Capítulo 29

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Capítulo 29


Narra Dereck:

Tamborileaba mis dedos sobre mi pecho duro, mis ojos no dejaban de admirar los detalles de aquel cuadro, los trazos del pincel, la textura y gramaje de la tela, la pintura espesa pegada y adherida con grumos imperceptibles.

La conocía tan bien que ni siquiera el hecho que la habitación estuviera a oscuras era un impedimento para verla, tenía la viva imagen a colores en mi cabeza, tenía la imagen de la persona que lo pintó realizándolo, en un estudio amplio con múltiples papeles en el suelo, sentada sobre una banqueta con el rostro y los dedos manchados de óleo.

Era una imagen tan viva que a veces dudaba que solo fueran recuerdos de mi memoria. Había perdido la noción del tiempo, ni siquiera mis párpados se sentían cansados, mantuve mis ojos abiertos toda la noche, madrugada, hasta que la luz del día comenzó a filtrarse por mi ventana.

Levantarme de la cama era una opción, pero no era mi opción. No hoy, Junio siempre marcada una faceta de mi vida la cual odiaba, era como si cada vez que el nueve de Junio se acercaba todo alrededor iba decayendo, todo parecía irritarme, todo parecía joderme. Ilusamente creí que este año sería distinto, que nada me afectaría; sin embargo, ahora puedo ver lo equivocado que estaba.

Llevé las palmas de mis manos a mi rostro y enterré las yemas de mis dedos contra mis ojos, estrujándolos con fuerza.

— Vamos Derek, deja de ser un maldito imbécil. — me senté sobre la cama y suspiré. Mis dedos jugaron con mi cabello y después de dar vueltas en la cabeza me puse pie.

El pantalón de pijama me quedaba holgado, fui al baño para asearme, me di una ducha fría tratando de así sentir alguna otra sensación, alguna sensación como suelen tener los humanos. Me apoyé de la mayólica mientras el agua caía sobre mi nuca, veía mi cabello gotear y como los dedos de mis pies se encogían.

Debía estar bien, este día no podía afectarme y arruinarlo todo, no cuando Margaret y yo estábamos empezando algo.

Tomé una bocanada de aire como si mis pulmones lo necesitaran, y apreté el botón de la pared para que él agua se detuviera salí de allí con una toalla en la cintura y busqué una camisa negra, un traje negro y unos zapatos de cuero de cocodrilo oscuro.

Miré el cuadro por última vez posterior a eso salí de mi habitación, aún eran las nueve de la mañana pero no escuchaba ruido ni en la sala ni en el comedor. Decidí que sería buena idea hablar con Margaret de esto, ella tenía derecho a saberlo.

— Señor Annibal. — me saludó Rebeka Host nuestra ama de llaves, la mujer fue un híbrido hasta que decidió elegir el vampirismo y unirse a mi familia.

— Buenos días Rebeka, pídele a Carlo que prepare el auto, voy a salir. — ella asintió y desapareció, por otra parte subí hasta la habitación de Margaret.

Me detuve frente a su puerta, el sonido de su respiración pausada y sus latidos sincronizados y lentos parecían melodía, una que podría brindarme paz en cualquier momento, justo como lo estaba haciendo ahora. Deseaba poder escuchar aquel mismo sonido siempre, pero no desde aquella habitación si no desde la mía, viendo a Margaret despertar a mi lado.

Entré a su pieza como un intruso, era gracioso que haya botado las flores que mande para ella como decoración, entendí desde ese momento que ella no era mujer de flores y chocolates. Con ella todo debía ser único. Tres pasos más y di con su recamara, el cubrecama subía y bajaba siguiendo ritmo de su respiración y el movimiento de su pecho, me acerqué a su cama y la vislumbré envuelta entre esas sábanas, cubriendo la mitad de su rostro, acurrucándose ella misma. Desearía ser yo quien le brindara ese calor corporal pero lo veía algo difícil sin embargo, siempre había otras maneras de calentar a Margaret.

Tengo Sed de Ti - IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora