Capítulo Treinta

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El corrector de ojeras no me ayudó en nada, resoplé a la vez que intentaba en vano verme más decente

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El corrector de ojeras no me ayudó en nada, resoplé a la vez que intentaba en vano verme más decente. Aparté un mechón que caía por mi frente, esforzándome por mejorar mi aspecto, mientras hacía malabares para no derramar el espresso que cargaba en mi mano derecha. Me encontraba muy nerviosa, había tenido una noche de mierda que empeoraba la tensión que sentía sobre mí. La llamada de Santiago me alteró mucho más que encontrarme con Alonso, fue imposible conciliar el sueño desconociendo el motivo que tenía mi novio para llamarme molesto a esas horas de la madrugada. Cerré los ojos al recordar ese tono de voz tan poco agradable con el que me citó a su oficina, no entendí por qué sonaba así de cortante, tampoco me dio tiempo de averiguarlo porque colgó apenas gritó: «Te veo mañana en mi oficina a las nueve, se puntual».

Enderecé los hombros antes de abandonar el elevador, preparándome para enfrentar las miradas curiosas que lanzaban uno que otro empleado del piso siete del Prime Mall, el teléfono no dejaba de vibrar dentro de mi bolso, mis compañeros de Dirección de ventas estaban como locos por el examen que teníamos el día siguiente.

—Buenos días —saludé a Gloria que escribía algo en su computadora—, voy a pasar —avisé sin detenerme.

—Señorita Rincón, el señor está atendiendo una llamada importante, sugiero que lo espere aquí, me pidió que no lo interrumpiera.

Asentí sin rechistar porque estaba demasiado nerviosa como para enfrentar de golpe a Santiago, caminé despacio para sentarme en los costosos sillones oscuros que se encontraban a unos pasos del escritorio de Gloria, tenía muchas cosas en la cabeza y cada una me atormentaba de forma diferente. Desbloqueé mi teléfono para entretenerme y dejar de pensar en ellas, pero me resultó contraproducente, la cantidad de mensajes de mis compañeros externando la preocupación por el examen me puso más nerviosa. Leí los mensajes de Vanessa que había dejado sin responder y todo empeoró aún más.

Vanessa: Alonso quiere tu número ¿Puedo dárselo?

Releí el mensaje un par de veces sintiendo como el pulso se me disparaba por la impresión, en esos breves segundos me cuestioné que parte de «tengo novio», no le había quedado claro a Alonso. Me resultó extraño que después de ese viaje silencioso en su auto le hubiese pedido mi número a mi hermana.

Valen: Ni se te ocurra.

Tipié presionando los dedos con fuerza en la pantalla, a pesar de no ser unidas como hermanas, Vanessa más que nadie sabía lo mal que la pasé gracias a Alonso, compartíamos cuarto fue testigo de todas las veces que lloré a media noche. Me parecía demasiado desconsiderado que se atreviera hacer esa pregunta.

—¡Gloria!

Di un pequeño salto sobre el sillón al escuchar el grito de Santiago, su secretaria se puso de pie para entrar rápidamente a la oficina dejando la puerta abierta, permitiéndome escuchar ese tono de voz poco amable con el que estaba hablando Santiago.

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora