Futuro

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Disclaimer: si leen algo y les parece familiar, no es mío (y).

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Sirius entró a la cocina enfocado al cien por ciento en una sola cosa: tener, de una vez por todas, aunque fuera una sola vez, una comida que no terminara en gritos y portazos.

No podía ser mucho pedir.

¿Cuánto podría tardar? ¿30 o 35 minutos? No era tanto tiempo como para considerarlo algo imposible de lograr. Difícil, sí…pero no imposible.

Aunque eso era sin considerar el contexto en el que se iba a desenvolver la comida en cuestión.

Primero, Sirius estaba en la antigua casa de sus padres, casa a la que él le tenía menos que poco cariño. Menos que menos.

Qué diablos, odiaba la maldita casa con toda su alma.

Cuando había escapado desde el despacho del profesor Flitwick en el séptimo piso de Hogwarts, sobre el lomo de Buckbeak, la opción de volver a Grimmauld Place ni siquiera había pasado por su cabeza. Sólo había querido dos cosas. Correr lejos de los dementores y no correr a ninguna parte, para quedarse con Harry.

Varios meses después, la idea de volver a la antigua casa Black fue sugerida por Albus, en uno de los muchos encuentros que tuvieron con el paso del tiempo, concernientes a la seguridad de Harry. Reuniones que se intensificaron después del nefasto Torneo de los Tres Magos. O Cuatro Magos.

Sirius sólo se había atrevido a volver a poner un pie dentro de su antigua casa después de que había quedado claro que Voldemort había regresado. Había sentido que ya no podía seguir en la nada, yendo de un sitio para otro, usando a Hocicos para ocultarse. Tenía que plantar los pies en un sólo lugar y empezar a prepararse para lo que se vendría. Lo que se vendría en la vida de Harry. Lo que se vendría en su propia vida, que él consideraba firmemente atada a la de su ahijado, su única familia además de Remus, que era como un hermano.

Por supuesto, apenas había surgido la necesidad de un espacio para revivir desde las cenizas la antigua Orden del Fénix, Sirius había ofrecido las instalaciones en Grimmauld Place con gusto; no sólo porque quería ayudar en lo que más pudiese, que no era mucho considerando que se suponía que nadie, nadie, debía verlo; sino porque así no estaría tan solo y podría hablar con alguien más que con Buckbeak o Kreacher.

No...sólo Buckbeak. Después de todo, los insultos que gritaba al elfo doméstico no podrían considerarse como “hablar”.

Además, el tener magos saliendo y entrando de su casa ayudaba a que Sirius se mantuviese actualizado con las noticias y lo último que sucedía, sobre todo lo relacionado con Voldemort y lo que fuera que tenía planeado para hacer sucumbir el mundo mágico bajo un manto de terror y oscuridad.

Y había podido pasar un par de semanas con Harry, antes de que se fuera al Castillo para su quinto año. Semanas normales, de un padrino con su ahijado. También pudo abrazarlo para navidad ese mismo año.

Sirius movió los ojos de la muralla, que se había quedado mirando fijamente sin notarlo, y los dirigió hacia su ahijado, que estaba sentado a un par de sillas de distancia.

Harry tenía abierto frente a él un número de El Profeta y su cara estaba arrugada en una mueca de absoluta concentración, pero sea lo que sea que estaba pensando, no tenía nada que ver con la noticia que tenía en frente. Los ojos de Harry estaban quietos, fijos sobre algún punto del papel.

Sirius se inclinó hacia atrás y, con un suspiro, retiró el cabello que tenía sobre la frente. Tenía que hablar con él. Aunque, sinceramente, no quería hacerlo.

Ovejas NegrasWhere stories live. Discover now