Tengo Sed de Ti - II

Od DanitzaIbaez

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¿Sera su amor suficiente para perdonar su traición? Averigualo. Více

Lucian I
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08 (Maratón 1/3)
Capítulo 09 (Maratón 2/3)
Capítulo 10 (Maraton 3/3)
Lucian II
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capitulo 19
Capítulo 20
Lucian III
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Lucian IV
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Lucian V
Capítulo 41
Capítulo 42
Capitulo 43
Capítulo 44: Especial Ethan
Capítulo 45
Capítulo 46
Lucian VI - Capítulo Final. (1/2)
Lucian VI- Capítulo Final.(2/2)
¡ESCRITORA EN APUROS!
TENGO SED DE TI - III

Capítulo 28

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Od DanitzaIbaez

Capítulo 28

Movía mi pie de forma incesante, caminaba de un lado a otro golpeando mi móvil contra mi barbilla en un acto de nerviosismo.

Nada, ni una sola llamada.

Rebeka me observaba dudosa de cómo debía actuar entorno a mí, yo solo quería golpear algo o mejor dicho a Daniel para ver si de esa manera mi molestia y angustia pudieran dispersarse.

Dos días, habían pasado dos jodidos días desde que Bee desapareció y ni un solo maldito rastro de ella. Y es que ahora entendía que cuando un vampiro no quiere ser encontrado no hay ni un jodido poder sobrenatural que te ayude a encontrarlo.

Rebeka me observaba impaciente, dudando de hablarme o no.

— Señorita, debería descansar no es bueno para usted.—un gruñido fue mi respuesta, estaba cansada con unas ojeras tremendas y es que exiguamente había logrado conciliar el sueño, mañana es viernes, darán de alta a Ethan y anoche me habían informado que el padre de Bee tuvo otra recaída.

— ¿Dónde está Dereck? — pregunté por el vampiro que ahora parecía más distante y extraño que nunca.

— En su habitación pero pidió que nadie lo... — Dejé a Rebeka con las palabras en la boca y me dirigí hacia el pasillo en donde se encontraba su pieza.

Toqué su puerta y logré oír su voz indicándome que pasara. Giré la perilla y de manera lenta entre a su dormitorio, fruncí el ceño al verlo sentado sobre su cama enterrando su entre sus manos y apoyando sus codos sobre sus muslos, me acerqué a él quien aún no me miraba solo se mantenía en esa misma posición.

— Siempre es bueno sentir tu aroma, bella dama.— su voz más ronca de lo acostumbrado me hizo detener, hice el intento de sonreír y a pasos agigantados llegué a su lado.

— No me he bañado. — Bromeé, escuché una corta risa y pronto sus ojos grises buscaron los míos.— Bueno en realidad si lo hice, no me gusta andar apestando.

— A veces me sorprende la facilidad en que mejoras mi ánimo. — tiró de mi cintura y me posiciono entre sus piernas, acaricié su nuca jugando con mis uñas entre las hebras de su cabello.

— Suelo volver a los hombres bipolares. — él se carcajeó con fuerza y aunque yo lo seguí la sonrisa no me llenó del todo, me arrepentí al instante por mi estúpido comentario. — ¿Qué sucede? Has estado todo el día encerrado.

— Lo sé, lamento no haberte ayudado a buscar a Emma, pero tengo confianza en que estará bien y que pronto volverá. — torcí la boca hacia un lado.

— Yo también espero eso. Daniel parece un neandertal metido en esa habitación, creo que ni siquiera se ha dado una ducha desde hace días.

— Creo que esta en shock. — su ceño se frunció al pensar en algo y no pude evitar delinear su frente arrugada. —No asimila del todo él que haya terminado con ella.

Suspiré y me balanceé hacia delante y hacia atrás. — Pues debe asimilarlo, debe buscarla ahora antes de que ella no vuelva más. — Cerré los ojos, algo cansada, Dereck acercó su rostro a mi estómago y también dejo sus párpados caer. — ¿Cuándo hablaras conmigo de lo que te sucede?

— Es solo el tema de esos hombres cazándonos y buscando que desaparezcamos. Lo que ya sabes. —mordí mi labio inferior y agaché mi mirada hacia el suelo.

— ¿Por qué siento que es algo más?

— No hay más Margaret, nada que tenga que ver contigo. — tomó mi mentón con su mano y me atrajo hacia él para besarlo, boté un largo suspiro sin ganas de discutir. Al principio fue un toque lento y profundo, su boca tenía un leve sabor a alcohol y a menta. Su lengua no tardó en buscar la mía, esta era más hábil, más rápida y yo me intimidaba ante lo intenso que se iba volviendo.

Sus manos volvieron a mi cintura, clavándose en ella como si buscaran mi piel. Sus dedos eran largos y gruesos y los pequeños pero duros movimientos hacían estragos con mi débil sistema. Mis piernas empezaban a flaquear mientras mi temperatura corporal aumentaba a como dé lugar. Sus besos eran rápidos, salvajes, en este proceso era el quién me guiaba parecía devorarme pidiendo más, muchísimo más de mí.

— Dereck creo que... —Sus manos masajearon mi espalda hasta que luego las sentí caer sobre mi trasero y presionarlo con fuerza. Un gemido involuntario escapó de mis labios, eso pareció alentarlo y pronto me giró hasta apoyar mi espalda contra la cama. Mis manos se mantenían sujetadas con las suyas por sobre mi cabeza en tanto su boca continuaba dejando besos húmedos sobre la piel de mi rostro.

Lamía mis labios, pasaba su lengua por mi mentón tomándolo con su boca, cerraba mis ojos frunciéndolos de más dejándome invadir por el millón de sensaciones que él me provocaba. Su rostro se hundió en el arco de mi cuello inhalando mi aroma, al principio me estremecí como si sintiera cosquillas de que me besara pero pronto la excitación fue aumento, succionaba y mojaba la piel sensible de esa zona sin detenerse, como si le encantara.

Mis piernas se enredaron en su cintura atrayendo sus caderas contra las mías, sentía mi sexo palpitar y doler buscando aquella necesitada fricción. Dereck continuaba en un ataque de besos húmedos y salvajes, tiro de mi remera hacia un lado para dejar con libertad a mis hombros y pasar a besarlos también.

— Necesito tu sangre Margaret, necesito beber de ti. — pronunció entre jadeos, su caderas chocaban contra las mías mientras más gemidos escapaban descontrolados, la Margaret serena y cuerda había desaparecido, esta de aquí andaba necesitada de sexo.

— Hazlo. — respondí jadeante.

Gemí con más fuerza cuando sus colmillos perforaron mi piel, mi rostro se mantenía de lado, mis dedos sujetaban el edredón con firmeza como si fuera lo único de lo que pudiera sostenerme. Al principio fue como el pinchazo de una aguja sobre mi brazo pero aquella sensación fue tan fugaz que lo único que deseaba era que continuara, que sus dientes penetraran a más profundidad sobre mi piel.

No entendía exactamente que sucedía, pero todo lo que en estos momentos podía percibir, era placer, puro y pleno placer.

— Oh Dios. — apreté mis parpados y mordí mi labio inferior en cuanto su mano fue a aquel punto sensible entre mis piernas. Yo iba a comparar realmente lo haría.

Su mano me acariciaba sin cesar, de arriba a abajo y haciendo presión por sobre la tela de mis leggings, yo me movía al compás de sus movimientos, y puede que me estuviera debilitando pero ni siquiera era consciente de sentirlo. Arañé su brazo y mordisqueé mi labio en cuanto esa corriente llegó a mi punto máximo, mi cuerpo se arqueo y mis piernas se presionaron contra su cuerpo, unos cuantos espasmos dieron paso a un delicioso y muy agradable clímax.

Mi respiración era errática, apenas pude abrir los ojos tratando de tomar aire, Dereck se separó de mí, la imagen que tenía en frente era tan erótica que parecía salida de alguna película de fantasía, sus labios tan rojos y manchados por mi sangre, su lengua lo lamió quitándose el exceso, parecía satisfecho y yo por supuesto que también lo estaba.

Sin embargo, aquella oscura mirada que me dio me hizo saber que él buscaba más, sus dedos jugaron con el dobladillo de mis pantis tentándome, me avergoncé cuando sentí que otra vez aquel cosquilleo se acumulaba en mi vientre.

No podía querer más, no tan rápido.

Su rostro se acercó al mio, besó mis labios, mis mejillas y luego mordisqueó mi oreja. — La próxima vez, yo estaré dentro de ti.

Parpadee repetidas veces, ¿es que acaso este hombre quería matarme?, Dereck continúo besándome, como si de alguna manera estuviera tentándome para que yo diera el siguiente paso, y una parte de mi quería darlo, quería entregarme a él, quería saber que se sentía.

— Te deseo Margaret, deseo que seas mía por completo.

Tome respiraciones profundas, o mejor dicho intenté respirar adecuadamente sin parecer una foca asfixiada. Dio un último beso sobre mis labios y luego se sentó a mi lado, hice presión sobre mis labios mantenido mis manos cruzadas sobre mi estómago, lo siguiente que hice fue recomponerme y sentarme en la cama.

Sentía ardor en mis mejillas y la calentura abundaba por todo mi ser, observé a Dereck quien solo fijaba sus ojos grises en un cuadro de pinceladas gruesas enmarcado en la pared de su cuarto. Me aclaré la garanta y presioné dos dedos sobre mi boca.

— Mañana. — expuse casi en un murmullo. Los ojos de Dereck dieron con los míos y su ceño se frunció. — Mañana, quiero que suceda.

Él parecía sorprendido al igual que yo por mi propia confesión, más no me arrepentía, creía estar lista, lista para dar ese paso.

— Mañana. — susurró observando el cuadro. — Mañana no.

Pestañeé varias veces seguidas analizando si había escuchado bien o no.

— ¿No?

— No. — su dura y cortante negación pero dejó brevemente consternada. — Lo siento. — suavizó el tono de su voz.

Junté mis labios y asentí caminando hacia la puerta de salida pero Dereck se interpuso.

— Estoy cansada Dereck, quiero irme. — traté de que mi voz no saliera dolida o algo por el estilo. Dereck me había rechazado y eso me había afectado.

— El sábado. — anunció tomando mi mano y llevándola a su boca. — Te prometo que el sábado te daré la mejor noche de tu vida.

Pasé saliva sin saber que responderle, mi estómago dio un revuelco y mi corazón golpeteó contra mi pecho, sonreí y asentí acercándome a besar sus labios.

El sábado, el sábado sucedería.

(***)

Bostecé y estiré mis brazos con tanta pereza, aún era temprano. Bueno, iban a ser así la una de la tarde, pero para mí era temprano pues me había acostumbrado a dormir más de 10 horas seguidas.

Salí de la cama y me coloqué unas simples sandalias, fui al baño, hice pis, lavé mi cara y cepille mis dientes. Mi cabello era un desastre, desastre que no pensaba arreglar ni nada por estilo, entonces mis ojos se extendieron al ver una extraña mancha en mi piel, estruje mis ojos para quitar las lagañas y así ver mejor, y no era una mancha, eran puntos, puntos rojos que formaban un extraño y feo hematoma en mi cuello.

— Lo mato. — sentencié sujetándome del lavadero, la marca era totalmente visible, no sería tan fácil de borrar como un simple chupetón.

Fui por mi ropa limpia y me coloqué un poli-vestido encima que me llegaba hasta la mitad de los muslos, debajo solo llevaba un mini short para el día que parecía ser soleado. Salí de mi habitación y fui escaleras abajo, Dereck me iba a escuchar.

Vi una cabellera rubia rondar por la sala principal, no quería cruzarme con Nina justo ahora por lo que intenté evitarla y buscar a Rebeka. Para sorpresa mía aquella cabellera rubia se plantó de espaldas y detuvo a Rebeka a medio camino, fruncí el ceño y baje al primer piso pero detuve mis movimientos abruptamente cuando el tono de su voz fue completamente distinto.

— Necesito que bajes las cosas de mi cuarto Beka.

— ¿Bee? — abrí los ojos como platos, la joven volteó a verme y casi jadeé al ver el color de su cabello, ella sonrió y se acercó a mí.

— Hola Magga. — saludó con tranquilidad como si no hubiera pasado nada.

— ¡¿Qué diablos te hiciste en el cabello?! — pregunté horrorizada por su brusco cambio, aunque la verdad era que mal no le caía.

—Un cambio de look no le hace daño a nadie. — se encogió de hombros. Su cabello castaño claro ya no estaba, había desaparecido por completo. A pesar de tenerlo recogido en un bonito moño y con algunos mechones adornando su rostro el cambio era realmente notorio.

— Pero... ¿Rubia? — ella tronó los labios e iba a responder cuando las carcajadas de Nina hicieron acto de presencia.

— Es tan tonto que quiera imitarme. — vi su figura en la parte superior de la escalera. — Hace falta más que un simple cambio de look para tratar de parecerte a mí.

— Sabes, siempre me dije ¿Por qué todas las rubias son tan perras y arpías? — comenzó Bee caminando hacia la escalera, solo pude seguirla con la mirada. — Decidí que yo haría la diferencia, no me hice esto por ti Zorrina, lo hice por mí, porque me gustó, porque quise, porque quiero y no necesito ni de tu aprobación ni de la de nadie.

— Emma. — Los ojos de todos se dirigieron a Daniel que caminaba hacia el balconcillo medio adormilado, solo le basto el ver a Bee para que despertara por completo, por su rostro supe que estaba igual de sorprendido que yo.

Bee agachó su mirada y caminó hacia la cocina ignorándolo, parpadee un par de veces y la seguí, todo esto era muy raro ¿Dónde había estado? ¿Por qué este cambio tan brusco? Era una Bee distinta, pese a como la imaginé, ella lucía fuerte y decidida a todo.

— Rebeka ¿Dónde está Dereck?

— No esta señorita Wood, salió hace un par de horas. — fruncí el ceño.

— Bien, gracias. — llevé mi mano hacia mi cuello para ocultar la marca que tenía, Dereck me las pagaría, él debió haberla borrado sabiendo que yo saldría. ¿Acaso intentaba que todos me vieran así? — Bee, ¿Dónde has estado? Hemos estado muy preocupados por ti.

— Puedo notarlo. — contestó con sarcasmo mientras sacaba unos yogurts de durazno.

— Pensé que los odiabas.

— Creo que se me pegó tu manía de me gusta el jugo de piña pero no la piña. — imitó mi voz. — El punto es que estoy bien Magga, supongo que creías que estaría por ahí arrastrándome en el suelo llorando por mi rompimiento con Daniel.

— Auch. — dije ofendida.

— Lo siento, no fue contra ti. Pero es la verdad, ahora soy una Bee renovada, he aceptado mi destino, y entendí que el único chico del que estaré enamorada alguna vez jamás me querrá. Y vivo tranquila con eso.

— Suenas... Superada. — ladeé la cabeza viendo como bebía todo su yogurt luego iba por una manzana.

— Lo estoy. — se encogió de hombros.

— Bee, podemos hablar. — tan solo faltó la voz de Daniel para que la sonrisa de Bee se desvaneciera en cámara lenta, ella se tensó y mordió con más fuerza su manzana.

— No, ya me voy. — dijo en seco.

— ¿Te vas? — preguntamos los dos al unísono.

— Si Magga, el tratamiento de mi padre está por acabar, ya no necesito quedarme más aquí. Por eso vine, regresé por mis cosas. — Él rostro de Daniel se arrugó y su semblante se volvió entre serio y tristón.

Debía contarle a Bee de lo sucedido, debía decirle de lo que me habían informado pero quizás no estaba lista para escucharlo.

— De igual manera tenemos que hablar.

— Yo no quiero hablar contigo Daniel. — lo cortó ella mirándolo de reojo.

— Déjanos a solas Dan. — pedí casi en un ruego, le señalé la salida con la mirada esperando que entendiera que trataría de convencerle, al parecer me leyó la mente y se fue.— Umm Bee, no crees que estás siendo dura con él.

Ella frunció el ceño, supe que el sermón que vendría a continuación no me iba a gustar. — En serio ¿tú me dices eso? Hasta lo que yo recuerdo odiabas con toda tu alma y corazón a Lucian. Fingió ser tu alma gemela para que estés a su lado y lo odiaste más por eso.

— Las cosas son distintas Bee, no puedes comparar a Lucian con Daniel. — gruñí.

— Ambos llevan el apellido Hunter adherido a su alma, es parte de ellos ser así. — se encogió de hombros y tiró el restante de su manzana, la vi abriendo una bolsita de cereales, esta mujer siempre comía demasiado.

—Aunque puede que tengas razón, dale una oportunidad para hablar, para que te explique cómo fueron las cosas. Aún se pueden solucionar...

— ¿Tú se la diste? ¿Tú dejaste que te explicara todo? ¿Le contaste siquiera lo que sucedió cuando estuvimos allá?

— Emma tú no eres como yo. — Espeté con voz dura callándola antes que dijera alguna estupidez.— Eres mejor que yo, y soy consciente que pueden haber muchas razones poderosas para llevarte a hacer cosas que no quieres. — Ella bajó su mirada hacia sus pies. — Habla con él, por favor.

La vi suspirar y jugar con sus dedos, ladeó la cabeza y caminó hacia la salida. —A veces deberías escuchar tus propios consejos. — se fue murmurando.

Algún día.

Me dije a mi misma, algún día tendría el valor de escucharlo realmente.

(***)

Ambas bajamos del auto en completo silencio, estaba tentada a preguntarle qué hablo con Daniel por tanto tiempo, sin embargo, ella parecía susceptible a cualquier pregunta.

— Hey. — la llamé, ella se volvió hacia mí, me estrujo el pecho ver sus ojos cristalinos. — Todo estará bien Bee.

Sus brazos se envolvieron alrededor de mi cintura y la escuché sollozar intensamente, era mejor que se quebrara ahora, que tuviera todo guardado dentro.

— ¡Dios porque soy tan pésima fingiendo valentía!

— Eres valiente.

— Claro que no. — se sorbió la nariz. — Y tú hermano es un estúpido.

— Bueno no puedo discutirlo.

— Él ni siquiera fue por mí, no puso peros... De verdad, Daniel nunca se ha comportado tan idiota como lo ha hecho ahora. — se limpia las lágrimas, no sé qué responderle, sé que tiene miedo él mismo me lo dijo. — Él no me quiere.

— Si te quiere. — muerdo mi mejilla.

— No, y ya se acabó. No rogaré por nada más, estuve muchos años esperando por él para que al final esto... —su voz se hizo débil, limpió sus lágrimas con el dorso de su mano.

— Me gusta tu cabello rubio. — traté de cambiar el tema de forma radical.

— A Enzo también. — fue su respuesta, enarqué una ceja al oírla, estaba a punto de interrogarla cuando el taxi nos dejó frente a la clínica.

Ambas bajamos del vehículo y entramos a lugar siguiendo el mismo procedimiento de siempre. Habíamos venido hasta aquí para ver a Ethan y principalmente a su padre, gracias a Dios Bee tomó la noticia de forma serena, no obstante su angustia era muy notoria.

Su novio, su mejor amigo, su padre. Bee no estaba pasando por un buen momento.

— Dicen que a las seis podré verlo y quedarme con él a dormir. — se colocó sus lentes de contacto pestañeando y lagrimando en el proceso.

— Así le harás compañía. Richard es un hombre fuerte. — sonreí y ella asintió.

— Vamos con la teñida, quiero apapacharlo. — hizo unos pucheros graciosos. — Y acomodate bien esa bufanda.

Subimos hasta el piso en donde se encontraba él, acomodé mejor la jodida bufanda que cubría la marca en mi cuello. Debía tener fe en que todo saldría bien y nadie lo vería, eso esperaba.

Que ilusa.

Compré unos chocolates y le seguí el paso a Bee quien se movía rápido, se detuvo a medio camino y me miró de reojo.

— ¿Esa no es María? — con mi chocolate en la boca seguí su mirada encontrándome con la bella morena y... Lucian. Si, ellos dos hablaban de algo que los tenía muy entretenidos riendo y haciéndola sonrojar de vez en cuando. Entrecerré los ojos y avanzamos.

— Sí. — me encogí de hombros. Bee se adelantó y saludó a ambos, los ojos verdes de Lucian encontraron los míos, le regalé una mirada totalmente helada y saludé a María.

— Entren Ethan se alegrará de verlas. — dijo él sin dejar de verme, suspiré y di un paso al frente golpeando mi hombro con el suyo al pasar.

Lo primero que vi fue la esbelta figura de un hombre parado frente al ventanal dándonos la espalda, al escucharnos se giró para contemplarnos y su boca formó una gran <O> cuando plantó su mirada en Bee.

— Oh... por... dios.

— ¡Teñido! — chillo ella corriendo hacia él y trepándose en su cuerpo. Ethan estaba totalmente recuperado por lo que pudo alzarla con facilidad.

— Joder, ratona. Creo que te cambiare de apodo a mono araña rubia. — la estrujó entre sus brazos. — ¡¿Qué cosa tan genial te hiciste en el cabello?!

— Me uní a tu bando. — dijo ella entre risas.

— Pues los rubios somos sexys. — le guiñó el ojo, poco después hice acto de presencia y me acerqué a él. — Pero si es mi ex cuñada sexy favorita.

— Idiota. — lo golpeé y él se quejó.

— Debo decirte Bee. Qué ahora Margaret tiene más corazón que tú. ¿Qué clase de mejor amiga no viene a verme por casi tres días? ¡¿Y si moría?! ¡¿Y si me hacía polvo?!

— Siempre tan dramático. — ambas rodamos los ojos.

Ella lo volvió a abraza, estrujándolo entre sus brazos y enterrado su rostro en su pecho, Ethan me miró señalándola y torcí la boca moviendo mi cabeza en negación. Él entendió que algo no andaba bien.

— No sé qué sería de mi vida sin ti Ethan.

— Sabes que te adoro ¿Verdad? y tranquila, tendrás a este vampiro para rato.

Pasamos mucho tiempo hablando con él, Ethan era divertido de algún u otro modo siempre estabas riendo alrededor suyo y él siempre tenía bromas pesadas acompañadas de indirectas para darte. Dijo que lo tenían retenido aquí porque estaban haciendo un análisis de la plata que había ingresado a su sistema, parecía tener veneno acompañado es por ello que estuvo tan mal.

Ethan no recordaba mucho de lo que le había pasado, él había ido a comprar cosas para su casa, en donde se encontraba María, eran simples utensilios y cuando salió del súper comenzó a sentirse mal luego solo tenía imágenes de alguien saliendo de la oscuridad disparándole múltiples veces en el pecho, y cuando despertó él ya estaba aquí. Dijeron que fue suerte el que haya logrado esquivar las balas para que no vayan a su corazón, en cambio Ethan cree que no le dispararon allí al propósito lo cual no tiene lógica.

—Bien ahora quiero que me digas porque tienes esa jodida cara como si alguien se hubiera muerto. — Ethan se cruzó de brazos.

Le di una ojeada a Bee quien se tensó y preferí dejarlos solos, salí de la habitación. Me detuve en seco cuando recordé que Lucian estaba aquí, aunque en este caso estaba solo sentado en una silla revisando su móvil mientras bebía algo.

— ¿Y María? — fue lo primero que quise saber. Su rostro se giró para mí y una pequeña sonrisa pícara se extendió en su cara, fruncí el ceño.

— Ya se fue.

— Ajá... — caminé con lentitud y me senté al otro lado, frente a él. — Es linda ¿no?

Lucian levantó la cara, me miró con esos ojos verdosos escudriñando mi rostro, como si estuviera pensando su respuesta.

— Lo es. — contestó sonriente, mordí mis mejillas internas y jugué con mis dedos sobre mis muslos.

— Y es mi amiga. — recalqué.

— Que bueno.

No era como si esto me molestara, pero no me fiaba de ese idiota de cara bonita.

Regla número uno: nunca te guíes de una cara bonita.

— Sabes por lo que tuvo que pasar ¿Cierto?

— ¿A qué quieras llegar Maggy? — suspiró dejando a un lado su café y guardando su celular.

— ¿Cómo que a qué quiero llegar?

— No lo sé Maggy, ¿A qué quieres llegar?

— No quiero llegar a nada. — endilgué por el estúpido juego de palabras.

— Sé qué fue prostituta, también sé que te pone extrañamente celosa y que eso te cabrea aún más. — Me puse de pie.

— ¡Yo no estoy celosa! — grité.

—Regla número uno de toda celosa, negarlo hasta que ellas se lo crean.

— Imbécil.

—Celosa. — apreté los dientes con fuerza y a pasó acelerado me movilicé hacia alguna otra parte. — ¿A dónde vas?

— ¡A algún jodido lugar lejos de ti! — bramé moviéndome rápido, su olor me perseguía, sus pisadas eran casi imperceptibles sabía que venía tras de mí. —Sabes, esto de volver a hablarnos era como una especie de tregua mientras Ethan estaba mal. Pero ahora que ya se recuperó puedo volver a odiarte como siempre.

— Pero a mi me gustaba nuestra tregua. — tomó mi brazo y en un rápido movimiento me encarceló contra la pared. — Me gusta que estés cerca. — susurró. — Me gusta verte celosa, es una faceta tuya que no había visto antes.

— Lárgate que estoy a punto de golpearte. — él volvió a reír y mi rodilla fue directamente a su entrepierna. — Imbécil. — Lucian me detuvo mientras se quejaba y hacía muecas de dolor.

—Soy un vampiro, pero ese... Ese es un punto muy delicado Maggy. — jadeó.

Quise reír por su mueca pero volteé a mirar a alguna otra parte menos a él.

— ¿Qué es eso? — regresé mi atención a él quien ya se había recompuesto y ahora me miraba completamente serio, con la mandíbula endurecida. ¿Acaso le volvió la bipolaridad a este?

— ¿Qué co... — abrí los ojos al darme cuenta que no llevaba la bufanda. Mierda. Instintivamente mi mano tapó la zona afectada, me encogí como una pasa en contra de la pared.

— Te mordió. — musitó entre dolido y cabreado.

Suspiré un par de veces regulando mi respiración, miré fijamente mis pies, ¿por qué precisamente él debía verlo?

— Te mordió. — su puño se estrelló contra la pared haciéndome estremecer. Lo miré a la cara, enojado, con las mejillas rojas y con la mandíbula totalmente endurecida.

— Si, ¿Y qué? — elevé mi mentón enfrentándolo. Esto no le debía importar una mierda a él.

— Y te dejó marcada, para que todos supieran que lo hizo.

— Para empezar no fue todo el mundo. Solo tú porque eres un metiche y... — su pecho se apegó al mio, sus pupilas dilatadas, sus labios húmedos y rosados, su rostro bajó estando a solo milímetros de mí, sabiendo que si tan solo pronunciaba una palabra haría que nuestros labios se rozaran y no.... Eso... Eso era muy peligroso.

— Bien supongo que no le molestará que yo terminé el trabajo por él.

— ¿De qué diablos... Oh... — su lengua lamió la zona afectaba, sus labios succionaron y humedecieron mandando pequeñas vibraciones por todo mi cuerpo, me quedé congelada y estupefacta tratando de luchar por el sonido de placer que estaba a punto de salir de mi boca.

— Mejor. — se lamió los labios, mi boca estaba abierta, mis ojos muy agrandados y mejillas demasiado calientes y rojas.

— Magga, iré a ver a mi padre. —pestañeé continuamente para ver a Bee quien no prestó atención a la incómoda situación en la que me encontraba con él.

— Espérame, yo voy contigo. — grité y me obligué a caminar sin flaquear.

Esto estaba mal, yo no podía caer tan fácilmente a los trucos baratos de Lucian. Y aunque no había pasado nada entre nosotros dos, no creía que a Dereck le gustara mucho la idea de Lucian lamiéndome el cuello. Subí con Emma al ascensor y ella parecía en alguna otra parte menos aquí conmigo, sus ojos se cerraban, sus manos se abrían y apretaban en lentos movimientos, supuse que su conversación con Ethan había sido algo intensa. Ethan podía ser gracioso, bromista, seductor y jodido, pero algo que sabía a la perfección era su maldito sentido por decirte las cosas en la cara, por más dura que sea la cosa, él no tenía pelos en la lengua y aunque sus sermones podrían doler a veces simplemente te habrían los ojos.

Miraba con disimulo los números y las luces que parpadeaban por sobre mi cabeza, desenvolví el chocolate a medio comer y lo saboree para endulzar un poco este jodido momento.

Bee y yo andamos en total silencio, yo iba sumida en los pensamientos sobre Lucian, sobre la forma en que me he comportado los últimos días, puede que mi preocupación y mis constantes apariciones le hayan dado una percepción distinta a lo que siento por él, y si es así estaba muy equivocado.

Mi amiga se detuvo y se giró hacia mí, la miré con rareza y logré visualizar dos policías en la puerta de la habitación de su padre.

— ¿Qué sucede? — le pregunté, ella fue directo hacia una enfermera.

Avancé hacia la habitación quedándome plantada en frente de los dos policías, me crucé de brazos y entorné los ojos. Lo gracioso de esto, era que en mi vida había visto menos policías de los que se supone debería estar acostumbrada, ellos solo se meten en asuntos de humanos, las autoridades evitan todo contacto con vampiros.

— ¡Abran la puerta! — gritó Bee, estaba exaltada y venía dando zancadas. — ¡Abran la maldita puerta!

—Lo siento pero tenemos órdenes de no... — Emma los empujó como si fuesen plumas y entro a la habitación completamente fuera de sí misma.

El sudor se extendió por mi frente, pasé mis manos manos sudadas limpiándolas sobre mi remera, seguí a Bee con temor y en seguida supe que todo esto se iría a la mierda.

Ella siseo algo inentendible entre dientes adentrándose a la habitación. Su madre palideció, el hombre de traje que supuse era un abogado se puso de pie y retrocedió y los ojos opacos de su padre parecían culpables ante la situación que se daba frente a sus ojos.

— ¿Qué es esto.... Qué significa esto? —No era difícil de comprender, los papeles estaban regados en la camilla, su madre sostenía un bolígrafo al igual que su padre y el abogado mantenía un folder negro entre sus brazos.

Un acuerdo... Una herencia.

— Cariño, te lo puedo explicar pero por favor debes...

— ¡¿Qué carajos está haciendo ella aquí?! — pude notar como las venas en sus brazos empezaban a hincharse y tornarse oscuras, respiré con dificultad, la adrenalina de esto provocaba que mi corazón latiera con frenesí... No, no, esto no podía pasar, no sin nadie que supiera como detenerla. Su padre... Él, él no lo sabía, él no tenía idea de lo que Bee era.

— Bee, hija solo estamos firmando un acuerdo.

— ¡Tu cállate! — le gritó. — Tú, eres la maldita culpable de todo, desde que apareciste lo has jodido todo a tu paso. Mi vida siempre fue mejor sin ti, no te quiero aquí, no te quiero.

— ¡Emma basta! — gritó Richard.

— Nos abandonaste, nos dejaste por quién sabe qué. ¡Y ahora vienes aquí a fingir que te importamos! ¡¿Qué quieres conseguir?! ¡Dinero! ¿Eso quieres.

— Emma, yo le estoy dejando a tu madre todo... Todo incluida tú. — las palabras de su padre me golpearon como si yo fuese la involucrada. Él comenzaba a respirar de forma acelerada y el sonido en aquella máquina iba en aumentando, su corazón estaba esforzándose de más.

— ¿Qué..? — jadeó.

— Tu mamá se hará cargo... Ella, ella te cuidará y...

— No... No es posible tú, tú no puedes hacerme esto papá.

— Bee te prometo que yo cuidar...

— ¡NO!— la empujó con fuerza haciendo que cayera al suelo y en el proceso su cabeza chocara contra la punta de una mesita.

— ¡Bee! — grité, sus colmillos salieron a la luz, sus uñas parecieron garras y sus venas estaban completamente oscuras incluyendo las de su cuello.

Ella se abalanzó contra el hombre y mordió su cuello desgarrando su piel. La sangre salía como charcos la habitación entera estaba siendo salpicada, Ella no se controlaba, sus uñas rasgaban su piel, ni siquiera bebía de él... Lo estaba matando, de una forma despiadada y descontrolada.

— ¡Emma detente! ¡Dios mio no! — grité cuando su mano se incrustó en su pecho y luego le arrancó el corazón sin piedad alguna. Traté de detenerla pero me empujó con total fuerza que salí estrellándome contra la pared.

Adolorida y entre quejidos me puse de pie, inmediatamente los gritos, voces y sollozos se hicieron más intensos como un eco dentro de mi cabeza, pero lo que yo pude ver fue a su padre... Él, él sufría un ataque, su cuerpo convulsionaba, sus manos iban a su cuello intentando respirar, pero no lograba. Tapé mi boca y corrí hacia él tomando sus hombros y deteniéndolo pero era inútil, nada podía hacer, seguía temblando de forma brusca y desesperada, mis lágrimas cayeron mientras veía a mi amiga convertida en un verdadero animal.

— ¡Bee! Por favor.... Esta, muriendo... tu padre está muriendo. — grité entre llantos pero ella no me hacía caso.

Corrí a la salida en busca de ayuda, los policías no estaban, y apenas unos cuantos pacientes lograron verme llena de sangre en mis sanos.

— ¡Ayuda! ¡Ayúdenme por favor! — grité con fuerza entre lágrimas. — ¡Ayúdenme! — caí al suelo, sollozo tras sollozo, mi labios temblaban, mi vista era muy borrosa, logré ver a unos enfermeros corrieron hacia allá pero nada podrían hacer ellos. — Lucian. — musité con un hilo de voz. — ¡Lucian! — grité como si pudiera escucharme.

Me puse de pie y corrí hacia donde era el ascensor, apreté el botón tantas veces como podía, mi ropa era un desastre, mis manos no lograban dejar de temblar. Un sonido y las puertas se abrieron, sollocé más fuerte en cuanto aquellos ojos verdes se fijaron en mi persona.

Sus brazos me apretaron a su cuerpo asfixiándome por una brevedad de segundos en los que busqué consuelo y refugio, e intenté acallar mi llanto descontrolado.

— Maggy. — su voz fue una calma momentánea, me separé de él viendo que a su lado estaba Ethan, no encontraba mi voz ni siquiera, era un manojo de nervios y el dolor se apoderó de mi pecho, los ruidos se hacían más fuertes, las voces, los gritos, todos corrían alrededor de nosotros, él tomó mis manos entre las suyas limpiando la sangre, miré a Ethan y apenas pude balbucear su nombre.

— Bee.

Prepárense par la intensidad, habrá una sorpresa en el próximo capítulo así que no me hago responsable si se quedan calvos con lo que pasará luego...

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