Tengo Sed de Ti - II

Da DanitzaIbaez

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¿Sera su amor suficiente para perdonar su traición? Averigualo. Altro

Lucian I
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08 (Maratón 1/3)
Capítulo 09 (Maratón 2/3)
Capítulo 10 (Maraton 3/3)
Lucian II
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capitulo 19
Capítulo 20
Lucian III
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Lucian IV
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Lucian V
Capítulo 42
Capitulo 43
Capítulo 44: Especial Ethan
Capítulo 45
Capítulo 46
Lucian VI - Capítulo Final. (1/2)
Lucian VI- Capítulo Final.(2/2)
¡ESCRITORA EN APUROS!
TENGO SED DE TI - III

Capítulo 41

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Da DanitzaIbaez

Capítulo 41


Estás embarazada Margaret.

Hay noticias que simplemente te pueden dejar absorta y desconcertada, que pueden congelar tu sistema, mantenerte estática y que tus cinco sentidos desaparezcan.

Esta era una de ellas, me petrificó el cuerpo, sentí escalofríos recorrerme y como un duro golpe iba directo a mi pecho.

Una corriente eléctrica me recorrió de pies a cabeza, pasé saliva y con total cautela giré sobre mis pies. Visualicé a la mujer que ahora tenía en frente, una mujer risueña, divertida y que a pesar de todo siempre era sincera, tenía ese extraño brillo en los ojos y una sonrisa enternecedora.

— ¿Qué dices? — logré balbucear.

— Tenía mis dudas, tu cansancio, tu extraño apetito y el antojo de comer chocolate todos los días, además créeme sé reconocer cuando alguien está en estado y...

— Espera. — elevé mi mano. — Estás equivocada, si fue por lo que dije hace un rato todo era una broma. No estoy embarazada, tampoco me pienso casar y no...

— ¿Has escuchado de la prueba del péndulo? — negué empezando a sentir que el aire me faltaba. —en mi familia utilizamos una aguja e hilo, la colocamos a la altura de tu vientre, si la aguja se queda en su lugar, significa que no estás embarazada, pero si empieza a moverse entonces tú...

— ¡No! — Espeté rápidamente, mi cuerpo empezaba a tiritar y a sentir una opresión en el pecho. — Yo no puedo estar embarazada.

— Cariño entiendo que seas joven, dímelo a mí que yo tuve a mi primer hijo a los diecisiete, pero debes saber que si tienes una vida sexual activa estás cosas suceden y...

— No Rosa, yo... No puedo quedar embarazada... Porque no puedo. — apreté mis labios y cerré los ojos. — Soy estéril, no puedo tener hijos.

Ella abrió y cerró la boca por la noticia, en dos zancadas se acercó a mí y me abrazó con fuerza.

— Lo siento linda, no tenía idea de esto. — susurró en mi oído, cerré los ojos e intenté controlar el torbellino de sentimientos y emociones que era en este instante.

— No hablo de mi vida personal porque la mayor parte de ella no han sido experiencias buenas. — musité.

— Él, ¿él lo sabe? — inquirió con temor.

— No, y quizás suena egoísta pero no quiero que lo sepa, no por ahora. — Mis ojos se cristalizaron tuve que controlarme para no echarme a llorar de la peor manera.

— Entonces, ¿no hay ninguna posibilidad de que tú puedas concebir?

— No, no la hay. — me separé de ella y limpié una solitaria lágrima que recorría mi mejilla.

— Siempre había funcionado la prueba del péndulo, supongo que todo había sido cuestión de suerte. — tenía el semblante cabizbajo apenas podía verme a los ojos. — Lo siento mucho Margaret, jamás quise hacer que te sintieras mal.

— Está bien Rosa, solo... Olvidemos esto ¿Si? — ella asintió con los labios decaídos.

Suspiré y regresé a hacer mis labores, todo... Todo había sido una confusión, una tonta y absurda confusión.

(***)

— ¡Mayi! ¡Mayi! — mi cuerpo se movía en suaves sacudidas, a lo lejos escuchaba una vocecita que parecía gritar mi nombre, mis ojos intentaron abrirse pero la luz me cegó de inmediato. — ¡Despirta! ¡Mayi!

Levanté uno de mis párpados, veía todo borroso aunque poco a poco la silueta de Pet encima de mí se hizo más clara.

— ¡Lusan, Mayi despertó! — de pronto Pet empezó a besar mis mejillas y acurrucarse entre el arco de mi cuello causándome muchas risas.

— ¡Pero si es mi bebé hermoso! — lo estruje entré mis brazos y le di besos sonoros.

— Me siento excluido. — en el arco de la puerta vi a aquel vampiro de pie mirándonos con ternura.

— Tú eres mi otro bebé hermoso. — reí, Lucian apareció en la cama y besó mis labios.

— Boca nu. — gruñó Pet alejando a Lucian, lo miré sorprendida y Lucian frunció el ceño.

— Boca mía. — le recordó Lucian.

— Nu boca... no. — sacudió su cabeza, Lucian estaba por replicar, lo pellizqué por lo bajo y atraje a Pet contra mi pecho revoloteando su cabello rubio, el apretujarlo tan fuerte me causó algo de molestia.

— No peleen niños. — él revoleó los ojos haciendo un puchero como si fuera un niño pequeño.

— Tengo planes para hoy.

— Si, y yo debo ir a trabajar.

— No amor, hoy no trabajas. — enarqué una ceja.

— ¿Qué hiciste?

— Hable con Greta cariño, no te preocupes. — apreté los dientes porque Lucian simplemente no podía ser tan despreocupado y manejar mi vida laboral a su antojo. — Sé lo que estás pensando, así que piensa más en Pet en lo feliz que lo hará que salgamos los tres juntos.

— Eres un vampiro manipulador.

— ¡vampirrow! — alzó los brazos.

Posterior aquel despertar, ambos chicos salieron de la habitación dándome privacidad. Levanté los brazos y caminé hacia la cómoda en donde tenía algo de ropa, mis pechos dolían se sentían muy sensible y el apretar a Pet contra mi cuerpo no había sido una muy buena idea.

Decidí usar una brasier de tela para que no me fastidiara, me puse un vestido holgado color azul marino de mangas cortas y cuello redondo. Me miré en el espejo observando mis mejillas muy sonrojadas y mis labios hinchados, además de tener el cabello echo un desastre. Luego fui al baño, hice mis necesidades y cepillé mis dientes, desde la sala podía escuchar aquella canción que Pet tanto le gustaba, algo acerca de tres cerditos desobedientes.

Salí a la sala y Pet saltaba y aplaudía sin quitar los ojos de la televisión, Lucian sorprendente había preparado el desayuno, mi estómago rugió de forma voraz.

— Me alegra que tengas hambre. — esbozó una sonrisa de lado al haber escuchado aquel sonido vergonzoso.

— Todo se ve rico. — me senté en la pequeña mesa y Lucian subió a Pet a su silla.

Pocas veces habíamos compartido un desayuno los tres juntos pero siempre era de los momentos más bonitos que tenía para recordar.

— Hay tocino, también hice huevos. Y para Pet hay yogurt de vainilla con rodajas de plátano. — enarqué una ceja haciéndome la sorprendida.

— ¿Qué comerás tú?

— Extrañamente quiero fruta así que corte piña, y manzanas y algunas fresas.

— ¿Me invitas? — lamí mis labios.

— No te gusta la piña Maggy. —ladee la cabeza.

— Es porque tuve un jodido trauma, mordí la parte equivocada y empezó a picarme toda la lengua y boca. Ahora invítame. — pinché su plato sin que él lo esperara.

— A sus órdenes señorita. — hicimos un intercambio de platos, Pet hacia ruidos extraño y por momentos lo regalaba para que comiera tranquilo, sin embargo, el pequeño era demasiado inquieto como para estar tranquilo en la mesa, era de hablar mucho y hacernos reír bastantes.

Lucian tenía esa mirada llena de ternura, no dejaba de observarnos y por momentos me gustaría saber lo que él pensabas cerca de todo esto, lo que él sentía, si se sentía bien de qué estuviésemos juntos. A veces me preguntaba ¿Por qué aún no le decía que lo amaba? Yo estaba segura, de lo que sentía más aún tenía miedo de dar ese último paso, de mostrarle mis sentimientos.

— ¿A dónde iremos? — inquirí curiosa limpiando la mesa.

— Será una sorpresa linda. — me guiñó el ojo.

(***)

Observé con horror el lugar o mejor dicho la gran carpa que teníamos en frente. Esto, está era horrible, ¡Lucian era un imbécil!

— No. — di un paso hacia atrás. Pet aplaudía y sonreía divertido.

— Vamos Maggy no seas aguafiestas.

— ¿Un circo del terror? ¿Esa es tu genial idea? Además Pet se asustará, no podemos llevarlo.

— No es un circo del terror está decorado por Halloween pero no saldrán monstruos ni nada por el estilo vamos. — negué con la cabeza al ver a aquel hombre de cara blanca y nariz roja. — Umm ya entiendo. — regresé mi atención al vampiro. — Te asustan los payasos.

— ¿Payasos? ¿Qué no? ¿Por qué me asustaría? — ¡Me cagaba de miedo! ¡Madre purísima que estás en cielo sé que está mal rezarte en situaciones como está pero jamás había visto un ser tan espeluznante como ese.

— Margaret.

— ¿Qué hacen esas cosas?

— ¿Qué cosas? — frunció el ceño.

— Esos, los payasos. — le señalé a los dos hombres que parecían estar locos y tenían miradas de asesinos seriales o de alguna franquicia de comida rápida.

— Divertir a la gente.

— pues yo no me estoy divirtiendo. — Lucian puso los ojos en blanco y tiró de mi brazo.

— Paciencia, denme paciencia contigo. — A rastras entre a la gran carpa anaranjada, como bien dijo Lucian la temática era de Halloween más no habían monstruos, ni zombis o sangre por doquier.

Había telas de araña y muchos niños disfrazados, hasta ahora noté que Pet no llevaba ningún disfraz más que una camisa de cuadros y un pantalón Jean.

— Debimos disfrazarlo. —fruncí el ceño viendo al pequeñín.

— No hay problema. — Lucian sacó de su bolsillo un pañuelo rojo que luego amarró alrededor del cuello de Pet, se acercó a una de las tiendas de disfraces y lo vi pedir un sombrero grande de color mostaza. Luego regresó con Pet quien jugaba con el sombrero en su cabeza. — Ahora es un lindo vaquero ¿Lo ves?

— Muy ingenioso. — cargué al pequeño y entramos por unas cortinas que me cegaron por completo.

Había una sola luz que iluminaba la parte central de todo el espacio, parecía una cancha de arena circular. Nos sentamos en primera fila, había murmullos y algo de movimiento aunque no pudiera ver con claridad que había alrededor. Pet estaba más callado de lo acostumbrado por lo que supe que estaba algo atemorizado por tanta oscuridad.

— Rojo. — susurró Pet, entonces noté que los ojos de Lucian brillaban. — Yo quiero rojo.

— No Pet, por ahora no. — lo abrace contra mi cuerpo.

Un estruendo nos hizo sobresaltar, el sonido de un tamborileo constante se escuchaba de fondo. La luz que iluminaba el centro del lugar ahora se había vuelto color violeta dándole un toque más romántico y calmado. De pronto una cuerda se deslizó y quedó colgada, un brillo de luz resplandeció haciendo más claro quienes estaban a mi alrededor y este lugar estaba repleto.

— Mira Mayi. — chilló Pet al notar a una mujer bajar la cuerda de manera lenta acompañada de un sonido musical clásico.

Abrí los ojos y la boca en grande, ella caía dando vueltas sosteniéndose únicamente de su brazo. Jadeé cuando su rostro casi choca contra la arena pero ella logró sostenerse perfectamente. Muchos aplausos se oían alrededor algunos balbuceos acerca de la función también se. Todo empezaba a cobrar vida dejándome anonada por la manera en que expresaban aquellos movimientos con sus cuerpos. La función continúo y aparecieron otros personajes, un joven musculoso que tenía pesas gigantes sobre su cabeza y luego otra chica montada en un hermoso corcel blanco.

— ¡Caballo! — Exclamó Pet.

— ¿Te gusta? — ÉL asintió emocionado.

Un hombre pasaba por momentos vendiendo palomitas y algodones de azúcar, sin embargo tenía una fijación por las manzanas acarameladas y por pelear con estas para morderlas y comerlas.

Aparecieron más malabaristas que hacían movimientos corporales imitando una danza contemporánea, luego prendieron fuego a unas antorchas y se escuchaba el asombro de las personas con forme se lanzaban aquellas antorchas en el aire. Pet aplaudía divertido y yo le sonreía igual de asombrada que él.

Y es que esta no solo era la primera vez de Pet en ir a un circo, jamás había asistido a una cosa cómo esta, uno por qué no tenía interés, y dos porque mi vida jamás giró en torno a ir a parques de diversiones, circos, shows u otro tipo de actividades que hacen las familias y a dónde van los niños.

— Mira amor. — voltee en dirección a Lucian quien me señalaba a una hermosa bailarina con un tutú que caminaba por la cuerda floja desde grandes alturas.

— Oh dios se va a caer. — tapé mi boca y los ojos de Pet

— Te perderás el show Maggy. — miré entre mis dedos abriendo solo un ojo y pude ver cómo la mujer se paseaba de un lado a otro, sin embargo eso no era su única dificultad, otro artista se le acercó y le extendió un monociclo en donde la joven subió y empezó a andar por la cuerda.

— Es una locura. — dije muerta de miedo.

Entonces la mujer se quedó a medio camino, el monociclo empezaba a tambalear junto con ella, sus brazos temblaban y sus piernas se movían tratando de sostenerse, de pronto ella perdió el equilibrio y su cuerpo se fue hacia abajo.

— ¡Mierda! — me tapé la cara para no ver el desastre, pronto escuché muchos aplausos, cuando volví mi mirada a ellos la mujer había sido atrapada en brazos por dos de sus compañeros.

— No digas malas palabras Margaret.

— ¡merda! — gritó Pet extendiendo sus brazos. — Merda, Merda, Merda...

— Oh no, no, no, no Pet. No lo repitas. — negué. Lucian aguanto la risa y me observó con desaprobación.

El show era sensacional, me asombraba ver cuán elásticas eran esas mujeres, obviamente no podía faltar vampiros que hacían todo a su velocidad y que a su vez mostraban trucos que te dejaban con la boca abierta. En la segunda parte del show las luces se encendieron por completo y de una plataforma aparecieron aquellos payasos que vimos hace un rato, me removí incómoda de verlos tan de cerca, al contrario mío todos alrededor parecían divertidos y reían a carcajadas por las mímicas que hacían aquellos hombres.

Lucian reía, hasta Pet aplaudía ¡Joder! No podía ser posible que yo fuera la única que le tenía miedo a esas cosas.

Qué vergüenza Margaret, cazadora de vampiros y hombres lobo, teniéndole miedo a unos payasos.

— ¡Ay! — grité cuando uno se me acercó y sonrió como el gato de Cheshire.

Varios minutos después el show concluyó, para suerte mía y el buen latir de mi corazón también.

Los tres salimos, Lucian llevaba cargado a Pet mientras yo me terminaba lo que le quedaba de su algodón de azúcar color azul, aunque se sentía algo extraño, como amargo.

— Este algodón está feo. — hice una mueca de desagrado y Lucian pellizcó un poco. — ¡Hey! Que esté feo no significa que debas comerlo.

— ¿Que te traes con la comida? Está bien, sabe dulce como un algodón de azúcar. — revolee los ojos y caminamos por la feria del lugar.

Había muchos juegos, así como un carrusel, la gente se amontonaba en un puesto donde debías lanzar la pelota al centro para que un hombre gordo cayera a la piscina. Aquí podías ver a tantos niños y tantas familias juntas que por momentos me sentía fuera de lugar, me sentía tímida ante la idea de compartir un momento así, aunque con solo voltear a ver a aquellos dos amores que tenía en mi vida, mi seguridad volvía.

Pet se sostenía de la mano de Lucian y de la mía, corría y nosotros lo elevamos levemente, la luz del atardecer hacía ver su cabello mucho más claro aunque fácilmente se oscurecería un poco con el pasar de los años.

Entre risas y tontas bromas por parte del vampiro coqueto que me sacaba de quicio, fuimos hacia el carrusel. Bien, esto podía resultarme muy ridículo, y sí que lo era, sin embargo, el pequeño lucía emocionado, sus ojitos brillaban y aplaudía emocionado por entrar, a regañadientes y tirando de mi brazo llevé a Pet hacia uno de los caballos, el más grande, de color blanco, el asiento era seguro y lo suficientemente amplio como para que los dos subiéramos.

Nunca juzgues un inocente carrusel.

La cosa no era tan fácil si no te cargaban y te colocaban encima, el caballo era resbaladizo e incómodo para mí, tomé a Pet apegándolo a mi cuerpo y me sostuve del tubo que había en medio de colores dorados. Subíamos y bajamos girando alrededor de más caballos, las sonrisas eran inevitables mientras hacía muecas graciosas para que mi pequeño riera aún más. El sonido de un flash me distrajo notando que Lucian había tomado una foto de ambos.

— Sonríe a la cámara Pet. — le señalé el móvil y así lo hizo, mostrando sus dientes en una gigantesca sonrisa que más era una mueca y luego regalándome un beso en la mejilla.

— Ti amo mami. — por un momento todo alrededor se detuvo, aquellos ojitos marrones pestañeando de más y su nariz acariciando mi mejilla, fue cuando el golpeteo de mi corazón se hizo tremendamente notorio en que reaccioné adecuadamente.

— Y yo te amo a ti mi Pet.— puede que había escuchado mal, puede que solo hubiera dicho mi nombre y mi cabeza se hubiese imaginado algo distinto. Más nada cambiaría la emoción que acababa de sentir, aquel vacío que desapareció al instante, aquel calor interno que recorrió mis venas y rebosó de felicidad mi corazón.

Varios minutos después en los que el juego terminó, ambos bajamos del carrusel. Un mareo golpeó duramente mi sistema, que tuve que sostenerme del caballo para no irme hacia atrás con Pet.

— Hey, ¿Estas bien? — llegó Lucian a nosotros tomando al pequeño entre sus brazos.

Iba a responder cuando un retortijón en mi estómago colocó en rojo todas mis alarmas.

— Yo... Yo... Mierda. — salí corriendo hacia algún jodido baño público.

Pasé entre las personas, dando empujones más mi cuerpo no resistió lo suficiente, tomé el único tacho de basura que pude encontrar en el camino y empecé a expulsar todas las golosinas que había ingerido hasta el momento. Había olvidado lo asqueroso y nauseabundo que era esto, ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que había vomitado, hubo un tiempo en el que lo único que lograba hacer con la comida era expulsarla.

Elevé mi rostro para tomar aire pero tantos olores en la feria no ayudaban en lo absoluto y volví a inclinar mi cuerpo hacia el tacho de basura. Mi estómago se apretó en un intento en vano por vomitar, a la tercera arcada ya no expulse nada, no había nada más y la imagen era horrorosa.

— Margaret. — La voz de Lucian estremeció mi cuerpo, limpié asquerosamente mi boca con el dorso de mi mano, tomé tres respiraciones profundas y parpadee para quitar las quisquillosas lágrimas de mis ojos.

— Estoy bien. — balbuceé a duras penas.

— No, no estás bien. — su rostro denotaba preocupación, acarició mi mejilla con sus suaves dedos y ladeó la cabeza. — ¿Qué está pasando contigo?

¡Pues puede que esté malditamente embarazada!

Gritó mi subconsciente, sentí otra vez las náuseas, aunque las contuve con todas mis fuerzas para no hacer esto más evidente. Había tratado con todas mis fuerzas ignorar aquello que Rosa me había dicho hace una semana, fingí que mi extrema ansiedad y mi gran apetito se debía a algún tema hormonal, ignoré la sensibilidad en mis senos al despertar por las mañana, mis horribles antojos de querer comer mucha fruta y chocolate y excusé el retraso de mi periodo a lo irregular que soy.

Era como si todo se pusiera en mi contra o intentará gritarme algo, pero tenía miedo, estaba aterrorizada ante la idea de que la palabra embarazo fuese real, es más, tenía pánico de que volvieran a ilusionarme estúpidamente porque no soportaría pasar por lo mismo otra vez, para que luego me dijeran que seguía siendo estéril y que todo había sido producto de mi imaginación.

Y es que tampoco era algo que sucedía de la noche a la mañana, no eras estéril un día, y al día siguiente volvías a ser muy fértil y tener hijos por montones. Según los últimos exámenes que me había realizado no hubo ningún cambio, no hubo mejora ni el tratamiento junto con las pastillas me ayudaron internamente. Entonces... ¿Qué pudo cambiar?

— Maggy.

— ¿Ah? — regresé mi atención a Lucian, Pet descansaba su rostro sobre su hombro. — te dije que ese algodón de azúcar estaba raro.

No podía decirle, no podía ilusionarlo y luego romper aquellas ilusiones.

— Margaret no quiero que me...

— Ya amor, vamos. — tomé su mano y su rostro palideció por un momento. Sus ojos verdosos escudriñaron mi rostro en busca de alguna señal que le dijera que estaba bromeando y hasta ahora me di cuenta de la palabra que había salido de mi boca.

Abrí mucho los ojos y mis mejillas se encendieron, la palabra salió por sí sola, sin querer sin hacerlo al propósito, mis labios temblaron y los de Lucian esbozaron una corta sonrisa.

— Yo... No... — su boca se estampó contra la mía en un corto y desconcertante beso, me aparté de él rápido.— ¡Vómito! — chillé limpiando su boca, Lucian reía más fuerte.

— ¿En serio crees que eso me importa linda? Además no es como si al levantarte por las mañana tu aliento huela a menta o algo por estilo.

— No seas idiota Lucian.

— Ven aquí gruñona. — Me acercó a su cuerpo, y lo abrace de lado — Iremos a buscar un buen baño público y ganar uno de esos peluches gigantes. — los tres recorrimos la feria.

Entre risas, entre besos, entre coqueteos, juntos.

(***)

Solía tener miedo, mejor dicho, solía tener pánico. Ver la punta brillosa y filuda de una aguja para luego notar como extraían la sangre de mis venas era escalofriante, más la situación había cambiado, de pronto no habían miedos sobre la aguja, mucho menos sobre la sangre. No temía al pinchazo pues tampoco lo había sentido, era como si mi cuerpo estuviera preparándose mentalmente para lo que vendría después.

Fijé mi mirada en la nada, un extraño punto blanco en toda esa pared blanca, vale, siendo sinceros mi cabeza estaba en otra parte menos aquí donde extraían una pequeña parte de mí. Y es que tenía tantas cosas en la cabeza, tantos pensamientos idóneos y erróneos, otra vez el miedo volvía, se colaba por entre mis huesos y enfriaba mi corazón endureciéndolo y volviéndolo frágil a la vez, capaz de romperse si lo soltabas.

— Listo. — la mujer a mi lado se puso de pie con una muestra de mi sangre. Tenía el brazo doblado haciendo presión sobre un algodoncillo que me colocaron encima de ese punto rojo por donde entró la aguja. — Dentro de unos veinte minutos tendremos los resultados, señorita Wood.

Asentí ida en mis recuerdos, asentí pérdida en un momento, uno exacto, y no, no me refería al día en que supe que Lucian había traicionado mi confianza, ni en el que encontré a los verdaderos culpables de la muerte de mi madre. Había un día mucho peor, uno que me dejo tan dañada que ni siquiera el amor de Lucian había podido sanar con el tiempo.

Recordé ese día imaginando mi ropa bañada en sangre, a Bee y a Daniel desesperados sin saber qué hacer y a mi tan desgastada que ni siquiera podía ponerme de pie.



Pocos capítulos... faltan pocos capítulos.

Y también faltan poquitos días para irme de viaje :c

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