Rosa y naranja

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Disclaimer: si leen algo y les parece familiar, no es mío (y).

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Sirius salió de la cocina como si un batallón de Kreachers fuese tras él.

Pero el motivo de su huida tenía nombre y apellido y definitivamente no era un elfo doméstico. Aunque no medía mucho más que uno.

Cassandra Lestrange.

Se había quedado mirándola fijamente por Merlín sabía cuánto tiempo. Por un momento se había olvidado hasta de lo que estaban hablando. La había mirado a los ojos y se había imaginado a sí mismo, tan claramente como si de verdad estuviese sucediendo, estirando una mano para atraerla hacia él. Y, de verdad, se había visto besándola.

Oh, Merlín.

Sirius detuvo su loca carrera de escape y se quedó de pie junto a la escalera, con la vista fija en el primer escalón y los pensamientos volando de vuelta a la habitación que había abandonado hace unos segundos.

Ahora sí podía estar seguro, Cassandra era la misma niña que le había hecho aquella inesperada visita en Azkaban, cerca de 15 años atrás. Lo que no dejaba de ser increíble.

Y, lo que era más increíble aún, Cassandra lo recordaba, pensó Sirius sentándose en el primer escalón.

Cuando Sirius decidió que era el momento para hacer el comentario de los dulces, no sabía que reacción tendría ella realmente, pero definitivamente no esperaba que se echara a reír.

Y hubiese preferido diez mil veces que no lo hiciera, porque su risa era hermosa y él, aunque no lo confesaría en voz alta aunque lo amenazara el mismísimo Voldemort, se había sentido más que encantado de haber sido la causa de su risa.

Y Cassandra no sólo se había reído, sino que además le había seguido el juego y había bromeado al respecto y Sirius se había encontrado sonriéndole como imbécil sin siquiera darse cuenta. Mirándola como un completo idiota.

Realmente como idiota. Sus ojos fijos en su cara. Su cala bonita en forma de corazón y sus brillantes ojos color chocolate llenos de...

Sirius soltó un bufido y se puso de pie de un salto. La maldita mujer lo tendría escribiendo poesía en menos tiempo del que se demoraría en decir "Idiota, deja de actuar como un maldito adolescente".

Y tenía que evitar que eso sucediera.

No es que no haya escrito poesía para una que otra chica en su época de merodeador, lo había hecho y había funcionado maravillosamente, pero definitivamente ahora no era un buen momento para hacerlo.

Estaban en guerra, Harry necesitaría toda su atención y ayuda si quería llevar a buen fin el plan que Albus Dumbledore le había dejado de tarea antes de morir. O que al menos Sirius creía que le había dejado.

Ahora no era tiempo para romances.

No, ni ahora, ni nunca, pensó Sirius un segundo después, aún parado al pie de las escaleras, los brazos en jarras. No cuando el romance en cuestión era con una chiquilla de...no sabía qué la edad, pero definitivamente menor que él. Mucho menor.

No traería nada bueno.

Con un suspiro y sintiéndose como si tuviese 65 años, Sirius subió con paso firme, pero silencioso las escaleras de La Madriguera. No había mucha luz pero sus ojos eran rápidos al momento de adaptarse a la poca iluminación. Uno de los tantos beneficios de 20 años siendo animago.

20 años, por Merlín. De verdad se estaba poniendo viejo.

Llegó a lo que Sirius creía era el tercer piso, donde estaba la habitación que Harry estaba compartiendo con Ron y los gemelos. Siempre se confundía al contar pisos en esa casa, las escaleras eran muchas. En general lograba identificar los pisos sólo por los cuadros colgados en los muros.

Ovejas NegrasWhere stories live. Discover now