Capítulo Veintinueve

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Golpeé el pecho de Santiago en un intento por quitármelo de encima, sonrió sobre mis labios sin liberar mi cuerpo de la presión que ejercía el suyo. Miré hacia los lados nerviosa, estábamos en medio del pasillo, temí que alguien nos pillara besándonos de esa forma tan lujuriosa.

—Mírame —susurró con esa voz que me ponía débil, sus manos sujetaban mi barbilla acorralándome aún más—, estás apretando las piernas, Valentina.

—Y tú estás ebrio —dije después de tomar una gran bocanada de aire, río acercando su rostro al mío—, espera Santi, espe... —me besó de nuevo, usando más fuerza en su agarre sobre mi cintura.

Sentía que me iba a aplastar en la pared, la rudeza de sus caricias me estaba cortando la respiración gradualmente. Una parte de mi disfrutaba de ese derroche de pasión salvaje que demostraba Santiago esa noche, la otra tenía miedo, miedo de dejarme llevar y terminar abriendo las piernas en medio del pasillo.

—¡Abre! —Pedí apuntando la puerta cuando al fin se alejó un poco.

Respiré profundo sin poder moverme de la pared. Santiago reía mientras buscaba las llaves dentro de su bolsillo, no me había percatado que tanto alcohol había tomado hasta que su ataque romántico me sorprendió en medio del tráfico.

Escuchar lo mucho que le importaba, y lo loco que lo tenía, provocó que mi corazón se acelerara peligrosamente, me dejó una sonrisa en los labios y una felicidad momentánea que no pude ocultar. La euforia interna se disipó cuando bajamos del auto, y comenzó a reír al no poder ponerle el seguro al auto.

—¿Tú tienes mis llaves? —preguntó haciendo un gesto chistoso.

—Santiago, deja de jugar, en este momento prefiero tu lado serio y ¡Basta! —grité riendo al sentir sus manos dentro mi vestido.

—¿Dónde tienes mis llaves? —repetía mientras sus manos no dejaban de colarse bajo mi ropa.

—¡Ya! —me alejé conteniendo la risa que no dejaba de salir de forma escandalosa de mi garganta— Si no abres en cinco minutos me voy.

—No, no, tú no te vas —cercó mi cintura con un solo brazo, pegándome posesivamente a su cuerpo mientras abría la puerta con dificultad.

Cerró con seguro y simuló tragarse las llaves haciéndome reír mucho más. Estaba actuando como un tonto gracias al alcohol sin preocuparse por la carrera en la que tenía que competir en solo horas.

—¿Sabes cómo se llama que me mantengas encerrada en un sitio bajo llave? Secuestro —me respondí sola cuando él solo negó.

Se rio a carcajadas sin disminuir la fuerza con la que me mantenía sujeta a su cuerpo, aceleró el paso arrastrándome con él hacia su cuarto, abrí los brazos antes de cruzar la puerta, deteniéndome del marco de esta por el simple placer de desesperarlo más.

—Estoy haciendo las cosas mal, para secuestrarte debí atar tus manos —dijo mientras intentaba hacerme entrar.

La risa me hacía débil por ello trataba de contenerla. Santi tomó mi cintura empujándome hacia su cuerpo de forma brusca, ablandarme era así de fácil para él, tiró la puerta para cerrar y me acorraló en ella en cuestión de segundos.

—¿Y se supone que me estás secuestrando para?

—Para hacerte todo lo que escribo —respondió a mi oído.

Su aliento me causó cosquillas en todo el cuerpo, provocando que me removiera buscando inútilmente liberarme, sonrió mientras levantaba mis brazos apoyándolos sobre la pared, para luego con una sola mano sujetar mis muñecas.

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Where stories live. Discover now