Capítulo Cuatro

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—Señorita, entienda de una vez, no podemos transferir su llamada

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—Señorita, entienda de una vez, no podemos transferir su llamada. Tengo indicaciones de la secretaria de gerencia —respondió la voz femenina, Laura me miró esperando mi próxima indicación.

Me encogí de hombros y le hice un gesto para que colgara, no había nada más que hacer. Intenté casi toda la tarde comunicarme con Santiago, sin obtener ningún resultado.

—Muchas gracias por su ayuda —dijo Laura, levantó la mano para colgar el teléfono que estaba en alta voz, pero la detuve, y me acerqué solo un poco al aparato.

—Me saludas a tu mami. —Usé un tono alto para que me escuchara la tipa que nos había ayudado en nada. Laura comenzó a reír perdiendo la compostura que siempre mantenía.

Convencerla para que hiciera esa llamada por mí, fue tan difícil que estuve a punto de desistir. Pensé, que si otra persona se intentaba comunicar iba a tener más suerte, aunque mi teoría fue incorrecta, Laura lo hizo mejor de lo que esperé.

—Que se vaya al diablo, creo que de verdad me enfocaré en buscar otro prospecto. —Me estaba quedando atrás, en una semana Laura avanzó en las negociaciones con un autor que yo misma había escogido.

Apoyé los brazos sobre mi escritorio para dejar caer mi cabeza sobre ellos, me sentía derrotada y no entendía por qué con tanta intensidad. Las cosas no me estaban yendo tan mal, mi idea, o más bien la idea de Manu tenía a Rodrigo encantado. Leyó las propuestas de publicación que hizo Laura y entendió que aquello iba a beneficiar mucho a todos.

—Valentina, dijiste que él te había dado una cita —comentó Laura como si acabara de recordarlo.

Cerré los ojos por un segundo, recordando el día que lo visité en su oficina. Después de que de mala manera aceptara el documento que le di, insistí para que la analizara la propuesta de una vez. Aunque se negó a hacerlo y me pidió de nuevo que me fuera, no pensaba salir de ese sitio sin una cita pactada y se lo hice saber. Al final, terminó llamando a su secretaria para agendar una cita.

—Ni me recuerdes eso, el idiota me engañó.

—Pero si tienes la cita, ¿no?

—En febrero.

—Bueno faltan solo unos meses, el año está casi acabando. —Sonrió intentando animarme como si hubiera sido así de fácil lograrlo.

—Para el veintinueve de febrero no faltan meses, son años, tres para ser exacta —agregué con ironía—. Se cree muy listo, es insoportable. No me dio la oportunidad de hablar, solo repetía que estaba ocupado.

—¿Qué vas a hacer?

—No lo sé, Laura no lo sé. Por hoy, irme de una vez de este lugar. Me duele la cabeza. —Me quejé mientras me ponía de pie. Mi día laboral había acabado, mi mente se encontraba cansada.

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora