Capítulo 41

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Capítulo 41


Estás embarazada Margaret.

Hay noticias que simplemente te pueden dejar absorta y desconcertada, que pueden congelar tu sistema, mantenerte estática y que tus cinco sentidos desaparezcan.

Esta era una de ellas, me petrificó el cuerpo, sentí escalofríos recorrerme y como un duro golpe iba directo a mi pecho.

Una corriente eléctrica me recorrió de pies a cabeza, pasé saliva y con total cautela giré sobre mis pies. Visualicé a la mujer que ahora tenía en frente, una mujer risueña, divertida y que a pesar de todo siempre era sincera, tenía ese extraño brillo en los ojos y una sonrisa enternecedora.

— ¿Qué dices? — logré balbucear.

— Tenía mis dudas, tu cansancio, tu extraño apetito y el antojo de comer chocolate todos los días, además créeme sé reconocer cuando alguien está en estado y...

— Espera. — elevé mi mano. — Estás equivocada, si fue por lo que dije hace un rato todo era una broma. No estoy embarazada, tampoco me pienso casar y no...

— ¿Has escuchado de la prueba del péndulo? — negué empezando a sentir que el aire me faltaba. —en mi familia utilizamos una aguja e hilo, la colocamos a la altura de tu vientre, si la aguja se queda en su lugar, significa que no estás embarazada, pero si empieza a moverse entonces tú...

— ¡No! — Espeté rápidamente, mi cuerpo empezaba a tiritar y a sentir una opresión en el pecho. — Yo no puedo estar embarazada.

— Cariño entiendo que seas joven, dímelo a mí que yo tuve a mi primer hijo a los diecisiete, pero debes saber que si tienes una vida sexual activa estás cosas suceden y...

— No Rosa, yo... No puedo quedar embarazada... Porque no puedo. — apreté mis labios y cerré los ojos. — Soy estéril, no puedo tener hijos.

Ella abrió y cerró la boca por la noticia, en dos zancadas se acercó a mí y me abrazó con fuerza.

— Lo siento linda, no tenía idea de esto. — susurró en mi oído, cerré los ojos e intenté controlar el torbellino de sentimientos y emociones que era en este instante.

— No hablo de mi vida personal porque la mayor parte de ella no han sido experiencias buenas. — musité.

— Él, ¿él lo sabe? — inquirió con temor.

— No, y quizás suena egoísta pero no quiero que lo sepa, no por ahora. — Mis ojos se cristalizaron tuve que controlarme para no echarme a llorar de la peor manera.

— Entonces, ¿no hay ninguna posibilidad de que tú puedas concebir?

— No, no la hay. — me separé de ella y limpié una solitaria lágrima que recorría mi mejilla.

— Siempre había funcionado la prueba del péndulo, supongo que todo había sido cuestión de suerte. — tenía el semblante cabizbajo apenas podía verme a los ojos. — Lo siento mucho Margaret, jamás quise hacer que te sintieras mal.

— Está bien Rosa, solo... Olvidemos esto ¿Si? — ella asintió con los labios decaídos.

Suspiré y regresé a hacer mis labores, todo... Todo había sido una confusión, una tonta y absurda confusión.

(***)

— ¡Mayi! ¡Mayi! — mi cuerpo se movía en suaves sacudidas, a lo lejos escuchaba una vocecita que parecía gritar mi nombre, mis ojos intentaron abrirse pero la luz me cegó de inmediato. — ¡Despirta! ¡Mayi!

Tengo Sed de Ti - IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora