Promesas, miedos y buenas noticias

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Disclaimer: Si leen algo y les parece fmailiar, no es mío (y).

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Sólo cuando se encontró frente a la amplia tina del baño contiguo a su habitación y vio que una mano se adelantaba a él y abría la llave del agua caliente, Sirius entendió que efectivamente lo habían seguido hasta arriba.

Bien por ellos, de todas formas él podía hacerse cargo solo.

Mirando hacia atrás, aún con Cassandra entre sus brazos, Sirius vio que era Hermione la que se movía a su alrededor, viéndose triste y pálida y recolectando lo que él suponía eran cosas necesarias para ayudar a Cassandra.

Mientras esperaba que se llenara de agua, Sirius se sentó en la orilla de la tina, acomodando a Cassandra sobre su regazo y apoyando la espalda de la mujer a lo largo de su brazo derecho.

Con el corazón hecho un nudo, Sirius la observó más detenidamente. Estaba tan delgada. Tan pálida y fría. Era una visión terrible. Sobrecogedora.

Hermione tocó una de sus manos, sobresaltándolo levemente, y puso entre sus dedos un paño húmedo. Sirius lo usó de inmediato para limpiar la cara de Cassandra, siguiendo con la vista cada una de las pequeñas lesiones que había en ella.

Apoyó con suavidad la pequeña toalla contra la frente de Cassandra, donde empezaba un feo corte que terminaba en su sien izquierda. Hizo lo mismo con otras pequeñas heridas en sus mejillas y en su labio que, pese a ser pequeñas, eran como rocas bajando por la garganta de Sirius, provocando que fuera difícil respirar.

¿Cómo carajo podían mirar hacia abajo a Cassandra, con sus ojos grandes y pocos centímetros de altura y alzar la varita en su contra? Sirius sabía que Cassandra podía tener una lengua afilada como una daga cuando así lo quería, pero…de todas formas, ¿cómo?

En algún momento Hermione le cambió la toalla por otra limpia y fresca, y escuchó que la puerta se abría y cerraba un par de veces, pero Sirius se mantuvo concentrado en su tarea. Limpiarla y tragar odio y bilis. Tarea que, por lo demás, era tremendamente difícil. A Sirius le hubiese gustado que limpiar la tierra y sangre de la suave piel de Cassie hubiese sido tan fácil como limpiar la amargura que se acomodaba dentro de él.

Cuando su cara estuvo tan limpia como podía estarlo sólo usando una toalla húmeda, Sirius comenzó a bajar por el cuerpo de Cassandra. Limpió su cuello y hombro, donde encontró una herida profunda, y limpió la sangre que había corrido a lo largo de su brazo, desde esa herida. Limpió también, con sumo cuidado, la piel descubierta de su pecho, sujetando contra ella la tela sucia del vestido verde. Quería quitarle ese trozo de seda asquerosa, pero pronto descubrió que estaba pegada a su piel en algunas partes, así que decidió que la mejor forma sería metería al agua antes de quitarle nada.

Además necesitaba una toalla grande para cubrirla antes.

Sirius siguió en silencio con su misión, aceptando cada pequeña herida como un golpe que se merecía. Y los golpes no paraban de llegar, por Merlín.

Suspirando, Sirius se preparó mentalmente para continuar y bajó la vista por las piernas casi desnudas de Cassandra, analizando si el pañito húmedo y ya sucio que tenía en la mano sería suficiente para terminar la tarea.

Cuando sus ojos se posaron en sus rodillas a carne viva, Sirius tuvo un segundo para alegrarse brevemente por haberse preparado mentalmente, porque antes de que pudiese entender el motivo, sus ojos volvieron arriba un par de centímetros.

Sirius se quedó mirando sin pestañear la clara e irrefutable mancha que había entre sus piernas. Estaba mirando descaradamente, y en alguna parte de su cerebro se formó el pensamiento de que no era correcto hacerlo, pero el pensamiento murió rápidamente bajo la comprensión que, como hielo, se esparció por su cabeza y que bajó rápidamente por todo su cuerpo, congelándolo en el lugar.

Ovejas NegrasWhere stories live. Discover now