Capítulo Doce 🔞

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El nudo en mi estómago se tensaba más a medida que Santiago acortaba la distancia con sutiles movimientos, que hubieran pasado por alto, si no hubiese estado tan receptiva esa noche

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El nudo en mi estómago se tensaba más a medida que Santiago acortaba la distancia con sutiles movimientos, que hubieran pasado por alto, si no hubiese estado tan receptiva esa noche. Me arrastré por el sillón hasta toparme con el brazo de este. A pesar de mis esfuerzos lo seguía sintiendo cerca, tanto que olor de su perfume rodeaba mi inexistente espacio personal. En algún momento mientras caminábamos hacia el interior de mi edificio las dudas comenzaron a meterse en mi mente alcoholizada. Me hallaba invitando a un hombre a las dos de la mañana a mi departamento, y no a cualquier tipo. Santiago Sada tenía el poder de aturdirme con una sonrisa traviesa, los nervios eran inevitables.

—Tal y como lo necesitaba —dijo después de darle un sorbo a la taza de café que acababa de servirle.

Ofrecerle un café había sido la única excusa que encontré para ganar algunos minutos. Estaba un tanto más alterada cuando entramos a mi departamento. Necesitaba de ese tiempo a solas, y él del café. Se encontraba más ebrio que yo, aunque se negase a admitirlo.

Miró su reloj antes de buscar una postura más cómoda para sentarse. Esperaba que él se encargase de romper aquel silencio necesario, me quité los zapatos dándole tiempo a que acabara con el café que se tomaba lentamente. Subí las piernas sobre la mesita frente a nosotros adoptando una postura despreocupada, que estaba muy lejana a mi realidad.

Su vista se recreó con mis piernas blancas expuestas para él, me hacía falta tomar sol, pero me dio la impresión que pasó por alto ese detalle. Quería que notara que me estaba dando cuenta de su manera de verme, así que hice un ruido con la garganta para luego clavar mis ojos en los suyos. En lugar de mostrarse apenado o simplemente mirar hacia otro lado, Santi sonrió socarrón, con esa miradita en sus ojos que me ponía más atontada. Dejó la taza vacía sobre la mesa rozando con sus nudillos uno de mis tobillos, esa leve e inocente caricia fue lo que alertó mis sentidos por completo.

Me di cuenta que me estaba moviendo por terreno demasiado peligroso, al medir la reacción de mi cuerpo con algo tan sutil. Mi piel se había erizado, el cosquilleo por mi garganta apareció repentinamente, su tacto breve dejó una estela de sensaciones recorriéndome casi por completo.

—¿Qué quieres escribir sobre mí? —Mis nervios me jugaron una mala pasada, hice esa pregunta sin estar segura de querer escuchar la respuesta, pero no pude callarme, mi lengua tenía vida propia cuando estaba así de nerviosa.

—¿Segura quieres saberlo?

Ignoré ese tonito sugerente, y esa mirada prometedora y solo asentí, como si estuviese indiferente a lo que pasaba. Lo vi curiosa mientras se mojaba los labios antes de hablar, pasó la mano por su pelo corto sin darse cuenta de cómo me ponía ese gesto tan simple.

—Hay tantas cosas, Valen.

—Menciona las que se te vengan a la mente ahora mismo.

—No sabría cómo explicarlo, observándote se me ocurren tantas cosas, pudiera escribir sobre ti una historia donde fueras la protagonista. Una irreverente, divertida y hermosa mujer que no es consciente de lo bella que es en su estado natural —sonrió tocando su barbilla—. O podría escribir otra donde fueses una Femme fatale capaz de destruir al más fuerte de los hombres con una sonrisa sensual.

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora