Lleno o vacío

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Disclaimer: Si leen algo y les parece familiar, no es mío (y).

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7 de Agosto de 1997, La Madriguera

Sirius estaba sentado en la cocina de La Madriguera, mirando el fondo de su taza vacía, deseando que no lo estuviese. Y deseando que no hubiese sido una taza de café, sino un vaso de Whisky de Fuego.

Pero no. Había sido café. Y sí lo estaba. Vacía.

Era gracioso, porque así se sentía él también, vacío.

Llevaba tanto tiempo sentado en la misma posición y en el mismo lugar que, sinceramente, Sirius ya no tenía idea ni qué hora era. Tarde, probablemente, por la ausencia de movimiento en La Madriguera.

Pero el día…el día sí lo sabía. Era tarde, en el sexto día después del ataque a La Madriguera.

Sirius no pudo evitar recordar su tiempo en Azkaban, donde pasaba el tiempo haciendo exactamente lo mismo. Podía contar días, basándose en el ir y venir de luz natural. Pero el tiempo del día…era más complejo. No cuando se perdía en sus pensamientos y recuerdos.

Y llevaba cada uno de los minutos de los últimos seis días, rememorando cada momento, cada minuto de ese día. El día de la boda.

Recordaba lo hermosa que había sido y lo perfecto que había salido todo. Sirius no era de esas personas que se ponían sentimentales en ese tipo de ocasiones, pero hasta él debía admitir que tantas preparaciones habían tenido sus frutos. Había sido una linda ceremonia.

Era cierto, había tenido que disfrazarse y mantenerse lo más al margen posible de todo, haciendo como que no estaba ahí realmente. Y tener que esconderse era algo que lo molestaba de sobremanera.

Pero incluso así, lo había pasado bien. Había sido una muy buena velada y había sucedido todo lo contrario de lo que había pensado que ocurriría.

Semanas atrás, cuando se empezaron a trazar las primeras ideas sobre lo que sería la boda de Bill y Fleur Delacour, Sirius había pensado una sola cosa: mierda.

Primero, encontraba que era estúpido hacer una fiesta así de grande en la mitad de la guerra, pero poco a poco se había ido encariñado con la idea. Pero de todas formas había estado seguro de que se aburriría como nunca en su vida, y eso viniendo de él, que había pasado 12 años contando grietas en un muro asqueroso. Pensó que iba a pasar gran parte del día rogando para que todo se acabara pronto, pero al final se había mantenido ocupado toda la tarde dividiendo su tiempo entre dos personas.

Dos personas.

Primero con Harry, asegurándose que nadie extraño se acercara a él, que nadie lo molestara, que nadie lo reconociera. Que nadie siquiera le dedicara una segunda miradita.

Cuando el ataque había empezado, había corrido entre la multitud aterrorizada, buscándolo. Había empujado lejos a cualquiera que se interpusiera en su camino, hombre, anciano, mujer o niño. Nadie se iba a interponer entre Harry y él y no dejó de correr (y de empujar gente) hasta encontrarlo.

Lo había divisado, un minuto después, intercambiando ataques con un mortífago, junto a la menor de los Weasley y se había abierto camino entre maldiciones hasta llegar a él. Había tenido que casi arrastrarlo lejos de Ginny, y gritarle que desapareciera, pero poco le importó. Tenía que ponerse a salvo. Desaparecer lejos.

Y no estuvo tranquilo hasta que vio hacerlo, junto a Ron y Hermione.

Al menos, todo lo tranquilo que se podía estar en la mitad de un ataque de mortífagos.

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