Capítulo Veinte

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Fijé la vista hacia abajo, en la gente caminando por la calle bajo el sol con tranquilidad, como si no percibieran el calor que hacía esa tarde. Con las piernas cruzadas bajo la mesa y una de mis manos sosteniendo mi barbilla, me sentía increíblemente relajada, me gustaba tanto ese restaurante, comer en esa bonita terraza, con la pintoresca vista que ofrecía la ciudad me ponía de muy buen humor.

—Si mamá te viera tomando cerveza para acompañar la comida se muere —dije viendo a mi papá, sentado frente a mí.

Su risa ruidosa fue tan contagiosa como siempre, dejó el plato a un lado y dijo:

—Creo que por algo no estamos juntos. Cuéntame, Valentina, ¿qué es eso que te tiene tan contenta? Tu sonrisa lo dice todo.

No lo sabía con exactitud, había despertado con un maravilloso buen humor, ni siquiera me molestó que su llamada para invitarme a comer me despertase. Tomé aire antes de comenzar a hablarle de la editorial y lo bien que yo sentía que me estaba yendo, obviando los pequeños problemas que tenía. Mi papá se estaba esforzando por arreglar las cosas conmigo, las últimas veces en que nos habíamos visto, nuestras discusiones acabaron con esos encuentros, por ello yo también intentaba poner de mi parte, conversando con él como casi nunca lo hacía.

—Tengo amigos, estoy saliendo más a menudo, tú sabes que nunca he sido la más entusiasta con lo de hacer vida social —continúe poniéndole al tanto de mi vida.

—Lo sé, siempre fuiste muy solitaria, hasta en casa evitabas pasar tiempo con nosotros en familia.

Quise decirle que no era así, que si evitaba compartir con ellos era por las constantes comparaciones que siempre hacían. Quise explicarle que siempre me sentí menospreciada cuando usaban a mi hermana mayor y sus virtudes para señalar mis defectos; pero no lo hice, opté por callar y sólo sonreír, no quería romper la atmósfera de paz que nos rodeaba.

Mientras lo escuchaba hablar de unas vacaciones que estaba planeando, desvié la vista a mi plato medio lleno, no tenía nada de apetito, la noche anterior me había excedido con las palomitas y las barras de chocolates. Papá quería ir a un lago, entusiasmado me describía la casa que pensaba rentar por una semana, para compartir tiempo de calidad conmigo y mi hermana. Desde ese momento comencé a buscar una buena excusa para librarme de esa escapada familiar.

Cuando bajábamos para salir del restaurante, comenzó a hacerme preguntas acerca de mamá, parecía muy interesado en los detalles de su nueva vida. Desde el divorcio había adquirido el hábito de mudarse constantemente. Mi vestido ligero y corto fue su siguiente tema de conversación, papá se quejaba de mi audacia por salir así de casa, mientras yo defendía mí elección para vestir en esa tarde, dado el calor que hacía mi vestido era perfecto y me importaba poco si pensaba lo contrario.

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora