Capítulo Siete

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Nunca había sentido los días pasar tan rápido, mis ansias porque llegara ese miércoles se convirtieron en nervios

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Nunca había sentido los días pasar tan rápido, mis ansias porque llegara ese miércoles se convirtieron en nervios. En unos que no me dejaban ni un momento en paz. A pesar de la carga de trabajo que tenía y el estrés por mis materias a punto de reprobar, mi mente se obstinaba por recordarme mi próximo encuentro con Santiago.

Me citó en la misma cafetería de la última vez, solo que escogió una hora más razonable. Llegué diez minutos antes de la hora acordada. Él ya estaba ahí, el maldito nunca me iba a dejar ganarle. Se había tomado treinta minutos de su ocupada tarde para leer conmigo, cosa que agradecí con mi mejor sonrisa que él evadió con sutileza, había pedido un capuchino para mí y me pareció estupendo, el café me daba la justa excusa para no hablar.

Los nervios me habían enmudecido, no saber cómo se iba a desarrollar ese encuentro me dejaba sin saber que decir. Me limité a observarlo con disimulo, alternando la vista entre el café y él. Estaba vestido con uno de sus trajes costosos, serio, con el ceño levemente fruncido mientras escribía algo en su agenda, supuse que solo estaba esperando que terminara para comenzar a leer.

Fue una lectura rápida, sin esas pausas misteriosas que hizo aquel día en mi departamento, ni ese toque sensual en su voz. Lo noté estresado, viendo el reloj de forma más seguida y lleno de una inquietud que lo llevaba a moverse sobre la silla. No hubo contacto visual, menos algo de cercanía en ese encuentro. Mis nervios se evaporaron al darme cuenta que aquello solo era una reunión formal para él, yo debía tomarla de la misma forma y no como colegiala entusiasmada contando los minutos para la próxima lectura.

Al terminar el capítulo dio por acabada nuestra cita. Pidió la cuenta para luego invitarme a salir de la cafetería de forma apresurada. El centro comercial estaba cerca, la editorial a una distancia considerable, le pidió a su chofer que me llevara sin darme oportunidad de negarme. Dentro del auto me explicó que en esa época del año el trabajo administrativo se incrementaba de manera exagerada, además, que tenía tratos que cerrar, tiendas que inaugurar y un sinnúmero de cosas que lo tenían así... Tenso. Nos despedimos con un suave apretón de mano que quiso extenderse, pero él no permitió, me regaló una sonrisa antes de bajar del auto apresurado, como de costumbre.

Nuestro próximo encuentro fue el viernes. Programó la cita a la hora en la que se tomaba para almorzar, por lo tanto, me pidió ser puntual. Me recibió en su oficina con una comida improvisada para ambos. A pesar de que aquello era un tanto más personal no dejó de parecerme una aburrida cita de trabajo.

Entre mis clases y la editorial acomodaba mis tiempos para poder asistir a cada cita. Me estaba sumergiendo en la historia de la que él renegaba tanto. Me cuestionaba si aquel enamoramiento no correspondido que relataba, era algo que él había vivido. Pese a que mi curiosidad solo crecía, no me atrevía a preguntarle, con él, parecía que había una especie de muro rodeándolo, no encontraba la manera de acercarme algo más, de que aquello no se sintiera tan robotizado.

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora