Ofrecimientos, oasis, silencio y caos

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Disclaimer: si leen algo y les parece familiar, no es mío (y).

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1 de septiembre de 1997, Grimmauld Place.

La sensación de aire frío corriendo por su espalda trajo a Cassandra de vuelta al mundo de la gente despierta.

No recordaba bien qué había estado soñando, pero fuera lo que fuera, dejó de importar una vez que abrió los ojos.

Frente a la ventana, iluminado por la fría luz de la mañana, estaba de pie Sirius, con cara de estar pensando algo realmente desagradable.

La visión era tanto preocupante como iluminadora. Iluminadora, porque explicaba claramente por qué Cassandra se estaba congelando en la cama de su, oh por Dios, amante.

No es que haya sucedido mucho más de las maravillas que Sirius había hecho con ella sentada en ese escritorio (Santo Escritorio, pronto a ser canonizado oficialmente), pero que alguien se atreviera a siquiera pensar en contradecirla cuando hablara de "amante". Merlín sabía que así era. Y así se sentía.

Y era una visión preocupante porque no era esa la cara que Cassandra esperaba ver después de la noche que habían pasado juntos, revolviendo la ropa de cama.

Luego de que Sirius arrastrara el cuerpo deshuesado de Cassandra hasta la cama, habían pasado gran parte de la noche compartiendo besos, calor y horas de calma debajo de las mantas. 

La camiseta azul (Santa Camiseta, la siguiente en la lista de canonización, después del escritorio) había desaparecido en algún momento de la noche; al parecer junto con la camisa de Sirius, que ahora se encontraba en toda su esplendorosa semi-desnudez junto a la ventana.

–Están vigilando la propiedad –le explicó Sirius sobresaltándola antes de que ella pudiese abrir la boca para algo más que para babear. Al parecer había percibido además que Cassandra lo miraba con cara de pregunta –Es como si esperaran que algo sucediera...

Cassandra se sentó en la cama, quitándose el cabello de la cara, mientras que con la otra mano sujetaba la sábana contra su pecho, ocultando su sujetador de la vista.

–Es por la fecha –dijo Cassandra, aclarándose la garganta e intentando reenviar al resto de su cuerpo la sangre que se apresuró en acumularse en sus mejillas al recordar otra vez el motivo por el que estaba casi desnuda–. Hoy es primero de septiembre, quizá esperan que Harry vaya a King's Cross o algo así.

–Pues si es así, son los idiotas más grandes que pisan la Tierra.

–Bueno, son idiotas optimistas, después de todo, ahora para los estudiantes es obligación ir ¿no?

Un "uhm" fue todo lo que obtuvo de vuelta y Cassandra se encontró en el siguiente minuto revolviéndose nerviosa, sentada sobre la cama. No era así como había pensado comenzar la mañana. Su mañana ideal habría comenzado como mínimo con un beso. No con silencios y frío en la espalda.

¿Debía irse? Quizá no era mala idea, necesitaba una ducha de todas formas. Ya volvería luego a exigir sus derechos de ciudadana, como el derecho de recibir su beso matutino.

Sí, era un derecho. Cassandra estaba segura de que estaba escrito en alguna parte de la constitución, junto al derecho de contar con un mínimo de gramos de caramelos mensuales para asegurar una vida dulce y amena.

Con un encogimiento mental de hombros, Cassandra se puso de pie sin soltar la sábana y envolviéndose en ella, antes de acercarse velozmente a Sirius.

–Iré por una ducha, ¿sí? –le dijo Cassandra abrazándolo por la espalda y dejando un beso en una pequeña protuberancia de la columna de Sirius. Aún no conseguía recuperar por completo el peso que debía tener en sus tiempos pre-Azkaban, asumió Cassandra.

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