Capítulo Ocho

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Tenía el mejor plan de sábado por la noche, mi cama, un pijama calientito, una taza de café y alguna película ridículamente cursi que aún no seleccionaba

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Tenía el mejor plan de sábado por la noche, mi cama, un pijama calientito, una taza de café y alguna película ridículamente cursi que aún no seleccionaba. Los deberes de la universidad no me atormentaban y los asuntos de la editorial estaban en una especie de pausa, todos estaban tan emocionados por esa fiesta que aún no se realizaba, que parecían haberse olvidado de agilizar el trabajo.

—Estoy aquí. —Avisó Manu después de cruzar la puerta.

Tenerlo como compañero de plan no lo había contemplado, pero no me quedó más remedio que sonreír cuando se invitó solo a mi departamento. Tenía una cita con alguien que lo dejó plantado, así que, solidaria decidí compartir mi patética noche a su lado.

—¿Qué es eso que llevas puesto? —preguntó con un tono de voz que nunca le había escuchado.

Miré hacia abajo contemplando el estampado de muñecos de nieves abrazados en el pantalón de mis pijamas.

—Una pijama tierna y adorable que me regaló mi mamá hace años.

—Debería ser prohibido usar algo así.

—Debería ser prohibido meterse con los pijamas preciadas de los demás.

Me sentía tan cómoda con él que me atrevía a verme ridícula sin problema alguno. Por primera vez en mi vida adulta estaba teniendo una especie de amigo, y se sentía bien. Manu era un tipo agradable y siempre dispuesto a ayudar a los demás, sus largas charlas sobre mi mal manejo del tiempo y mi irresponsabilidad siempre me dejaban pensando, y con ganas de mejorar.

En aquel interés que yo intuí que sentía por mí, ya ni siquiera pensaba, había entendido que solo era un chico amable que vio en mí a alguien necesitaba ayuda con urgencia. Aunque, de vez en cuando soltará un halago coqueto, la idea de que le gustase la había olvidado por completo.

—¿John Wick? ni loca veré eso.

Manu sonrió como si yo estuviera bromeando, mi idea de sábado no contempla ni de lejos una historia sangrienta, llena de violencia y maldiciones, Puso la pantalla completa y dejó caer su espalda al colchón.

—Valen no la cambies. —Pidió cuando me vio tomar la computadora.

—Lo siento, pero mi idea de una noche tranquila tiene como requisito una película cursi que me haga sonreír, Diez cosas que odio de ti —susurré escribiendo el nombre en el buscador.

—Patéame las pelotas, pero no me obligues a ver eso. —Reí al oírlo decir aquello, me recosté a su lado después de acomodar la laptop para que ambos pudiéramos disfrutar de la película.

—Quita esa cara, te prometo que te va a gustar.

—La he visto mil veces.

—Podemos recitar los diálogos juntos. —Bromeé, bufo molesto al mismo tiempo que llevaba el brazo a la parte trasera de su cabeza, aprecié sin reparo alguno los músculos que se definían bajo las mangas de su camisa.

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora