Capítulo Uno

167K 5.8K 1.8K
                                    


Un año antes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un año antes

Los zapatos me estaban matando, aquellos tacones rojos y elegantes torturaban mis pies. Me sentía fuera de sitio, incómoda y una completa tonta. ¿A quién diablos se le ocurría presentarse a una entrevista de trabajo con un currículum completamente alterado? Sin tener idea del puesto a que se estaba postulando.

La desesperación me empujó a hacerle caso a Manu, mi vecino y lo más parecido a un amigo que tenía. Él le hizo modificaciones a mi currículum mientras yo me arreglaba a toda prisa para llegar a tiempo a la entrevista. Esa mañana cuando desperté no tenía idea de que por la tarde me estaría enfrentando a una valiosa oportunidad que me ayudaría a salir de todos mis problemas.

Necesitaba con urgencia un trabajo, Bianca, mi casera, se encargaba de recordármelo a diario, y no solo ella, también las facturas pendientes que se amontonaban sobre la vieja y polvorienta mesa al lado de la puerta de mi departamento.

Desde que recuerdo, mi vida siempre fue un desastre. Fui la típica niña que nunca cumplía con todas sus tareas escolares, la que jamás terminaba lo que empezaba, la que terminaba aprobando las materias con lo justo. Durante años me las apañé para lidiar con los embrollos a los que me metía debido a mi forma despreocupada de vivir, pero en esos últimos meses toqué fondo.

El pago de mi renta tenía un retraso de tres meses, me quedé sin agua caliente, y me estaba alimentando con sopas instantáneas. El poco dinero que tenía ahorrado se acababa, mi situación era grave, casi precaria. Lo inevitable estaba a punto de ocurrir y no hacía nada para evitarlo. Era como si de algún modo me había resignado a terminar el mes en la calle, llamando a mamá para que me aceptara en su sillón.

La intervención de Manu llegó a tiempo. Después de escuchar los gritos de Bianca fuera de mi puerta exigiendo que pagara la renta, decidió abordarme. Lo conocía poco, se mudó al viejo edificio solo unos meses después que yo, su departamento estaba al lado del mío, así que vernos por los pasillos se volvió algo habitual.

Comenzamos a saludarnos con cortesía hasta que pasamos a las conversaciones un tanto comunes mientras esperábamos el elevador o bajábamos usando las escaleras. No había algo que se considerara confianza entre nosotros, éramos solo dos personas que se sonreían con amabilidad. Por ello me sorprendí al verlo afuera de mi departamento, con una sonrisa en los labios y una computadora entre las manos.

Me ofrecí una ayuda que no pedí, pero que necesitaba. Resultó que las paredes delgadas de ese sitio le permitieron enterarse de casi todos mis problemas. Los gritos de Bianca y mis constantes peleas al teléfono le dieron los suficientes motivos para acercarse a mí.

Todos mis problemas iniciaron dos años atrás, cuando mis padres se divorciaron. Después de más de veinte años atrapados en un mal matrimonio, cada uno empezó a vivir la vida de una manera poco convencional. Papá tomó como hábito salir con mujeres a las que le doblaba la edad, mientras mi madre, se convirtió en una especie de nómada. Cambiaba de ciudad, trabajo y amigos con la misma frecuencia con la que yo cambiaba las sábanas de mi cama.

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora