Capítulo 36

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Capítulo 36


Lo intentaba, trataba de no pensar en él, en su cercanía, en que estábamos compartiendo la misma cama sin siquiera tocarnos, sin que sus manos delinearan el contorno de mi cuerpo, sin que su boca buscará la mía con desenfreno, sin que mis uñas se clavaran en su piel mientras buscáramos la forma de volvernos uno.

Trataba de no recordar, trataba de buscar una salida a todo esto contando los días para que mi tormento maravilloso acabara. Ni siquiera sabía si a él le sucedía lo mismo, o quizás simplemente era yo la estúpida, la ilusa que recordaba su pasado, uno feliz por momentos, y desastroso por otros.

Sin embargo, y a pesar de que me he repetido tantas veces de que no caería ante su juego, de que no olvidaría absolutamente nada, mi corazón se sentía en paz, sentía calma, calma de tenerlo cerca, calma de estar justo aquí, con él y con Pet.

¿Rencor? Sí, aún estaba ese sabor amargo, ese que me restregaba en la cara sus mentiras, el daño que causó y como rebotó sobre mí. La pérdida de mis seres queridos y el tormentoso dolor de un corazón roto. Más la sensación ya no era la misma, no era tan fuerte, no era tan constante y avasalladora a tal punto de querer matarlo, aún había rencor porque perdonar no era fácil pero quizás estaba en el proceso de hacerlo.

Me repetía tantas veces las palabras que yo misma le había dicho a mi hermano, los consejos que le di y que esperaba que me hiciera caso. Consejos que jamás aplique, y que por primera vez me estaba planteando seguirlos.

¿Estaría lista para saber la verdad? Toda la verdad.

No lo sabía, y puede que nunca lo sabría si no lo hablaba con él.

Pero otra vez estaba mi fobia por enfrentarme a mis demonios, a mis miedos. Saber la verdad, saber sus razones que podrían ser tontas justificaciones, tenía pavor a salir dañada una vez más, y por eso mismo buscaba encontrarme, estando sola.

— No puedes dormir. — su voz era apenas audible, habían almohadas que nos separaban el uno del otro.

Dejé mis manos sobre mi estómago y abrí los ojos enfocándolos en el techo.

— No. — respondí con voz aguda. — Tengo recuerdos que me atormentan, tengo tu olor impregnado en mí.

Sentí movimiento al lado, más no me volteé para darle la cara. Era escalofriante la sensación que causaba con tenerlo cerca y aun peor el haber disfrutado de que bebiera de mi sangre, de que fuera yo la que aplacara esa sed intensa que tenía, los vellos de mi piel se erizaban, mi corazón aumentaba su ritmo cardíaco y bombardeaba duramente mi pecho, aún tenía ese ardor en el cuello, de sus colmillos perforando mi piel, pero no era doloroso, solo era un cosquilleo que me lo hacía recordar.

— ¿Qué quieres de mí? — aquella pregunta hizo que le diera la cara, fruncí el ceño porque estaba errado, yo no quería nada de él. — Porque te lo doy todo, absolutamente todo.

— No quiero Lucian... No quiero nada. — cerré los ojos pasando la salivación de mi boca. — quiero espacio, quiero tiempo, quiero estar sola... Lo necesito.

La almohada que había entre ambos desapareció cuando sus manos tiraron de ella. Su rostro y cuerpo quedaron tan cerca de mí que me estremecí al instante.

— Esto... No es darme espacio. — él mordió su labio inferior y botó un largo suspiro, me quedé estática cuando noté el movimiento de su cabeza y en cuanto su boca se aproximó a la mía, casi pude sentir como sus labios habían rozado los míos, como los torsos de nuestros cuerpos habían chocado. Casi pude imaginar el encuentro entre ambos, en la necesidad que sentía muy en el fondo por besarlo. Pero no fue así, el movimiento fue lento y confuso, sus labios se colocaron sobre la punta de mi nariz respingona y luego sobre mi frente, sus manos acariciaron el arco de mi rostro acunándolo con cariño y delicadeza y luego me abrazó, sus brazos me atrajeron hacia él como un imán. Uno del cual no pude resistirme, no me moví, no podía hacerlo, ni siquiera podía reaccionar de forma racional.

Tengo Sed de Ti - IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora