Tengo Sed de Ti - II

By DanitzaIbaez

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¿Sera su amor suficiente para perdonar su traición? Averigualo. More

Lucian I
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08 (Maratón 1/3)
Capítulo 09 (Maratón 2/3)
Capítulo 10 (Maraton 3/3)
Lucian II
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capitulo 19
Capítulo 20
Lucian III
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 30
Lucian IV
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Lucian V
Capítulo 41
Capítulo 42
Capitulo 43
Capítulo 44: Especial Ethan
Capítulo 45
Capítulo 46
Lucian VI - Capítulo Final. (1/2)
Lucian VI- Capítulo Final.(2/2)
¡ESCRITORA EN APUROS!
TENGO SED DE TI - III

Capítulo 29

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By DanitzaIbaez


Capítulo 29


Narra Dereck:

Tamborileaba mis dedos sobre mi pecho duro, mis ojos no dejaban de admirar los detalles de aquel cuadro, los trazos del pincel, la textura y gramaje de la tela, la pintura espesa pegada y adherida con grumos imperceptibles.

La conocía tan bien que ni siquiera el hecho que la habitación estuviera a oscuras era un impedimento para verla, tenía la viva imagen a colores en mi cabeza, tenía la imagen de la persona que lo pintó realizándolo, en un estudio amplio con múltiples papeles en el suelo, sentada sobre una banqueta con el rostro y los dedos manchados de óleo.

Era una imagen tan viva que a veces dudaba que solo fueran recuerdos de mi memoria. Había perdido la noción del tiempo, ni siquiera mis párpados se sentían cansados, mantuve mis ojos abiertos toda la noche, madrugada, hasta que la luz del día comenzó a filtrarse por mi ventana.

Levantarme de la cama era una opción, pero no era mi opción. No hoy, Junio siempre marcada una faceta de mi vida la cual odiaba, era como si cada vez que el nueve de Junio se acercaba todo alrededor iba decayendo, todo parecía irritarme, todo parecía joderme. Ilusamente creí que este año sería distinto, que nada me afectaría; sin embargo, ahora puedo ver lo equivocado que estaba.

Llevé las palmas de mis manos a mi rostro y enterré las yemas de mis dedos contra mis ojos, estrujándolos con fuerza.

— Vamos Derek, deja de ser un maldito imbécil. — me senté sobre la cama y suspiré. Mis dedos jugaron con mi cabello y después de dar vueltas en la cabeza me puse pie.

El pantalón de pijama me quedaba holgado, fui al baño para asearme, me di una ducha fría tratando de así sentir alguna otra sensación, alguna sensación como suelen tener los humanos. Me apoyé de la mayólica mientras el agua caía sobre mi nuca, veía mi cabello gotear y como los dedos de mis pies se encogían.

Debía estar bien, este día no podía afectarme y arruinarlo todo, no cuando Margaret y yo estábamos empezando algo.

Tomé una bocanada de aire como si mis pulmones lo necesitaran, y apreté el botón de la pared para que él agua se detuviera salí de allí con una toalla en la cintura y busqué una camisa negra, un traje negro y unos zapatos de cuero de cocodrilo oscuro.

Miré el cuadro por última vez posterior a eso salí de mi habitación, aún eran las nueve de la mañana pero no escuchaba ruido ni en la sala ni en el comedor. Decidí que sería buena idea hablar con Margaret de esto, ella tenía derecho a saberlo.

— Señor Annibal. — me saludó Rebeka Host nuestra ama de llaves, la mujer fue un híbrido hasta que decidió elegir el vampirismo y unirse a mi familia.

— Buenos días Rebeka, pídele a Carlo que prepare el auto, voy a salir. — ella asintió y desapareció, por otra parte subí hasta la habitación de Margaret.

Me detuve frente a su puerta, el sonido de su respiración pausada y sus latidos sincronizados y lentos parecían melodía, una que podría brindarme paz en cualquier momento, justo como lo estaba haciendo ahora. Deseaba poder escuchar aquel mismo sonido siempre, pero no desde aquella habitación si no desde la mía, viendo a Margaret despertar a mi lado.

Entré a su pieza como un intruso, era gracioso que haya botado las flores que mande para ella como decoración, entendí desde ese momento que ella no era mujer de flores y chocolates. Con ella todo debía ser único. Tres pasos más y di con su recamara, el cubrecama subía y bajaba siguiendo ritmo de su respiración y el movimiento de su pecho, me acerqué a su cama y la vislumbré envuelta entre esas sábanas, cubriendo la mitad de su rostro, acurrucándose ella misma. Desearía ser yo quien le brindara ese calor corporal pero lo veía algo difícil sin embargo, siempre había otras maneras de calentar a Margaret.

Su piel era muy blanca pero con esa tonalidad rosácea que no la hacía pálida, su cabello muy oscuro pero con las puntas unos tonos más claro y sus pecas eran graciosas pero parecían ir de acuerdo a ella, como si la identificaran. Tenía pestañas largas que se destacaban al mantener sus ojos cerrados, aunque estaba tentado a despertarla solo para ver que tan azules podrían ser sus ojos.

En dos palabras ella era la... Bella dama.

Con mi índice delinee su mejilla, estaba tibia y se removió ante mi toque. Tracé el contorno de sus labios y lamí los míos al desearla. Suspiré sabiendo que no podría despertarla, no, si se veía como una diosa solo durmiendo.

Salí de su habitación evitando hacer ruido, crucé por el cuarto de Nina para hablar con ella pero me retracte sabiendo que lo haría más tarde.

Un auto me esperaba afuera de la casa, me subí en este y cerré mis ojos tratando de combatir todas las horas que no pude dormir. Serían tres largas horas de viaje.

(***)

<<< — Me encantan. — sonrió Laurie tomando el ramo de orquídeas rojas. — Son preciosas mi amor.

— Lo mejor para la mujer más hermosa. — esbocé una extensa sonrisa, ella dejó las flores a un lado, vino a mí y se colgó de mi cuello besando mis labios con fervor, mi boca reaccionó rápido tomando la suya, mordisqueando aquellos delgados pero suaves labios que tanto me encantaban.

— Te amo... Te amo... Te amo.

— Yo sé que me amas. — bromeé besándola una vez más, mis manos disfrutaron de recorrer su cuerpo curvilíneo, la subí sobre mí y apretando su culo entre mis manos. — Y yo te amo a ti más que a nada en el mundo.

— ¿Prometes que será así siempre? Me prometes que no amarás a nadie más que sea a mí. — una grandiosa sonrisa llena de añoranza apareció en ese bello rostro, aquellos ojos celestes brillaban, su cabello rubio ondeado cruzaba entre mis dedos mientras la apegaba más, la deseaba, la deseaba a toda ella.

— A nadie más mi vida. — volví a besarla y la eché sobre la cama, rasgué el vestido blanco con mis dientes. Quería verla, tocarla, lamerla, amaba ver su cuerpo y cada centímetro de ella, lo tenía grabado en mi memoria, era tan digna de admirar.

— Te amo Dereck... — gimió mientras succionaba su cuello y mis labios besaban su piel con profundidad y salvajismo.

— Te amo Laurie. >>>

Suspiré y dejé las flores sobre la lápida, ni siquiera parecía que hubiesen transcurrido 87 años desde su fallecimiento, ni siquiera parecía que yo pudiera estar aquí como año tras año lo venía haciendo.

Cada vez que el nueve de Junio se acercaba, mi cuerpo y mente parecían reaccionar en contra mí, como si Laurie me arrastrará con ella para que sea miserable durante la proximidad del día de su muerte.

— ¿Qué haré contigo? — le dije a su lápida como un loco hablando a la nada, bebí un poco del vodka que solía guardar en un botella que llevaba siempre conmigo.

Yo sabía que todos teníamos demonios internos, que todos habíamos hecho alguna vez cosas de las que podríamos arrepentirnos. Laurie no era un secreto y aun así la trataba como tal, me encerraba en mí mismo para que nadie supiera que sucedía en mi cabeza, ni siquiera era capaz de hablar con Margaret sobre esto, no era vergüenza, era temor a que me juzgara.

Yo era consciente de los años que habían pasado, pero nadie entendería lo que se siente perder a la persona con la que has planeado una vida juntos, con la que sabes que estás destinado a estar, de quien estás profundamente enamorado y que además de ello fuiste capaz de sentir el preciso instante en que su vida terminó. Fue como si desgarraran mi corazón, como si me destrozaran de una manera inigualable y tortuosa.

Juro que nunca en toda mi vida había llorado tanto como lo hice por ella, Laurie se llevó una parte de mí, se llevó mi vida, la felicidad que tenía, el amor que sentía. Redimirme a ser un amargo pareció funcionar bien para mí, ser seductor con las mujeres era gracioso, y acostarme con prostitutas no estaba mal mientras lo hicieran bien.

De pronto un día sentí que mi corazón volvió a latir, como si las sensaciones y emociones en el pecho volvieran a crecer. Llegar a casa de Lucian Hunter nunca había sido tan dichoso como lo fue ese día, en cuanto la bella chica de ojos azules apareció delante de mí.

Yo lo sentí, Lucian lo sintió y Margaret también. Dicen que cuando dos personas están destinadas a estar juntos se encontrarán en algún momento de sus vidas y yo puedo jurar que desde ese instante supe que esa chica significaría algo en mi vida, y no me equivoqué.

Pero el que estuviera con Lucian lo jodió todo, era como si todo volviera a repetirse. Ella con Lucian, yo descubriendo que me pertenecía, sin embargo, las cosas no fueron tan fáciles como en el pasado.

Laurie estaba enamorada de mí cuando la mordí, por el contrario, Margaret estaba dañada, destruida y muy enamorada de él. Pero acepté el reto, quería intentarlo, si era verdad que ella era mi destino, el amor llegaría en algún momento, ella se enamoraría de mí y yo de ella... Así debía ser.

Entonces la imagen de Laurie aparecía para atormentarme.

— Estás muerta. — cerré los ojos. — Tienes que dejarme ir, y yo debo soltarte. — musité sintiendo el peso de mis palabras.

¿Aún amaba a Laurie?

Sí, la amaba, justo como ella me lo pidió. Justo como esa promesa que le hice.

Pero amores hay muchos, tan diferentes e incomparables. El día en que ame a Margaret será distinto, no será igual, puede que más fuerte, puede que sea mejor o más intenso. Solo espero que llegue.

Amaba su recuerdo, y la extrañaba a ella.

Escuché los pasos de alguien acercándose, era uno de los guardias del cementerio venía con un ramo de orquídeas muy parecidos a los míos. Fruncí el ceño y me puse de pie observando que se acercaba a mí.

— ¿De quién es eso? — pregunté con voz dura, el hombre se encogió de hombros y miró unos papeles.

— Envío del señor Luciano Hunter.

Sentí un golpe en el estómago, un retortijón tan fuerte que dolió. Me quedé aturdido procesando con lentitud sus palabras.

— ¿Qué? — Espeté incrédulo. Ese gilipollas no podía haber hecho esta mierda, se lo prohibí hace mucho.

— Aquí está. — me mostró. — Disculpe ¿Usted es Dereck Annibal?

— Sí.

— Esto es para usted. — me entregó un sobre blanco, apreté los dientes y le quité el sobre de mala gana.

— Bota esas flores y lárgate. — escupí con enojo haciendo notorio los destellos rojos en mis iris. Él asintió y salió de mi vista.

Desgarré el sobre al ver que no tenía remitente y leí con sumo cuidado las palabras escritas.

«Ya te quité lo que tenías, una vez, aléjate de ella o lo haré otra vez. Matar a un vampiro fue fácil, imagínate que tan fácil será hacerlo con un humano.»

L.H.

Leí y releí las palabras tantas veces podía, sin creer que eran reales. Esto era una broma una maldita broma.

Mi cabeza dolía, sentía un horrible palpitar en mi sien y arrugué el papel entre mis manos.

— ¡¿Qué mierda?! — vociferé explotando.

Comencé a verlo todo rojo, el dolor en mis encías por mis colmillos sobresaliendo fastidiaban. Mis uñas se alargaron y las clavé sobre las palmas de mis manos hasta hacerlas sangrar.

La mataron... Su muerte fue planeada, asesinaron a Laurie a propósito.

Mi cabeza daba vueltas, apoyé mis manos sobre la lápida dejando huellas de sangre. Estaba rabioso, lleno de ira en mi interior, mis manos temblaban por querer estrangular algo o a alguien, inmediatamente corrí a mi velocidad buscando al hombre, busqué su aroma y en un pestañeo lo encontré arreglando unas flores.

Mi pecho subía y bajaba, no porque respirara o tuviera un corazón latente. Era una forma de controlarme para no matarlo ahora mismo y desgarrar su piel lentamente, yo sabía de tortura, yo sabía perfectamente como asesinar dolorosa y tortuosamente a alguien.

— ¿Quién? — él se sobresaltó y se giró para verme. — ¿Quién te envió esto?

— Yo... Yo...

— Te ordeno que me digas quien te mandó esto. — lo obligué usando mi poder, sabía que lucía terrorífico y su miedo alimentaba ese lado oscuro mío. Sus ojos parecían hipnotizados ante mí y las palabras salieron por si solas.

— No lo sé, dejaron todo junto a las flores. — cerré mis manos en puño hasta que mis nudillos se volvieron blancos.

Era un delito asesinar a alguien sin ningún motivo, y aunque esto podría significar motivo suficiente para querer matarlo no lo merecía.

— Bien.

Salí de allí y regresé al auto. Comprendía perfectamente lo que significaban esas iniciales, lo entendía a la perfección y eso solo me enfurecía aún más. Quizás lo único que evitaba que yo fuera en este mismo instante a matar a Lucian era mi subconsciente que me repetía que él era capaz de muchas cosas pero no hubiera asesinado a Laurie y tampoco le haría daño a Margaret.

(***)

Papeles tirados, portafolios abiertos. Di un último trago al vaso de whisky y luego lo lancé contra el cuadro frente a mi cama, había un picor en mis ojos, los recuerdos me atormentaban y el ardor en mi garganta era aún más intenso. Tenía demasiada sed de sangre.

No podían haber matado a Laurie, no tenían ninguna razón para hacerlo. Y si fuera así ¿Por qué? Era una persona buena, alegre, evitaba los negocios de su familia y solía tener grandes amigos.

Joder, no había ni una maldita razón para que la mataran. Por puro gusto. El día en que me dieron la noticia se supo que fue una masacre, mataron a muchos vampiros aquel día y Lucian fue uno de los sobrevivientes.

¿Qué mierda significaba esto?

¿Por qué ahora?

¿Qué razón habría?

Cerré mis ojos volviendo a fruncir el entrecejo y arrugando el papel, escuché que tocaron la puerta, respondí con un simple pase y me agaché recogiendo algunos papeles sueltos. Sabía que no era Margaret, no estaba su aroma ni sus latidos que la delataban.

— Veo que las cosas no han cambiado. — musitó Nina. Sus zapatos apenas resonaban sobre mi alfombra, la vi servirse un vaso de licor y beberlo con lentitud.

— ¿Qué haces aquí? — soplé sentándome sobre la cama.

— Pensé que necesitarías alguien con quien hablar. — la vi titubear y negué.

— No lo creo Nina, siempre he llevado esto solo.

— ¿Qué te pasa? Siempre te pones mal en estos días pero hoy pareces más... Alterado. — Nina me conocía bien, era de las pocas personas que lo hacían.

— Recibí un carta.— me sinceré. — afirman que la muerte de Laurie fue planeada y que puede ocurrirle lo mismo a Margaret.

— ¿Mandaron a matar a Laurie? — abre sus ojos como platos y se acerca a mí. — ¿Qué dices? ¿Quién lo mando?

— Lucian.

— ¿Lucian?

— Sí, Lucian. O eso quiere hacerme creer. — Espeté.

— ¿Tu no crees que fue él? — le quité el vaso y bebí un poco más, cerré los ojos negando.

— Lo creo capaz de muchas cosas pero no de eso.

— ¿De matar a Laurie o matar a Margaret? — giré mi rostro para observarla, Nina tenía un gran parecido a su hermana solo que con el cabello más largo, más delgada, ojos más pequeños y mejillas más llenas.

— Ambas cosas.

— Esa chica está causándote demasiados problemas. — Y he ahí a Nina, estaba harto de escucharla hablar así de Margaret. — Desde que llegó a nuestras vidas tú no eres el mismo Dereck.

— Nina, no tengo cabeza para escucharte ahora.

— Dereck. — tomó mi mano. — Ella ama a Lucian, deberías resignarte.

Me solté con brusquedad y me puse de pie caminando hacia mi cómoda. — Deja de decir estupideces.

— No son estupideces y lo sabes. Cuanto quieres apostar que se siguen viendo a escondidas, quizás y hasta se siguen acostando. Por dios deberías verla, escucha el nombre de Lucian y va corriendo.

— ¡Nina! — bramé apretando mis dientes y tensando mi mandíbula. — Confío en ella, así que deja de hablar así.

— Pues yo no y sé que tú tampoco. — sonrió ampliamente moviendo sus cadera hacia donde yo me encontraba. — Sino, ya le hubieras dicho dónde está Joanne y porque te has comportado así estos días.

— No me tientes Nina, ese no es tu maldito problema.

— Me encanta tentarte. — susurró acercándose.

— Lo de Joanne es un asunto muy aparte de todo esto y lo sabes. Si se te confío ese secreto debes guardarlo.

— ¿Seguirás ocultándole a Lucian dónde está ella? No entiendo por qué ¿Sabes cuantas cosas te ahorrarías si dejas que Lucian vuelva con tu hermana? Por fin tendrías a tu zorrita para...

— Te dije que basta. — la zarandeé del brazo.

— Ella no te merece Dereck. —tomó mi mejilla acariciándola con su mano, fruncí el ceño y aleje mi rostro de su toque. ¿Qué mierda le pasaba a Nina? — Se le nota en los ojos que no te ama, y no creo que lo haga.

— ¡Basta! — la solté caminando hacia el otro lado de mi cama, estaba harto de esto y Nina había colmado la poca paciencia que tenía.

— Necesitas a una mujer de verdad, una que realmente te quiera y te valore. — mordí mi labio inferior y presione mis puños contra mis muslos. — Yo te quiero Dereck te quiero de verdad.

— ¡¿Qué carajos Nina?! — me giré para encararla. Ella se encontraba a unos metros de distancia de mí y entonces la vi hacer algo que me dejó estupefacto.

Sus manos fueron al cierre de su vestido blanco que se encontraba a un lado de su cuerpo, lo bajó por completo y mirándome a la cara dejó que el vestido cayera hasta sus pies. Estaba consternado y no era el hecho de no querer mirarla solo que no podía creer que la mujer que estuviera haciendo esto fuera ella, fuera Nina. Llevaba una lencería de encaje color azul pastel haciendo más notoria su color de piel, pasó sus pies por sobre su vestido y caminó semidesnuda hacia mí.

Mi cuerpo entero se tensó, mis dedos se clavaron sobre mis palmas y retrocedí un paso cuando la tuve cerca. Yo no quería lastimarla pero esto... Esto había sobrepasado todo.

— Ella no te merece Dereck, mereces a una mujer de verdad, alguien que te de lo que necesites. — se acercó a mí y llevó sus manos a mi rostro. — Yo puedo darte todo eso y más.

— No me toques. — tome sus muñecas deteniéndola, vi el dolor del rechazo cruzar su rostro pero lo ignoró e insistió.

— Déjame mostrarte todo lo que puedo darte. Soy esto y mucho más, puedo darte lo que quieras....

— Nina no hagas esto. — me empujó contra la pared y empezó a besar mi cuello, como diablos la alejaba sin lanzarla contra la pared y lastimarla. — Nina basta.

— Me dirás qué esto no te excita que no te calienta verme así. — desabrochó su brasier tirándolo al suelo giré mi rostro hacia otra parte, mis parpados se mantenían cerrados y tomé cortas respiraciones intentando calmarme. — Tócame Dereck tócame justo así. — Su mano se posó sobre mi polla y sostuve sus manos con más presión de la debida.

— Te dije que te detengas. —la hice retroceder. — Eres mi amiga, te veo como mi hermana jamás te tocaría.

— ¿Por qué? — las lágrimas cayeron por sus mejillas.

— Quiero a Margaret. Solo a ella. — eso la enfureció se soltó de mis manos empujando mi pecho.

— ¡Margaret! ¡Margaret! Entiende, jamás serás feliz con ella. Ella lo único que quiere es acostarse con Lucian y quizás también contigo, no te quiere Dereck y no creo que lo haga jamás.

— Estoy harto, vete de aquí. — bramé.

— No. No lo entiendes. Me estoy ofreciendo, te doy el chance de que me puedas hacer tuya, yo si te quiero yo si te valoraría. — a su velocidad pegó su cuerpo al mio, sus senos chocaban contra mi pecho, sus brazos envolvieron mi torso, gruñí pensando que carajos hacer para no ser una mierda con ella aunque lo merecía. — Yo te quiero a ti Dereck, siempre lo he hecho.

— Yo no. — escupí con enojo. Sin embargo, hizo oídos sordos, me empujó como pudo mientras yo trataba de sacarla encima de mí. — Nina joder no quiero ser más mierda contigo.

— Solo quiero que me toques, por esta vez, por favor. — rompió mi camisa y mis piernas tropezaron sobre la cama. Voltee el rostro sin mirarla y por un segundo me detuve.

Ella subió sobre mi regazo, y besó mi cuello con fervor y salvajismo pidiéndome más, rasguñando mi pecho desnudo, su cuerpo se balanceaba sobre mi miembro, no podía negar que cierta sensación comenzaba a expandirse por mi cuerpo mas no era lo que quería en realidad. Sus palabras se repitieron por un segundo en mi cabeza.

Margaret quería a Lucian, siempre sería así.

Sentí dolor por un segundo, sabía que aquello podía ser verdad, de que ella nunca llegaría a quererme o enamorarse de mí. Quizás yo era quien la presionaba a algo que no quería, quizás eso sucedía. Por un breve momento no forcejeé con Nina, como si buscara sentir algo por ella pero no sucedía nada, sus besos en mi cuello y sus toques no producían el más mínimo deseo en mí ser, fue cuando sus labios encontraron los míos y su lengua invadió mi boca en que la detuve y la saqué de mi encima. Ella quedó en la cama y yo la miré de arriba hacia abajo negando.

— Nada. — solté. — No sentí absolutamente nada. — tomé su vestido y su brasier y lo dejé sobre la cama. — Vístete, y recoge tus cosas no te quiero más en mi casa.

— Dereck. — sollozó.

— Hazlo Nina, ya te denigraste lo suficiente como para rogar por un lugar donde no te quieren.

— No puedes echarme. — se puso de pie cubriendo su desnudez con su ropa y mirándome a la cara con sus mejillas empañadas de lágrimas. — No puedes.

— Lo estoy haciendo. Te quiero fuera ahora, y deja de dar pena por... — sus uñas rasguñaron mi rostro y pude sentir ardor al hacerme sangrar.

— Vas arrepentirte de esto. — espetó entre llantos.

Miré su vestido manchado por el licor que había derramado hace un rato y luego la vi salir de mi habitación con una rabia inundando la por completo, me dejé caer al suelo echando mi cabeza hacia atrás pegándola sobre el colchón.

¿Qué diablos había sucedido?

Esto, esto simplemente traería más problemas de los habidos.

(***)

Narra Nina:
(porque las arpías también tienen derecho a narrar.)

Me sentía devastada, humillada. Nadie, absolutamente nadie me había tratado alguna vez como lo acababa de hacer Dereck.

Maldita sea, yo sabía que era un capricho, uno que tuve desde que supe de su relación con Laurie, Dereck era un hombre guapo que para muchas podría ser inalcanzable, pero para mí no, no debía ser así y era por ello que me puse el reto de conquistarlo.

Quisiera decir que me dolió la muerte de mi hermana pero lo vi como una oportunidad, una oportunidad de tener a Dereck para mí. No era una zorra como muchos podrían tildarme, solo iba directo a lo que quería y no paraba hasta conseguirlo.

Y yo quería a Dereck.

Quizás en eso nos parecíamos, Dereck era capaz de hacer muchas cosas por obtener lo que quería, yo era igual.

Me coloqué el vestido pero no lo abroché debido a que estaba mojado y apestaba a licor, odiaba llorar, yo no lloraba, y lo peor era que estás no eran lágrimas de tristeza sino de vergüenza y coraje.

Culpaba a Margaret, la culpaba a ella de absolutamente todo. Mientras estaba en Milán de viaje, Joanne me había llamado contándome sobre su separación con Lucian y poco después supe de la existencia de esa patética humana. Joanne era mi mejor amiga y si la dañaban a ella estaban metiéndose indirectamente conmigo.

No me animé a volver hasta que supe que ella estaba viviendo con Dereck, que se había involucrado con él de manera no deseada, quería verla con mis propios ojos y saber qué diablos tenía esa jodida chica que había engatusado a dos de los vampiros más importantes de nuestro mundo.

La mocosa era bella, era malditamente hermosa, tan simple que parecía anormal que fuera bonita, no me malentiendan, el hecho que la odie no significa que no acepte cuando alguien desborda belleza. Ella lo hacía.

Más no la vi como amenaza, se notaba a kilómetros de distancia lo dañada y enganchada que estaba con Lucian, fue cuando noté su acercamiento con Dereck en que ese bichito de los celos apareció dentro de mí. No me arrepentía de haber dejado ese conejo en su habitación, fue divertido además a Joanne también le agradó la idea, tontamente pensamos que eso sería suficiente para espantarla pero ella siguió aquí, la muy terca no se fue.

Dereck la miraba con otros ojos y era inevitable notar la forma en que se atraían. Se pertenecían, no creí eso posible pero se pertenecían.

Me había encargado de que Laurie desapareciera de su vida, para que ahora una estúpida humana estuviera unida a él.

Ya no quería a Margaret, necesitaba eliminarla, necesitaba sacarla de algún u otro modo de nuestras vidas y si debía envenenar la cabeza de Dereck para lograrlo bien por mí.

Subí las escaleras y caminé desganada, en vez de tomar el pasillo hacia mi habitación fui directo hacia el cuarto de Margaret, debía haber algo, algo con que dañarla. Me detuve cuando la puerta de al lado se abrió, el niño lindo de ojos azules se encontró conmigo, cara a cara. Parecía asombrado de mi aspecto, yo en su lugar estaría asqueada.

— Nina... — musitó.

Daniel era bueno, y eso me molestaba, era muy bueno para mi gusto. Tenía ese rostro tierno y lleno de inocencia lo cual me causaba gracia aunque esa ternura era empañada por sus ojos tristones, parecía deprimido supe que terminó con la idiota esa a la que llamaba novia.

He estado con muchos hombres, lo cual no tiene nada de malo. Siempre eran hombres aparentemente mayores que yo, oscuros, que irradiaban peligro por donde los viera, yo sabía que esos eran mi tipo. Sin embargo, había algo en este niño de ojos claros que me atraía, una especia de magnetismo que no lograba entender, quizás él si me gustaba tal como le hice entender a Margaret, coqueteaba con él de forma natural pero nunca había llegado o querido intentar algo más... Hasta ahora.

— Daniel. — balbuceé y lo abrace, hundí mi rostro en su pecho y como lo veía venir él me abrazó de vuelta.

— ¿Qué pasa? ¿Qué tienes? — acarició mi espalda en un acto dulce de su parte.

— Me siento tan mal... Tan avergonzada. — fingí tristeza dejando que algunas lágrimas mojaran su camisa. — Dereck me echó.

— ¿Por qué? — parecía consternado.

— No quiere que siga aquí. — me alejé de él y limpié mis mejillas húmedas. — Estoy hecha un desastre. Crees que pueda usar tu baño.

— ¿Qué pasa con tu habitación? — parpadeó continuamente y fue allí donde mi lado malvado salió a la luz.

— Están sacando todas mis cosas, déjame pasar la noche por favor. — volví a sollozar y me crucé brazos temblando.

— Nina, no creo que...

—Por favor Dani, no me rechaces, tú no. — él cerró sus ojos y con un suspiro se hizo a un lado. Entré a su habitación dando pasos cortos hacia su recamara.

El lugar era amplio y su cama muy grande. ¿Qué tan bueno en el sexo podría ser Daniel?
El bichito de la curiosidad surcó mi cabeza y me giré para verlo.

— El baño está allí. — señaló.

Entré al cuarto encendiendo la luz y echando seguro, lavé mi rostro, tenía la máscara de rímel corrida y el labial esparcido por toda mi boca por los besos que dejé sobre la piel de Dereck, besos que espero y queden marcados, él tenía esa aura oscura que solo me hacía desearlo más, he soñado e imaginado a Dereck haciéndome suya tantas veces, tomándome a su antojo y tocando mi cuerpo como a él se le plazca.

Limpié mis manos y luego quité mi vestido sucio, mojé y enjaboné la mancha de licor lo cual solo empeoró a que mi vestido estuviera húmedo, no había ninguna toalla aquí dentro por lo que limpié con agua mi cuerpo y mi cara y luego salí a su habitación.

Dan estaba sentado sobre el pie de su cama, me escuchó salir y se volteó a verme, pasó saliva al notar que me encontraba semidesnuda y rápidamente sacó de uno de sus cajones una camisa.

— Usala. —indicó.

— Gracias. — me arropé inhalando su aroma.

— Deberías descansar.

— ¿Tu no lo harás?

— Margaret aún no vuelve. — la sola mención de su nombre hizo que la sangre ardiera y quemara.

Me eché sobre su cama, por encima de sus sábanas y encogí mis piernas abrazándolas en posición fetal. Los minutos pasaban y Dan se mantenía en la misma posición sentado, pensativo y sin decir nada. Me removí incómoda y frustrada, quería que viniera aquí, quería que me prestara atención. Su camisa me llegaba por la mitad de mis muslos, dejándome solo en ropa interior debajo.

— Ven. — pedí. — No podré dormir si sigo viéndote allí.

Sonreí victoriosa cuando pasó una mano por su cabello y rodeó la cama hasta semi echarse a mi lado, colocó sus brazos por debajo de su nuca y su espalda apoyada contra el respaldar de la cama. Daniel era guapo, sexy y muy bello, no irradiaba oscuridad aun así ese cosquilleo en el estómago estaba allí presente.

Me moví hasta acercarme a él con lentitud, sin pedirle permiso coloqué mi rostro sobre su pecho y cerré mis ojos de forma momentánea.

— Tú eres distinto Daniel, eres incapaz de lastimar a alguien.

— En eso te equivocas. — torció la boca.

— Bee es tonta, te presiona y no te da tiempo. No te merece.

Sus ojos se quedan clavados en los míos por largos segundos.

— Eres distinto a cualquiera. — me levanté apoyándome de mis codos y acerqué mi rostro al suyo, él parecía consternado y paralizado en su lugar, cerré los ojos y rocé sus labios con los míos, tenían un sabor dulzón, era gruesos y muy blandos, succioné con mi boca tirando de ellos y lo mordí con mis dientes.

— Nina, no deberías...

— Shhh... — subí sobre su regazo y profundice el beso, mis manos se enredaron en su cabello trayendo su boca más a la mía, mi espalda se arqueaba y mis caderas hicieron movimientos circulares.

Se tardó un poco pero terminó correspondiéndome, continué moviendo mis caderas lentamente de atrás hacia adelante causando una fricción entre nuestros cuerpos, parecía reaccionar a mis toqueteos, a los besos hambrientos que le daba y eso me gustaba.

Daniel me gustaba.



Inserta insulto para Nina aquí.

Desfogate contra quien quieras (excepto la escritora) aquí.


Jaja querían que actualizara rápido, pues aquí un regalito, besos nos leemos pronto.

D.I.

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