Canuto

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Disclaimer: Si leen algo y les parece familiar, no es mío (y).

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Cassandra no pudo hacer otra cosa sino sentirse desconcertada.

Podría haber gritado. Podría haber saltado de la cama y escapado a toda velocidad hacia alguna de las puertas que había en la habitación. Y quizá lo hiciera luego de todos modos.

Pero luego. En ese momento el desconcierto superaba cualquier otro plan de acción.

Cassandra podía haber esperado muchas cosas cuando abrió los ojos.

Ver un techo blanco, por ejemplo, y recordar luego que estaba en la habitación de Sirius y que por eso el techo no le parecía tan familiar como el techo de su habitación en la mansión de su familia.

Su antigua habitación, en la casa de su antes llamada familia.

Podría esperar abrir los ojos y no ver nada, en caso de que despertara en la mitad de la noche. Podría esperar ver la suave luz de sol entrando por la ventana, haciendo brillar con sus primeros rayos de luz la suave tela de las cortinas, en caso de que hubiese despertado temprano, en la mañana.

Podría haber esperado ver un poco de luz filtrándose a través de la tela de las mantas, en caso de que hiciese frío y estuviese tapada hasta la cabeza con la ropa de cama.

Podría incluso esperar ver a un Sirius semi-desnudo durmiendo a su lado, el cabello revuelto después de horas de sexo salvaje…en caso de que no hubiese despertado y siguiera soñando.

Pero no. Nada de eso fue lo primero en encontrar sus ojos cuando los abrió. Y he ahí el motivo de su descomunal desconcierto.

Porque, frente a ella, a sólo un par de centímetros de distancia estaba lo que, sin duda alguna, era una enorme, oscura y húmeda nariz.

Una nariz pegada a un peludo, bigotudo y oscuro hocico. Que, a su vez, estaba pegado a una gran cabeza y cuerpo de un enorme perro de pelaje negro y lanudo.

¿Cómo diantres había terminado ella, en la cama de Sirius Black, durmiendo con un perro tamaño oso?

Es decir…¡vamos! Se había encontrado en situaciones raras y se había hecho a sí misma preguntas extrañas con anterioridad…pero ésta se llevaba el premio.

¿Y cómo era que semejante criatura se había subido a la cama sin que ella lo notara? Tenía que haber un límite en la sutileza con la que un animal tan grande podía moverse. El estúpido perro tenía que ser un maestro del sigilo.

Al parecer, en algún momento de su confuso estado mental, Cassandra había hecho algún ruido o movimiento involuntario, porque ahora no sólo miraba la nariz, pelo y bigotes del perro ninja, sino también sus enormes ojos color amarillo.

El perro, para aumentar su desconcierto si es que eso fuera posible, no hizo lo que ella hubiese esperado que hiciera cualquier perro, a tan poca distancia de una persona completamente desconocida.

No saltó de la cama, no se alejó, no corrió lejos. No dijo guau.

Se quedó quieto, sólo mirándola, en silencio. Y Cassandra hizo precisamente eso, mirarlo en silencio por unos segundos, antes de aclararse la garganta.

–Eh…¿hola…?

Ahora no sólo estaba desconcertada, sino que además se sentía como una idiota.

¿Despiertas y te encuentras con un perro tamaño elefante-pequeño durmiendo a tu lado en la cama? ¿Qué es lo primero que vas a hacer? Saludarle y darle los buenos días, por supuesto.

Ovejas NegrasWhere stories live. Discover now