Hombre del Bosque

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Disclaimer: si leen algo y les parece familiar, no es mío.

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–No bromeabas con eso del café muy dulce.

Cassandra se detuvo con la mano en el aire con la que sería la quinta cucharadita de azúcar, antes de sonreír al hombre "dueño de casa" y dejarla caer sobre su taza de café. Que la denunciaran. Se merecía cada uno de los granitos de azúcar que ahora nadaban felices en el fondo del recipiente de cerámica.

El hombre devolvió en su dirección una breve sonrisa antes de dirigirse a los ocupantes más pequeños de la mesa, sirviéndoles (entre varios "cuidado, está caliente, está caliente") lo que parecía ser chocolate, bueno, caliente.

Cuando la atención ya no estuvo enfocada en ella, Cassandra se dedicó a estudiar sus alrededores, entre sorbos del café dulce más espectacular de la historia, el vapor tibio proveniente del tazón que tenía justo frente a los ojos y el aroma a pan tostado y otros brebajes calientes que inundaba el lugar.

Calculaba que ya habrían pasado unos 30 minutos desde que Sirius y ella se habían aparecido en lo que, después de todo y para eterna alegría de Cassandra, sí resultó ser el patio delantero de la casa de Renald.

Sólo que Renald no estaba ahí para recibirlos. Estaba muerto. No les habían dado muchos detalles sobre el fallecimiento del viejo amigo de Sirius y ella no se atrevió a preguntar tampoco.

Luego de la no muy amable ni ortodoxa bienvenida, los habían recibido en la cabaña que, para su sorpresa, era bastante más amplia en su interior de lo que su modesto exterior dejaba a la vista.

De alguna forma, habían sido arrastrados hasta una cocina abarrotada de cosas, comida, cuencos y ollas y habían sido ubicados en dos de los varios lugares de la mesa que se extendía en el centro de la cocina. Y luego había llegado la mejor parte: le habían pasado una gran taza de café y un gran, gran azucarero.

Amén, y alabado sean los hombres del bosque por eso.

El "hombre del bosque" digno de aquel milagro dulce en particular, se llamaba Ulrich Collingwood, era sobrino de Renald y ahora dueño de la cabaña en la mitad del bosque.

Cassandra se concentró entonces en Ulrich, que se movía alrededor de la cocina con una facilidad que dejaba a la vista que tenía costumbre en hacer aquella actividad. Cassandra calculaba que debía estar cerca de los 30 años y, ya con luz un poco más pareja y con más observación, confirmó que tenía cabello de algo así como un castaño oscuro con un leve toque de cobrizo. Tenía barba, un poco más oscura que su cabello, pero no tan larga como Cassandra esperaría para un "hombre de los bosques". Es decir, tenía que admitir que cuando Sirius le dijo que buscaban a un hombre que vivía en la mitad de la nada, en una cabaña rodeada de quizá que animalejos salvajes, ella esperaba algo así como un Hagrid tamaño humano, con cabello enmarañado y barba hasta el ombligo.

En lugar de eso, estaba Ulrich. Se había cambiado la camiseta de Led Zeppelin por una camisa que parecía una versión más amplia y mucho menos femenina de su propia camisa, roja a cuadros, y la había arremangado hasta casi los codos, para evitar que se ensuciara en la labor que realizaba en ese momento.

Es decir, servir la cena.

¡Puntos para el Hombre del Bosque!

Cassandra abandonó su acucioso estudio de su anfitrión cuando se sintió observada. Y no sólo por un par de ojos.

Cassandra hizo una pequeña comprobación de su ropa y cabello, para asegurarse de que no tenía mantequilla en ninguna parte e hizo un rápido repaso de lo que estaba haciendo en ese momento y llegó a la conclusión de que no la observaban porque estuviera haciendo algo vergonzoso (como babear sobre su café dulce...a veces pasaba), sino que simplemente la gente había decidido que era bueno ocupar el tiempo vacío mirándola fijamente. Ja.

Ovejas NegrasWhere stories live. Discover now