Capítulo Catorce

51K 3.8K 1.4K
                                    


Recogí mi pelo a como pude en un moño desordenado, estaba tan soñolienta que haber llegado al baño había sido todo un desafío

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Recogí mi pelo a como pude en un moño desordenado, estaba tan soñolienta que haber llegado al baño había sido todo un desafío. Bostecé por quinta vez consecutiva mientras me ponía el camisón de algodón que llevé conmigo, supuse que Santiago estaba dormido así que intenté no hacer ruido al cerrar la puerta.

Fue fácil no pensar mucho en lo que estaba haciendo, me hallaba tan cansada que no tenía nada de energía para estar lidiando con mis cavilaciones, después de todo ¿Qué podía pasar? con Santi desmayado a como estaba.

Mi departamento se encontraba a oscuras, solo una pequeña luz proveniente de la ventana alumbraba con timidez. Caminé con prudencia hasta la cama, algo nerviosa al percibir el perfume de Santiago invadiendo el pequeño espacio. Me recosté con precaución temiendo que estuviera muy cerca, pero no lo estaba, me daba la espalda haciéndome sentir un poco de alivio que no tardó nada en desaparecer. Apenas me había acomodado de medio lado cuando él giró para estar frente a frente, sonrió con los ojos cerrados y acortó por completo la distancia.

Nuestras narices casi se rozaban, ni siquiera podía moverme porque lo tenía así, pegado a mí. Sin embargo, parecía que no fue suficiente para él. Con toda la confianza del mundo tomó una de mis piernas y la puso sobre una de las suyas, aquel acercamiento fue mortal para mi pobre cuerpo poco acostumbrado a esos roces.

—Buenas noches—susurró sin abrir los ojos.

Sentí hormigas recorrerme completa, me estaba agitando hasta al punto de hacer esfuerzos para respirar con normalidad. No iba a poder dormir, no con ese nudo en el estómago que se hacía más tenso al ser consciente del calor que me proporcionaba su cuerpo. Respiré profundo para relajarme mientras mentalmente contaba ovejas, cualquier cosa por alejar mi mente de esa cama, de Santi, de los dos tan cerca.

Casi funcionaba, me hallé segura que lo estaba logrando, hasta que sus labios buscaron los míos con naturalidad ¿Cuándo besarnos se volvió cotidiano? Con temor le di acceso a mi boca, no podía despreciar un beso de ese hombre. Su caricia era suave, un beso lento, perezoso, pero igual de inquietante que los otros, pasamos así por varios minutos con los labios unidos, las respiraciones pausadas, sin más contacto que ese.

De repente se detenía haciéndome pensar que se había quedado dormido, pero de la nada comenzaba de nuevo esa deliciosa succión, lenta y delicada. Después de unos cuantos minutos besándonos sin interrupciones, su brazo rodeó mi cintura pegándome aún más a su cuerpo. Nuestros pechos se rozaban, mi respiración solo aumentaba, a pesar de la aparente calma que tenía nuestro beso, el corazón de Santi latía con tanta fuerza que lo podía percibir.

—Santi —susurré.

—¿Sí? —Escuchar su voz me hizo pegarme más a él, necesitaba la fricción de su cuerpo para calmar ese calor que se estaba apoderando del mío entero.

—Buenas noches —dije con la voz entrecortada.

Soltó una risita diabólica que se quedó resonando en mi cabeza, tomó mi pierna y la subió ahora en su cadera, gimió el maldito, y de una manera tan deliciosa que tuve que buscar su boca para no gemir más fuerte de lo que lo había hecho él. Balanceé un poco hacia adelante la cadera desesperada por calmar el dolor en mi entrepierna causado por la súbita excitación, pero en lugar de alivio encontré más dolor. La punzada se hacía más fuerte al sentir la bragueta de su pantalón a punto de romperse por la tensión.

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora