ritmo de la música de Billie Eilsh posándose una frente a la otra.

—¡Mucha ropa, mucha ropa! —sigue aclamando la gente. 

Meredith encuella a Rachel y le arranca la chaqueta dejándola con ajustado vestido de cuero rojo que se le ciñe como una segunda piel. Ella hace lo mismo con Meredith.

El público enloquece. Bailan imitandose entre ellas imitando los movimientos en un baile espejo. Son distintas en corpulencia, belleza y color. Pero se mueven como si fuera una sola, incluso cuando no se miran y gatean a través del escenario. 

Esta vez no hay gritos ni palabras vulgares. Los hombres se quedan embelesados con las mujeres que se apoderan del escenario. Incluso yo que debo hacer acopio de mi cordura para no enloquecer, subir y follarme a Rachel en pleno escenario.

Tengo la garganta seca y el pantalón se me quiere reventar. El show es una versión real y mejorada de mis sueños eróticos, está sacando a lucir su lado perverso y en lo personal siempre me ha gustado más así.

La canción acaba cambiando a un ritmo totalmente diferente y ambas se ponen de pie abriéndose los vestidos cuando Sym se apodera de la pista.

Algo me atraviesa el pecho, la adrenalina sube a niveles que no puedo controlar. La mujer que tanto disfrute baila sobre la pasarela con ligueros y un minúsculo sostén de encaje.

Los postores se levantan.

Esta vez no hay bolsas. Hay maletines y disputa por quién se llevará a las chicas que arroja sus mejores pasos en el escenario.

Bajan de la tarima revisando quién ofrece más dinero, recogen y unos cuantos fajos a cambios de leves caricias.

—¡Hey! —grita Drew atrayendo la atracción de Rachel— ¡Tengo esto para ti muñequita!

Abre un maletín con billetes verdes.

—¡Trae a tu amiga y baila para nosotros! —el cardenal abre otro maletín.

Obedecen convenciéndome de que esto va a tomar mal. 

Rachel sube a la mesa y siento que los pulmones me dejan de funcionar, la sangre sigue fluyendo hacia un mismo punto y mi cerebro se niega a dejar de mirarla.

Se dividen los integrantes. Rachel se roba la atención, Drew, Pablo, el cardenal, Gelcem y yo. Aprieto los puños en busca de autocontrol.

Tengo dos opciones. Arrancarle eso putos ligueros o sacarme la polla y masturbarme delante de todo el mundo.

Es una hembra en todo el sentido de la palabra. Las piernas esbeltas rodean el tubo mientras se desliza restregando el coño en el metal. Entre abre la boca como si anhelara besos con urgencias.

—¡Baja! —le ordena Pablo mostrando un fajo de billetes.

—La mesa tiene nuevos socios —Drew señala a Gelcem y el padre Pablo me señala a mí— Dales la bienvenida.

Se acerca sin dejar de moverse, las manos me cosquillean ansiosas por tocarla mientras Gelcem la mira con la boca abierta.

Ella acorta el espacio y desata lo que tanto intente contener. Tomo su cintura y la bajo a mi entrepierna «Joder» Ejerzo fuerza para que sienta lo duro que estoy.

La saliva se me aliviana cuando paseo la nariz por su cuello. 

Intenta apartarse y la tomo con más fuerza «Es una profesional no puede salirse del papel» No se sabe quién está domando a quien, si ella a mí con sus movimientos persuasivos o yo a ella obligándola a que sienta lo que tanto disfruto.

Pierdo el control y la volteo para que quede de cara contra mí.

—Eso —dice el padre Pablo— Dómala, que sepa quién manda.

Ella suelta una carcajada «Juro por Dios que si no me la tiro tendré que amputarme la verga»

—La atención no es sola para uno —advierte Drew.

Lo ignoro y la pego a mi pecho, me vale una mierda que ambos estén pagando. A mí es el que tiene mal con cada uno de los sueños eróticos.

Le coloco la mano en el centro de la espalda empujándola a mi boca «No puede rechazarme» Ladea la cabeza y cantó victoria, pero la muy descarada roza nuestros labios y echa la cabeza  atrás con una sonrisa en los labios.

—No es el único nuevo, padre —susurra y toma a Gelcem del cuello— Quiero llevarme los dos maletines.

Se me descuelga la mandíbula cuando besa a Stefan sentada en mis piernas. No es roce, ni contacto leve. Es beso con tomada de pelo y mordisco de labios.

Lo empuja, se levanta, toma ambos maletines y sube al escenario llevándose los aplausos. Meredith la sigue y de despiden en una lluvia de rosas y billetes.

Quedo atónito en la silla, miro a Stefan de reojo y tiene una estúpida sonrisa de retrasado. «¿En verdad fue capaz?» Templo los dientes conteniendo el impulso de explotar. 

Me levanto antes de romperle la cara al imbécil pobreton que yace a mi lado.

—Habitación 202 —se me atraviesa el Pablo— Me salió cara, así que disfrútala.

Me trago la ira y recibo la llave para no levantar sospecha.

—Nos vemos el domingo —se despide— Me espera una buena noche.

—¡Señores disfruten a sus mujeres! —se levanta Drew— Pagamos un pastal por ellas— toma a Stefan del saco— Me llevo a mi socio, Hela nos espera.

La vista se me oscurece, los oídos me zumban y la cara me arde.

—¡Por aquí, señor! —una mesera me toma del brazo.

El obispo Juan se lleva a Patrick y Bratt se va con el cardenal.

No tengo idea para donde voy, solo sé que camino entre pasillos oscuros mientras la camarera me guía.

—Su alcoba —avisa— La chica llegará en cinco minutos.

Estrello la puerta cuando se va y me voy directo a la licorera «Fiesta con Hela» Me empino la botella. Puede drogar a Dew, pero obviamente no lo hará con Stefan.

La ira se expande, me carcome y quema como la lepra.

«No es el único nuevo, padre» Derribo el carro de la licorera a punta de patadas «¡Maldita!» La puerta se abre y lo que pintaba ser una noche fatal termina siendo una noche horrorosa.

«Meredith»

—No habrá acción —advierte con una mano levantada.

—Ya quisieras —vuelvo a empinarme la botella y me encierro en el baño.

No soporto la cara de esa maldita desgraciada.

Las horas pasan y me ahogo en licor, sé que no vale la pena, pero es la único que alivia la presión que tengo en el pecho.

Por esto no quería verla, porque acaba con mi autocontrol y me pone como un loco que actúa sin pensar.

—¡Tenemos que irnos! —tocan a la puerta. 

Me lavo la cara en el lavamanos. El vodka esta fuerte.

—¡¿Está ahí?! —insiste Meredith— No puede salir solo y lo sabe.

Abro la puerta. Se quitó el disfraz y viste una blusa de tirantes y pantalones negros.

—Su novia ya se fue —me dice.

Reparo el cuello descubierto «Es justo lo que necesito»

—Patrick se encargó de la vigilancia—me dice— Podemos salir por la puerta de atrás sin que nadie se dé cuenta. No hay cámaras en club ni en el sector.

Asiento, se voltea y la tomo del brazo estrellándola contra mi pecho.

—¡¿Qué hace?! —se tensa—No se atreva a...

La empujo a la cama y aprisiono sus brazos bajo mi abdomen.

—¡Abusador! —me gruñe.

Suelto a reír.

—Prefiero que me despellejen con un cortaúñas a meter la polla en tu pálido coño —le toma la cabeza buscando su cuello. 

Se retuerce bajo mi agarre cuando clavo los labios en su piel, succiono arañando con los dientes asegurándome de dejar la marca que necesito.

—¡Quítese! —patalea.

Hago lo mismo en su pecho.

—¡Por favor!

Me tomo mi tiempo y obtengo el resultado que quiero, me empuja antes de correr al baño. 

Salgo al pasillo. Como lo supuse Bratt la está esperando «Te conozco tanto imbécil» Aunque no lo reconozca le gusta la insípida pelirroja.

Patrick esta al pie de la escalera. 

—¿Nos vamos? —pregunta.

—Si —me detengo frente a Bratt— Meredith —me humedezco los labios— Un poco floja, pero sabe mamarla ya entiendo el porqué de los orales matutinos...

Me estampa contra la pared.

—¿Que mierda insinúas imbécil?

Me le burlo en la cara.

—Que Meredith no es tan mal polvo como creí.

—¡Christopher...! —intercede Patrick.

La pelirroja sale llorando de la habitación.

—¡Bratt..! —solloza tapándose el cuello con la mano— ¡No le creas...!

Lo empujo.

—Repásala —me encamino al pasillo— De seguro aguanta otro polvo.

Se me viene encima y corro escalera arriba conteniendo la risa «Idiota» Salgo al callejón.

—¿Y mi camioneta? —volteo a buscar a Patrick y me encuentro con un puñetazo.

—¡Bratt! —Patrick lo toma por detrás— Solo se burla de ti.

—¡Para nada! —señalo a Meredith— No seas hipocrita y dile la verdad.

Le tiembla la barbilla tratando de no llorar. 

—Solo esta celoso —Patrick intenta conciliar— No le pongas atención.

Make estaciona a pocos metros. 

—¡Suéltenlo!—le digo—¡No se quedará quieto hasta que no le rompa la nariz!

—¿Que tan miserable quieres que sea? —reclama Bratt forcejeando porque Patrick lo suelte— ¡Tres veces! —grita— tres veces te he salvado la vida y ni por eso tienes consideración.

—Te bajaré otra novia para que sean tres salvadas de vida Vs tres novias quitadas —respondo tranquilo.

—Señor, vámonos —Make viene por mí.

—Siempre he tenido la duda de saber qué se siente salvar al que te bajó la novia —continuó— La que tenías, la que quería ser y la que pretendías ocultar. Pensándolo bien ya estamos igual.

—¡Christopher, basta! —me regaña Patrick— ¡Lárgate a tu casa!

—Ok —me encamino a la camioneta— ¿Meredith te apetece venir?

—No me hable abusador asqueroso —lloriquea— No sabe lo patético que se ve intentando disimular los celos que le causan otros... 

—No te justifiques muñeca —sigo mi camino.

—¡Viven juntos! —grita Bratt.

Detengo el paso.

—Si estas celoso por lo de hoy resignate a convivir con la amargura, porque son más que novios —se ríe.

El arranque de ira me hace voltear.

— Rachel se enamoró y quiere formar un hogar con el imbécil que tanto estás odiando ahora.

—Me vale mierda —siento que me prenden fuego.
—Claro —se safa del agarre de Patrick— Pensándolo bien no tengo que romperte la cara, suficiente tienes con saber que la perdiste y que revolcarte con mis mujeres no quita que ella siga estando fuera de tu alcance.

Saboreo el amargo de mi propia saliva «Viviendo juntos» No vivió con Bratt después de cinco años de relación y si vive con el nuevo idiota que conoció hace un par de meses.

—Coronel, vamos al auto —insiste Make.

—Vete —me indica Bratt— Ve ahógate en alcohol y torturate con el hecho de que ya no será tuya.

Comprimo todo curvando los labios mostrando mi mejor sonrisa.

—¿Torturarme? Eso es algo típico de ti no de mí —me vuelvo hacia mi auto.

Tyler abre la puerta y abordo la camioneta sin mirar a nadie.

La garganta me arde y siento que el pecho me clava espinas cada que respiro.

Su recuerdo vuelve y considero la idea de pegarme un tiro para acabar con esto de forma definitiva. Nunca me había sentido así. Abrumado, hastiado como un maldito incompetente que no tiene la capacidad de controlarse.

Cada que cierro los ojos la veo a ella y las miles de cosas que quiero hacerle. Me invade la urgencia de enfrentarla, arrancarle la ropa y demostrarle quien es el verdadero hombre, quién fue el que la hizojadear infinidad de veces.

Mi sistema aclama el Jack Daniels, necesito embriagarme y aliviar la presión. Perder la conciencia y tener, aunque sea un poco de paz.

—Consigueme una maldita botella con licor  —le ordeno a Tyler.

—Señor la zona no es segura...

—Di una puta orden. 

Obedece, estaciona y yo me empino lo que trae cuando vuelve. Ellos siguen conduciendo y yo sigo tomando acabando con el liquido que mi sistema recibe como agua, el mareo me abarca terminandome de embriagar y debo subir a mi casa apoyado del hombro de Tyler

—¡Ogro! —exclama Gema cuando se abren las puertas.

Pierdo el equilibrio y me sujeta antes de que caiga al suelo.

 —Tráeme una botella con whisky.

Niega.

—Ya bebiste demasiado.

—Eres un fraude —intento levantarme— No eres tan complaciente como te describieron.

—No vas a beber más,

—¡Tyler trae la botella! —ordeno

—¡No! —se vuelve hacia el chico—Si sigues así terminarás con una cirrosis.

—De algo hay que morir —me encojo de hombros.

El chico se recuesta en la barra de la cocina.

—No digas eso, no sabes lo mucho lo que le dolería a la gente que te ama.

La gente que me ama, «¿A ella le dolería?» Claro que sí. Soy el amor de su vida. Aunque este con otro está marcada por mí y no va a olvidarme nunca.

—Te compré un detalle —corre a la habitación y vuelve con una bolsa de regalo—Un Shek para tu puerta.

Tuerzo los ojos, me desespera que se ponga en ese tipo de bobadas.

—Lo echaré en la cama de los hijos de Zeus.

Lo arrojo al otro lado de la sala.

—Hey —lo alcanza— Botaste el que te puse en el auto, no hagas lo mismo con este. No tienes que sacarlo a la calle.

—No tenemos cinco años, Gema.

—El amor es inmaduro —me besa los labios—No tengo la culpa de que tu amor me vuelva una cursi soñadora.

La toma del mentón.

—Aprecio más una buena follada.

La mezcla de alcohol y pensamientos eróticos me la pone como una piedra, asi que me pongo en pie abriendo el albornoz que trae. 

—¡Oye! —mire a Tyler avergonzada.

—Sabes lo que pienso de los cobardes. —la pongo de cara contra la mesita y arranco las tiras de la bata que la cubre.

—¡Me retiro!—Tyler sale disparado— Llámeme si me necesita.

—No es cobardía, es pudor —se defiende Gema.

—Como sea —le inclino la espalda y me desabrocho el pantalón.

El piso se mueve y tenso las piernas para no caerme.

El alcohol me dejará dormir y la el sexo acabará con la frustración sexual «Tengo todo bajo control»

—No quiero besos —me dice Gema— Quiero que me veas como la diosa que bailo esta noche.

Me coloco el preservativo, le separo las piernas y me ubico en su entrada. Sin toques ni besos ya estoy preparado.

Me aferro a sus hombros y la embisto logrando que gima. 

—No olvides los límites —la vista se me oscurece con el alcohol.

Ignoro las ganas de vomitar, no voy a dejar nada a medias. Abro y cierro los ojos, la noción vuelve y me deleito con la vista que me ofrece su trasero.

—No pares  —gime aferrándose a la mesa.

Entro y salgo una y otra vez queriendo alcanzar el clímax, tomo su cadera estrellandola contra mi pelvis, no soy consciente del tiempo ni de lo que me dice, estoy enfocando en una sola cosa y me cabrea que mi cuerpo se niegue a conseguirlo. Incremento los movimientos, Gema alcanza el orgasmo y sigo igual.

La presión no cede, mi polla sigue tal cual como la metí.

El desespero me abarca, el mareo aumenta y el mundo se me va «¡¿Pero qué putas?!» Ella aparece bailando en el tubo del club, mi mente se llena de fragmentos sobre nuestros encuentros. La veo sobre mí moviendo la cadera, siento su perfume y la ira que provocó cuando tuvo el descaro de besar a otra sentada en mis piernas.

Recopilo los sueños y las ganas que he tenido de tirármela.

Abro los ojos y sigo igual. No hay eyaculación, por más que me muevo mi miembro se niega a ceder, por el contrario. Crece aliándose con mi cerebro; causando sudoración excesiva y garganta seca.

Suelto a Gema cuando se me viene una arcada de vómito.

—¿Estas bien?

La aparto y sigo vaciando el contenido de mi estómago. 

—¡Christopher! —me acaricia la espalda preocupada.

«Ya es demasiado» Me estoy volviendo loco. Sigo vomitando en el mármol.

—¿Qué hago?

No contesto, solo me encamino al pasillo encerrandome en el baño. La erección es tanta que hace que me apriete el preservativo. Me quito la ropa rápido entrando a la ducha. 

Mi mente sigue divagando «¡Rachel!» Mi subconsciente la aclama como si fuera algún tipo de droga.

—¡Ogro ¿Estás bien?! —tocan la puerta.

Tomo mi miembro, sé que dije que no lo haría, pero es la única manera de calmar todo esto.

Cierro los ojos y dejo que aparezca, muevo mi mano y me masturbo con su recuerdo. Minutos de auto placer que me ponen el corazón a mil. La imagino sobre mí, besándome, tocándome. Dejando que la embista, recopilo el recuerdo de su voz cuando jadeaba mi nombre y me voy a las veces que nos comimos uno al otro.

El corazón se me pone a mil cuando eyaculo en mi mano.

«Esta me las paga» 

—¡¿Christopher?!

—¡Vete a dormir! —le ordeno a Gema.

—Ok, te esperare en la cama —contesta— Te amo.

Respiro hondo. La aprecio y me gusta, pero el "Te amo"no es nada si no viene de Rachel. Quiero oírlo en ella no en Gema y ahora es cuestión de ego porque no me voy a quedarme con las ganas de coger.

Soy un pretencioso egoísta que ahora quiere tenerla para saciar las ganas cada que quiera. Necesito que vuelva hacer la de antes y vuelva a complacerme cuando la necesite.

La quiero muerta de amor y ser el antagonista que la jodió, pero que pese a eso sea tan masoquista que no pueda dejarme. Quiero ser el tóxico que la condena a las cadenas de un amor a ratos que no ofrece más que placer. Quiero seguir estando por encima de Bratt, de Antoni y todo el que intente crear nuevos sentimientos.

Dejo que el agua fluya por mi cuerpo.

Puedo hacerlo «Sonrío para mis adentros» Si lo hice una vez puedo hacerlo las veces que quiera. Si la enamore siendo un patán puedo volverla loca mostrando el otro lado de la moneda. Aunque sea falso y tenga que mentir como lo ha hecho ella, lo haré porque me place y se me da la gana.

Yo nunca pierdo.

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Les dejo un video para que tengan idea de como fue el baile y el atuendo de las chicas.





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