Tomo la carretera, pedí que me acondicionaran uno de los apartamentos que tengo en Chelsea el cual ya está listo y, por ende, me quedaré allí hasta que... El móvil se enciende en la guantera con una llamada de Dalton y giro el volante antes de deslizar el dedo en el táctil.

—¿Qué quieres? —contesto.

—Mi coronel, requerimos su presencia. La teniente James me preocupa y el ministro no está en la ciudad —freno en seco con lo que dice —. No logró calmarse, entró en una crisis de ira y luego tuvo un sangrado nasal que...

Cuelgo girando en plena avenida sin importarme qué malditas leyes incumplo, simplemente me muevo a Hampstead con ese horrible y aplastante peso en el pecho que ella no deja de desatar... «¡Maldita sea!» Golpeo el volante en medio del desespero que me provoca no poder llegar tan rápido como quisiera.

Las luces pasan rápido en tanto el corazón me martillea contando cada segundo. Mi vecindario me recibe y no me he detenido de un todo cuando ya estoy abriendo la puerta dejando el auto detrás de la ambulancia que descarga el equipo médico.

No sé ni cómo subo las escaleras, pero en menos de nada estoy atravesando las puertas de mi casa buscándola. No pongo atención a lo que me dicen los escoltas, solo me importa una sola cosa y la hallo inconsciente y acostada en la cama junto a la obstetra.

—¿Qué le hizo? —me voy a su puesto revisando los signos.

—Tuve que darle un calmante, sabe como se pone cada vez que se siente en riesgo y no pude calmar la crisis de llanto.

El equipo médico empieza a hacerse presente ubicando un ecógrafo entre los distintos aparatos.

—¿Cuándo va a despertar?

—En un par de horas —informa—. Le haré una ecografía para añadir al control, se me informó que ya sintieron movimientos...

Asiento ante lo que dice dándole espacio al personal que conecta todo. La doctora le pide a Miranda que le ayude a ponerle ropa cómoda y la última afirmación de la obstetra hace que me mire la mano recordando lo que sentí esta mañana.

¿Qué tanta sed de desgracia tiene el mundo como para permitirme engendrar y darme el efecto que avasalla mis extremidades cada que pienso en eso?

Hubo un latido cuando supe sobre el embarazo, dicho latido tomó fuerza cuando lo noté y ahora siento que se está convirtiendo en el propulsor que me tiene a mil.

Miranda se retira mientras que la doctora se queda con la asistente que esparce un líquido transparente a lo largo del abdomen de Rachel.

Concentro la vista en el aparato y las pulsaciones no tardan en tomarse la alcoba con un sonido claro y alto. «¡Joder!» Paso lo que se me atora en la garganta. La asistente toma nota de lo que le dicta la obstetra la cual maneja los instrumentos de última tecnología dados por el hospital militar.

—Todo normal en lo que cabe —informa—. Seguimos presentado un crecimiento más alto en uno que en otro, así como los latidos, que son más sonoros en uno que en otro, sin embargo, los veo... Bien, aunque a Rachel sí la siento débil...

¿Cómo no va a estarlo después de tanta cosa? Me muevo por la alcoba lidiando con el sonido de los latidos que sueltan una electrizante sensación a lo largo de mi cuerpo.

—¿Es grave? —pregunto.

—No por el momento, puede ser pasajero y hasta ahora no tiene ningún signo de alarma.

Tarda más tiempo asegurándose mientras arruga las cejas empeorando mi desespero. Pide muestras sanguíneas, vuelve al ecógrafo, toma nota...

—Me dice que no es grave, pero tanto misterio suyo me da a entender lo contrario —no me callo—. Sea sincera y déjese de rodeos con silencios incómodos.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora