Capítulo 12

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Capítulo 12

Abrí la puerta doble de mi habitación y me dirigí hacia el ropero. Aún escuchaba los pasos detrás de mí, más no me importaban. Saqué una maleta y un bolso pequeño y comencé a sacar toda la ropa del clóset.

— ¡Esto es inaudito! — exclamó Bee histérica al igual que yo. — Magga no te puedes ir, no le puedes dar ese gusto.

No me importaba lo que dijera, solo quería coger todas mis cosas y largarme de esta casa como lo debí de hacer antes.

— Margaret por favor. — insistió Daniel pero hacía caso omiso a cualquiera de sus palabras, aún me ardía el corte que tenía en el brazo y mis costillas se sentían adoloridas.

— No dejaré que te vayas. — Bee se colocó entre mis cosas y yo, abriendo los brazos para que no pasará por encima de ella.

— Apártate. — espeté lentamente.

—Maggy por favor, no puedes hacer esto. Son tonterías que se podrán resolver. — justificó Dan.

— ¡No! Ya tomé mi decisión y basta. — empujé a Emma quien ahora miraba cabizbaja.

— Déjenme a solas con ella. — la voz gruesa y ronca de Dereck hizo eco después de un rato. Se encontraba parado justo detrás de mí pero no pensaba darle la cara. — Ahora. — ordenó.

Daniel apretó los labios pero terminó por acceder llevándose a Bee con él.

Débiles.

El ambiente de pronto se puso cargado en cuanto la puerta se cerró. No quería estar a solas con Dereck, joder, ni siquiera quería verlo, estaba furiosa conmigo, con él, con la imbécil de su hermana, estaba tan furiosa con todos que no podía quedarme por más tiempo.

— Entonces se irá. — masculló sin tutearme. — La bella dama por fin decidió partir.

— Que comes que adivinas. — metí algunas camisetas entre limpias y sucias ya que no había tenido tiempo ni de meterlas a la lavadora, busque mis interiores e hice un puñado de estos, lanzándolos dentro de la maleta.

— Por culpa de Joanne. — musitó.

Tomé una bocanada entera de aire y di la vuelta para encararlo.

— He llegado a mi límite Dereck. No me pidas que me quede en esta casa sabiendo que ella vivirá bajo el mismo techo. — mi voz se volvió levemente ronca y me quedé observando sus ojos grisáceos, él se quedó de brazos cruzados apoyándose de la columna de pared blanca, un silencio sepulcral reinó en la habitación, Dereck se mantuvo callado por un buen rato desesperándome aún más. — ¿No dirás nada? — dije con impaciencia.

— Dijiste que no pidiera que te quedarás. — ruedo los ojos al mismo tiempo en que le doy la espalda.

— Agh si serás estúpido. — regresé a mi labor y continúe metiendo mis pantalones y abrigos, agradecía que esta cosa fuese lo suficientemente grande para que todo quepa dentro.

— No, lo estúpido es lo que está haciendo. Al parecer siempre piensa en usted y no en los demás.

— ¡Deja de hablarme como si estuviésemos a inicios del 2000! — troné los labios. — Acaso no escuchaste lo que ella dijo.

— En primer lugar en el 2000 no hablaban de esa manera, esto radica desde los años 60 o hasta podría decir mucho antes. — Volví a rodar los ojos sin poder creer que comenzara con sus estúpidas clases de historia. —Y segundo... — en un pestañeo lo tenía delante de mí. — No puedes irte de mi lado Margaret. — su aparición me hizo tropezar pero me sostuvo hábilmente de la cintura.

Tengo Sed de Ti - IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora