GOODBYE.

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Tipo de narrador: Omnisciente.

La brisa helada se estaba tomando Londres con la llegada del último mes del año el cual alberga los aires de paz antes de la guerra.

Hay cosas que por mucho que quieran evitarse, van a pasar y así el mundo esté en contra se llevan a cabo llueva, truene o relampaguee. Así arda, duela o lastime se hacen y punto. 

Muchos estaban molestos por ser fichas de juego siendo reyes, otros por la falta de compromiso en una promesa dada en medio del desespero, pero lo que más les frustraba era que no podían detener lo inevitable. 

Por su parte, Alex también estaba furioso tanto con su hijo como con su nuera. El primero había matado en la casa de su amigo con la ayuda de una banda criminal que le asqueaba. No habían nacido los mellizos y ya el coronel los había condenado al lado siniestro de los Morgan.

Rachel por su lado había jugado con el Boss de la mafia rusa con el fin de cumplir sus caprichos, algo que nunca esperó de una persona tan ejemplar como ella, una mujer criada con valores en una familia digna de admirar.

—¿Ya hiciste los votos? ¿Tienen claras las promesas de pareja? —le pregunta Alex a su hijo mientras revisan el holograma del comando— ¿O es más importante estar matando gente a diestra y siniestra?

—Si.

Christopher no se preocupa por ponerle atención, ni en dar una explicación coherente ya que lo único que quiere es volver a Londres. 

—Si, ¿Qué?

Se queda callado como si le hablara a un cualquiera logrando que el ministro se mueva a encararlo.

—Andamos aplicando la lógica de que una manzana descompuesta pudre a las otras —habla Alex—¿La Rachel de hace tres años hubiese mandado a matar a una persona solo porque le estorbaba?

—No, por eso me voy a quedar con esta y no con la de hace tres años —confiesa el coronel.

O son un dúo de malos o un dúo de buenos, pero malo y bueno no. Como tampoco el coronel será lo segundo.

—Estás mal —Alex sujeta el brazo de su hijo cuando se dirige hacia la puerta.

—Estoy perfectamente, gracias por preocuparte —se zafa de su agarre.

— ¿Qué le pasó a Rachel en la espalda? —pregunta el ministro— ¡¿Por qué te encierras tanto en esas malditas jaulas?! ¡¿ Qué es lo que tanto quieres aislar?!

—¡Eso a ti no te importa!

Vuelve a tomarlo furioso.

—¿Que le pasó? —insiste el ministro. 

—Ya dije que no es tu asunto.

Los ojos de padre e hijo se encuentran, un tono idéntico en dos Morgan que nunca han estado de acuerdo en nada.

—Le llego a ver un moretón, un rasguño o si me llego a enterar de que pones en riesgo la vida de mis nietos, te juro que te mato Christopher —el ministro lo amenaza seguro— De ponerme a elegir entre tú y ellos, los elijo a ellos.

Suelta a su hijo señalándole la puerta para que se largue. Christopher es una amenaza latente, imparable y peligrosa.

El coronel no se molesta en mirar la cena que le sirvieron y dejaron en su alcoba, solo se cambia y ejercita durante tres horas en el saco de boxeo antes de ducharse y acostarse solamente en boxer. En la madrugada había peleado recibiendo un mal golpe en las costillas que todavía lo tenía adolorido.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora