Estamos bien

2.1K 146 20
                                    

Disclaimer: Si leen algo y les parece familiar, no es mío.

__________________________________

19 de agosto de 1997

Sirius estaba considerando seriamente abandonar su forma humana para siempre, limitarse a las cuatro patas, correr lejos hasta algún pequeño pueblo donde lo más interesante que pasara en el año fuera una gallina rompiendo el record local de postura de huevos y dedicarse a vivir como Canuto y a ser feliz.

Porque ser Canuto era completa y absolutamente mucho más fácil que vivir su vida de humano. De eso Sirius no tenía ni la menor de las dudas, no después del desastre de día que acaba de atravesar.

No, que aún estaba atravesando. El reloj aún no daba las doce. El maldito día aún no acababa.

Aunque decir “día” quizá no era justo, no todo el día había sido tan terrible. Su día había iniciado mal, comenzado a ir bien, ido muy bien, amenazado con irse al carajo, vuelto a ir bien, para luego irse, efectivamente, al carajo.

Y no un poco, sino al carajo en grande.

Cuando se había levantado esa mañana, no en su cama que estaba siendo ocupada por Cassandra, sino de la alfombra en el cuarto de Buckbeak que le gustaba usar cuando estaba en forma de Canuto, Sirius no tenía la menor idea de que se volvería una jornada tan intensa.

Si hubiese tenido alguna señal divina de que así sería, se habría preparado mejor psicológicamente.

Pero no.

Primero, había bajado a desayunar, tardíamente, para encontrarse a Kreacher preparando el almuerzo.

Muy bien, había bajado bastante tardíamente.

Había comenzado sentándose en la mesa, esperando ansioso las papas asadas de Kreacher, mientras ignoraba a Harry en un desesperado intento de no terminar, por centésima cuarta vez, discutiendo a gritos con él. Pero no había alcanzado a hacer nada de eso.

No había discutido con nadie, pero tampoco había logrado comer en la mesa en silencio, como había sido el plan inicial.

No.

Había terminado, una hora después, robando pequeños bocados del plato de Cassandra, mientras hablaban de todo un poco, de eso y de aquello, sentados en su cama.

“De eso y de aquello”, después de haber discutido sobre los puntos importantes de la relación que tenían (y seguirían teniendo) ambos:

Punto uno: ella no era una molestia para él y si a ella se le ocurría moverse lejos de él…pues podrían decir que él no iba a estar nada contento.

Punto dos: él la encontraba hermosa e irresistible en todos los aspectos. O al menos en todos los aspectos importantes.

Punto tres: sus cicatrices sólo significaban que Sirius tendría que ponerse a trabajar pronto si quería cobrar venganza contra cada uno de los infelices que se habían atrevido a tocarla.

Punto cuatro: el trasero de Cass no era enorme, sino exquisitamente generoso, en su más humilde opinión.

Punto cinco: que Cassandra ni siquiera pensara en huir lejos de él, porque Sirius la perseguiría hasta los confines del mundo y la arrastraría de vuelta. Sí, ese era él, todo un romántico. Y el punto cinco se parecía al uno, pero hizo falta que Sirius recalcara un poquito más la idea.

Y punto seis: debían establecer habitaciones separadas, incluso si Sirius disfrutaba tanto teniéndola en su propia cama.

Debían hacerlo precisamente porque Sirius disfrutaba mucho teniéndola en su propia cama. Al parecer tenía problemas para controlar sus más bajos impulsos y Sirius, en un caballeroso acto, uno de los más caballerosos jamás conocidos por el hombre, insistió en que Cassandra tuviese su propio espacio y, más importante aún, su propia cama.

Ovejas NegrasOnde as histórias ganham vida. Descobre agora