Capítulo 07

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Capítulo 07


No sé cuánto tiempo estuve así, llorando.

Pudieron ser horas, pudieron ser minutos pero no lo supe a ciencia cierta pues mis ojos estuvieron tan cansados que se cerraron al instante.

Más lo que me hacía sentir así, no fue precisamente el recuerdo de su voz, sino más bien el tener a Dereck allí, sentado en aquel sillón oscuro sin despegar sus ojos de mi persona, no pronunció palabra alguna, no dijo nada mientras mi llanto era lo único que hacía eco en la habitación.

Él no dijo nada, no me juzgó ni me pidió que me callara, no me dio palabras de compasión como solían hacerlo todos, solo se quedó allí observándome.

Cuando mis párpados se abrieron después de haber dormido una siesta, me encontré con unos ojos grisáceos que aún me observaban.

Parecía como si no se hubiese movido de aquel lugar en ningún momento y me sentí extraña al tenerlo así, miré por el espejito en la mesita de noche y mi rostro realmente daba pena, tenía la vista roja al igual que los párpados muy hinchados como si me hubiesen dado una golpiza. Tenía varias partes de mi cara enrojecidas y mis mejillas aún húmedas levemente.

— ¿Qué haces todavía aquí? — me limpié con las palmas de mis manos mientras me sentaba sobre la cama.

— No pensaba dejarte sola. —balbuceó después de un tiempo.

Mordí mi labio inferior y desvié mis ojos de los suyos, casi nunca podía sostenerle la mirada por mucho tiempo, era incómodo la intensidad que esta provocaba.

— Ya estoy mejor. Ya puedes marcharte. — espeté sintiéndome ridícula, él me había visto tan vulnerable, tan hecha trizas que sentía vergüenza de que me mirara otra vez.

— Él no volverá, si es lo que te preocupada. — se puso de pie.

— Dereck no pienso hablar de eso ahora. — lleve una mano a mi cabeza sintiendo un dolor punzante.

— Okey — caminó hacia la puerta. Entrecerré la ojos al ver sus movimientos, su camisa estaba arrugada abierta en los dos primeros​ botones de arriba, con las mangas recogidas y el cabello despeinado, se le veía despreocupado y normal.

Yo sé que quisiste demasiado... Demasiado lindo.

Eliminé rápidamente a la vocecita de mi cabeza y entonces cuando pensé en poner un pie fuera de la cama miré mi cuerpo... <Oh por dios>, entre pánico.

— ¡Alto ahí idiota! — lo detuve justo cuando su mano se posó sobre la manija de la puerta — ¿Quién te dio el derecho a quitarme la ropa?

Dereck se giró a verme y sonrió en grande, oh vamos no era posible que en estos momentos le divirtiera la situación, el camisón de seda de color rojo que llevaba puesto no había aparecido como por arte de magia.

— Nadie, ese derecho me fue otorgado cuando dormiste plácidamente en mi cama. — mi rostro debió ser un poema, y luego mis ojos intentaron salirse de mi cara cuando vi los detalles del lugar en el que me encontraba, las paredes eran rojas con distintas tonalidades de grises, las cortinas eran oscuras y a diferencia de la mía esta no tenía ningún adorno ni en la pared ni en las pequeñas mesas, solo los detalles de madera pulida en los muebles, alcancé a ver una vitrina con algunos trofeos y unas cuantas pequeñas esculturas.

— ¡Eres un idiota! — me crucé de brazos, y me espante aún más cuando sentí mis pezones erguidos.

¡ESTABA SIN SOSTÉN! ¡ESTABA SIN SOSTÉN!

Tengo Sed de Ti - IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora