Bajo las estrellas

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Disclaimer: Si leen algo y les parece familiar, no es mío (y). Aunque, pensándolo bien, Cass ya es familiar para todos nosotros, y ella sí es mía. Y de ustedes :)

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19 de agosto de 1997, Grimmauld Place

Cassandra intentó respirar profundo y calmarse, antes de que se dejara a sí misma calva en el intento de cepillarse el cabello mientras era presa del décimo segundo ataque de furia de las últimas cuatro horas.

Soltando el cepillo sobre el tocador de madera, Cassandra acomodó su cabello húmedo, que casi se veía negro a la luz de las velas, para que quedara sobre uno de sus hombros y pudiera apoyar la espalda contra la sillita sin mojar la parte trasera de su pijama, que consistía en un simple pantalón gris de franela y una cómoda camiseta de manga larga, color celeste.

Mirando al espejo que tenía justo en frente, fijó la vista más allá de ella, hacia la muralla que estaba a sus espaldas, pintada de ricos colores pasteles, rosa y calipso; la pequeña biblioteca de madera pintada de blanco que daba hogar a un par de decenas de libros cuyos títulos Cassandra ya se sabía de memoria; y, más importante aún, la puerta que daba al pasillo del segundo piso, firmemente cerrada.

Ya no estaba cerrada con llave. Lo había estado la primera media hora que había pasado dentro de la habitación, luego de huir de la cocina, enojada y triste en partes iguales.

Qué demonios, hasta había armado una barricada frente a la puerta usando los muebles e incluso la cama, por si el idiota de Sirius Black se atrevía a seguirla hasta "su habitación".

No lo había hecho.

El muy idiota.

Cassandra echó hacia atrás la cabeza, fijándose nuevamente en otro de los muchos detalles que tenía la habitación que intentaba denominar como "suya", con la optimista esperanza de que no terminara largándose de Grimmauld Place en un intento de alejarse para siempre de Sirius.

Del techo, colgaba un sinfín de delicados hilitos, de los que colgaban a su vez un millón de pequeños brillantes, como vidrio en trocitos. Con la luz de las velas, despedían pequeños destellos por ahí y por allá, logrando que la visión de Cassandra fuera, casi de forma hipnótica, de un costado de la habitación a la otra, siguiendo los suaves destellos de luz provenientes del techo.

Estaba enfadada. Y dolida. Y aun así no lo culpaba del todo. Lo que hacía que se enfadara más aún.

Sí, Sirius le había lanzado a la cara que prácticamente era familiar en segundo grado del mismísimo Voldemort, si consideraban a su madre como una amante más de dicho mago oscuro; lo que, por lo demás, había sido muy, muy poco caballeroso de parte del señor Black. Pero...eso no quitaba el hecho de que fuera cierto, maldición.

Se había inmiscuido en una discusión familiar y había salido trasquilada en el intento. Nada por lo que culpar al imbécil.

Aun así, le había gritado y ella no iba a permitir eso, no señor. Es decir, no iba a partirle la cara por gritarle, pero no se iba a hacer cómplice de ese tipo de trato hacia ella. Si ese era el tipo de relación que él pretendía que ellos tuviesen, gritarle a la cara cuando no se lo merecía (porque, para qué iban a estar con cosas, a veces los gritos sí serían merecidos, con lo buena que era ella para meter la pata...), entonces ella iba a agradecer profundamente la ayuda que él le había dado e iba a tomar sus pocas maletas para marcharse.

Le gustaba el muy idiota...pero se quería más a ella misma.

Y Cassandra ya había tenido suficientes gritos gratuitos en su vida como para que encima se siguieran acumulando, maldición.

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