Capítulo 17

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Capítulo 17

Apreté una vez más los números cuatro y siete, pero la bendita máquina seguía sin responder. Fruncí el ceño al comenzar a cabrearme, había insertado dos jodidos euros por esa cola, no era posible que la máquina se quedara atascada.

Presioné con más fuerza y di un golpe a la máquina dispensadora, esta hizo un sonido extraño pero entonces un aparato se movió extrayendo mi cola y dejándola caer para que la recogiera.

— Gracias. — dije sonriendo a la máquina. Me gustaba la gaseosa con sabor a piña, Daniel solía quejarse de que esta tiene mucho colorante artificial y que no era nada bueno para mi organismo, pero no podía quejarme cuando era deliciosa, además prefería está a una soda normal.

Giré sobre mis pies para regresar al pasillo en donde se encontraba mi hermano, pero me detuve cuando divisé a cierta mujer caminando por la clínica algo distraída. Entrecerré los ojos y me acerqué a ella, sus ojos grises dieron con los míos haciendo que ella se sobre pare a mitad de la sala, miró a todos lados apretando los labios.

— ¿Qué hace aquí? — me apresuré a interrogarla.

— Maggy ¿Cierto?

— Margaret — aclaré.— ¿Qué hace aquí? Creí que ya se había regresado a Venezuela. — ella me observó dubitativa hasta que soltó un largo suspiro.

— Me estoy quedando aquí, Richard me lo pidió.

— No creo que a Bee le agrade esa idea. — me crucé de brazos.

— Ella no lo sabe. — su mirada recayó al suelo haciendo una mueca con sus labios.

La madre de Bee lucía mucho más decaída, no era difícil de notar lo mal que la estaba pasando y por la ropa que llevaba supuse que el viajar hasta aquí no había estado en sus planes.

— Pues debería saberlo. Más aún si piensa venir a visitar al señor...

— Pensé que ella no estaría aquí a esta hora por eso vine. Pero creo que mejor volveré luego. — acomodó el morral que llevaba colgado en el hombro y se dispuso a irse.

— ¿dónde se está quedando?

— Prefiero que ese sea un secreto. — balbuceó.

La vi marcharse sintiendo esa extraña sensación de que aquí sucedía algo más que no lograba ver con claridad. Y estaba lo suficientemente cuarteada como para no ignorar cuando tengo un presentimiento de este tipo.

Caminé de regreso al pasillo en donde se encontraba el padre de Bee, lo habían cambiado de habitación puesto el señor se encontraba mucho mejor, aún debía seguir internado para hacerle un seguimiento hasta que estén seguros de que su corazón es completamente estable y que él pueda valerse por sí mismo.

Daniel estaba parado apoyándose de la pared blanca mirando hacia la puerta de en frente. Lentamente llegué a su lado, le entregué sus galletas de avena que tanto le gustaban y permanecí a su lado.

— ¿Aún no sale? — inquirí.

— He preferido no interrumpirla. Necesita estar con él. — asentí bebiendo de la lata de soda. — Esa cosa es mala para tu organismo.

— Cállate ñoño que come galletitas de avena.

— Es comida saludable. — se defendió sonriendo. Tenía un rastro de barba a penas visible, parecía cansado y entonces recordé que anoche no había llegado a dormir... Otra vez.

— Anoche no te vi llegar. — intentaba ser casual, que lo que estaba a punto de preguntar no fuese como un interrogatorio.

— Llegué algo tarde. — Mentira. Sabía perfectamente que llegó en la mañana a las seis aproximadamente.

Tengo Sed de Ti - IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora