Capítulo Veinticuatro

42.6K 3.3K 1.4K
                                    


El agradable olor de su perfume se encontraba impregnado en la habitación

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El agradable olor de su perfume se encontraba impregnado en la habitación. Deslicé la vista por el sitio con total atención a los detalles. El enorme escritorio de madera brillaba como si acabase de ser pulido, sobre el, había dos fotografías, una de una hermosa señora, y la otra de sus hijos, todo estaba en perfecto orden, hasta los libros del único librero que abarcaba una pared casi entera, parecían estar colocados por orden alfabético.

Me senté en la cómoda silla acolchada frente al escritorio, aún nerviosa. Giré el rostro hacia la derecha para ver mejor la pared llena de reconocimientos, trofeos y medallas, todos de Santiago. El señor Sada parecía ser el admirador número uno de su hijo.

—Este fue el primero que ganó en ciclismo —dijo orgulloso al darse cuenta de lo que estaba viendo—, tenía siete años y terminó la carrera un minuto antes que el resto de los niños. Santiago nació para ser un campeón.

Sonreí sin saber que responder, me sentía incómoda, con dudas con respecto a cómo actuar. Saúl caminó hasta su elegante silla tras el escritorio, me sonrió de forma enigmática, observándome de un modo que no me gustaba.

—Debes estarte preguntando que quiero hablar contigo, tal vez te parezca extraño, pero soy de los padres que se sigue preocupando por sus hijos por muy grandes que estos sean. Perdona mi mala educación, estabas a punto de desayunar y te traje aquí, le pediré a Constanza que te traiga algo.

—No se preocupe, en realidad, no tengo hambre —mentí casi siempre tenía hambre—. Mejor cuénteme que quería hablar conmigo.

Me pellizqué sola, mi poca habilidad social como la llamaba Santi, se estaba haciendo presente.

—Veo que te gusta ir al grano, un punto más a tu favor —sonrió—. Está mal visto que diga esto, pero a mí me gusta ser honesto. Santiago es mi hijo favorito, es exactamente lo que me imaginé cuando pensé tener hijos. Responsable, trabajador, disciplinado, ambicioso, rígido en sus decisiones —agregó haciendo un ademán—, con un olfato para los buenos negocios envidiable. Nunca le he dicho esto a nadie así que espero que me guardes el secreto —agregó de forma simpática—. Yo a su edad no había logrado ni la mitad de lo que ha hecho él, levantó el Prime solo, y lo convirtió en una de mis mejores inversiones. Mi campeón me impresiona.

—A todos —murmuré.

—Un hombre con visión como él, necesita a su lado a una mujer con visión también. Una que entienda sus responsabilidades, lo aliente y lo empujé a seguir por el mejor camino.

Asentí a lo que decía sintiendo ganas de desaparecer de ese lugar. No me gustaba la forma en que sus ojos se clavaban en mí, su lenguaje corporal me inspiraba temor.

—Te estoy diciendo todo esto, porque he conocido un par de novias de Santiago, mujeres hostigosas, aprensivas, se creían dueñas de su tiempo, y ya sabes cómo terminó eso... Muy mal, a un hombre no lo puedes presionar, sus madres deberían enseñarles eso desde niñas —continuó don machista—. Las mujeres deberían ser un alivio en lugar de un dolor de cabeza. Santiago no tenía tiempo para perderlo de esa forma ¿Lo entiendes?

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora