Capítulo Dieciocho

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Tenía una rutina con mis plantas que casi nunca descuidaba

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Tenía una rutina con mis plantas que casi nunca descuidaba. Un poco de agua cada diez días, y el tiempo en aquella pequeña ventana bajo los rayos de sol, por varias horas al día. Tomé la suculenta evitando verla con más atención, una diminuta planta, en una coqueta maceta rosa me recordaba a él.

Estaba pasando por la etapa «sigo enojada contigo, pero quiero verte», cualquier cosa por mínima que está fuera, me recordaba la existencia del arrogante mentiroso, y pervertido Santiago Sada. Era normal estar experimentando por esas emociones, apenas habían pasado cinco días de nuestra gran discusión, y la molestia que sentía seguía ahí, latente, muy anidada en mí.

Me concentré en mi cactus más antiguo, había sido un regalo de papá que aprecié mucho cuando lo recibí. Estaba pensando en llevarme un par de plantas a mi oficina, necesitaba a como diera lugar sentir ese sitio mío, porque, después de tantos problemas, sentía que no merecía estar ocupando ese espacio. Las dudas sobre mis capacidades me asaltaron en medio de los últimos detalles para el nuevo lanzamiento, no pudo juntarse todo en peor momento.

Mi teléfono sonó cuando me lavaba las manos, era inevitable que el corazón se me acelerara pensando que era él quien llamaba. Me sentía estúpida por ese repentino entusiasmo disfrazado de enojo falso, mi mente decía: «ojalá que no se le ocurra llamarme», mientras por dentro esperaba que intentara contactarme.

De Santiago no supe nada desde nuestra discusión, no me llamó, no me escribió, tampoco me buscó. Mi orgullo le manda saludos al tuyo, era la frase que nos calzaba a la perfección. Yo seguía pensando que él había hecho algo muy malo, él, seguía dolido por haberlo dejado así en el estacionamiento. Sandra que no podía creer que estuviéramos enojados, me escribió para contarme.

Me sequé las manos para atender la llamada, era Laura, había quedado llegar temprano a la editorial, pero no pude levantarme a tiempo, rechacé la llamada y le escribí un mensaje justificando mi ausencia, mis clases, como siempre mi excusa perfecta.

Me resultaba cómodo todo aquello, encerrarme en mi departamento, imaginando como podría mejorar mi vida, sin hacer nada para lograrlo. Sabía que me encontraba fallando en la editorial, pero no hacía nada para remediarlo, estaba dejando que la pereza ganase terreno, estaba sintiéndome derrotada antes de tiempo, un correo de Rodrigo me hundió más en mis problemas, necesitaba para la semana próxima las nuevas propuestas de publicación.

La editorial estaba vendiendo muy bien los dos libros que habíamos lanzado, y la preventa del próximo era todo un éxito, aunque aún no estaban publicados todos los que habían sido seleccionados, necesitaba el avance de nuestros nuevos libros. Sabiendo que no podía continuar así, descuidando mi empleo y mis materias pendientes, salí de la cama y me decidí a empezar ese día, aunque fuese ya media tarde.

—Licenciada Rincón, que gusto tenerla por acá —soltó irónica Anita al verme entrar al piso de la editorial.

—Gracias Ana, que amable eres —respondí con su mismo tono falso.

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Where stories live. Discover now