Un desastre llamado Valentina...

By GraceVdy

2.7M 174K 65.6K

Un escritor difícil y una editora novata, unidos por un libro que esconde un secreto, protagonizarán un inesp... More

Anuncio importante
Prólogo
Antes de leer
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce 🔞
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulos Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve 🔞
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y uno
Capítulo Treinta y dos
Capítulo Treinta y tres
Capítulo Treinta y cuarto (Parte I)
Capítulo Treinta y cuatro (Parte II)
Capítulo Treinta y Cinco
Capítulo Treinta y Seis
Capítulo Treinta y Siete
Capítulo Treinta y ocho
Capítulo Treinta y Nueve
Capítulo Cuarenta
Capítulo Extra

Capítulo Quince 🔞

57.5K 3.7K 1.4K
By GraceVdy


Las manos de Santi presionaban mi cintura mientras su boca sin contención alguna se deleitaba con la mía, a pesar de lo fría que estaba la noche sentía un calor que se extendía por todo mi cuerpo que provocaba que mi piel ardiera. Parecía que nada podía cortar ese intenso momento hasta que, las luces de otro auto estacionándose al lado del de Santiago, iluminó nuestros rostros.

Parpadeé varias veces separada solo por centímetros de él, notando cada detalle de su atractivo rostro. Santi respiró profundo al mismo tiempo que sus manos dejaban de presionar mi piel, le sonreí al verlo tan serio, con ese gesto de concentración en su cara, que con el tiempo entendí a que se debía.

—¿Qué pasa? —pregunté en susurros.

—¿Seguro quieres dejar lo de la lectura para otro día? —En su tono de voz se evidenciaba lo agitado que estaba, negó ante mi sonrisa de satisfacción al verlo así, ansioso, casi descontrolado.

Santiago disfrutaba intimidarme, le encantaban esos jueguitos mentales donde siempre terminaba ganando, darme cuenta de que estaba del otro lado, despertó algo en mí que me llevó a actuar con audacia.

Sin responder su pregunta, me quité el cinturón de seguridad; no dudé ni un segundo de lo que estaba a punto de hacer. Mi nariz rozaba la suya mientras yo hacía el intento de besarlo, para luego frenarme a escasos centímetros de su boca, gateé hasta estar sobre él que sorprendido y de inmediato hizo el asiento hacia atrás, dándome más espacio para acomodar mis piernas en esa posición que resultaba incómoda.

Levanté solo un poco las caderas para luego sentarme de nuevo con un movimiento lento que provocó que sus manos sujetaron con fuerza mi cintura. La presión que sentí entra las piernas fue exquisita y un poco desestabilizante, por ello lo besé; no sin antes jugar un poco más con él. Desesperado sujetó mi rostro para asegurarse que no escapara, dispuesto a ofrecerme un beso que me dejó sin aliento desde el primer roce. Su boca devoraba la mía aumentando la intensidad con cada movimiento que mis caderas hiciesen, por muy sutil que este fuera.

Llevé mi juego más allá, besé su mentón bajando por su cuello, percibiendo el calor de sus manos que se movían por mis piernas hasta quedar fijas en mi trasero y atraerme con fuerza contra sí. Me era adictivo ver a Santi así, respirando acelerado y levantando un poco la pelvis para aumentar la fricción entre ambos.

—¿Santi? —susurré apartando mi rostro del suyo.

—Se lo que estás a punto de hacer —su voz salió entrecortada.

Reí de forma suave grabándome esa imagen suya en la mente, tenía los ojos cerrados y una medio sonrisa en los labios, el cuello enrojecido por mis besos y el pelo despeinado por mis dedos enredándose en el.

—Creo que debemos dejar la lectura para otro día.

—Lo sabía —dijo abriendo los ojos, negó sonriendo para luego apretarme contra su cuerpo y suspirar pegado al escote mi camisa—, Valen, el libro, debemos avanzarlo —su lengua con discreción se paseó por el nacimiento de mis pechos y mi cuerpo reaccionó de inmediato, mi ropa interior se torno pesada ante la humedad y el cosquilleo en la zona.

—Cuándo entremos a mi departamento dirás que es solo una excusa, lo dejamos para otro día.

Hice el intento de levantarme, sin embargo, sus buenos reflejos impidieron que lo consiguiera. Me sujetó de las piernas para mantenerme quieta en su regazo.

—Si te estás vengando por lo de la otra noche, te juro.

—¿De qué hablas? —interrumpí haciéndome la loca, como si no supiera lo que intentaba decirme—. Me envías un mensaje para ponernos de acuerdo con nuestra cita de lectura —no sabía cómo lograba que mi voz sonara firme, sentía que estaba a nada de caer en mi propio juego, respirábamos el mismo aire cargado de deseo.

—¿En serio no me invitas a tu departamento?

Negué sonriendo con inocencia, tomé su rostro entre mis manos para darle un beso en cada mejilla, mientras tanto el rodeaba mi cintura con un solo brazo usando un poco de fuerza para mantenerme quieta sobre sus piernas.

—Debo irme, cuídate y buenas noches.

—Valentina, eres malvada —recostó su rostro en mis pechos soltando una risita que me hacía sentir pena por él.

Su agarre se hizo débil y fue entonces que aproveché para abrir la puerta que estaba a su lado, y salir por esta. Me detuve antes de cerrarla para observarlo, despeinado, con el cuello de la camisa estirado, la bragueta del pantalón a nada de romperse, y esa expresión en el rostro de frustración que una parte de mí encontró satisfactoria.

—Eres un desastre, Santi.

Cerré la puerta con el sonido de su risa escandalosa, había logrado arrancarle una carcajada y eso se sentía increíblemente bien. Apenas di unos cuantos pasos cuando él encendió el auto, giré al escuchar el auto acercarse a mí, no lo creía capaz de insistir.

—Estoy cansado, creo que me quedaré dormido mientras conduzco —dijo sonriente.

—Buen intento —di la vuelta avanzando a paso rápido hacia el interior del edificio.

—¡Malvada! —gritó con tono burlón antes de arrancar.

Me reía mientras caminaba sin importar verme como una loca. Santiago siempre lograba mantener mi mente estimulada después de cada encuentro, haberlo dejado así fue una pequeña victoria que estaba disfrutando, aunque mi cuerpo también sintiera las consecuencias de esos besos y apretones dentro del auto.

Había sido una gran noche a pesar que no terminó con los dos enredados en mi cama, creí que era mejor así, no estaba preparada para acostarme con Santi, al menos no esa noche.

El fin de semana estaría ocupado, me comentó mientras salíamos del cine que iba a trabajar hasta tarde el sábado, y luego tenía planeado dormir temprano. El domingo por la mañana tenía una competencia, necesitaba estar descansado. Su ausencia provocó que fuese más productiva por esos días, realicé el trabajo que tenía pendiente para enviarlo al profesor antes de la fecha límite, también, revisé algunos detalles del próximo lanzamiento y los correos de Alfredo el encargado de mercadeo de la editorial.

De Santi no supe nada hasta el domingo en la tarde, me envió una foto suya al lado de Sandy, ella sostenía la medalla que había ganado Santiago y sonreía con amplitud para la cámara. Ese hombre amaba dos cosas en la vida, a su hermana y el ciclismo. Me llamó en la noche, cuando Manu estaba a mi lado viendo una serie. La media hora que tardó la llamada estuvo llena de detalles de la competencia, hablaba con tanta emoción de cómo había mejorado su tiempo que se me hizo fascinante escucharlo.

Acordamos vernos el martes muy temprano, necesitábamos avanzar la lectura, para poder terminar al fin el libro. Acepté a sabiendas que ese día sería difícil para mí, tenía una reunión misteriosa con Rodrigo a las diez treinta que me mantenía nerviosa, pensé que algo estaba saliendo mal y que mi buena suerte había llegado a su fin. A pesar de la incertidumbre que me recorría, desperté temprano, sin problemas con el despertador, incluso lo hice de buen humor.

Miré la hora en mi teléfono antes de comenzar a maquillarme, tenía tiempo suficiente para arreglarme a pesar de haber tardado encontrando algo que me hiciera sentir segura por completa, esa mañana la señorita Rincón visitaría a Santi, así que hice el intento de verme lo más profesional que fuese posible.

Mi plan de llegar temprano a nuestra cita, se vino abajo gracias al conductor del taxi, que escogió el camino con más tráfico, bajé molesta del auto esperando que Santi no notase mi pequeño retraso.

—Hola, Gloria —saludé sonriendo.

La malhumorada mujer no alzó la vista para verme, ni correspondió mi cordial saludo, se limitó a señalar la puerta con el dedo índice, sin ocultar lo mal que seguramente le caía. Abrí la puerta sintiendo mi corazón acelerarse, estaba a punto de abrir la boca para hablar cuando vi a otra mujer sentada frente a su escritorio, notó de inmediato mi presencia adoptando una actitud seria.

—La acosadora —murmuró en voz baja, pero audible para mí.

—No —sonreí—, soy Valentina —dije acercándome.

Era su asistente, la recordé apenas me llamó así. Estaba sola en la oficina y parecía un poco desconcertada por verme entrar así.

—¿Alicia, me hablabas?

Escuché la voz de Santi tras una puerta que supuse era el baño. Alicia no respondió, tampoco lo hice yo. Él salió segundos después acomodando el reloj en su muñeca, al darse cuenta que estaba ahí sonrió alzando las cejas, viéndome sinvergüenzamente de pies a cabeza.

—Licenciado yo... ella entró, yo no —la pobre Alicia titubeaba nerviosa mientras su jefe me comía con los ojos.

—No te preocupes, la señorita Rincón puede entrar cuando desee a mi oficina —dijo sin dejar de verme—. Después seguimos trabajando con lo de mi agenda, ahora debo atender a la ex acosadora.

Su broma suavizó la expresión de angustia de su asistente, sonriente salió de la oficina casi de inmediato, cerrando la puerta con cuidado sin ver hacia atrás.

—Llegas once minutos tarde.

—Lo lamento.

—Encontraré una forma de cobrarme todos los minutos que me haces esperar —soltó con doble sentido—, siéntate, Valentina —pidió señalando una silla.

Mantuve mi pose de mujer controlada a pesar de estar deseando levantarme de esa silla, y sentarme sobre sus piernas para besarlo, aquello era algo difícil, el tipo me encantaba cada vez más, hasta el punto de hacerse casi una necesidad la cercanía física entre ambos.

—No debería decir esto, pero que guapa está hoy —coqueteó mientras buscaba el libro.

—¿Por qué no deberías decirlo?

—Me dijiste que hoy nos enfocaríamos en esto —dijo mostrándome el libro.

Asentí sonriente, esperando que esos cinco capítulos acabaran rápido. Me ofreció agua que acepté por el calor que me provocaba su mirada, lo vi aflojar su corbata antes de buscar la página del libro en la que nos habíamos quedado, luego tomó agua y buscó mis ojos para comenzar la lectura.

Aquel tono suave e íntimo me relajaba como siempre. Lo escuchaba fingiendo atención en sus líneas, cuando en realidad en lo único que estaba concentrada era en sus labios, en la manera en la que se movían, en sus ojos que miraba a través de esos lentes que lo ayudaban a ver mejor, se había afeitado esa mañana, su mandíbula apenas tenía la sombra de una barba.

—¿Valentina, quieres que me detenga? —preguntó cuando ya había leído varios capítulos.

Negué haciendo un esfuerzo enorme por no bostezar, me estaba quedando dormida una vez más.

—Solo necesito estirar las piernas —respondí poniéndome de pie, caminé en dirección a la gran ventana con vista hacia la calle.

Temía a las alturas, pero me atraía ver el movimiento que había afuera, al menos por nervios me iba a mantener despierta.

La miré a los ojos por largos segundos antes de decir algo, tenía la necesidad de admirar cada detalle de su rostro, de su cuerpo...

Escuché la voz de Santi a mi espalda, con discreción miré por encima del hombro como se acercaba con el libro entre las manos, hasta donde yo estaba.

Estaba listo para decirle todo lo que quería hacerle esa mañana, sin importar hasta donde nos llevara mi arrebato. Ella, valiente enfrentó mi mirada, sus ojos verdes resplandecían ante aquel momento decisivo entre ambos. De su boca no salió una sola palabra, sin embargo, sus ojos me decían tanto, que fui empujado a soltar todo lo que había guardado.

—Tienes razón, quiero algo más de ti. Me gustaría besarte despacio hasta que tú misma decidas que es hora de más. Quiero rozar mi lengua con la tuya hasta hacerte temblar entre mis brazos. Me encantaría dejar besos húmedos por tu cuello mientras mis manos se aventurarán por tu cuerpo. Apartar con cuidado tu ropa y dejarte desnuda frente a mis ojos. Me tomaría largos segundos para contemplarte, aunque estoy seguro que me costaría trabajo controlarme...

Su voz sonaba cada vez más suave, más hipnótica, sentía el calor de su cuerpo casi pegado al mío por eso no me atrevía a girar el rostro para verlo.

—Acunaría con mis manos tus senos para acariciarlos, mientras mi boca haría un camino de besos lánguidos por tus pechos, solo para enloquecerte, para escucharte gemir, para que desees tanto como yo, que mi boca se prenda de tus pezones. No quiero asustarte ¿Puedo seguir?

Casi asentí olvidando por un momento que estaba leyendo, no hablándome a mí.

Ella no fue capaz de responder con palabras, pero sí con su mirada, apreté los puños conteniendo el deseo de tocarla y seguí.

—Mis manos harían caricias suaves en tu vientre, antes de colar los dedos dentro de tu ropa interior. Me encantaría pensar que te voy a encontrar húmeda, tan mojada que no recostarte y abrir tus piernas sería todo un desafío para mí. Me encantaría torturarte con besos, pasar la lengua por tu cuello y con mis manos tocar tus pechos, para luego descender con caricias lentas y de nuevo deslizar la yema de los dedos por tus pliegues empapados...

Apreté los ojos, las piernas, y los labios, no quería verlo, no quería decir nada, no quería sentir esa punzada en mi entrepierna que me estaba matando. Sentí su presencia más cerca, estaba rodeada por su intenso aroma masculino, acorralada sin salida.

Hice la cabeza ligeramente hacia atrás para apoyarla en su pecho, no era una suposición mía, ni una ilusión febril, estaba ahí, justo tras de mí. Su brazo rodeó mi cintura abrazándome contra su cuerpo, con la punta de la nariz acarició mi mejilla bajando hasta mi barbilla, pensé que seguiría, pero se detuvo antes de llegar a mi cuello. Aclaró la garganta lo que me indicó que retomaría la lectura.

—Me pregunto si me dejarás continuar, si vas a permitir que te haga todo lo que deseo, si me atraerás hacia ti abriendo las piernas para mí. ¿Dejarás que te pruebe entera? ¿Disfrutarás de tener mi cara enmedio de tus piernas? Si tu respuesta es sí, no nos haría esperar más, te comería completa aquí mismo, hasta saciarnos los dos, hasta que deje de ser doloroso y sea adictivo.

Me quedé callado esperando su respuesta, que no llegaba, la percibí nerviosa pero igual de deseosa como yo estaba, me miró a los ojos y tomó aire, preparándose para responder.

El ruido que hizo el libro al ser cerrado me transportó a la realidad, abrí los ojos notando como mi cuerpo daba ligeros saltos gracias al excitación que me recorría. Santi no necesitaba tocarme para encender mi cuerpo. Él estimulaba mi mente, su agarre sobre mi cintura seguía siendo fuerte, mi cabeza continuaba en el mismo lugar, intenté tomar la compostura y poner distancia entre ambos, pero él estaba demasiado cómodo para soltarme.

—¿Qué respondió? —pregunté haciendo un esfuerzo para soñar con normalidad.

—Me temo que eso está en el próximo capítulo y acordamos leer solo cinco. —su voz salió en susurros cargados de sensualidad que me erizaban la piel.

Su brazo aflojó el agarre en mi cintura dándome un respiro momentáneo, su nariz siguió rozando mis mejillas bajando despacio para detenerse en mi cuello. Me giró de un momento a otro, manejándome con una facilidad impresionante. Nos vimos a los ojos por largos segundos, antes de ceder a un beso que parecía inevitable.

Me obligué a no abandonarme en ese contacto, a ser consciente del sitio donde estábamos. Llevé las manos hasta sus hombros para apartarlo despacio, solo separo un poco su boca de la mía, los soplos ligeros de su respiración chocaban con los míos.

—Se que dijimos solo cinco, pero tenemos que terminar e

—Y vamos a terminar, lo prometo —interrumpió mil balbuceos, percibí la doble intención de su frase al ver esa sonrisita socarrona en sus labios.

—Hablo del libro.

—Yo también —aseguró fingiendo seriedad— ¿De qué pensabas que hablaba?

Empujé su hombro levemente conteniendo la risa mientras ponía distancia de verdad entre los dos. El rastro de su risa desapareció cuando se acercó a mí para encerrarme entre sus brazos nuevamente.

—De verdad tenemos que terminar el libro, el tiempo se me agota, debo presentar los nuevos manuscritos.

Hablaba con decisión a pesar que el corazón todavía me estuviese latiendo con celeridad.

—No es todo lo que tenemos pendiente.

—Estoy hablando del libro, enfócate —pedí después de un suspiro.

—El sábado a las dos de la tarde, aquí mismo en mi oficina, podemos leer los últimos cinco capítulos de una sola vez, incluso comentarlos, ahora es tu turno.

—¿Mi turno? —Tragué saliva parpadeando con rapidez.

—Sí, el tuyo, estamos hablando de nuestros pendientes —explicó risueño

—jueves en la noche, en mi departamento —agregué casi sin voz.

—Licenciado el arquitecto qui... —las palabras de Gloria se quedaron a medias al encontrase con esa escena.

Estaba entre los brazos de Santi, nuestros labios casi rozándose, bajó la vista con incomodidad mientras su jefe me soltaba con discreción.

—Disculpe, no debí entrar sin tocar la puerta.

—No te preocupes ¿Qué necesitabas? —cuestionó tomando mi mano para guiarme hasta la silla, donde no quise sentarme.

Gloria lo miró desconcertada, parecía que esperaba algún regaño u otro gesto de parte de Santi.

—El arquitecto necesitaba hablar con usted, dijo que era urgente por eso me atreví a molestarlo.

—Dile que en diez minutos estaré abajo.

—Santiago, tengo que irme, atiende tus pendientes —intervine.

—Gloria, antes de darle mi mensaje al arquitecto, llama a Raúl, que lleve a Valentina donde ella le indique.

—Perfecto, ya mismo lo hago —anunció saliendo con pasos rápidos de la oficina.

—No es necesario que

—Dijiste que tenías una reunión, llegarás tarde si vas a buscar un taxi, vamos te acompaño hasta el estacionamiento —ofreció amable.

Me dejé guiar por su mano tras mi espalda, antes de abrir la puerta me miró de una forma indescifrable que me mantuvo aturdida mientras caminaba a su lado, a pesar de eso noté como los empleados de aquel piso lo miraban, con respeto y hasta miedo, Santiago era malhumorado y estricto, pero todos parecían temerle más de la cuenta.

—Gloria estaba esperando que le gritaras o algo —murmuré dentro del elevador.

—Nunca le he gritado, aunque se merecía un llamado de atención, no se puede ir por la vida interrumpiendo a la gente que está planeando una cita importante.

Sus palabras me devolvieron a mi realidad, habíamos planeado una cita para tener sexo, ¡Sí lo habíamos hecho! ¡Yo le puse día y lugar!

—¡Valen! —dijo ofreciéndome la mano.

Me había quedado dentro del elevador sin poder moverme, abrazó mi cintura obligándome a acelerar mis pasos, su chofer esperaba afuera del auto, al verme sonrió como si me estuviera recordando.

—Llévala donde te lo pida —dijo Santi con un tono autoritario.

—Si, señor.

—Te veo el jueves — susurró en mi oído.

Dejó un beso suave sobre mis labios antes de abrir la puerta trasera para que entrara al carro.

—Cuídala —pidió en voz alta a su chofer, y dio la vuelta, caminando apresurado hacia el interior del centro comercial viendo su reloj como siempre.

La alegría que me dejó ese encuentro acabó apenas puse un pie en la editorial, aunque la estimulación en mi mente era permanente después de escuchar las líneas perversas de Santi, una angustia inexplicable se arraigó en mí, tenía miedo, sentía que esa reunión con mi jefe iba a acabar muy mal.

Anita me miró sonriendo cuando toqué la puerta de la oficina de Rodrigo, entré nerviosa, pero aparentando calma, noté que no estaba solo, que había un hombre joven sentado frente a él.

—Buenos días.

—Ella es Valentina —declaró sonriente—, te estaba esperando, él es Martín —dijo viendo al tipo que se acababa de poner de pie.

Era alto, con el cabello muy corto y oscuro, un tanto corpulento y aretes en las orejas, me sonrió mostrando una bonita dentadura y dos hoyuelos en las mejillas. Había algo infantil en su cara, que le daba un aspecto de niño bonito que contrastaba un poco con esa imagen de rebeldía que parecía quedar dar, con esa ropa negra e informal.

—Ella es una de nuestras editoras —continuó Rodrigo.

—Mucho gusto, Martín —se presentó ofreciendo su mano que acepté de inmediato.

—Atendiendo tu pedido contraté a este chico, se encargará de la maquetación y la portada de los nuevos libros —dijo entusiasmado Rodrigo.

—¿Mi petición?

—Sí, Laura habló de esto en la junta pasada, dijo que era una inquietud tuya, tú aún no habías llegado.

—Sí, sí... lo había olvidado —reí como tonta.

Recordé esa charla con Laura, decía que la editorial perdía mucho dinero contratando por proyecto a un diseñador gráfico, que lo mejor era contar con uno de la planta, aunque trabajase solo medio tiempo, para ahorrar costos.

Martín que empezaría a trabajar esa misma semana, quería saber todo acerca de los otros dos libros que estaban en proceso de corrección para ser lanzados al fin, lo llevé a mi oficina donde con Laura le expliqué las peticiones del autor y lo que habíamos ya planeado acerca de los libros.

Tenía veinticinco años, además del nuevo empleo que acababa de obtener, era dj por las noches tres días de la semana, era un estudiante eterno, casi como yo, la diferencia es que él tenía atrasado dos semestres más. Laura lo estaba interrogando mientras yo solo escuchaba todo aquello, aún pletórica por mi encuentro con Santi esa mañana.

Laura lo invitó a comer con nosotras en la cafetería de abajo y el gustoso aceptó, era un tipo agradable, conversaba con Laura sin dejar de intentar incluirme en la charla, me hizo preguntas que respondí con el fin de conocernos mejor, debía de mejorar mis habilidades sociales, esas de las que tanto se burlaba Santi.

***

—Debes intentar hacer una amiga —decía Manu caminando a mi lado malhumorado—. Yo no sirvo para esto, eso de que a todos los gays nos gusta ir de compras, sabemos de moda y eso, no es más que un cliché.

—Manuel, por favor, cambia tu actitud —supliqué por quinta vez—, no tengo amigas, no quiero hacer una, me cuesta trabajo tomarle confianza la gente, además, no te invité porque supieras de moda o algo así... necesito tu punto de vista masculino.

Después de pasar una noche casi en vela asimile lo que había sucedido, Santi y yo habíamos pactado tener sexo, no de esa forma tan literal pero nuestra cita consistía en eso, ansiosa por lo que se me venía encima, decidí a la mañana siguiente mientras desayunaba, pedirle a Manu que me acompañara a ir de compras, y ahí estábamos unas horas después, caminando por los pasillos de un pequeño centro comercial.

—Las mujeres saben más de lencería que los hombres... es más yo nunca he tenido contacto con esas prendas femeninas —sonrió irónico.

—No te pedí que vinieras porque supieras o no, necesitó una opinión honesta, y créeme que son pocas las mujeres que conozco que me dirían con honestidad si algo me queda bien o mal, los hombres son menos diplomáticos.

—Menos hipócritas.

—¡Oye! No todas somos así —dije caminando rápido—, creo que en estos casos tenemos herir a quién nos pide una opinión y por eso decimos: te ves linda, estás hermosa y esas cosas.

—Por lo que estás diciendo entiendo, que tengo que verte con los conjuntitos que piensas comprar.

—Ajá —respondí guiñándole el ojo.

—Valen, eres muy linda, pero no quiero verte medio en pelotas, en serio.

—¡Cállate y date prisa! —tomé su mano para arrastrarlo, no quería llegar tarde a casa.

Entramos a la tienda que había visto en internet, no sabía muy bien que es lo que buscaba, solo estaba abierta a opciones.

—Mira esto —le mostré un conjunto de dos piezas rojo vino hecho de encaje.

—No lo sé, el lazo ahí es demasiado —dijo señalando un moño en el centro del cachetero.

—Tienes razón... ¿Y este?

—¿Por qué no lo esperas desnuda y listo? Valentina te va a quitar la ropa, además es medio ciego no va a notar todo esto— dijo sosteniendo un sostén negro de encaje.

Solté una risa escandalosa, no sabía si por nervios, o por lo chistoso de su comentario.

—Tú no entiendes —dije aun hipeando por la risa.

—Lo entiendo todo, el tipo te calienta, tú lo calientas a él, se van a coger y listo.

—No, ay no lo digas así —supliqué sintiendo un hoyo en el estómago ante su comentario—, no se trata solo de eso, tengo que pensar en todo, Santiago es perfeccionista, no puedo fallar en esto, debo ... no lo sé, seguro él

—Valen, espera un poco —frenó mis palabras—, no necesitas pensar en todo. Eres linda, Valentina, muy hermosa, no creo que Santiago perfeccionista repare en cada detalle que piensas preparar, no necesitas hacer nada para impresionarlo —sujetó mi rostro entre sus manos para obtener mi atención—, estoy seguro que el tipo se calienta contigo incluso cuando vistes esos pijamas extraños. Es cierto ¿no? —preguntó al verme sonreír.

—Sí, ya me lo ha insinuado —respondí.

—Valen, le gustas, así como eres, no te estreses con otras tonterías.

—Lo entiendo —susurré—, pero si quiero verme sexy, necesito bajar su guardia. Santiago siempre me seduce pocas veces, tengo el privilegio de hacerlo caer.

—Siendo así.

Escogió tres conjuntos de distintos colores y texturas, mientras yo me inclinaba más al típico encaje y cintas que me daban cierta seguridad, la mujer joven que nos atendió miraba curiosa como Manu tomó asiento fuera del vestidor, esperando que saliera a mostrarle lo que me ponía.

—Manu, odio el blanco te lo juro.

—Pruébate el otro —gritó desde afuera.

Decidí no hacerle caso, tomé el conjunto de encaje color nude y me lo puse para mostrárselo.

—¿Y? —pregunté tímida abriendo solo un poco la puerta.

—Lo dejarás mudo.

—¿Seguro?

—Valentina —negó malhumorado—, casi tengo una erección y no me gustan las mujeres, te ves espectacular, mira tus piernas, tus pechos... y eso que tienes ahí que casi puedo verlo —apuntó en medio de mis piernas—, lo vas a matar.

Sonreí victoriosa viéndome en el espejo dentro del vestidor, decidí confiar en mi amigo, y llevarme todo aquello conmigo.

Por la falta de sueño de la noche anterior, dormí sumamente temprano, desperté casi a las siete de la mañana hambrienta por dormirme sin cenar, y con un mensaje de buenos días de Santiago, lo había enviado a las cinco treinta, ese hombre no descansaba nunca.

Respondí mientras me preparaba algo de desayunar, con un saludo casual, él sin perder tiempo me recordó nuestra cita en otro mensaje, como si yo hubiese sido capaz de ignorarla. Los dos estábamos igual de ansiosos y eso hacía de todo más interesante.

Percibí un ambiente hostil al llegar la editorial, era como si mi intuición me estuviera avisando que algo iba a pasar, saludé por cordialidad a Anita al topármela en el pasillo de mi oficina, no miré a Laura cerca y eso era extraño siempre estaba metida en ese diminuto espacio mío.

—Señorita Rincón, la estaba esperando —dijo una voz masculina.

Era Alfredo, el tipo encargado del mercadeo, estaba serio, sostenía entre sus manos un montón unos papeles ordenados.

—Se me hizo algo tarde —expliqué terminando de entrar a mi oficina donde el tipo estaba— ¿Teníamos una junta?

—En dos días, pero lo que tengo que decirle es importante.

—Dígame entonces —pedí con voz firme.

Alfredo tenía años trabajando en la editorial, era un hombre serio y responsable, y de los que más peros les había puesto a todas mis nuevas ideas.

—El último libro en el que estamos trabajando es una total locura.

—Sí, eso dicen todos, que es muy bueno —comenté dándole un trago a mi botella de agua.

—¡No hablo de eso! Valentina, me da la impresión que no sabes en lo que estás metida, un libro no se publica así por así, hay un proceso largo para establecer si se puede recuperar la inversión de todos los gastos a los que se va a incurrir... hay que editarlos, corregirlos, diseñarlos, imprimirlos, distribuirlos ¡Venderlos! —habló alterado—. Los gastos que está generando el libro serán muy difíciles de recuperar, su extensión es exagerada, la portada demasiado pretenciosa y fuera del presupuesto inicial, accediste a todo lo que pidió el autor ¡Tiene veinte años! no sabe nada de este mundo.

—Yo-yo

—Cuando nos reunimos para hacer las proyecciones de números, lo hicimos en base a un presupuesto, jamás debiste alterarlo, esto no es un juego.

—No creo que lo sea, me estoy tomando muy enserio mi trabajo, con El Clan nos está yendo muy bien.

—Por la campaña que se está haciendo desde mi departamento, pero el trato también fue una locura, cediste a peticiones absurdas ¿Agregar ilustraciones que aumentaron costos? —bufó embravecido.

—Resuelve lo de la portada con el autor, no podemos seguirnos excediendo, si no sabes lo que estás haciendo pregunta, pero evita cometer este tipo de errores— dijo antes de salir azotando la puerta.

Mi esperado jueves se estaba yendo a la mierda, mis miedos estaban ahí, riéndose de mí, tenía ganas de llorar cada vez con más intensidad, el tipo tenía razón, no sabía lo que estaba haciendo y al parecer mi esfuerzo no servían de nada.

En ese momento en el que el nudo en mi garganta estaba a punto de soltarse, recibí una llamada, era papá. Al oírme intuyó que algo me ocurría, me animó a contarle solo para decirme que eso me pasaba, por no tener bases fuertes para manejarme profesionalmente, "Debiste ser un poco más como tu hermana, que se sumergió desde antes de graduarse en la práctica de su carrera". Escucharlo decir eso fue suficiente para que el llanto saliera.

Colgué sin despedirme, sintiéndome tonta por estar llorando, fui al baño que estaba cerca de recepción intentando que nadie notara mi estado. Justo cuando estaba sentada en el retrete cerrado solo para estar llorando, tuve el deseo de llamar a Santiago.

—Santi —dije después del que tono de espera dejase de sonar.

—Valentina, estoy ocupado, te llamo en cuanto pueda ¿está bien?... ¿Valen?

—Sí, sí, no te preocupes, está bien —respondí conteniendo las lágrimas.

Salí de mi escondite limpiando mis mejillas húmedas, me sobresalte al ver a Martín a través del reflejo del espejo que me miraba con un gesto de preocupación.

—¿Estás bien?

—Sí, solo está siendo un día complicado —me lavé las manos intentando sonreír.

—¿Quieres ir por un café, hablar o algo de compañía? —ofreció amable.

Acepté el café porque no deseaba volver a mi oficina, no me gustaba nada establecer conversaciones así por así con extraños, pero Martín me generaba algo de confianza, nos sentamos en una mesa con vista a la calle, comenzó a hablar de sus ideas para las portadas de los nuevos libros distrayéndome un poco.

Dejé a un lado ese incidente para concentrarme en lo que más esperaba de ese jueves, después de medio día fui a la universidad por una sola clase, y luego a mi departamento a preparar todo, Santi había quedado de llevar la cena, y yo tendría listo un postre, que por supuesto era yo, solo que él no lo sabía.

Quedamos de vernos a las siete treinta, así que tuve tiempo de sobra para prepararme. Tomé un largo baño, me vestí con calma y hasta me tomé una copa de vino para relajarme; Manu me envió un mensaje a la siete treinta deseándome suerte, sin imaginar que eso solo me pondría nerviosa.

Esperaba ansiosa a Santi que se estaba demorando, cuando habían pasado veinte minutos decidí llamarlo, sin obtener respuesta alguna, pensé que tal vez estaba manejando, me serví otra copa mientras esperaba, de verdad que relajarme era lo mejor que podía hacer esa noche.

Media hora después insistí una vez más solo para escuchar su contestador automático, me serví una copa más llena sintiéndome estúpida, me había dejado plantada.

Santiago: Valen, lo siento, los trabajos en la ampliación se están llevando a cabo a marchas forzadas, tuve que quedarme para presionar al arquitecto, debían terminar la primera parte mañana, en cuanto pueda voy directo a tu departamento.

Se dignó a enviarme un mensaje a las nueve de la noche, estuve tentada a responderle, a escribirle que no se preocupara, que no lo estaba esperando, que se quedara con su trabajo, su ampliación, su centro comercial y hasta con el arquitecto, pero que me dejara en paz a mí. Sin embargo, no lo hice, lo dejé en visto y me alejé mi celular, me recosté sobre la cama esperando que el sueño me venciera de una buena vez; me había quedado dormida hacía poco cuando mi teléfono sonó.

—¿Bueno?

—¡Valentina! —escuché un grito mezclado con música sonando a todo volumen— Valentina.

—¿Quién habla? —se me hacía imposible reconocer la voz.

—¿Estás con Santiago? ¡Lo necesito, Valentina lo necesito!

Escuchar a Sandra llorando terminó de despertarme, me senté sobre la cama frotando mi cara preocupada.

—Sandy ¿Dónde estás? ¿Qué pasa?

—Quiero irme de aquí —lloró— no veo a mis amigos, no conozco a estos tipos.

La música no me permitía escuchar con claridad, pero logré entender la dirección del lugar donde estaba, sin pensarlo dos veces, tomé mi billetera, mi teléfono y salí a toda prisa para irla a buscar, eran casi las once de la noche, pero no me costó trabajo conseguir un taxi.

El amable joven tardó poco en llevarme hasta ese pequeño club nocturno, popular entre jóvenes, la música sonaba fuerte desde afuera encontrar a Sandy supuse, me iba llevar tiempo. Me movía entre cuerpos danzantes y sudorosos, intentando divisar a Sandra entre tantas personas.

No avancé mucho cuando escuché mi nombre gritado casi con histeria, Sandra estaba en un rincón de aquel sitió oscuro, lloraba en silencio. Al verme se lanzó a mis brazos y fue entonces que me di cuenta que la niña estaba ebria a más no poder.

—¿Estás bien? —grité.

—Me quiero ir, las chicas se fueron, me dejaron con un tipo que me quería —se quedó callada, tomé su mano para sacarla de ese sitio atestado de personas—, me quería llevar a su casa —pudo decir al fin, mientras caminábamos a la puerta.

—¿Te hizo algo? —cuestioné cuándo ya estábamos afuera, sostuve su cara entre mis manos, tenía los ojos desorbitados y enrojecidos, no sabía si por el llanto o el alcohol.

—Me besó a la fuerza —se rompió—, me quería llevar Valentina —decía aferrada a mis hombros—, Santi no me respondió, yo...

—Tranquila, te llevaré a casa, tranquila —repetí sin soltarla.

—Le envié mensajes contándole todo, pero ni siquiera los leía, tenía miedo.

—Tenemos que irnos de aquí —dije a su oído al notar como nos miraban unos tipos que conversaban fuera del club.

Salí de mi departamento tal y como estaba, con un vestido suelto, pero demasiado corto, y un escote pronunciado.

—No traje mi auto, me salí de casa con una amiga, le dije a Constanza que teníamos que hacer un proyecto de la escuela.

—Ven buscaremos un taxi —tomé su mano helada para alejarnos de esos sujetos, se suponía que iba a estar teniendo sexo y no cuidando a la hermanita de Santi que lloraba.

Caminamos hasta la esquina esperando que un taxi se detuviera, pero después de largos minutos simplemente no ocurría.

—¿Valentina? —dijeron tras de mí.

Giré y observé a Martín que me miraba sorprendido, no supe si por mi atuendo sexy o por Sandy llorando recostada en mi hombro.

—¿Necesitas ayuda?

—Sí, necesito llevarla a su casa, y parece que no hay un solo taxi en toda la ciudad.

—Mi camioneta esta por allá, yo las llevo —ofreció preocupado.

Puso una mano en mi espalda guiándome hasta la camioneta con pasos lentos, tenía puestos unos enormes y vistosos audífonos en el cuello, vestía con jeans y una camiseta que se ceñía a su cuerpo con discreción, me explicó que trabajaba en club cerca a esa calle al darse cuenta en la forma en la que lo miraba.

—Creo que voy a vomitar —dijo Sandy que estaba apoyada en mí.

La solté para ayudarla a recoger su pelo suelto, no la quería llena de vómito cerca de mí, Martín amable sacó de su auto una botella de agua que ella tomó de golpe.

—Está muy tomada —dijo en voz baja— ponte esto, está haciendo mucho frio —me ofreció el suéter que llevaba puesto al ver como frotaba mis brazos.

—Lo sé, gracias a Dios apareciste, creo que continuaría esperando un taxi, eres muy amable —respondí aceptándolo.

—Es un gusto, Valentina —dijo sonriendo, noté como me miraba disimulando un poco la intensidad de sus ojos.

—No voy a vomitar, ya me siento mejor —anunció Sandy con la voz entrecortada.

—Perfecto, vamos hermosas señoritas me las llevo de aquí de una vez.

—Eso no es necesario —sonó una voz masculina y ronca.

Los tres giramos el rostro casi a la vez para observar a Santiago, que estaba frente a nosotros, serio, con el ceño arrugado, sin la corbata y los primeros botones de la camisa dentro del saco abiertos, se miraba cansado, pero más enojado que otra cosa.

—¿Viene por ti? —preguntó Martín a Sandy que estaba a su lado.

—Y por ella también —respondió Santiago señalándome a mí. Acercándose con esa actitud de disgusto que no tenía sentido. 

***

Holis, nos leemos mañana con el capítulo 16 🥰

Santiago celoso me da mil años de vida 

Continue Reading

You'll Also Like

1M 58K 46
Una bebida alcholizada y una habitación equivocada será más que suficiente para cambiarle la vida a la retraída Anastasia, quien hasta el día del inc...
104K 5.8K 30
Cuatro años después fueron suficientes para Cyra. Ella reconstruyó su futuro y pudo seguir con su vida. A pesar de siempre tener en su mente a Uriel...
6.5K 798 12
«𝓔𝓵 𝓭𝓮𝓼𝓽𝓲𝓷𝓸 𝓵𝓸𝓼 𝓿𝓸𝓵𝓿𝓮𝓻𝓪́ 𝓪 𝓻𝓮𝓾𝓷𝓲𝓻» Cuando estaban en preparatoria ambos tuvieron un tipo de relación, no era oficial, sólo...
34.8K 220 2
Octavia Holler no conoce la palabra amabilidad. Es una jodida diosa, creada y moldeada para dominar y gobernar todo el maldito planeta si ella se lo...